Después de una primera
discusión sin importancia, al comienzo, en los albores casi de una relación, se
despiden con cierto dolor en el alma. Él, arrepentido y pesaroso, reclama la
presencia de ella para sentirse acompañado, perdonado. Ella, sin embargo, le
dice que no puede acudir a su llamada porque ya ha quedado con otra persona. “Lo
siento” dice para acabar la conversación.
Al día siguiente se ven
y él la reprocha su proceder. “Después de nuestra primera discusión, te pido
que me acompañes y ya has quedado con otro. Me sentí despreciado, ninguneado y
apartado de ti. Te necesitaba y me fallaste” “Quizá si me hubieras dicho que me
necesitabas, hubiera estado a tu lado…”, contesta ella, como única y
fundamental disculpa de su actitud.
Su amor se apoyaba en
una libertad total de pensamiento, de palabra y de acción. La esencia del amor
verdadero. El amor en absoluta libertad. Pero media en el panorama el chantaje
emocional que supone demandar la presencia del otro por imperativo emocional. “Te
necesito” es tanto como decir: Yo soy especial y te ordeno que acudas a mi lado,
aunque no sea tu auténtica voluntad. Te digo lo que tienes que hacer, cómo
tienes que obrar aunque no sea tu deseo ni tu intención. No es lo que tú
quieres en un principio, y lo vas a hacer porque yo te lo pido.
Si yo te lo pido, te
obligo; si te obligo controlo tu voluntad para que hagas lo que tú quieres.
Vives, por tanto, mi vida en vez de la tuya. Te estoy obligando, te estoy
domeñando, te estoy esclavizando. Haz lo que yo te digo, no lo que tú quieres.
Vive mi vida, no vivas la tuya.
Es egoísmo atroz, es
apego. El apego es el deseo sin el cual yo no puedo ser feliz. El deseo es la
causa de los sufrimientos del hombre en la tierra. Eliminas los deseos y
eliminas el sufrimiento. Pero el deseo es el motor del hombre y no siempre es
negativo, ni causante de sufrimiento. El ‘deseo’ se traduce por ‘apego’ y la
frase de Buda es:
La causa del sufrimiento
del mundo son los apegos. Eliminas los apegos y desaparece el sufrimiento.
El apego es la causa de
mi chantaje emocional. Yo te chantajeo para que hagas lo que yo quiero, para
que vivas mi vida, porque estoy apegado a ti, y creo que si tú me faltas, nunca
más volveré a ser feliz. Error monumental. Es cuestión de tiempo y de voluntad
el que olvides absolutamente tus apegos y, por tanto, a Adelaide. Debes de ser
feliz con Adelaide, y sin Adelaide, también tienes que ser feliz. La felicidad
no es Adelaide; la felicidad está dentro de ti. Sácala y vívela dejando que
impregne cada segundo de tu vida.
El amor verdadero es
incondicional y libertario, o no es amor. El amor es libertad, y la libertad es
el paradigma del amor. No existe amor verdadero sin libertad verdadera.
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