Está enferma, harta y desesperada. No puede controlar su vida y la medicina no colabora nada en su mejoría porque atribuyen las causas de su enfermedad a motivaciones exógenas, y desprecian los verdaderos motivos por los que tiene disparada la glándula tiroides. Es una triste sombra de su verdadero ser y, queriendo controlar la situación, cada vez está más lejos de hacerse con las riendas de su vida. Dice que hace todo lo posible por mejorar, pero eso que ella hace es batir huevos fuera del recipiente. Tiene un recipiente con huevos y está batiendo con las varillas fuera del bol, pero ella no lo sabe. Quiere denodadamente hacer algo, lo intenta con desesperación, pero nunca logrará batir los huevos actuando con las varillas en el sitio equivocado.
¿Qué puedo hacer? –Me pregunta–. Abandonarte –respondo lacónicamente–. Abandonarte. En vez de querer hacer, no hagas nada, ni siquiera pienses en ti misma. En ti misma, menos que en nada. No piense en el agobio que te produce tener que acompañar a tu madre de aquí para allá, sin tiempo para el resto de tus obligaciones. No pienses en que estás enferma y que te encuentras mal, mal, de necesidad. No pienses en nada, actúa como una autómata; como si estuvieses programada; como un ser que no piensa, que sólo actúa. No te preocupes por la situación, ocúpate simplemente de ella. La causa del descontrol de tu glándula fue precisamente encontrarte atrapada y pensar que algo tenías que hacer, y que alguien debía de hacer algo. Ahora, para variar, no hagas nada, simplemente actúa sin pensar. Ocúpate de las cosas, pero no te preocupes por ellas.
Antes, tenías el problema de tú madre, ahora tu madre está mejorando espectacularmente y la que estás mal eres tú. De alguna forma el mal se ha trasladado y no eres capaz de desahuciarlo. Algo quieres hacer, pero comprende que no tienes que hacer nada. Simplemente dedícate a vivir sin preocupaciones. No hagas nada con intención de hacer. Sólo cumple con tu cometido y, ya. Te lo repetiré mil veces hasta que te entre en la cabeza. Vive tu vida y deja que los demás vivan la suya. Tu madre ha vivido la vida que quería, y está experimentando su experiencia. Vive tú la tuya que, aunque esté en cierto modo implicada en la de tu madre, la experiencia es para ella, no para ti. Tú no puedes tomar la patata caliente que te ofrece tu madre. Deja que se queme con ella.
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