La propuesta, el
propósito, el reto es, servir. Es uno de los mandatos del espíritu para nuestro
decurso en el planeta que nos ha tocado habitar, con arreglo a unos parámetros
de enseñanza y posibilidades vitales.
Todo el mundo ‘sirve’,
lo que varía es el propósito. Tú, aquel, yo trabajamos por dinero; prestamos
nuestro tiempo y nuestra sabiduría en una ciencia, en un oficio, a cambio de
una contraprestación económica que nos proporcione la habitación y el sustento
necesarios para sobrevivir. Hasta aquí todo entendible, diáfano, cristalino,
todo el mundo lo entiende y lo hace.
Pero esto no tiene
gracia, no nos proporciona ningún crédito para nuestra enseñanza espiritual, es
un trueque ejercido toda la vida para intercambiar artículos que a mí me sobran,
por aquellos de los que carezco. En este caso cambiamos tiempo y trabajo por
dinero. Se trata de otro trueque, con la única diferencia de que en el
intercambio de tiempo por dinero, siempre hay uno de los dos que se favorece en
demasía.
Pero esta no es la
cuestión, el fondo está en la obligación espiritual de hacer algo por nada. Es
lo mismo que el amor incondicional: dar todo a cambio de nada. Pero con la
diferencia esencial de que el amor es una capacidad de la mente y del espíritu,
y el trabajo es una capacidad del cuerpo.
Hay quien, a estas
alturas de la representación, ha considerado que ya ha llegado el tiempo de
servir: trabajar a cambio de la propia satisfacción en ayuda del prójimo. Y
mucha gente se ha puesto a ello con ardor guerrero, con ansias y con entrega,
pero se ha sumergido en su proyecto vital conservando aquello que lo va a
emborronar todo: El Ego. Y a consecuencia de él, del extraño y manipulador
personaje, nos va a hacer que desistamos del propósito de servir.
Al entrar por la puerta
del ‘servicio’, a la derecha, hay un perchero que para mucha gente pasa
desapercibido. Está puesto ahí premeditadamente, para que todo el mundo cuelgue
en él su ego. Al entrar, te despojas de tan extraña y manipuladora vestidura y
entras desprovisto de intenciones de mandar, exigir, organizar, cabrearte,
criticar, confabular ni conspirar. Pero te vas a despojar de ella con cojones.
Nada de ahora sí, ahora no; ahora me aguanto y luego chillo y figuro. Nada de
nada de esas chorradas humanas.
En todas las organizaciones
sin ánimo de lucro, en las que puedes
ingresar para servir, existe un organigrama, unos estatutos y unas normas. Nada
de eso te interesa en lo más mínimo. Tú has entrado con el propósito de servir,
no de figurar, ni de mandar, ni de exigir, ni de cabrearte, ni de criticar, ni
de confabular, ni de conspirar. Tú a lo tuyo, a servir, a hacer impecablemente
lo que te manden. Sólo si te piden tu opinión, la ofreces sinceramente, sin
ambages y sin rodeos. Y te sometes a las críticas si has fallado en algo.
¿Sabes lo que va a
pasar si entras en la organización con tu ego puesto? Que te toparás con
personajes que te van a decir lo que tienes que hacer, o que no te lo van a
decir, o que lo tendrán todo patas por hombro, o que serán demasiado puntillosos,
o que no te gustarán, o que no te agradecerán suficientemente tu trabajo, o
que…En todos los casos acabarás harto y abortarás el único propósito digno que
has tenido en la vida: Servir sin recompensa ninguna.
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