lunes, 5 de abril de 2010

LA LLAVE DE LA FELICIDAD

Pincha en play del cuadro de abajo, y extasíate oyendo 'Imagine', de John Lenon, mientras lees.






Oigo ayer, en un reportaje de TV de un personaje famoso, gallego él, un poquito más que de mediana edad, pastoso él y graciozosón, entrevistado por la clásica presentadora con incontinencia verbal y pocas ideas, que definía la felicidad, algo así como: “La felicidad es trabajar, esforzarte y echar pa lante en la vida. No se trata de tener mucho o de vender mucho en poco tiempo, con unos réditos muy altos, se trata de trabajar y esforzarte” Parece como si, repitiendo el concepto, se convenciese la gente de que lo que acaba de decir es la pura verdad. Y verdades, como ya he tratado de expresar en artículos anteriores, hay muchas, tantas como mentalidades existen en el planeta. Yo tengo mi verdad, tú tienes la tuya, y cada uno tiene su pequeña verdad, pequeñita, contingente, cicatera, reducida, pero mía. Y es inútil querer embutir en el mondongo de la gente tu verdad, que, a saber si es verdad…

Pero verdad, verdad, sólo hay una, porque la verdad es un concepto de común utilidad para todo el mundo y en todo lugar. Y es: “El pensamiento es creativo. Vives, por lo tanto, como piensas. Si piensas bien, vives bien; si piensas mal, vives mal” Permitidme, para más abundamiento, que no me aparte de este aserto ni un adarme. “Lo que e, e”, como dice, en plan de sorna, mi hermana. Y la verdad, verdad, sobre el concepto de felicidad, tan llevado y tan traído, y del que ya he hecho mención en artículos anteriores, es que nadie –en toda la extensión que abarca la palabra-, sabe qué es la felicidad, dónde se puede encontrar o qué hay que hacer para instalarse, aunque sea por breves momentos, en ella: La dama más deseada por ciudadanos de todo género y condición.

Entra Mafalda en una tienda donde se duplican llaves, y pregunta al dependiente (ya entrado en años): - “Buen día, señor. Vengo a que me haga la llave de la felicidad”. “Con mucho gusto, nenita –contesta el ferretero- ¿A ver el modelo?”. En la siguiente viñeta, se ve cómo Mafalda sale de la tienda exclamando: “¡Astuto viejito!”.




 ¿Qué te parece? Quería que la hiciera la llave de la felicidad. Y, naturalmente, el viejito deseó, por un instante, que la niñita le mostrara el original, para hacer unas cuantas copias, para él y para su familia. Puestos a lucubrar… Pues, mira qué tontería, yo, en este momento, os voy a regalar la lleve y el secreto de la felicidad. Se lo cuento, en mi consulta, a todo el que me presta atención por unos breves momentos, lo que dura el relato:


Yo estoy aquí, en mi consulta –les digo-. Estoy en un sitio que me gusta, no en vano lo he creado para mí, con un ambiente agradable, un aroma a sándalo que me transporta, una música deliciosa. Estoy haciendo lo que me gusta, y una de las cosas que hago mejor, que es tratar a las personas. Ustedes me agradan, no me espera nadie, y estoy cómodo, sin ninguna molestia física, ni mental que me inquiete. Esto, para mí, es la felicidad ¿A qué otra cosa puedo aspirar en estos momentos? Esto es el colmo de mi felicidad. Pero si, en este preciso instante, pienso en los pacientes que me están aguardando en la sala de espera, ya se chafó la felicidad. Miro al reloj, empiezo a rebullirme en el asiento, cambio de conversación y procuro dar por concluida la visita lo antes posible. ¿Qué hago con todo esto? boicotearme la felicidad, ese momento de placer, en el que no puedo aspirar a nada más porque no existe, porque lo único real es ese momento, y, por lo tanto, cuando empiezo a pensar en el futuro inmediato, me estoy estresando, porque el estrés nace de: “Estoy trabajando aquí, y estoy pensando allí”.

¡Et voilà! He aquí el secreto de la felicidad; la clave para vivir, constantemente, en esa pretendida entelequia, pura ciencia ficción. Vive el momento con pasión desbordada. No pienses en ninguna otra cosa. Cuando te duches, dúchate, pendiente de la sensación en tu piel del agua caliente, del olor del gel, de la rugosidad de la toalla. Este el momento de felicidad, que se puede romper en cuanto pienses en la letra del banco, en el jefe, en tu dolor de menisco…

Vivir el momento es la panacea, la explicación de, qué hay que hacer para ser feliz, del lugar donde se encuentra la felicidad.

Hago una salvedad necesaria. La felicidad, no siempre es sinónimo de placer. Cuando pintan bastos no quiere decir que no seamos felices, simplemente ha llegado el momento de cambiar de palo: Alinearte con la situación, no juzgarla, no criticarla, y vivirla a tope, porque es lo que toca. ¿Es esto algo contrario a la felicidad? Bajo ningún concepto. Es otra situación, que, como todo en la vida, también pasará.

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