viernes, 25 de abril de 2014

UNA, GRANDE, LIBRE


 La separatividad es mala, es agresiva; a ella se llega como consecuencia de muchos errores, de muchas manías, de anquilosamientos mentales del pasado, de doctrinas, de dogmas. La enfermedad de la humanidad es su errático pensamiento instalado en el pasado o en el futuro, nunca en el presente.

En biología existen organismos unicelulares que, en cierto momento, por causas de escasez de alimentos fundamentalmente, se juntan formando un solo ser al que le es más fácil sobrevivir. Jamás en la naturaleza se da el fenómeno de la disgresión, de la separatividad, de la desunión. La naturaleza tiende siempre a congregar, a unir, a aunar esfuerzos, a asociarse para obtener beneficios.

Las parejas llegan a separarse por causa de conveniencias de tipo mental, económico y sexual. Pero se podía evitar la separación si los miembros de la parejas vieran, como en una película, lo que les espera en un futuro, a no ser que, fuera de la relación que se rompe, no cambien de parámetros mentales.

Las  provincias de una Nación son solamente particiones territoriales para mejor gestión económica y política del Estado–Nación. En modo alguno deben de tender al separatismo por conveniencias económicas; sólo lo gestionan –el separatismo– como medio de preponderancia, de mandato, de ‘quítate tú para ponerme yo’; ‘deja de robar tú que ahora me toca a mí’.

Nunca, en el trascurso de la historia, se ha dado el caso de que un fragmento de una nación se independice y medre económicamente, políticamente. Y a partir de la instauración del estado de corrupción, todavía menos. Los separatistas pretenden que el Estado-Nación deje de exprimir a los ciudadanos como a un limón, para empezar a exprimirlos ellos y engordar sus saneadas cuentas en paraísos fiscales.

El separatismo catalán es poco inteligente. No mira a la historia; transforma la historia y la retuerce a su conveniencia. El separatismo necesita una imagen sólida de marca para salir al mundo con ella, exhibiéndola como promesa de buena calidad, de gestión, de posibilidades futuras.






La imagen de marca del separatismo catalán es el Barça, que es mes que un club: Es, naturalmente, la imagen de marca del separatismo catalán. Y esta redundancia es como es. Que nadie rehuya su responsabilidad en el asunto. Todo el mundo –al menos el inteligente, el formado, el medianamente culto– a poco que piense; a poco que aparte a un lado el mondongo y mire las cosas con objetividad, se ha tenido que dar cuenta del hecho incontrovertible de que el Barça, que es mes que un club, es la imagen de marca del separatismo catalán.

Otro cantar es la calidad de sus jugadores, la suerte que han tenido de aunar a una serie de jugones –bajitos pero jugones– todos juntos en un club; de tener como entrenador a Guardiola hucha en el idioma catalán que comulga absolutamente con la idea del separatismo catalán y, por tanto se ha dejado los dientes para hacer lo que hizo con el equipo. Claro que con esa serie de jugones en un momento sublime, cualquier entrenador de pacotilla hubiera hecho igual o similar.

Y naturalmente, ahora que el el Barça, que es mes que un club, está empezando a no cosechar los éxitos de antaño, el separatismo catalán, sin su imagen de marca, tendrá que recular o esperar mejores tiempos para la lírica.

¡Qué más da que Shakira haya integrado una canción en catalán –que es un plagio de otra canción de Luz Casal, por cierto bastante ramploncilla en su letra– en su nuevo disco¡ Lo que importa es la intención. Y en principio la intención, viniendo de Gerard Piqué catalán y catalanista hasta la médula de sus huesos, uno de los separatistas declarados que tiene el Barça, que es mes que un club, tiene necesariamente que ser joder la marrana al centralismo.

Lo que me extraña es que para la copa del Rey no se vistieran con la camiseta separatista. Lo que me extraña es que muchos separatistas que militan en el Barça, que es mes que un club, también jueguen, entregadamente, en la selección española. ¿Qué les mueve a hacerlo? ¿El vil metal? ¿La fama? ¿Una conveniencia de propaganda política? Hay cosas que se me escapan.


Yo sufro porque los demás no se atienen a mi voluntad. Y, en este caso, mi voluntad es que no hubiera tanto gilipollas en España. Pero eso a mí me perjudica, me frustra y me enferma. Así que, cada cual que aguante el palo de su vela. Me gusta como juega el Barça, que es mes que un club, y a partir de ahí me importa una higa todo lo demás.

domingo, 20 de abril de 2014

Muerte versus dolor


Ando siempre a vueltas con las causas del dolor en el mundo. El chamanismo tiene tres causas fundamentales que justifican el dolor de los humanos: 1.- La gente sufre porque los demás no se atienen a su voluntad; no piensan, no hacen, no dicen lo que ellos –yo, tú, él– quieren, y eso produce dolor, frustración, desencanto, desamor, odio…

La segunda causa es: La gente sufre porque las cosas se acaban.

La tercera, e ineludible: La gente sufre porque los demás se mueren.

La gente se muere. Es un gran vicio y una ordinariez de tamaño sumo; pero desde que el mundo lo es, la gente se empeña en dejar este mundo cuando llega su fecha de caducidad. E, indefectiblemente, cuando esta llega, la gente la palma. El muerto al hoyo y el vivo al bollo.

Pero esto, lejos de constituir la conclusión del camino y la continuidad por otro diferente, se erige en el mayor drama que se puede dar en la humanidad: La gente se muere. Y sume a sus parientes y amigos en un hondo pozo de dolor que sólo se lenifica con el tiempo. Y, a veces, es el dolor tan profundo que ocasiona la muerte de la pareja, del hijo, de los padres o de un amigo.

Tengo un psicólogo amigo que opina que el dolor de la muerte hay que asumirlo, meterse en él y, como dice el chamán, no juzgarlo y sumergirse en sus heces hasta las últimas consecuencias. Hay que sufrir sin paliativos, hay que retorcerse y sentirse morir por dentro; hay que levantarse cada mañana con la angustia de la pérdida y no descansar en el dolor hasta que no nos rinde el sueño.

Mal asunto. El apego es la causa fundamental. Buda dice que la causa del dolor en el mundo son los deseos. Pero uno no podría vivir ni un solo instante de su vida sin desear algo: levantarse, comer, hacer el amor, dormir, pasear, trabajar…Entonces, al parecer, está equivocada la idea de Buda. No, en modo alguno, sólo está mal traducida. Ya que no podemos vivir sin desear hacerlo, traduzcamos la palabra por apego. La humanidad sufre por los apegos, eliminamos los apegos y desaparece el sufrimiento.

Y ¿Qué es el apego? Es el deseo sin el cual yo no puedo ser feliz. Una mujer, un hombre, una casa, un automóvil, son los objetos de nuestros apegos. Y si no lo conseguimos no podemos ser felices. Nos arrastramos taciturnos, cariacontecidos, mustios, por la vida, denotando a las claras que no estamos completos, que nos falta algo. Pero basta con considerar que si la causa de mi apego; lo que no me permite ser feliz, desaparece, ¿nunca más podré ser feliz?





De niño sentíamos apego por una cosa diferente cada cuarto de hora. Pero una cosa causaba dolor con su pérdida e, inmediatamente, nos fijábamos en otra diferente que nos hacía olvidar la primera causante de nuestro desasosiego, Juguetes rotos que nos sumen en la desdicha y son inmediatamente olvidados por otro juguete, incluso menos brillante que el anterior. Juguetes rotos.

Cuando la gente nos deja sentimos tal dolor que nadie; ni siquiera García Márquez lo podría describir. La gente intenta consolarnos, pero carecen de la locuacidad, la verborrea y la creatividad para calmar nuestra ansia. Nos dicen “Te acompaño en el sentimiento” porque es lo que hay que decir; porque es lo que hemos aprendido. O: “No pienses, diviértete. Es cuestión de tiempo…”

Nadie lo siente. Nadie sabe qué decir. En un sepelio, al que asistí por pura obligación –mi querido hijo Pablo había fallecido en un desgraciado accidente– me sentía desgarrado, roto, dolorido, obnubilado y como no creyendo, todavía lo que había sucedido; culpando a Dios del hecho absurdo de la muerte de mi hijo.

Una persona anónima se me acercó, en medio de la multitud que se agolpaba curiosa e indiferente, y me musitó al oído estas palabras que constituyeron para mí un bálsamo maravilloso.

«No le des, al que se ha ido, el poder maligno de amargarte la vida».

Él era bueno, amable, cariñoso, listo como un conejo, sano como una manzana. Era el hijo que cada uno quiere tener. Sin embargo se fue. Nunca me hizo sentir dolor, nunca discutimos. Un cate, de vez en cuando, con la mano abierta y sin afán de producir dolor; nada más.


Con la perspectiva del tiempo las cosas carecen de importancia. Él nunca pensó, lo sé, hacerme daño bajo ningún concepto, en absoluto. Nos amábamos tiernamente. ¿Por qué darle el poder de amargarme la vida?

jueves, 10 de abril de 2014

¿...?




Hay poetas natos, hay bailarines natos. De hecho, todo el mundo ha nacido para algo: Las personas que por algún motivo descubren su talento son las personas más felices del mundo. Pero aquellas que van por caminos que no les corresponden son las más infelices.

El político pertenece a un tipo determinado. Es el mismo que el de los delincuentes. Un delincuente es alguien que no ha conseguido ser político. Ambos buscan el poder, ambos están dominados por el ansia de poder. El político busca el poder dentro de la legalidad y la Constitución y, una vez que está en sus manos, manipula la ley, la Constitución y todo lo demás de mil y una formas. Una vez que consigue el poder puede corromperlo todo y prostituirlo todo. Pero en tanto lo consigue se mueve dentro de la legalidad, la constitucionalidad, la moralidad.

El delincuente también busca el poder, pero no sabe hacerlo legalmente, constitucionalmente, moralmente. Es más salvaje, no está tan domesticado como el político; es más inculto, no sabe valerse de la cultura para conseguir sus propósitos como hace el político. No es tan elocuente como el político. La capacidad principal de los políticos es la elocuencia, saben traducir tus esperanzas y convertirlas en promesas. Son tan elocuentes que saben descubrir tus sueños y esperanzas, conscientes e inconscientes, y convertirlas en promesas de futuro: dicen que si les das poder cumplirán todos tus sueños. Es un acuerdo engañoso: tú les das el poder y ellos te darán la tierra prometida.

Pero una vez que le has entregado el poder con tus votos, se olvida de ti. El hombre –político– que te estaba haciendo promesas no tenía poder todavía. Pero ahora es un hombre nuevo y poderoso con tu apoyo. Llevo toda mi vida repitiendo una frase de lord Acton: «El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente». Lord Acton no estaba filosofando, hablaba por experiencia. Había conocido el poder y sabía cuánto puede corromper, y debido a su capacidad de corrupción había abandonado.




Una vez que ‘detentas’ el poder, todas las fuerzas corruptas que tenías escondidas en tu inconsciente empiezan a asomar la cabeza. ¿Qué te importan los demás? Tus promesas no fueron hechas con una intención honesta, sino sabiendo perfectamente que no ibas a cumplirlas. Sólo era una forma de conseguir el poder, y lo has conseguido. Ahora tienes tus propios deseos inconscientes que cumplir.
Un político puede volverse un delincuente en cualquier momento. Vemos que ha ocurrido a lo largo de la historia, pero seguimos mirando para otro lado. Joseph Stalin antes de llegar al poder no era un criminal. No había matado a nadie; no era un asesino. ¿Y qué ocurrió cuando llegó al poder? Lo primero que hizo fue destruir absolutamente el comité de doce miembros que gobernaba el partido comunista, los líderes más importantes. Los mató uno a uno.

Los políticos básicamente son delincuentes. Buscan el poder con métodos legales; esa es la única diferencia. A un delincuente no le interesan los métodos legales, y por eso lo detienen. Sin embargo a los políticos nunca los pillan; sólo pasa una que otra vez, como a Nixon en el caso Watergate. ¿Sabéis lo que dijo Mao Tse Tung cuando pillaron a Nixon?: « ¿Qué está ocurriendo? Tanto alboroto para nada. ¡Todos los políticos lo hacemos!». En realidad es verdad, todos los políticos lo hacen. Nixon no fue una excepción con el caso Watergate. Sucede en todo el mundo, todos los políticos que están en el poder hacen el mismo tipo de cosas, pero no los pillan. Nixon tuvo mala suerte y lo pillaron.
La mente criminal necesita el poder porque sin él no se puede hacer nada. Del  mismo modo que el pintor necesita pinturas y el poeta necesita poseer un extenso y rico vocabulario, dominar el lenguaje, conocer el sentido de las palabras y la variedad de sus matices, la corriente sutil que encierra cada palabra, el político, en el fondo, también sabe por qué busca el poder. Si no pretendes pintar pero acumulas tubos de pintura, es porque están loco. Si no tienes intención de tocar música pero acumulas todo tipo de instrumentos, es porque estás loco.
¿Y por qué el poder? En la política, cuando has conseguido el poder al que has llegado con el apoyo de toda esa gente, tienes que cumplir sus deseos. Uno te ha apoyado para que le des esa licencia, otro te ha apoyado para abrir una empresa, otro para que le des prebendas económicas y comerciales, y otro por otros motivos, siempre interesados. Ahora tienes que satisfacer sus deseos. De lo contrario pueden moverse mientras estás subido a sus hombros. En cierto sentido el que está en la cima es muy débil; por encima no hay nada a donde asirse. Por debajo hay gente que no perderá la ocasión de echarle para auparse a la cima. Para impedirlo tendrá que cometer toda serie de actos criminales.
Esto es la democracia. Estos son los demócratas. Estos son los que se ocupan de las necesidades de la gente. Da igual que sean de derechas, de centro o de izquierdas. Esta es la democracia que ha sido descrita como: «Del pueblo, por y para el pueblo». Yo no sé quién es ese ‘pueblo’, desde luego no soy yo ni muchos como yo.

Tomado de "El peligro de la verdad" (OSHO)

miércoles, 12 de marzo de 2014

El Ayuntamiento de Miguelturra











El ayuntamiento de Miguelturra




Me contaba mi abuelo Raimundo, ya hace tiempo, cuando las laderas del páramo estaban llenas de flores en primavera, y las colmenas del Matapuercos estaban a rebosar de miel y de cera. Le pusieron el mote porque mató a un marrano al dar marcha atrás a un tractor de los primeros que se veían en la mancha. Me contaba, digo, mil historias de amor y de solidaridad. Mi abuelillo era recio y terne, y tenía buenas ideas y buen corazón. De los que ya no quedan por ahí. Cuando había que elegir alcalde todos pensaban en el hijo de la Despeñada, mi bisabuela. La pusieron el mote porque se cayó por un terraplén y salvó la vida, pero se quedó coja y medio manca. Que la podían haber puesto la coja o la manca. Pues no señor, la Despeñada

Mi abuelo accedía de buen grado a ocupar el primer sillón de la alcaldía, y allí se apoltronaba cada vez que convocaba a los ediles para decidir sobre una linde, sobre la mejor manera de apañarle el tejado al Sinforoso, que se le estaba cayendo encima, o de dónde podían sacar cuatro cuartos para arreglar la fuente de la plaza o para asfaltar el cacho de carretera que se fue a hacer puñetas con las últimas heladas del invierno. A la Diputación la tenían muy descargada de obligaciones; casi nunca le pedían nada. Sobre todo porque el Presidente era un ‘mala leche’, de los que te mandaban a cagar a la vía en cuanto no le gustaba lo que le proponían. Le pusieron de mote El Marrajo porque arremetía astuta y maliciosamente contra aquel que le molestaba en demasía y le propinaba una cornada de la que, si salía ileso, luego lo contaba a todo el pueblo.

Aquel día el alguacil fue de casa en casa avisando de una reunión muy importante, de orden del Señor Alcalde. El orden del día solamente tenía un punto: Reunir dinero para mandar a la hija del Apañao, la Rosita, a estudiar a Madrid, dadas las cualidades de bondad, memoria y sabiduría que demostraba la moza. Al padre le pusieron de mote El Apañao porque siempre que le preguntabas por la salud, por la familia, o por la vaca, torcía la cabeza, te miraba de soslayo y contestaba:  Apañao. El Apañao sobrevivía con lo poco  que sacaba de su vaca, del cachejo de huerta que le había cedido el Ayuntamiento para que pudiera vivir de ella, y de cuatro chapuzas que hacía a los vecinos, porque era muy apañao. De mandar a la niña a estudiar a Madrid, nada de nada. Ya lo pensaba, pero como no podía, se callaba y apañao. Tampoco pedía nada, ni se quejaba nunca, pero gozaba de las gratificaciones que recibía por sus trabajos y del cariño de los vecinos por su gran corazón.

Entraron todos por el zaguán de la casa del Raimundo y se sentaron en las sillas que consiguieron en cualquier rincón de aquella casona, que olía a aceite y a romero, y en una especie de cuarto para todo, que tenía el Raimundo cerca de la cocina y del corral. Cuando todos se hubieron acomodado el Señor Alcalde tomó el uso la palabra y les habló en estos o parecidos términos: «Buenas tardes, queridos y nunca bien apreciados conciudadanos» Buenas tardes –contestaron todos a una– «Os he mandado acudir a mi casa, sede del Ayuntamiento de Miguelturra, del Campo de Calatrava, Provincia de Ciudad Real, para contaros lo que ya todos sabéis y  ninguno ignora. Que la hija del Apañao tiene que ir a Madrid a estudiar porque es muy lista, y dada la circunstancia de que su padre, El Apañao, no tiene ni un guindo, habíamos pensao entre algunos vecinos, entre los que se encuentran felizmente El Morros y La Polvitos, que podíamos arrimar el hombro entre todos, para que la cría llegara a ser abogada, que, al parecer, es lo que le gusta, y a su padre también. Así que, sin más dilema procedo a escuchar, por riguroso turno,  y de izquierda a derecha, lo que tengáis que alegar». 




Los perros de El Pelahuevos –Se lo pusieron de mote porque siempre andaba rascándose descaradamente–, y ‘La Polvitos’ le dijo un día: «Como sigas así, un día te vas a pelar los huevos, criatura». Los perros, digo,  estaban tranquilos a los pies de su amo, pero la gata del Raimundo andaba dándoles por el culo. Pasaba corriendo y en su carrera desenfrenada les endiñaba un zarpazo. Poco daño, la verdad para dos mastines bragados, que además sabían cómo tenía los humos la jodida gata del Raimundo. La miraban, enseñaban el colmillo superior derecho y la despreciaban. Luego miraban  al Pelahuevos y rezongaban satisfechos con el puesto que ocupaban en la comunidad. 

La ‘Despeñada’ sacó unos vasitos de Málaga virgen y unos mantecados caseros que hicieron las delicias de los asistentes. Tanto, que todos estaban deseando a la próxima reunión en ‘La Alcaldía’, para ponerse las botas  con el Málaga virgen y los mantecados de ‘La Despeñada’. Al concluir ‘el pleno’ hicieron recuento de la recaudación que fue, números redondos de cuarenta y dos mil ochocientos reales. La niña podía permitirse el lujo de estudiar en Madrid. Y los Miguelturranos estaban satisfechos que no les cabía un piñón por el culo. Desde aquel día todos fueron padrinos de ‘La Rosita’. Y los perros del Pelahuevos siguieron aguantando a la gata del Alcalde, hasta que las palmó de un mal parto. Pero luego no tuvieron que aguantar a la gata del Raimundo, sino a los cuatro gatos del Alcalde. ¡Qué se le va a hacer! Con tal de asistir a las reuniones de la Alcaldía en las que ‘La Despeñada’ les daba unos pitracos de carne de guarro, aguantaban a los cuatro cabrones de gatos que habían heredado los genes de su puñetera madre.



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