Transcribo literalmente la carta que me envía un
enfermero al borde de un ataque de nervios, por culpa de los manejos abyectos
de las autoridades autonómicas de sanidad.
Soy enfermero desde el año 2002. Durante estos 15 años
que han transcurrido como si fueran un soplo, he tratado vanamente de
estabilizar mi trabajo y conseguir un puesto fijo, una interinidad o algún curro,
de alguna manera estable, que pudiera quitarme la zozobra de no poder casarme,
ni alquilar una casa, ni siquiera independizarme porque el Sacyl no te
proporciona más de 3 meses de contrato anuales, y estos, para más inri,
cuajados de malos tratos, cabronadas, mandos intermedios estúpidos e inútiles y
enchufad@s que no sabían hacer la 'o' con un canuto y que encima se
vanagloriaban de ello. Me he esforzado haciendo cursos, sacando el dinero
sirviendo copas los fines de semana o poniendo inyecciones a domicilio, para
engordar los puntos de mi baremo en la bolsa de trabajo del Sacyl. Tengo cuarentaitantos
créditos conseguidos haciendo cursos on-line, de organismos autorizados,
durante el año 2005. Pero al meterlos en la bolsa me dicen que los cursos
tienen 10 años de caducidad y que tendré que repetirlos, con los trastornos
económicos y de tiempo perdido que esto supone.
No contentos con tener un sistema de salud de lo peor,
de ser la empresa con más y peores contratos de todo el ámbito nacional, de
querer a toda costa privatizar la sanidad, de tener varias bolsas de trabajo
absolutamente opacas, de tener la tasa más alta de contratos por enchufe a
gente joven y por tanto maleable y sumisa, de amañar las oposiciones, cuando no
suspenderlas y luego no devolver las tasas pagadas por derechos de examen, de
baremar los puntos como les da la real gana, de crear tontos útiles que hacen
de mandos intermedios y más les valía aprender algo y enseñar algo; encima de
todo esto, establecen unilateralmente –esto no pasa en el resto de las
comunidades autónomas– un sistema de caducidad de los cursos efectuados. ¡Te
cagas, colega! O sea, que voy a tener que repetir otra vez los cursos que hice
desde el año 2006 para atrás. ¡Como si a los médicos, a los abogados, los
arquitectos, los ingenieros, les obligaran a repetir la carrera porque su
título ha caducado a los 10 años de obtenerlo! Pero, claro, a ellos qué les
importa, si el 90% no tienen ni el graduado escolar. ¡Que paren la sanidad, que
me apeo en marcha! Pero, al final, actúan con la mayor impunidad pisando
cabezas, destrozando ilusiones y rompiendo voluntades. Si sé esto, en vez de
hacer la carrera de enfermería, me hago político. ¡Lo juro! Pero, ahora que lo
pienso, político no podría ser por muchas razones: Mi madre es una santa, la
pobre, y yo no sé mentir; cada vez que lo he intentado me salían dos chapetas
rojas, rojas en ambas mejillas. ¡Una pena!