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«Las cosas no deberían de ser así. Le
lleva más de 20 años…»
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«Nadie sabe cómo deberían de ser las
cosas…»
Impactante aserto que
me ha hecho abordar este escrito con el corazón en las yemas de mis dedos y el
alma en lo que escribo. ¿Quién sabe cómo deberían de ser las cosas? Vivimos en
un mundo de escala de grises, blanco y negro; todo está aburrido y establecido
con respecto a estos parámetros de color. Pero es que todo funciona de la misma
manera, alguien dice cómo deben de ser las cosas; alguien dijo cómo deberían de
ser las cosas, y todo el mundo lo aceptó sin darse cuenta de que existen mil
colores que harían la vida más placentera y agradable.
Una de los conceptos preestablecidos
es el de la privación de libertad. El hombre, cuando nace a este mundo,
aterriza para hacer lo que tiene programado, y para hacerlo; para cumplir con
su papel en la representación, necesita, imperiosamente ser libre como los
pájaros, libre como el viento, libre como la naturaleza. Pero desde que llega
se le priva de libertad. Se le somete a unos parámetros, a unas reglas, a unos
conceptos, que la gente acepta tácitamente y que, a buen seguro, le hacen vivir
en libertad condicional.
Todos sabéis de lo que
hablo. El máximo exponente del ser racional, es su poder de relacionarse con el
resto de sus congéneres. Pero lo hace constreñido por una serie de normas
cívicas, sociales y morales que no le hacen feliz. El caso es que el ser humano
es cambiante, o debía de serlo, como cambiante es el viento, el agua y la
naturaleza, como cambiantes son las estaciones y las fases lunares. Nada es
para siempre, y todo dura lo que dura la propia vida.
¿Quién dijo que las
parejas deben de ser de una edad similar? ¿Quién dijo que la unión es para toda
la vida? ¿Quién dijo que la edad condiciona de una manera decisiva las
relaciones? ¿Quién dijo que la edad deteriora al individuo? ¿Quién dijo que los
parámetros que utilizamos en el matrimonio, deben de ajustarse a unas normas de
castración de la libertad y erradicación del deseo. ¿Por qué ambos miembros de
la pareja cercenan su libertad y decapitan todo intento de establecer una relación
profunda con otra persona dentro del matrimonio?
Todas estas preguntas
tienen una estúpida respuesta: «Porque así debe de ser» Pero ¿Quién sabe cómo
deben de ser las cosas? De hecho, para ser inmensamente feliz, hemos de
apartarnos de las normas establecidas; del «Así debe de ser». Y no debemos de
pensar en las durabilidad de las cosas de este mundo, que, por supuesto son
ridículas con respecto a los millones de años que hemos vividos y los trillones
que nos quedan por vivir. Ser feliz está frontalmente enfrentado con las normas,
con el pasado y con el futuro. Ser feliz es vivir intensamente el momento sin
considerar el pasado, ni el futuro. Pasado y futuro no existen en el momento
presente; y el momento presente no entiende de reglas, ni de edades, ni de
normas; sólo entiende la inmensa felicidad que estamos viviendo y del
definitivo gozo que estamos produciendo en los demás.
Para pensar cómo deben
de ser las cosas ahora y en un futuro, para imaginar la felicidad del ser
humano, deberíamos de establecer una sola norma: Deja a la gente en libertad.
Deja a tus amigos en libertad, deja a tu familia en libertad, deja a tu pareja
ser libre. Y, sobre todo, que la gente sienta que es libre. No hablo de
libertinaje, hablo del ejercicio de la propia libertad de amar a quien nos dé
la gana. De una forma u otra, aunque nos priven de libertad momentáneamente, nos
buscamos la manera de ser felices por encima de las normas, de las reglas y la
libertad condicional que supone el matrimonio. Dixit.
genial, sencillamente genial, aconsejo a todo el mundo probar la libertad, acabar con unas reglas estupidas que solo condicionan al ser humano a ser mas infeliz, gracias maestro
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