jueves, 19 de agosto de 2010

SI LO QUE VAS A DECIR NO ES MÁS BELLO QUE EL SILENCIO, ¡CÁLLATE!

Espero poder expresar lo que siento de una manera comprensible. No es fácil; muy al contrario, hay que estar muy capacitado para sacar de dentro algunos conceptos que nadie airea. No sé si por ignorancia, por falta de percepción, por seguridad o por dejadez. Y el caso es que está ahí, pisándonos los talones como un carrito de supermercado: Pero ni siquiera se digna pedir perdón para que digamos, entre una mueca de intenso dolor de talón: ¡Nada, nada, no ha sido nada, no se preocupe!







Este fin de semana leí un artículo en el que cuatro ‘eruditas’, expresaban sus opiniones sobre una materia de actualidad. Esta vez le tocaba a ‘la familia’. Y las cuatro: Una directora de cine, una periodista, una psicóloga clínica y una directora de relaciones laborales, debaten sobre “¿Es la familia el peor campo de batalla?. Vierten sus opiniones de estas maneras: “Donde hay afectos, hay emociones. Por eso en casa se dan los mayores problemas, pero también los mayores amores”, o “Pueden pasar meses sin que mi hermano y yo nos veamos, pero si le llamo estará ahí. La amistad hay que alimentarla más”, o “Me he dado cuenta de que a lo largo del tiempo te puedes distanciar, pero luego vuelves…”, o “Es importante que los tuyos te dejen despegar, que te faciliten la salida.”






Lo primero que se me ocurre es que en las cuatro damas –que no levantan ni dos palmos del suelo- existe un extraño dogmatismo. Como si estuvieran en posesión de la verdad, y ya caminaran de vuelta ¡Qué osadía! Así nos va el pelo. Generalizan como si sus problemas fueran iguales que los del resto de las unidades familiares. Y lo malo es que mantienen sus opiniones a ultranza y como si, de verdad, tuvieran algo que enseñar al resto de los pobres mortales que caminan, allá abajo, en el fango. De momento, me temo que no tienen mucha idea de nada, porque cada persona es una unidad aislada del resto, y cada uno se debate en un mar de dudas y de confusiones. Nadie sabe nada de nada en materia de psicología. Llevamos tres o cuatro mil años enzarzados en los mismos problemas familiares, en los mismos conflictos de competencia, de deseos de libertad, de egoísmos, de inconformismo y de fatigas que, a lo largo del tiempo van cambiando. Pero, la verdad, la verdad, es que estamos igual que al principio. Y si verdaderamente hubiera alguien que supiera mucho sobre la materia, las cosas hubieran cambiado; aunque fuera un poquito. Pero, no, todo sigue exactamente igual, antes y después del iPod.

Y –ahí está lo bueno-, verdaderamente sí escogemos a nuestra familia. Y si la gente fuera consciente de este extremo, se plantearía las relaciones familiares de muy distinta manera. Y hemos compartido con las mismas personas, durante muchas vidas, distintos grados de parentesco, posiblemente para sanar malas relaciones anteriores. Esto conlleva afinidades y odios desde muy temprana edad de la relación, y esto dificulta el trato con algunos miembros de la familia, y facilita la complicidad entre otros.





Pero fundamentalmente la familia está huera de educación. Se ha confundido el culo con el jubileo, y cada uno hace lo que le da la gana en la mayor impunidad, porque no hay una autoridad fuerte que regule el tráfico de emociones; y los jóvenes no aprenden a gestionarlas hasta muy tarde. Y lo único que se podría discutir es si propinarle a un hijo que nos sale díscolo, un sopapo o dos. Esto sí ayudaría a la paz y la concordia en el seno familiar, y no preguntarse si la familia no se elige y las amistades sí.

Hay que tener las cosas claras, y aquí cada vez están más oscuras, y a diario proliferan inexpertos, medio expertos y expertos de pacotilla que emiten sus juicios sin que nadie les endiñe un pestorejazo. Pues ahí os envío mi guantazo particular dedicado a los sandios e ignaros de este país, que se creen revestidos de pontifical, y no saben ni dónde tienen el colodrillo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...