La separatividad es
mala, es agresiva; a ella se llega como consecuencia de muchos errores, de muchas
manías, de anquilosamientos mentales del pasado, de doctrinas, de dogmas. La
enfermedad de la humanidad es su errático pensamiento instalado en el pasado o
en el futuro, nunca en el presente.
En biología existen
organismos unicelulares que, en cierto momento, por causas de escasez de
alimentos fundamentalmente, se juntan formando un solo ser al que le es más
fácil sobrevivir. Jamás en la naturaleza se da el fenómeno de la disgresión, de
la separatividad, de la desunión. La naturaleza tiende siempre a congregar, a
unir, a aunar esfuerzos, a asociarse para obtener beneficios.
Las parejas llegan a
separarse por causa de conveniencias de tipo mental, económico y sexual. Pero
se podía evitar la separación si los miembros de la parejas vieran, como en una
película, lo que les espera en un futuro, a no ser que, fuera de la relación
que se rompe, no cambien de parámetros mentales.
Las provincias de una Nación son solamente
particiones territoriales para mejor gestión económica y política del Estado–Nación.
En modo alguno deben de tender al separatismo por conveniencias económicas; sólo
lo gestionan –el separatismo– como medio de preponderancia, de mandato, de ‘quítate
tú para ponerme yo’; ‘deja de robar tú que ahora me toca a mí’.
Nunca, en el trascurso
de la historia, se ha dado el caso de que un fragmento de una nación se independice
y medre económicamente, políticamente. Y a partir de la instauración del estado
de corrupción, todavía menos. Los separatistas pretenden que el Estado-Nación
deje de exprimir a los ciudadanos como a un limón, para empezar a exprimirlos
ellos y engordar sus saneadas cuentas en paraísos fiscales.
El separatismo catalán
es poco inteligente. No mira a la historia; transforma la historia y la
retuerce a su conveniencia. El separatismo necesita una imagen sólida de marca
para salir al mundo con ella, exhibiéndola como promesa de buena calidad, de
gestión, de posibilidades futuras.
La imagen de marca del
separatismo catalán es el Barça, que es mes
que un club: Es, naturalmente, la imagen de marca del separatismo catalán.
Y esta redundancia es como es. Que nadie rehuya su responsabilidad en el
asunto. Todo el mundo –al menos el inteligente, el formado, el medianamente
culto– a poco que piense; a poco que aparte a un lado el mondongo y mire las
cosas con objetividad, se ha tenido que dar cuenta del hecho incontrovertible
de que el Barça, que es mes que un club, es
la imagen de marca del separatismo catalán.
Otro cantar es la
calidad de sus jugadores, la suerte que han tenido de aunar a una serie de
jugones –bajitos pero jugones– todos juntos en un club; de tener como
entrenador a Guardiola –hucha en el
idioma catalán– que comulga absolutamente
con la idea del separatismo catalán y, por tanto se ha dejado los dientes para
hacer lo que hizo con el equipo. Claro que con esa serie de jugones en un
momento sublime, cualquier entrenador de pacotilla hubiera hecho igual o similar.
Y naturalmente, ahora que el el Barça, que es mes que un club, está empezando a no cosechar los éxitos de antaño, el separatismo catalán, sin su imagen de marca, tendrá que recular o esperar mejores tiempos para la lírica.
¡Qué más da que Shakira
haya integrado una canción en catalán –que es un plagio de otra canción de Luz
Casal, por cierto bastante ramploncilla en su letra– en su nuevo disco¡ Lo que
importa es la intención. Y en principio la intención, viniendo de Gerard Piqué
catalán y catalanista hasta la médula de sus huesos, uno de los separatistas
declarados que tiene el Barça, que es mes
que un club, tiene necesariamente que ser joder la marrana al centralismo.
Lo que me extraña es
que para la copa del Rey no se vistieran con la camiseta separatista. Lo que me
extraña es que muchos separatistas que militan en el Barça, que es mes que un club, también jueguen,
entregadamente, en la selección española. ¿Qué les mueve a hacerlo? ¿El vil
metal? ¿La fama? ¿Una conveniencia de propaganda política? Hay cosas que se me
escapan.
Yo sufro porque los
demás no se atienen a mi voluntad. Y, en este caso, mi voluntad es que no hubiera
tanto gilipollas en España. Pero eso a mí me perjudica, me frustra y me
enferma. Así que, cada cual que aguante el palo de su vela. Me gusta como juega el Barça, que es mes que un club, y a partir de ahí me importa una higa todo lo demás.
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