Cada cual tiene una
idea de la vida que, a menudo, difiere de la de los demás. Mucha gente se cree
que es diferente, que si hablara la gente alucifliparía. Tienen complejo de
monstruos del castillo de los horrores o algo parecido. Se debían de plantear
el hecho de que todos nacemos de la misma fuente, con las mismas células, que
tienen la misma dotación genética, se nutren de la misma energía y tienen el
mismo ciclo. Lo que nos hace diferenciarnos es nuestro pensamiento que, una vez
más, marca las diferencias.
Vives como piensas: Si
piensa bien, vives bien; si piensas mal, vivirás mal. Y eres lo que tú piensas
que eres, y respondes fielmente a tus definiciones sobre ti mismo. A diario
sacas a relucir la idea que tienes sobre tu persona, y a ella te ciñes, sin ninguna
posibilidad de cambiar el papel que sobre tu humilde montón de huesos te has
asignado. Si dices que eres cabezota, nadie te va a convencer de lo contrario;
naturalmente tienes que demostrar que tienes razón, de forma que te resistirás
a dejar de serlo y te mostrarás como coriáceo, terco, testarudo e inasequible
al cambio.
Le mente de cada cual
difiere radicalmente de la de los demás en lo que concierne a filosofía de
vida, religión, moral, política, economía, etc., y esta diferencia viene dada
por lo que hemos aprendido y decidido, proveniente de nuestro entorno: familia,
allegados, amigos, profesores, que influyen en nuestra manera de pensar de una
forma decisiva. Si no existieran estas fuentes de docencia, todos pensaríamos
lo mismo y esto sería tedioso y aburrido.
«Lo
tuyo es una exageración, lo mío es insoportable»,
es lo que define nuestro pensamiento desde el bunker donde nos instalamos con
todas nuestras manías, y del que sólo salimos para relacionarnos con sujetos
afines a nuestra manera de pensar, decir y actuar. Es una medida de protección
que tenemos todos los humanos, hasta que entramos a formar parte de la cofradía
de los que dejan vivir tranquilos a los demás con su peculiar manera de pensar
decir o actuar, para hacer lo hemos venido a hacer a este mundo.
A partir de ahí, todos los
humanos navegamos en un piélago de vicios, compulsiones, tendencias y
adicciones. Unos más que otros, a todos nos gustan las mismas cosas, porque
estamos creados de la misma tierra y nos alimentan las mismas vitaminas y similares
proteínas y principios inmediatos. Y a no ser que estos vicios, compulsiones,
tendencias o adicciones caigan en lo criminal, a nadie le van a extrañar, sobre
todo en esta época en la que el robo a mano armada, la mentira y el fingimiento
están presentes en todos los foros del mudo.
¡Tú! Sí, sí, te digo a ti.
No te creas diferente de los demás y no te avergüences de tu humanidad trufada
de deseos insatisfechos. Te daré la bienvenida a mi mundo cuando me expliques
qué temes tanto a abrir en el tuyo. Todos somos humanos y, por tanto, a no ser
que finjamos o nos cojamos el bálano con papel de fumar, nada de lo humano nos debe
de ser ajeno.
En especial el último párrafo, es por necesidad el que mas me tengo que aplicar yo.
ResponderEliminarMuy bueno Enrique.