Castillo de Fuensaldaña. Sede de las cortes durante
25 años.
Actual, megalítica y superflua sede de las cortes
regionales.
Es curioso cómo, ante
esta situación, todo el mundo se aúna en el criterio anti-políticos. Es
sorprendente cómo, a estas alturas, todo el mundo argumenta que el cáncer de
España –Esta dulce España cantada por miles de poetas– está en las autonomías.
Es estupefaciente, de qué forma todo el mundo piensa que los ´padres’ de la constitución –que no se
merece la mayúscula–, durante los meses
que tardaron en cagar tamaño desafuero, debían de estar emporrados a todas las
horas del día.
Conociendo la
conciencia de España y de los españoles, ¿cómo no se figuraron lo que iba a
pasar? ¿Cómo pensaron que la única forma de no atizar el fuego del nacionalismo
y los afanes secesionistas de Cataluña y de las provincias vascongadas, era
forrarles de pasta y darles todo tipo de competencias? ¿Cómo creyeron, con lo
listos que eran, que iban a desaparecer del mapa todos los estigmas con
veleidades patrias? ¿En qué estaban pensando cuando, deliberadamente,
multiplicaron por diecinueve el gasto público?
Voy frecuentemente a
Valladolid y necesariamente tengo que pasar por el super, mega edificio de las
cortes de Castilla y León.
Las
Cortes de Castilla y León tienen su sede en un moderno y funcional edificio
situado en una de las áreas más pujantes de Valladolid.
Ubicado al pie de la avenida de Salamanca,
verdadero eje neurálgico de las comunicaciones de la ciudad, y abierto a ella a
través de una amplia plaza de nueva ejecución que reorganiza el espacio urbano
del Plan Parcial Villa del Prado, la nueva sede de las Cortes de Castilla y
León, más allá de proporcionar unas instalaciones adecuadas y dignas para el
ejercicio de las tareas parlamentarias, tiene la vocación de convertirse en
uno de los edificios más representativos de la Comunidad Autónoma: el lugar
donde se produce el debate político y la caja de resonancia de las inquietudes
y expectativas de su dinámica sociedad, que renueva sus dotaciones urbanísticas
y su imagen exterior, y simboliza con su acentuado carácter representativo la
esencia democrática de la más destacada institución de la Comunidad,
configurando, en definitiva, un edificio para las Cortes del Siglo XXI, que
cubre sobradamente sus necesidades funcionales y ofrece al mismo tiempo la
imagen más moderna y pujante posible de Castilla y León.
El anterior párrafo es
una absurda justificación de las razones –únicamente económicas– que movieron a
los políticos autonómicos a gastarse miles de millones de pesetas en
construir un edificio modélico, pero superfluo a todas luces. Que, naturalmente,
devengó comisiones de todo tipo. En una alocución de uno de sus presidentes
tuve que oír con intranquilidad que, como reza en el subrayado del párrafo
anterior, dijo textualmente que las cortes (con minúscula) de Castilla y León
se merecían un edificio ‘digno’ ¡Qué canalla es la política!
Durante
casi 25 años, las Cortes de Castilla y León encontraron alojamiento en el
interior de los históricos muros del Castillo de Fuensaldaña, localidad situada
a 7 km de Valladolid, al pie de la carretera VA-900, que conduce desde esta ciudad
a las localidades de Cigales y Trigueros del Valle.
La
construcción del Castillo se remonta a 1451, por encargo de D. Alonso Pérez de
Vivero, Contador Mayor del Rey Juan II, aunque la mayor parte de su edificación
corrió a cargo de su sucesor Juan de Vivero, segundo Conde de Fuensaldaña y
protector del matrimonio secreto de los Reyes Católicos, celebrado en su
Palacio de Valladolid.
A
la escuela de Valladolid pertenece también el modelo al que responde la planta
del Castillo, de forma cuadrada con torreones circulares en las esquinas, y una
gran Torre del Homenaje, con una sola dependencia por cada una de sus plantas y
acceso por la primera de ellas a través de un puente levadizo.
Cuando
en 1983, tras la aprobación del Estatuto de Autonomía, fueron elegidas las
primeras Cortes de Castilla y León, la Diputación Provincial, que había
restaurado el Castillo con fines turísticos, lo puso a disposición de la recién
creada Institución, que, tras las necesarias obras de adaptación, lo vino
utilizando hasta su traslado a la Nueva Sede de Valladolid que tuvo lugar en
junio de 2007, a comienzos de la VII Legislatura Autonómica.
Así
pues, a lo largo de casi un cuarto de siglo, las distintas dependencias del
Parlamento de Castilla y León, tanto el Hemiciclo como las oficinas de los
Grupos Parlamentarios, así como la Biblioteca, las Salas de Comisiones y los
distintos Servicios Administrativos, se ubicaron en el Castillo de Fuensaldaña.
Y si fue ‘digno’ el
castillo durante tanto tiempo para tales caballeros ¿Qué tienen estos actuales
que no tuvieran sus escuderos? ¡Qué canalla es la política!
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