viernes, 17 de septiembre de 2010

LIMPIEZA DE ENGRAMAS

Después de este corto lapso de tiempo sin comunicacíones, reanudo mi contacto con mis lectores, para expresar una sentimiento que nació muy vivo en mí y que no tengo más remedio que comunicar. La cosa no estriba en que esteis de acuerdo o no con el sunto, simplemente pido que os abraís a la posibilidad de que esto puede ser cierto. Después todo vendrá dado. Paciencia.





Para llegar a alcanzar más altas cotas de conocimiento, percepción, sensibilidad y creatividad, tenía, necesariamente, que pasar por experiencias que concretaran en mí todas esas imprescindibles aptitudes que me hicieran conseguir el pase a otro nivel y, sobre todo, el título que lo acreditaba. No se trataba en modo alguno de un diploma,  una medalla o un trofeo, era un engrama dorado que figuraba en un lugar preeminente de mi estructura ADN, ya para siempre. Ardía en deseos de esa experiencia y debía de conseguir borrar los engramas negativos que habían producido, en mi ADN, anteriores vivencias en las que no había sido excesivamente generoso, perceptivo o sincero.

Acudí a mi asesor de viajes con un hormigueo extraño en todo mi cuerpo, como siempre que me enfrentaba a una nueva situación desconocida, que me excitaba hasta los cimientos de mi personalidad. No había otra forma. Debía ser así si quería acelerar mi proceso. Por el contrario, debería esperar hasta que la junta me obligara a efectuar el viaje previsto para la limpieza de engramas y la incorporación de otros superiores. Nunca me había gustado sentirme obligado; prefería actuar por mi cuenta. De hecho, tenía un grave problema de autoridad, que me había deparado incidentes desagradables en el trascurso de mis múltiples viajes de limpieza de engramas. Mi categoría de MC (maestro en ciernes) me hacía dudar de muchos profesores y asesores a los que no concedía la categoría necesaria ni el nivel para poder programar mis viajes con solvencia y garantía. Jamás ninguno tuvo un resultado negativo, ni fuera de lo previsto, pero quizá mi desconfianza en la autoridad era una de las asignaturas pendientes y necesarias para mi evolución.







El asesor del viaje era un venerable anciano con luenga barba blanca. En realidad el aspecto que él había escogido no era, en absoluto, consonante con su edad akásica, ni con sus energías, pero él consideraba que esa apariencia le hacía más creíble para los aspirantes a engramas dorados en su ADN. Tenía mi expediente encima de su mesa: desde mi prístino desprendimiento de la fuente hasta este momento que a ambos nos había tocado vivir. La conversación empezó en el preciso instante que atravesé el umbral de la su puerta de recepción.

– "¡Hombre, un MC voluntario para conseguir engrama dorado! Acomódate, por favor y practiquemos juntos una alabanza al Supremo".

– Encantado, mí Asesor –contesté con una sonrisa de complacencia.

Ambos unimos nuestras esferas espirituales en un abrazo y alabamos al Supremo. Siempre que practicaba la alabaza junto con otro espíritu, nacían, dentro de mí, sentimientos muy parecidos a los que me provocaban los arrullos de mis madres en los distintos viajes de limpieza y aprendizaje. Me brotaban lágrimas, me sentía muy pequeño y temblaba de placer y de gozo divino.

– "Miguel –comenzó–, he preparado para ti un paquete que, aunque te parecerá muy negativo en muchos de sus aspectos, te hará crecer en conocimiento y te proporcionará, si lo cumples completo, el engrama dorado que estás buscando desde hace eones. Déjame contarte:…"

Aquella introducción me hizo temblar. Ya conocía las paradojas de los viajes de limpieza: “Te joderán por activa y por pasiva, pero conseguirás avanzar una barbaridad” Nunca he llegado a comprender por qué hay que avanzar con sufrimiento. Miento. Lo comprendo pero no me gusta; no me parece ‘redondo’. No soy quién para criticar los designios del Supremo, pero a veces me gustaría que las cosas fuesen más sencillas, a pesar de que eso retardaría el aprendizaje infinitamente. Naturalmente había seres que elegían esa modalidad, pero se hacía interminable y no era mejor que otras clases.





– "Embarcarás –continuó–, en un país conocido y muy amado por ti. El viaje hasta la que vamos a elegir como tu madre biológica, será tumultuoso por los acontecimientos que convulsionarán la Tierra. Una guerra total conmoverá los cimientos de Gaia, pero desembarcarás en un país neutral, aunque con las secuelas de una confrontación bélica fratricida por intereses políticos y religiosos. Como de costumbre en tus anteriores viajes, durante tus primeros años experienciales, conservarás el miedo atroz que llevas contigo desde aquel periplo que escogimos, en el límite de lo soportable para un MC y que, a pesar de lavar gran parte de tus engramas negativos, te dejó como secuela un miedo inicial profundo y paralizante…"

Uno a uno, fue enumerando los acontecimientos que me tocaría experimentar, sí o sí, sin apelativos. Ambos los consensuamos, e incluso se me permitió alguna elección, como la de mis padres, hermanos y alguno de mis amigos o de las mujeres con la que viviría mi frustrante e insatisfactoria vida sentimental. Muchos de ellos habían sido compañeros de viaje en otras aventuras de limpieza; a otros los conocería por primera vez. Al terminar el programa, me sentí abrumado y dude de mis fuerzas para aguantar semejantes pruebas. Debía ser así. Era necesario para mi evolución.





Llegó, por fin, el momento fatídico del programa. Desde el momento de mi aterrizaje en la Tierra a través de mi madre biológica, se me bajaría el ‘velo’ y no me acordaría de ningún episodio anterior, ni de quién era, ni de dónde venía, ni el motivo de todas las pruebas que sufriría en este viaje de limpieza. Por mucho que quisiera renunciar a alguna de las vivencias que me estaban destinadas, no sería posible. Sólo tendría la capacidad –dependiendo de mis trabajos– de vivir los acontecimientos con conciencia de su necesidad y de la ausencia total de renuncia. El consuelo de la fe era el único lenitivo del viaje, en medio de tanta desgracia. Y la fe se conseguía aceptando los paquetes de información que, como todos los viajeros, recibiría de los asesores.

Aquí empezaba el viaje de limpieza. Para un humano es cruel tanta maldad. Para un MC es muy duro esperar durante eones para hacer los viajes de limpieza necesarios para conseguir los doce engramas dorados imprescindibles para dejar de viajar a la Tierra.

Si a alguno le interesa la continuación, tendré mucho gusto de remitirla. Un saludo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

NORMAS DE SUPERVIVENCIA

Julio Cesar


No obstante, a pesar de hacernos conscientes de los mandatos ancestrales de nuestro cerebro reptiliano o paleocerebro, debemos “Dar al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios” ¿Qué quiero decir con esta afirmación evangélica? Que para sobrevivir en medio de los lobos, no hay otro sistema que cumplir con sus normas, o suicidarse. Si es eso lo que quieres, suicídate y lucha contracorriente; si quieres vivir en sociedad, paga tus impuestos, cumple con las normas establecidas, no te pongas al margen de la ley y revístete de paciencia y anchas espaldas. Hay gentes que viven ‘a su aire’ mendigando en las calles, sin trabajo, sin familia, con su propio horario, comiendo lo que les dan, durmiendo en donde pueden y aseándose cuando toca. Otros se apartan del mundanal ruido y se instalan en el campo viviendo de lo que les da la tierra y del fruto de su trabajo. Son distintas formas de plantearse la movida. Pero si quieres vivir en sociedad, tendrás que acatar las normas de supervivencia. Las aceras están para los peatones y la calzada para los vehículos. Si te empeñas en caminar por la calzada, tarde o temprano unos de esos locos que se aferran al volante de su automóvil para sentirse importantes, te llevará por delante. La prudencia y un mínimo sentido de la supervivencia te indican que lo adecuado –en tu defensa– es deambular por las aceras.





Para tu cuerpo también existen normas tácitas establecidas desde hace milenios. El organismo humano responde a los mandatos de tu programa mental: Eso es palmario. Y si tienes un buen programa, el sistema funciona sin fallos. Pero ¡Ay si el programa es malo! Entonces acecha la enfermedad, que no existe como tal, sino como un fallo de la interconexión entre cerebro y órgano. Los órganos y aparatos del sistema están concebidos para durar indefinidamente; el límite lo marcas tú con tu ‘programa’. La enfermedad no existe, la fabricas tú con tu ‘programa’. Vives como piensas; si piensas bien, vives bien. Pero, dicho esto, es impepinable que tienes que cuidar tu cuerpo dándole el aseo, la alimentación, el ocio y el descanso que necesita. ¿Por qué? Por una cuestión muy sencilla; porque si te dedicas a contaminarlo, a someterlo a tensiones, a abusar de los alimentos o de la bebida, o de las drogas, o de la falta de sueño, o de los excesos de sexo o adrenalina, los órganos no responden bien, de por sí. Pero, además, el que así procede, es vergonzante en el fondo de su corazón. Quiere decir, que la ley natural le indica que no está bien lo que hace y que de seguir con este proceder, las consecuencias serán muy negativas. El tabaco en principio no perjudica, lo que perjudica es lo que tú piensas del tabaco.

Todo empeño humano, todo afán, todo trabajo es saludable. Sólo se vuelve nocivo cuando lo haces por obligación, o cuando estás trabajando aquí y estás pensando allí. De forma que el trabajar no perjudica. Es más, me atrevo a decir que si trabajas con gusto de lo que haces y sientes el gozo de la obra bien hecha, aunque trabajes mucho, no necesitarás vacaciones, ni desconectar, ni ‘tirarte a la bartola’, ni ninguna de esas chorradas que esgrime la gente para justificar sus ganas de largarse a donde sea, porque ‘no les gusta lo que hacen’. Para esto hay una fórmula mágica: “Si no te gusta lo que haces, hazlo como si te gustara.

Para resumir: Acata las normas si quieres vivir en sociedad. Cuida tu cuerpo y dale el descanso que te pide. Haz tu trabajo con los cinco sentidos, sin pensar en la hora de terminar. Y nunca pienses en la enfermedad. No existe. Sólo está en tu mente.

lunes, 13 de septiembre de 2010

EL MUNDO DE LAS IDEAS

¿Qué extraño mecanismo impide al ser humano discutir calmadamente, sobre ciertos temas como política y religión? ¿Por qué las personas somos tan ceporras con nuestras ideas?

Ancestralmente, el hombre ha creado, con su experiencia, ciertos mecanismos primordiales que le han hecho sobrevivir en tiempos no muy propicios. Cada individuo ha almacenado el nivel de sus experiencias en su archivo de datos de acontecimientos primitivos: Nuestro cerebro reptiliano.

Fundidos en una sola estructura, nuestro sistema nervioso central alberga tres cerebros diferentes. Por orden de aparición en la historia evolutiva, esos cerebros son: el reptiliano (reptiles), el límbico (mamíferos primitivos) y por último el neocórtex (mamíferos evolucionados o superiores).




Paleoencéfalo: La parte de nuestro cerebro más primitiva es el llamado cerebro básico, instintivo, reptiliano o paleoencéfalo. Esta parte del cerebro está formada por los ganglios basales, el tallo cerebral y el sistema reticular. Es esa parte en la que estoy mientras me ocupo de cosas puntuales: laborar, comer, fregar, lavar o coser.

Alojado en el tronco cerebral, es la parte más antigua del cerebro y se desarrolló hace 500 millones de años. Se encuentra presente primordialmente en los reptiles. Los reptiles son las especies animales con el menor desarrollo del cerebro. El suyo, está diseñado para manejar la supervivencia desde un sistema binario: huir o pelear, con muy poco o ningún proceso sentimental. Tiene un papel muy importante en el control de la vida instintiva. Se encarga de autorregular el organismo. En consecuencia, este cerebro no está en capacidad de pensar, ni de sentir; su función es la de actuar, cuando el estado del organismo así lo demanda.




El complejo reptiliano, en los seres humanos, incluye conductas que se asemejan a los rituales animales como el anidar o aparearse. La conducta animal e instintiva está en gran medida controlada por ésta área del cerebro. Se trata de un tipo de conducta instintiva programada y poderosa y, por lo tanto, es muy resistente al cambio. Es el impulso por la supervivencia: comer, beber, temperatura corporal, sexo, territorialidad, necesidad de cobijo, de protección... Es un cerebro funcional, territorial, responsable de conservar la vida y el que es capaz de cometer las mayores atrocidades.

Nos sitúa en el puro presente, sin pasado y sin futuro y por tanto es incapaz de aprender o anticipar. No piensa ni siente emociones, es pura impulsividad.

En el cerebro reptiliano se procesan las experiencias primarias, no verbales, de aceptación o rechazo. Aquí se organizan y procesan las funciones que tienen que ver con el hacer y el actuar, lo cual incluye: las rutinas, los hábitos, la territorialidad, el espacio vital, condicionamiento, adicciones, rituales, ritmos, imitaciones, inhibiciones y seguridad. Es el responsable de la conducta automática o programada, tales como las que se refieren a la preservación de la especie y a los cambios fisiológicos necesarios para la supervivencia. En síntesis: este cerebro se caracteriza por la acción.

El Sistema Básico o reptiliano controla la respiración, el ritmo cardíaco, la presión sanguínea e incluso colabora en la continua expansión-contracción de nuestros músculos. Este primer cerebro es sobre todo como un guardián de la vida, pues en él están los mayores sentidos de supervivencia y lucha y además por su interrelación con los poros de la piel, los cuales son como una especie de interfase que poseemos con el mundo externo, este primer cerebro es nuestro agente avisador de peligros para el cuerpo en general.




Permite con rapidez la adaptación por medio de respuestas elementales poco complicadas emocional o intelectualmente. Esta conducta no está primariamente basada en consideraciones fundamentadas en las experiencias previas ni en los efectos a medio o largo plazo. Las conductas de las personas calificadas como de psicópatas (carecen de sentimientos de culpa) y de paranoicos se ajustan a este patrón de conducta. En la psicopatía se juega el papel de depredador y en la paranoia el de presa.

Es en este primer cerebro donde las adicciones son muy poderosas, tanto a algo como a alguien o a una forma de actuar.

Por decirlo de una forma rápida, éste primer cerebro es una herencia de los períodos cavernarios, donde la supervivencia era lo esencial.

El paleoencéfalo o cerebro reptil sustenta una parte de la mente inconsciente, o subconsciente, donde se graba, se aloja y se desarrolla el Trauma Psicológico, aquello que determina la mayoría de miedos y fobias que conforman la mente reactiva, la cual, en algunas ocasiones, lleva al ser humano a comportarse como un animal salvaje.

Este primer cerebro, es el que permite el movimiento de actuar y hacer. Su carácter más específico desde el punto de vista temporal es su adecuación al presente. Es el almacén de las limitaciones conformadas como: miedo.




Los engramas codificados en este cerebro primitivo, son una secuela de nuestras vivencias ancestrales con todos los miedos provocados por experiencias negativas, que, actualmente traemos ínsitas en esta estructura cerebral, ahogando, en parte, la capacidad de análisis, estudio y síntesis de las ideas y de las situaciones.

Nacemos con una especial propensión a identificarnos con unas determinadas ideas o maneras de ver la vida, y por tanto, de vivir. Esta compulsión es lógica pero en modo alguno práctica. Yo no puedo, en el siglo XXI permitir que me gobierne mi cerebro reptiliano por encima de los otros dos, que analizan, sintetizan y sacan conclusiones; que es lo que no se permiten los adeptos a una u otra formación política o religiosa.






Actualmente, en cualquier círculo de amigos, parientes o correligionarios, está rigurosamente vetado hablar de política o de religión. Es decir, del entorno de las propias ideas de cada individuo ¿Por qué? Porque están grabadas a fuego en el cerebro primitivo y nadie es capaz de considerar que el hombre está encadenado a sus ideas ancestrales, y que ya ha llegado la hora de acudir a Dios –al Dios de los cristianos, de los mahometanos y de los judíos– dentro de uno mismo, sin necesidad de dogmas, libros sagrados, intermediarios y cabezas visibles. Y es el momento de abrir la mente a formas de gobierno que nada tienen que ver con las actuales.

A poco que pienses en la inmensidad de tu interior, te darás cuenta; llegarás a la conclusión, de que nadie puede imbuirte con ideas socio-político-religiosas que tiendan a sojuzgarte y hacerte participe de robos, tropelías y crímenes de todo tipo y condición. Porque los dirigentes, o los que aspiran a serlo, necesitan fundamentalmente de tu consenso para regir tus destinos como tú no quieres y nunca querrás. De momento, piensa, hazte consciente, de que actúas por imperativo de tus engramas reptilianos. Más adelante, cuando estés convencido de este extremo, empezarás a ver la vida de otra manera totalmente diferente.
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