¿Qué extraño mecanismo impide al ser humano discutir calmadamente, sobre ciertos temas como política y religión? ¿Por qué las personas somos tan ceporras con nuestras ideas?
Ancestralmente, el hombre ha creado, con su experiencia, ciertos mecanismos primordiales que le han hecho sobrevivir en tiempos no muy propicios. Cada individuo ha almacenado el nivel de sus experiencias en su archivo de datos de acontecimientos primitivos: Nuestro cerebro reptiliano.
Fundidos en una sola estructura, nuestro sistema nervioso central alberga tres cerebros diferentes. Por orden de aparición en la historia evolutiva, esos cerebros son: el reptiliano (reptiles), el límbico (mamíferos primitivos) y por último el neocórtex (mamíferos evolucionados o superiores).
Paleoencéfalo: La parte de nuestro cerebro más primitiva es el llamado cerebro básico, instintivo, reptiliano o paleoencéfalo. Esta parte del cerebro está formada por los ganglios basales, el tallo cerebral y el sistema reticular. Es esa parte en la que estoy mientras me ocupo de cosas puntuales: laborar, comer, fregar, lavar o coser.
Alojado en el tronco cerebral, es la parte más antigua del cerebro y se desarrolló hace 500 millones de años. Se encuentra presente primordialmente en los reptiles. Los reptiles son las especies animales con el menor desarrollo del cerebro. El suyo, está diseñado para manejar la supervivencia desde un sistema binario: huir o pelear, con muy poco o ningún proceso sentimental. Tiene un papel muy importante en el control de la vida instintiva. Se encarga de autorregular el organismo. En consecuencia, este cerebro no está en capacidad de pensar, ni de sentir; su función es la de actuar, cuando el estado del organismo así lo demanda.
El complejo reptiliano, en los seres humanos, incluye conductas que se asemejan a los rituales animales como el anidar o aparearse. La conducta animal e instintiva está en gran medida controlada por ésta área del cerebro. Se trata de un tipo de conducta instintiva programada y poderosa y, por lo tanto, es muy resistente al cambio. Es el impulso por la supervivencia: comer, beber, temperatura corporal, sexo, territorialidad, necesidad de cobijo, de protección... Es un cerebro funcional, territorial, responsable de conservar la vida y el que es capaz de cometer las mayores atrocidades.
Nos sitúa en el puro presente, sin pasado y sin futuro y por tanto es incapaz de aprender o anticipar. No piensa ni siente emociones, es pura impulsividad.
En el cerebro reptiliano se procesan las experiencias primarias, no verbales, de aceptación o rechazo. Aquí se organizan y procesan las funciones que tienen que ver con el hacer y el actuar, lo cual incluye: las rutinas, los hábitos, la territorialidad, el espacio vital, condicionamiento, adicciones, rituales, ritmos, imitaciones, inhibiciones y seguridad. Es el responsable de la conducta automática o programada, tales como las que se refieren a la preservación de la especie y a los cambios fisiológicos necesarios para la supervivencia. En síntesis: este cerebro se caracteriza por la acción.
El Sistema Básico o reptiliano controla la respiración, el ritmo cardíaco, la presión sanguínea e incluso colabora en la continua expansión-contracción de nuestros músculos. Este primer cerebro es sobre todo como un guardián de la vida, pues en él están los mayores sentidos de supervivencia y lucha y además por su interrelación con los poros de la piel, los cuales son como una especie de interfase que poseemos con el mundo externo, este primer cerebro es nuestro agente avisador de peligros para el cuerpo en general.
Permite con rapidez la adaptación por medio de respuestas elementales poco complicadas emocional o intelectualmente. Esta conducta no está primariamente basada en consideraciones fundamentadas en las experiencias previas ni en los efectos a medio o largo plazo. Las conductas de las personas calificadas como de psicópatas (carecen de sentimientos de culpa) y de paranoicos se ajustan a este patrón de conducta. En la psicopatía se juega el papel de depredador y en la paranoia el de presa.
Es en este primer cerebro donde las adicciones son muy poderosas, tanto a algo como a alguien o a una forma de actuar.
Por decirlo de una forma rápida, éste primer cerebro es una herencia de los períodos cavernarios, donde la supervivencia era lo esencial.
El paleoencéfalo o cerebro reptil sustenta una parte de la mente inconsciente, o subconsciente, donde se graba, se aloja y se desarrolla el Trauma Psicológico, aquello que determina la mayoría de miedos y fobias que conforman la mente reactiva, la cual, en algunas ocasiones, lleva al ser humano a comportarse como un animal salvaje.
Este primer cerebro, es el que permite el movimiento de actuar y hacer. Su carácter más específico desde el punto de vista temporal es su adecuación al presente. Es el almacén de las limitaciones conformadas como: miedo.
Los engramas codificados en este cerebro primitivo, son una secuela de nuestras vivencias ancestrales con todos los miedos provocados por experiencias negativas, que, actualmente traemos ínsitas en esta estructura cerebral, ahogando, en parte, la capacidad de análisis, estudio y síntesis de las ideas y de las situaciones.
Nacemos con una especial propensión a identificarnos con unas determinadas ideas o maneras de ver la vida, y por tanto, de vivir. Esta compulsión es lógica pero en modo alguno práctica. Yo no puedo, en el siglo XXI permitir que me gobierne mi cerebro reptiliano por encima de los otros dos, que analizan, sintetizan y sacan conclusiones; que es lo que no se permiten los adeptos a una u otra formación política o religiosa.
Actualmente, en cualquier círculo de amigos, parientes o correligionarios, está rigurosamente vetado hablar de política o de religión. Es decir, del entorno de las propias ideas de cada individuo ¿Por qué? Porque están grabadas a fuego en el cerebro primitivo y nadie es capaz de considerar que el hombre está encadenado a sus ideas ancestrales, y que ya ha llegado la hora de acudir a Dios –al Dios de los cristianos, de los mahometanos y de los judíos– dentro de uno mismo, sin necesidad de dogmas, libros sagrados, intermediarios y cabezas visibles. Y es el momento de abrir la mente a formas de gobierno que nada tienen que ver con las actuales.
A poco que pienses en la inmensidad de tu interior, te darás cuenta; llegarás a la conclusión, de que nadie puede imbuirte con ideas socio-político-religiosas que tiendan a sojuzgarte y hacerte participe de robos, tropelías y crímenes de todo tipo y condición. Porque los dirigentes, o los que aspiran a serlo, necesitan fundamentalmente de tu consenso para regir tus destinos como tú no quieres y nunca querrás. De momento, piensa, hazte consciente, de que actúas por imperativo de tus engramas reptilianos. Más adelante, cuando estés convencido de este extremo, empezarás a ver la vida de otra manera totalmente diferente.
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