sábado, 27 de noviembre de 2010

LOS SENTIMIENTOS DEL PENSAMIENTO EN SUPERFICIE

Reclamas mi opinión a gritos. Quisieras que pensara igual que tú, y que, igual que tú, me brotaran los sentimientos en forma de lágrimas. Temo decepcionarte. La causa es la que hemos estado hablando todos estos días: La vida es algo diferente a esta especie de melodrama que hemos inventado. No es que yo no tenga sentimientos, los tengo y muy tiernos. Las caricias son un alimento para mi alma, los besos son para mí una bendición, y los halagos me nutren el corazón. Existe una clave evidente para explicar lo desacertado de las definiciones. Es como los primeros pasos de un niño en la escuela. Se extraña por cada cosa que oye, ve o siente. Pero esas cosas quedan lejos cuando un adolescente acude a las aulas: Aquellas eran cosas de niños. Y, a su vez, cuando el adolescente entra de lleno en las disciplinas de la universidad, se admira de que le subyugaran tanto aquellas, para él hora, nimiedades de los dieciocho.

No te confundas, yo no estoy por encima del bien y del mal, sólo intuyo que las cosas van por otro camino diferente del sentimentalismo, que nos hará descarrilar los sentimientos a poco que nos rasquen el corazón, ahora apoyado en estos conceptos.


El Cristo del Otero (Victorio Macho). Palencia


Cuando uno se instala y hace suyo el concepto de Amor incondicional, ya huelgan las definiciones de Adiós, Amigo, Amor al prójimo, Caridad…porque ya todo está compendiado en un solo concepto: Amor incondicional. En el que no entran los plisados de las acepciones. Escojo uno al azar: Celos. Lo define muy tiernamente como: «Es cuando el corazón se retuerce porque no confía en sí mismo». Pero esta definición carece de sentido ante la incondicionalidad del amor, porque, cuando existe de verdad, borramos de nuestras bases de datos la palabra celos porque ya no tiene significado.

Adiós: «Es cuando un corazón que se va, deja la mitad con quien se queda». Volvemos al mismo punto de la enseñanza. Cuando se acude a las aulas de la universidad, carece de sentido la palabra adiós, porque no existe el adiós. Yo tengo que aprobar la signatura del desapego. Debo ser feliz con Adelaide, pero ella no es el paradigma de mi felicidad, y se comprende fácilmente que si Adelaide desaparece, no puede llevarse toda mi felicidad. En cuanto se comprende este concepto, se concreta la felicidad en mi persona y en nada más ajeno a mí.

Todo esto puede parecer presuntuoso, pero si seguimos fomentando el sentimentalismo, que es una aberración del amor incondicional, la gente seguirá sufriendo por las ausencias, por los celos, o por las mil chorradas que ha inventado la mente en superficie, y que no tienen nada que ver con el verdadero amor (que no depende de condiciones), o con la felicidad (que está dentro de mí, y en ningún otro lugar).



Parque de la Carcavilla. Palencia.


En este asunto reclamo mi parte de verdad. Ya sé que posiblemente no la tenga ‘toda’, pero sí la poseo en parte. Dame sólo esa parte hasta que te convenzas de que ‘esa parte’ es mucho.

Mi amor incondicional para ti, y para todo aquel que se cruce en mi camino y haya asumido cualquier rol, desde la Madre Teresa, hasta Otegui, pasando por algún ser humano de cuyo nombre no debo acordarme.

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