martes, 10 de mayo de 2011

DEL VIEJO LA SABIDURÍA Y LA EXPERIENCIA






- «Mamá, hija, que la vida no es así. Tú lo que tienes que hacer es no preocuparte de nada. Todos estamos contigo. Si quieres algo pídelo. Y si te encuentras sola, vete a casa de cualquiera que serás bien recibida…»

Pero ¿En qué quedamos. Es madre o hija? Si es madre, no la llames hija. Y si es hija no la llames madre. El caso es destrozar la semántica. Tu madre lo que tiene que hacer es lo que le dé la gana. Ha vivido antes que tú, en unos momentos infinitamente más complicados que en los que tú estás viviendo, con menos comodidades, con más trabajo y con más preocupaciones para sacaros a todos adelante. Y ahí estáis todos, viviendo, que no es poco. Y algo habréis aprendido de tu madre ¡Digo yo!

Hay un tiempo para sembrar y otro tiempo para cosechar. Lo que hagas ahora servirá para el futuro. El momento de aprender ya pasó. Ahora tienen que gozar del producto de su siembra. No te empeñes en que aprendan, porque no van a aprender nada de nada. Ya aprendieron suficiente. Y ahora lo que menos les interesa es que les vayas tú con sermones de marisabidilla. Ellos tienen miedo a muchas cosas. Piensan cada vez más y con más frecuencia en el futuro. Y eso conlleva el momento del postrer viaje a lo desconocido. Les agobia aunque no quieran pensarlo. La mente está cada vez más acuciada por la falta de tiempo, y eso mismo acorta el que les queda. Tienen miedo al futuro; un miedo atroz a acabar sus días en un asilo, sin el calor de las familia, sin las risas de los nietos, sin el sentimiento de ser útiles para algo, de colaborar en la cocina, en las labores o en el consejo a los más pequeños.

Igual que un trebejo pasado de moda o estropeado, su destino es el trastero de la institución para mayores. Allí les confinamos al final de su vida. Sin duelo, sin compasión, sin comprensión, sin paciencia. Tenemos otra vida. Estorban. No sirven. No saben, están anticuados, obsoletos. Los suyos fueron otros tiempos agostados y pasados de moda. Ya no pega nada de lo que dicen, de lo que hacen.

Miserables. Debíamos erigir un monumento a nuestros mayores por todo lo que trabajaron, hicieron y pensaron, para ofrecernos un digno presente. Ellos fueron los que lo construyeron con su sudor, sus lágrimas, y en muchos casos, con su vida. Y ahora, ingratos, intentamos enseñarles cómo se hacen los hijos. Mamelucos, mentecatos. Los mayores debían de seguir trabajando, pensando, gobernando…porque ellos estarían cada día más hábiles y más claros de mente si no les tratáramos de convencer de que no saben nada. “Y, tú ¿qué sabes?, ignorante. Si no has salido del todo de la cáscara del huevo?” La capacidad del hombre es infinita, pero se ve cercenada por la imposibilidad de ejercerla, y hay estamentos a quienes no interesa que haya mentes racionales que puedan decir lo que está bien o lo que está mal. Que puedan opinar sobre educación, moral, criterio o buenas costumbres. Ellos quieren descubrir la pólvora; pero ya está descubierta desde el siglo IX; la descubrieron nuestros padres; ellos, con sus desvelos, su infinita capacidad de imaginación, sin medios adecuados, pero con un derroche de voluntad y de trabajo duro.

Lo mejor que podéis hacer por los mayores es amarles y darles cancha, hueco y espacio. Ellos saben mucho más que vosotros y pueden ser muy útiles a poco que les dejéis ejercer de sabios en vez de estultos. Tienen una cosa que no tenéis vosotros todavía: Experiencia.

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