jueves, 2 de diciembre de 2010

A GUISA DE EXCULPACIÓN

El álbum de los momentos sublimes es el título de un curso de chamanismo que, como casi todos, cursé con Agustín Delgado. En él postula el principio básico de toda filosofía: «Vive el momento». Pero le da una dimensión diferente, para compensar la pérdida de recuerdos, o la insensatez de traer del pasado escenas que nos laceraron el alma, para revivir aquellas emociones negativas.

No recomienda no pensar en el pasado; «El pasado ya pasó, no me puede afectar», sino que aconseja fabricar en un recóndito lugar de la mente, un álbum de aquellos momentos en los que nuestro espíritu estaba transido de una felicidad sublime. Durante los tres días que dura el curso, aparte de otras muchas actividades, nos dedicamos a evocar aquellos momentos especiales, que nos arrobaron el corazón, y para no perderlos en el desván del olvido, hacer con ellos un cuaderno; un álbum de los momentos sublimes. Él mismo recuerda una travesía en motora, durante la que tuvo la emoción de verse rodeado de ballenas que, como si se alegraran de ver a sus visitantes, batían sus colas contra el agua, resoplaban por sus tubos de ventilación lanzando el agua a veinte metros como si se tratase de un geiser magnífico lleno de vida, y rozaban su inmensa anatomía con las paredes de la exigua embarcación. Tan lleno estaba de la sensación divina que le embelesaba, que en ningún momento pensó en el potencial peligro que suponía estar al lado de un mamífero de cerca de sesenta toneladas, inconsciente, quizá de su propia fuerza. Aquellas escenas supusieron para él un punto de inflexión en su manera de pensar, de hablar y de actuar. Pasado un tiempo, cuando ideó el curso y lo tituló: «El álbum de los momentos sublimes», incluyó su anécdota con las ballenas para ilustrar el programa.




Esos momentos pueden sacarnos de problemas convirtiendo las situaciones indeseables en momentos felices. Una de mis formas de pasar un rato agradable, arrumbando en un rincón los pensamientos deleznables, es ojear mis álbumes de fotografías o ver las películas de mis aventuras, o de los cursos de chamanismo –¡Ojalá pudiera tenerlas todas!–, que veo con delectación y se me pasan las horas lánguidas. Si alguna persona de mi primer o segundo círculo me acompaña, entonces la tarde rezuma placer. Él pregunta y yo despliego toda mi memoria y todo mi poder narrativo para hacerle vivir mis momentos, mientras que yo los degusto a mi vez.

El viaje a México supuso para mí, como para Agustín su episodio con las ballenas, un anclaje fantástico para evocar en los momentos de penuria, indecisión o marasmo mental. Algo importante a nivel terapéutico. El pasado ya pasó, pero nos dejó su carga emocional, y es bueno, en los momentos de declive del ánimo, desempolvar esos recuerdos que nos hicieron vibrar de planta a cuero.

Este parlamente no suena a justificación. Es una justificación. Porque se podría pensar que con estas veleidades podría estar contradiciendo mi postulado vital: «Vive el momento» El pasado no existe, el futuro tampoco. Lo único que existe en la realidad es el presente. Pero si llenamos el presente de rosas, aunque sean del pasado, viviremos unos momentos entre flores.

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