Actualmente mucha gente
–no diré importante por no ponerme de su lado– consideran a Messi como un ‘referente’
deportivo. Le aman, le veneran, se miran en su espejo y, si pudieran, le
chuparían los mocos y querrían tener un hijo suyo…Pero, voy a repetir mi manera
de pensar al respecto, bajo ningún concepto considero la parte física de una
persona como un posible referente. La cáscara, el envoltorio del espíritu
humano, aquel soporte material que ha escogido para tener experiencias en esta
vida, no vale nada; se aja, se marchita y, a la vuelta de la esquina, envejece
y del esplendor de la juventud ya no queda ni siquiera el recuerdo. Sin embargo
permite que el ser humano, ajeno a consideraciones espirituales, promocione en
esta vida.
¿El cuerpo físico sirve
para mejorar la evolución individual? ¿Consigue elevar de alguna manera al
espíritu a mayores cotas de espiritualidad, comprensión, caridad, solidaridad,
sabiduría, amor incondicional…? ¿El cuerpo físico ayuda a la progresión del
alma a través de este piélago de abrojos y espinas como consideran a la Tierra
mucha gente?
Me parece una actitud
equivocada considerar al cuerpo físico como merecedor de un culto desmedido. El
cuerpo es lo que es, un auténtico subordinado de la mente en todos los
sentidos, y como tal, sometido a sus caprichos, mandatos y conflictos. El
cuerpo es a la mente como los caballos al auriga; están constantemente
sometidos a su mandato, y como tal, pueden caminar hacia senderos amables o
despeñarse por el precipicio. Los caballos, sin alguien que los lleve por buen
camino, no sabrán a donde ir aparte de a donde les lleve su instinto.
Quiero un mundo donde
se rinda culto a la capacidad mental de los individuos, a la sabiduría, al buen
sentido, a la capacidad para resolver problemas, para ayudar al prójimo, para
lenificar lo malo y agrandar lo bueno. Quiero un mundo donde el amor
incondicional, la entrega y la libertad sean mandamientos de un decálogo en el
que, en lo más alto figure el respeto, la verdad y la sinceridad.
Nada de esto se
considera en los deportistas, sólo su capacidad física y su habilidad para mantener
en su poder una esfera de mayor o menor
tamaño, hasta colocarla allí donde se considera idóneo para los fines propios o
de un equipo que se dedica –en este caso sí solidariamente– a la misma chorrada
inútil y sólo positiva para los que ven en el juego algo sublime y digno de
emulación y veneración.
Cuando me levante una
mañana y vea en un diario una glosa a algún médico, a algún cirujano, a algún
docente, a algún ciudadano que trabaja para los demás toda la noche, a alguien
que piense en tu comodidad, en tu crecimiento y no en la deformación mental que
supone estar noventa minutos seguidos, haciendo esfuerzos para contener la emisión
de orina, para no perderse detalle de las cabriolas de Messi con una pelota,
ese día daré gracias a Dios por algo más de lo que se las doy a diario.
Me entretiene el futbol
en cuanto espectáculo. Y como tal, es engañoso, falaz y sometido a muchas
presiones económicas. A veces, durante un recorrido por los canales de mi
televisor, coincido con la retransmisión de un espectáculo estupefaciente: La
lucha libre o Pressing cach, en la que dos individuos, como armarios de tres
cuerpos, compiten para poner la espalda del otro durante tres segundos en
contacto el suelo del ring. Es absolutamente cómico observar la mentira
constante de los golpes, caídas, empellones, llaves, etc., a las que se someten
sin resultar lastimados en absoluto.
Después de un combate,
a no ser que, por mala fortuna, un luchador salga lesionado sin querer, no se
les ve ni un leve enrojecimiento en el cuerpo a consecuencia de la pretendida
dureza del deporte. El futbol es lo mismo: Todo fingido, todo mentira. Con la
diferencia de que los futbolistas son unos panolis que se lo creen todo y no
saben de los amaños de los estamentos a los que les interesa la intriga y la
lucha, y que no dudan en amañar partidos, compra árbitros.
Si vemos el futbol como
espectáculo de circo y no como un deporte noble y sincero, estaremos en el buen
camino. Y si vemos a Messi como un malabarista, que juega con el balón mejor
que otros, eliminaremos el fanatismo, siempre nefasto de nuestra cabeza.
Nunca he visto a un
payaso de circo alabado por las masas, ni venerado por la gente, ni premiado
con una nariz de oro…ni fotografiando besándola con arrobo
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