Luego, llegas al cenit de tus ideales –cada cual de los suyos, que para gustos hay colores– y resulta que no era eso lo que querías, después de haber pisado varias cabezas para llegar a la cumbre. Es como el niño que el día de reyes quiere quitarle al juguete a su hermano, teniendo el suyo entre sus manos. Es una cuestión de insatisfacción personal. En verdad no es rico el que más atesora, sino el que menos necesita. Pero eso vete tú a decírselo a los parados –creo que ya rondan por los 5 millones– de España.
Otro parámetro bastante chusco es que no están todos los que son, ni son todos lo que están. Leí, por casualidad, una frase que me puso en alerta de lo que pasa frecuentemente en este plano: «Aquí, el que piensa, no actúa; y el que actúa no tiene capacidad de pensar» Y ¿Por qué? –me pregunto, yo, y conmigo todos los filósofos del mundo– ¿tiene que ser así? ¿Por qué los holgazanes, caraduras, vivalavirgen tienen que vivir como el Maharajá de Kapurthala, mientras yo, con todas mis capacidades puestas al servicio de la sociedad en la que vivo, hago encaje de bolillos para llegar a fin de mes?
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?
Hasta Don Pedro Calderón, lo expresó en su obra. Y habitualmente lo que escriben los autores tiene mucho que ver con su interior, con lo que bulle en su cabeza y con lo que sienten. Es hermosísimo este segundo párrafo de La vida es sueño. La primera vez que lo leí, me lo quedé para mí, porque, hay gente que, como yo, por mucho que haga en esta vida van arrastrados por su destino inexorable, sin poder anclar su barco porque la corriente de la vida es demasiado fuerte, e indefectiblemente la nave chocará contra la escollera.
¿Cuál es la solución del enigma que nos ha tocado vivir? Después de mucho latir, poco gozar, mucho criticar y poco pensar, he llegado a la conclusión de que aquí (a esta tierra), he venido con mis ideas muy claras con respecto a lo que tengo que hacer y a lo que puedo esperar de la vida. Porque he convenido de antemano lo que voy a hacer, lo que me va a pasar, lo que voy a sufrir y lo que voy a gozar. Me he propuesto elevar mi nivel de conciencia y no hay otra manera que pasar por las horcas caudinas y las humillaciones que yo mismo me he dispuesto. ‘Yo mismo’ Nadie ha contribuido. Solamente me aconsejaron la mejor manera de aprobar los diferentes exámenes que me había propuesto pasar. El resto corría de mi cuenta. Yo elegí mis amores, mis odios, mis miserias, mis triunfos, mis halagos y mis denuestos. Nadie tiene la culpa. Y menos yo, puesto que la culpa no existe.
Los holgazanes, caraduras, vivalavirgen, están ahí puestos por mí y están cumpliendo fielmente el papel que les ha tocado en la comedia, en la que, a su vez y curiosamente, ellos eligieron esos roles, quizá de una manera esporádica o incluso vitalicia con paga incluida. Así que, aquel día de sol radiante dejé de criticar, de comparar y de tener envidia. No viene a cuento con estas premisas.
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