domingo, 15 de mayo de 2011

POSIBILIDADES






Me encanta la cantidad de posibilidades e inspiraciones que me sugieren los artículos que leo en la prensa y en los semanales. Hoy me refiero específicamente al artículo de mi querida amiga Bárbara Alpuente, llamado Búnker, en el que define las relaciones humanas como absolutamente estancas y concretas en un determinado entorno siempre afín a nuestra manera de pensar, decir o sentir. Nos movemos en un espacio muy reducido de amistades, lecturas y televisión siempre acordes a nuestra manera de pensar. Y sólo leemos, hablamos o visionamos cosas que resulten cómplices con nuestras ideas. Aquellas que no van de acuerdo con nosotros las desechamos inmediatamente sin pensar en la parte que nos podría motivar positivamente. De forma que, como ella dice, vivimos en un búnker de paredes de cemento, en el que dejamos entrar lo que no nos perjudique; lo que nos gusta, aquello que no nos perturba; sólo a nuestros colores deportivos o políticos; sólo a nuestros amigos, que lo son porque piensan igual que nosotros.

Desde joven he tenido mis ideas; unas propias y otras nacidas de la gente que me rodeaba. Pero no he mostrado ningún rechazo a convivir, charlar y reír con gentes de distinto colores mentales. He tenido grandes amigos, rojos como las amapolas, con los que me he llevado perfectamente, a cambio de no hablar de los asuntos que nos diferenciaban claramente. Nos limitábamos a hablar de las cosas que nos unían, e incluso hacíamos causa común cuando nos sentíamos atacados como grupo profesional.

Así, he ido viviendo con las reservas propias hacia las facciones contrarias, o hacia aquellos grupos que laceraban mi mente con actitudes claramente totalitarias, separatistas o asesinas. Pero ¿Por qué ser necesariamente de un grupo, una idea, o un partido? ¿Por qué no ser de todos? Abarcar dentro de tu cabeza todas las ideas, todas las posibilidades, todas las iniciativas…En realidad la actitud contraria conlleva sufrimiento, porque no puedes ganar siempre, y eso genera dolor, rencor y revanchismo. Cada vez que pierde el Madrid o gana el Barcelona, se establece dentro de mí un mecanismo de frustración que tengo que sacar de dentro con algunas de las técnicas de control mental que empleo cada vez que caigo en un sentimiento humano. Cuando los socialistas ganaron las elecciones, hace ya siete largos, frustrantes y negativos años, comencé a sentir un rechazo profundo hacia todo aquello que oliera a rojo. Y eso que todavía no habían pactado con ETA, no había aprobado el matrimonio homosexual, no habían expulsado a Jesús de las escuelas, no habían concedido el principio de la independencia a Cataluña, no habían despreciado a las víctimas del terrorismo, no se habían cargado el Valle de los Caídos, no habían abierto causa contra Francisco Franco, no habían degradado la enseñanza hasta cotas de cloaca, no habían permitid el aborto libre, la píldora del día siguiente, el botellón, la maría, la coca y el caballo… Todo esto genera insatisfacción profunda en una persona con nobleza de espíritu, hombría de bien, honradez y ética profesional.

Un día, al levantarme de la cama y respirar hondo y profundo, antes de mirar por la ventana el cielo que me Dios me regalaba para me acompañara ese maravilloso día, salí de mi búnker privado y abracé un sentimiento de totalidad que todavía mantengo. Ya no me importa ningún político, ningún club de futbol, ninguna cadena de televisión, ninguna circunstancia, sea positiva o negativa. Comprendo que ninguna circunstancia ajena a mí me puede afectar. Sólo me perturba lo que nace en mi cabeza, no lo que intenta instalarse en ella proveniente del exterior. No comprendo todo tipo de ideología, pensamientos o actitudes, pero no las desecho; simplemente no dejo que entren en mi mente, y si entran, no permito que tomen carta de naturaleza. Simplemente las invito amablemente a que salgan cagando fuego de mí: «Señores: ¿Serían tan gentiles de mover sus personas de mi propiedad?. Mil gracias»



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