Ayer leí un párrafo con el me identifiqué absolutamente. Tomo buena nota y procuro enmendarme. El párrafo decía:
“…El fuego de entusiasmo que la verdad ha prendido en ti no debe apagarse en palabrerías, ni en tratar de reformar a tus amigos y parientes, ni en evangelizar al mundo con el mensaje de Cristo…Sólo eres responsable de cambiarte a ti mismo. Demuestras tu soberbia si pretendes estar en posesión de parte de la verdad sin haberla asimilado y entendido con toda lucidez, y la pregonas a los cuatro vientos, deseando que todos te rindan honores por tu sabiduría. No caigas nunca en la tentación de convertirte en un predicador embustero”.
El paseo a orillas del río. |
Es verdad. Siempre he tenido la propensión a actuar con vehemencia queriendo transmitir las cosas que me han servido para equilibrar mi mente y sanar mi cuerpo. Pero, efectivamente, no tengo derecho a reformar a nadie. Siempre he dicho, y lo mantengo, que yo no doy consejos sin que me los pidan. No voy por ahí diciendo. “Lo que tú tienes que hacer…”, o “Si me haces caso…”, o “Con esa actitud no vas a ninguna parte…” Suelo ser respetuoso. Sólo me ofrezco, pero no insisto en absoluto en que me escuchen o en que me crean. Ni con mis amigos, ni con mi familia. Pero he caído en la añagaza del blog, en el que no obligo a nadie, ni a leerlo, ni, una vez leído, a creerlo o a ponerlo en práctica. Pero ahí está, y mis criterios son bastante acordes con: “Demuestras tu soberbia si pretendes estar en posesión de parte de la verdad sin haberla asimilado y entendido con toda lucidez…” Realmente la he asimilado y la he entendido. Pero mi naturaleza humana es blanda, maleable y cambiante. No me levanto un día exactamente igual que otro, y, en ocasiones, mi indignación conmigo mismo me hace tener necesidad de sacar de dentro mi fuego y mi espada. Sé que estoy luchando contra mi naturaleza. Pero como decía Pedro al ser requerido por el Maestro sobre la naturaleza de su amor por Él: “Señor, Tú me has hecho de esta naturaleza. Tú puedes amar incondicionalmente, pero no me pidas que yo sienta Tú amor divino con mi naturaleza humana”.
He aprendido hace muy poco, que si somos conscientes de nuestras limitaciones, ellas se harán presentes en nuestra vida. Sólo siendo conscientes de nuestra naturaleza divina, ésta se hará presente en cualquier momento en nuestro día. Sólo reconociendo la perfección divina en todo lo que nos rodea, llegaremos a excitar nuestra glándula pineal, para conseguir otra visión de las cosas; la visión que hará perfecto a todo ser que habita en este mundo, y a nosotros a imagen y semejanza de Dios. Poco a poco.
Yo seguiré expresando las ideas de las que estoy convencido, sin obligar a nadie a creerlas, ni a experimentarlas. Simplemente he escogido este medio de transmisión porque me permite sacar de dentro lo que tengo, y contarme a mí mismo lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer, ni pensar, ni decir. A veces caigo en la trampa de los poderes fácticos. Cuando me doy cuenta de que todo lo que pasa, tiene que pasar, y que yo escogí en el paquete de mi viaje todos los extras, cierro los ojos y doy gracias por que me hayan dejado escoger; alabo al Altísimo en su inmensa Gloria, y procuro sacar de mi interior el amor total e incondicional que todavía no tengo.
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