La primera causa de
sufrimiento del género humano, según la Ciencia Chamánica es: “Yo sufro porque
la gente no se atiene a mi voluntad; no piensa, no dice, no hace lo que yo
quiero y eso me perturba, a veces hasta la desesperación, la angustia y la no
aceptación de la situación.
Es paradójico que mi
felicidad sea la causa del dolor de otros; yo no lo quiero así, pero es la
decisión de los demás que esto ocurra. Nunca renunciaré a mi felicidad y me
dolerá que otros sufran por esta causa, pero lo consideraré injusto, sin
ecuanimidad y desproporcionado.
La homosexualidad
masculina y femenina es un hecho que hay que admitir, está en la calle, en
nuestro bloque, en nuestro rellano, incluso en nuestra casa. Pero no sólo hay
que aceptarlo de puertas para fuera, es imprescindible también hacerlo de
puertas para dentro. Conozco familias ‘normales’ en cuyo seno existen
individuos con tendencias homosexuales. Ellos intentan vivir su tendencia sexual libremente, es su
elección, se trata de una decisión a veces dolorosa, pero necesaria para su
salud mental e imprescindible para su felicidad.
Pero si aceptan su
homosexualidad, si la declaran públicamente, se van a encontrar con la
oposición frontal de alguno o varios miembros de su familia. Saben que desde el
día de la declaración, de la confesión, van a perder a su madre, a su padre, a algún
hermano, a varios miembros o a todos. Sienten un gran dolor de perder a su
madre, la aman tiernamente, no querrían ningún mal para ella, pero se la
partiría el corazón en pedazos y estaría dispuesta a no acordarse más de su
hija o de su hijo homosexual.
¿Por qué esta
situación? ¿Qué induce a una madre o a un padre a no aceptar la tendencia
sexual de sus hijos, o incluso la unión con una persona de otra raza, de otra
religión o de otra tendencia política?
Es cuestión de
educación unas veces, otras veces de vergüenza, otras de machismo, otras de
estulticia y otras de frustración de sus mismas tendencias. En cualquier caso
luchan contra sus propias convicciones e ideas que se contraponen con las de
sus vástagos o que les hacen arrepentirse de no haber sido ellos, en su día los
que confesaran sus tendencias.
La decisión es tuya.
Tienes a tu hija ocultando sus tendencias por miedo a tu rechazo. Ella no es
feliz, y, sin embargo tú has luchado toda tu vida para que tu hija sea dichosa
y para que se sienta realizada, paradoja que no tiene explicación. Ahora tienes
ocasión de demostrar tus ganas de que ella sea feliz, deja que viva su vida
como ella ha decidido, igual que tú decidiste, hace años, vivir la tuya. ¿A qué
esperas para abrazar las ideas de tu hijo a pesar de que no se adaptan a las
tuyas? ¿Qué temes? ¿Al rechazo de la sociedad?
La sociedad es un ente
sin alma. En cierta ocasión un compañero anestesiólogo, ya fallecido, emitió
una frase que a mí se me quedó gravada a sangre y fuego, en cada uno de mis
huesos: “Hacer algo por no contrariar a la sociedad es como querer lavar las
fauces de un perro rabioso” ¿Qué importa lo que opine una sociedad que está alienada,
confundida y acomodada a una serie de ideas, a una serie de normas y a una
serie de tendencias, que la están llevando al caos?
Hace tiempo que me
importa una higa lo que piense una sociedad estúpida, discriminatoria, machista,
timorata, puritana, hipócrita y ciega. Mi felicidad no tiene que aceptarla
nadie, sino yo mismo, y si para que yo sea feliz tengo que acatar, aceptar y
alienarme con las normas, que les den mucho por el culo a las normas sociales.
Me gustaría que aceptaran
mi tendencia sexual, mis decisiones o a mi pareja del mismo sexo, de otra raza,
otra religión o de otra edad no acorde
con las ideas de esta sociedad de mierda. Pero al que no lo acepte, consideraré
que tiene todos los derechos a hacerlo y desapareceré de su vida gris, monótona,
triste y llena de frustraciones.
¿Tu conoces a alguien al que le haya curado algun medico homopata?
ResponderEliminarYo si. A muchos
Y mientras la ciencia no reconozca los hechos reales, habra que dudar de algunos cientificos.