martes, 30 de noviembre de 2010

¿QUÉ ES METER LA PATA?

Todos metemos la pata varias veces al día, y mucha gente lo anota, se duele y se castiga por ello. Los hijos de puta no, porque ya lo tienen asumido y procuran que sus meteduras de pata redunden en perjuicio de alguien, y, ellos, en vez de castigarse castigan al desgraciado tercero en discordia. Pero eso de ‘meter la pata’ es otro concepto equivocado. Quizá sea no ejercer la reflexión en un cien por cien, pero nadie es capaz de mantener la atención las veinticuatro horas del día. Con el nivel de conciencia que cada uno tiene en el momento en el que mete la pata, es lo único que podía hacer, es lo único que podía pensar, y es lo único que podía decir. Hay que hacerse consciente de ello, asumirlo y pasar página. Posiblemente sea la tercera o cuarta del día, pero ya vendrá el tiempo de pasar tres, luego dos, y por fin una, o ninguna.

Yo no he conocido a nadie que no haya metido la pata alguna vez, y mucha gente varias veces por minuto. Es su naturaleza. Están en un nivel de conciencia que les permite meter la pata. Pero eso no es malo, ni debe tener connotaciones negativas; hay que hacerse consciente de ello, no culpabilizarse y pasar página. Pero, escucha, yo estoy hablando de meter la pata, pata. De preguntar a una amiga, que hace algún tiempo que no ves, por su marido, y haberla palmado el mes pasado, o cosas por el estilo. Porque tirar cuatro copas a la vez de encima de una mesa con el vuelo del abrigo, y querer evitarlo cuando todo el mundo te mira, es para vivirlo y despelotarse de risa.


Parque del Sotillo. Palencia

Esas meteduras de pata de llamar al amigo Juan, cuando se llama Federico, no son meteduras de pata, son ‘despistes’. La verdadera verdad del Evangelio es que hay mucha gente despistada, que sufre deslices por inocencia pura. En ningún caso yo me culparía por meter la pata. Se saca y arreglado. Aunque lo más mejor, si hay terceros afectados, es pedir perdón humildemente y seguir metiendo la pata.

La ignorancia de ciertos conceptos tampoco es punible. Es como si yo hablase con un arquitecto de cuestiones técnicas que sólo saben ellos, o discutir de filosofía con mi frutero de cabecera. ¿Quién lo sabe todo? Pues, nadie. ¿Se puede uno culpabilizar por ello? Pues, no.

Dicho esto –que es una frase que da para mucho–, me he reído un montón con la novela corta, porque no tiene que ver nada el culo con el jubileo. Y el sentido del humor es una cualidad que todo el mundo debía detener a barullo y nos iría mejor a todos. Metamos la pata o no.


Chopos lombardos en La Carcavilla.

Otras meteduras de pata son demoledoras para el género humano mientras no aprenda a gestionar sus emociones de manera diferente a la que en este momento las administramos: Me acuesto con una amiga de mi mujer y se entera. Critico gravemente a un amigo en su ausencia y se lo dicen con pruebas, pelos y señales. Me descuido dando marcha atrás y me empotro en el coche que estaba detrás de mí. En fin, estas meteduras de pata podemos tenerlas bajo control para no incurrir en ellas, porque esas ya no son despistes, ni falta de información, son una putada que podía haber tenido solución a poco que hubiésemos reflexionado en las consecuencias.

Total. Procuremos hacer al prójimo lo que quisiéramos que hicieran con nosotros. Esto es buen sistema.

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