Si fuéramos capaces de
crear con nuestro pensamiento, habría quien fabricaría bien y quien fabricaría
defectuosamente. En el segundo caso, siempre aparecerían reparadores de
defectos de fabricación que, mediante contraprestaciones monetarias, se aprestarían
a arreglar los entuertos. Estos artesanos no serían conscientes del origen de
las creaciones defectuosas, simplemente pondrían manos a la obra para reparar,
sin considerar el origen.
Pero el misterio, es
que el creador tampoco sabe que ha creado con su pensamiento, y por lo tanto no
sabe que es responsable del defecto de su creación. Ambos, creador y reparador,
son absolutamente inconscientes del meollo de toda creación mental.
El hombre crea con su
pensamiento e, inconscientemente,
fabrica sus circunstancias, su entorno, la gente con la que se relaciona y sus
enfermedades. ¡Naturalmente! ¡También sus enfermedades! ¿Pero cómo va a crear
su propio sufrimiento de una manera consciente? Es que lo crea inconscientemente,
sin conocer su poder en absoluto. Se dedica a crear sin la consciencia de lo
que hace, y echa la culpa a Dios de sus problemas y de sus patologías.
Y esto es así hasta el
final. La gente está enferma del alma, no del cuerpo. Y los médicos intuyen
cómo curar el cuerpo, pero no saben curar el alma. Ni siquiera se acercan lo
más mínimo al hecho de que es el mismo paciente el muñidor de sus enfermedades.
Ajenos a este extremo –entre otras cosas, fundamental– andan dando palos de
ciego e intentando, con la mejor voluntad del mundo, arreglar algo que
inmediatamente va a surgir por otra parte dado el poder de crear conflictos que
tiene el ser humano.
A diario leo artículos
en prensa, y me llegan noticias, de métodos que intentan desviar la atención
del doliente mediante todo tipo de ideas y de artilugios. Se utilizan últimamente,
en cirugía dental, unas gafas que proyectan imágenes en tres dimensiones, muy
reales, muy bellas y rayando en lo paradisíaco. El paciente, absorto en el
film, deja de estar pendiente de las manipulaciones del cirujano y desaparece
el dolor.
Uno de mis maestros, me
enseñó una frase que os regalo para vuestro placer y regocijo:
“En lo que te enfocas,
se expande”
Esto quiere decir, que
si estás pendiente de tus dolores, estos aumentarán exponencialmente. Basta con
desviar la atención para atenuar el padecimiento.
Nadie ha dicho que sea
fácil. Entre otras cosas, la gente no sabe ni palabra de estos hechos. Unos los
ignoran, otros los temen, y otros no se los creen. Pero la realidad es que
existen e impregnan todas las patologías de una dosis extra de preocupación,
incertidumbre y deseos de chantajear impunemente a los personajes que les
rodean. Las patologías, los dolores, en estos casos, se multiplican
exponencialmente y lo que debía de ser ‘3’, se transforma, por arte del
pensamiento negativo, en ‘23’.
Y no es posible llevar por
estos pagos, a personas de la tercera edad instaladas en el dolor, en la pena,
en la depresión, y en los deseos de chantajear vilmente a los familiares. Para
ellos la fórmula es amor, y no conectar con su pena. Su dolor es de ellos, pero
intentan transmitirlo a los demás. No os dejéis chantajear. ¡Que cada palo
aguante su vela!
Potes.
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