sábado, 1 de mayo de 2010



"Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias."
John Locke

Este es un artículo publicado en La Vanguardia del 27/11/2002. Es una entrevista antigua, pero creo que de gran interés, realizada por Víctor-M. Amela a Ghislaine Lactot, ex médico y autora del libro "La mafia médica", en el que cuestiona el sistema médico actual.

Tengo 61 años y nací en Montreal (Canadá). Fui médico y hoy soy Ghislaine Lactot médico del alma. Me he divorciado dos veces y tengo cuatro hijos (de 37 a 28 años) y cuatro nietos. ¿Política? ¡Soberanía individual! Cree en ti: eres divino y lo has olvidado. La medicina actual fomenta la enfermedad, no la salud: lo denuncio en mi libro “La mafia médica”.





A partir de aquí va contestando a las preguntas de Víctor, sobre la medicina, los médicos y la farmacopea actuales, con su verdad que es muy parecida a la mía. Yo diría que idéntica, salvo en lo que se refiere a las causas de la enfermedad, que yo tengo tipificadas, de arriba abajo, como si la medicina, al contrario de lo que opinan todos los médicos, fuera una ciencia exacta. Que lo es.

Si todo en el Universo se rige por leyes matemáticas, desde la cohesión de los planetas, hasta la formación de galaxias, supernovas y agujeros negros ¿Por qué la medicina va a ser la única ciencia que se aparta de estas leyes? “La medicina no son matemáticas” es el aforismo médico más utilizado por los especialistas que ven amenazadas sus previsiones con respecto a la evolución de las enfermedades, pero mi verdad es que sí lo son. Son matemáticas puras, con sus ecuaciones y sus incógnitas. Pero en esta ciencia, al igual que en física cuántica, el resultado del experimento varía con el ojo del observador. Siempre está presente el ser humano en el resultado de todos los experimentos.



Ghislaine dice: “Tu enfermedad es tu aliada, no tu enemiga”. Y esto me recuerda una frase de Dn. Gregorio Marañón Moya, que decía: “La enfermedad es la última llamada a despertar” Supone con este aserto, que el género humano yace dormido en el lecho de la ignorancia más supina. Sólo cuando padece una grave enfermedad, se siente fustigado y puede tomar la decisión de revisar las verdaderas causas de su mal, para no repetirlo y para poner remedio. Despertar de su sueño de inconsciencia. Me siento enfermo ¿Qué conflicto emocional ha causado mi mal? ¿Qué no funciona en mi vida? ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Cuál es mi insatisfacción o mis carencias? El médico no puede contestar a esa serie encadenada de preguntas que podrían dar la solución y la resolución del problema. La contestación solamente es competencia del paciente, del que ‘padece’ la enfermedad. El doctor debía ser un mero espectador del proceso del paciente, una mera comparsa.
Pero el orgullo profesional da para mucho, y jamás permite permanecer en un segundo plano. Debe de catar la salsa y ordenar la adición de más condimento, siendo el paciente el único autorizado para diagnosticar tales extremos.





Si me hacéis caso no enfermaréis, y si lo hacéis, no durará mucho tiempo el proceso. El secreto es ser feliz. Y para serlo hay que tener muy clara la frase con la que empiezo esta ‘entrega’. Y, segundo, hay que vivir el momento con pasión desbordada, como si fuera nuestra última oportunidad. Estamos obligados a ser felices; para eso hemos aterrizado en el planeta Tierra. Sólo que algunos se creen, maliciosamente, que esta vida es un camino de abrojos, siendo, como es una senda de rosas. Y, además lo repiten constantemente: “Hemos venido a este mundo a sufrir”. Ignaros, mentecatos, cachirulos.

jueves, 29 de abril de 2010

PARA MIS AMIGOS





Me duele profundamente que la gente sufra. Quizá porque me veo reflejado en un antaño sufrimiento muy áspero y desabrido por culpa de mi falta de nivel. En aquella época andaba descentrado y con la cabeza a pájaros. Era demasiado egoísta para darme cuenta de la gente que podía sufrir a mi alrededor por culpa de mis infidelidades que, aparte de otras consideraciones, ni me satisfacían, ni sacaba partido de ellas. Sólo me producían un profundo complejo de culpa. La mujer que por entonces compartía mi vida, más inteligente que yo, pero muy encerrada en el dolor, no supo abordar el problema de cara, puede ser que por miedo a la soledad, al futuro o a otras consecuencias que pudieran derivarse de una separación de mutuo acuerdo.

Me fiscalizaba, me seguía, me asediaba, violaba mi intimidad y mi privacidad. Quería saber a toda costa; quería estar dentro de mí y a la vez fuera, en todas partes. Yo todavía la amaba pero no soportaba las continuas sevicias a las que me sometía, implacable como una gota de agua, durante años y años, hasta taladrar la dura roca. Deseaba que yo pagara todo su sufrimiento, que me hundiera aunque la arrastrase a ella en mi loco descenso a las profundidades.

Cuando uno ama y sufre por la persona amada, las vigas se van rompiendo, las paredes van cediendo, los entibados se pudren y el edificio se derrumba con gran estrépito. Y llega un momento en el que el odio supera al amor y uno desea con todo el cuerpo y con toda el alma que acabe de una vez el sufrimiento y la penuria, de cualquier manera, de cualquier forma, humana o divina, pero que acabe.


Mi complejo de culpa –ahora sé que la culpa no existe- me llevaba simplemente a la aceptación. Creía que me merecía el trato que estaba recibiendo, y descansaba tímidamente en esta idea, confiando en que algún día terminaría el tormento y podría descansar tranquilo. No sucedió. El descanso nunca llegó. Y lo que un principio era molesto y desagradable, llegó luego a ser insoportable. Ya no había amor, sólo un amargor en la boca y un desasosiego en las entrañas.






Estaba dispuesto a mantenerme fiel, a dar todo de mí para llegar a un entendimiento, pero ya no merecía confianza. No era fiable. La fiscalía era cada vez más estrecha y agresiva. Al final, antes de romperme, y ya que ella no era capaz de cerrar círculo, de perdonar, y lo estaba pasando peor que yo, decidí firmar con los ojos cerrados un convenio en el que me comprometía a pagar el dinero que no tenía, con tal de salir del domicilio conyugal, cagando leches.

Por una parte contribuyen a montar el drama, la irreflexión, el no darte cuenta de para qué estás aquí y qué se pretende de ti. Por otra parte, la confianza en que el futuro va a ser mejor. Y, por último, no darte cuenta de que las decisiones no deben esperar, porque, cuanto más tiempo se dilaten, peor son las soluciones.

Hace diez años que estamos separados y la situación es la que es, ni mejor, ni peor. Sólo es diferente. Pero he aprendido que dentro de mí está la decisión para ser feliz o desgraciado, para levantarme colérico o calmado, para contestar o callar, para vivir o morir en vida. Todo depende de mi decisión. Y nadie influye en mi toma de posturas. Por muy desagradable que sea, yo no voy a darle a mi frutero la decisión de a qué frutería tengo que ir a comprar la verdura.

Me duele profundamente que la gente sufra pudiendo ser feliz. Me duele profundamente que la gente juegue al fallo, sin comprender que todos somos humanos. Antes de que llegue el día de mi cumpleaños, llamo a las personas que tengo instaladas en mi corazón, y les voy advirtiendo de los días que faltan para la celebración. Así no tengo oportunidad de cabrearme si se olvidan de mí.

La felicidad no se puede comprar, pero se puede elaborar, día a día, en los fogones de la mente y del corazón.

miércoles, 28 de abril de 2010

LA RELACIÓN DEL HOMBRE CON LA NATURALEZA




Nada sucede por casualidad. Hasta la cosa más nimia a nuestro juicio puede ser una señal que te enlace con la sabiduría del Universo, y que te ayude a decidir o a comenzar la senda que te toca recorrer a partir de un momento determinado. Hace años leí un libro que me emocionó profundamente y del que saqué una única conclusión: Se puede vivir con casi nada. Comemos más de lo que nos alimenta, bebemos más de lo que nos es necesario y gastamos el tiempo en banalidades que no vienen a cuento, revistiendo nuestro actos con oropeles, para cubrir la verdadera intención o su verdadero sentido.

Las voces de desierto, es un libro de la doctora Marlen Marlo, en el que narra su experiencia con los aborígenes australianos, que se llaman a sí mismos 'Los auténticos', y que nos otorgan a las gentes de raza blanca el epíteto de ‘Los mutantes’. Esta segunda lectura me ha aportado mucho más que la primera. Es curioso la cantidad de anécdotas interesantes o enseñanzas contenidas en sus páginas de las que no me acordaba en absoluto. Esto suele pasar a todos los humanos, hasta que no llega su momento no escuchan con sentido una frase que llevaban años repitiéndoles.






El libro es todo un tratado de sentido de la vida, de vivir la circunstancia a tope y de considerar nuestra unión con El Todo, no como una entelequia, sino como algo que todos tendremos que integrar en algún momento de nuestra existencia. Si no es ahora, dentro de cien vidas.

Esta gente cree que todo en el planeta existe por una razón. Todo tiene un propósito. No hay monstruos inadaptados ni accidentes. Sólo hay malentendidos y misterios que aún no han sido revelados al hombre mortal.

El propósito del reino vegetal es alimentar a los animales y los humanos, mantener la tierra firme, realzar la belleza y equilibrar la atmósfera. Me dijeron que los árboles y las plantas cantaban a los humanos en silencio y todo lo que piden a cambio, es que nosotros les cantemos a ellos…El principal propósito del animal no es alimentar a los humanos, pero lo aceptan cuando es necesario. En realidad está presente para equilibrar la atmósfera y ser compañero y maestro con el ejemplo. Así pues, cada mañana la tribu envía un pensamiento o mensaje a los animales y plantas que nos aguardan en nuestro camino. Dicen: “Caminamos hacia vosotros para honrar el propósito de vuestra existencia.” Corresponde a animales y plantas decidir quiénes, de entre ellos, serán los elegidos.






Conecté, en el momento de la lectura, con las miles de multinacionales que se lucran con el producto de las ventas de los animales y las plantas que, en realidad, están cumpliendo un propósito en el concierto de la vida, y nosotros estamos prostituyendo el principio de reciprocidad, de equidad y de prudencia. Pensé en el desprecio absoluto con el que contemplamos los corderos en canal, colgados cabeza abajo en las carnicerías, sin darles las gracias por su sacrificio. Y las miles de hortalizas apiñadas en los expositores de las verdulerías, a las que no concedemos ni un solo pensamiento de agradecimiento. Es otra historia –me dirán- Tenemos muchas otras cosas interesantes en qué pensar, como la forma de salir a flote pisando cabezas o el argumento que esgrimiremos para confundir a nuestros adversarios o para salir triunfantes en una discusión por un ‘quítame allá esas pajas’

martes, 27 de abril de 2010

SOIS COMO NIÑOS, MAJETES.




Es como dejarle a un niño una navaja barbera de aquellas que cortaban un pelo en el aire. El niño, carente de entendimiento, no sabrá lo que hacer con ella, e, indefectiblemente, nos pegará el primer tajo. Y al ver nuestra cara de horror y nuestro grito de dolor, insistirá para reproducir la situación y así reírse con las cosas de su padre.

¿Quién en su sano juicio –a no ser por motivos espurios- le deja a un crio una beretta 92 FS cargada y sin seguro? Y esos motivos, siempre están relacionados con la recolecta de votos para un partido. Y, siempre, con el grupo que le dejó la pistola al infante. Es así ¿qué le vamos a hacer? Es lo que hay.





La gente hace lo que le dejan hacer. Los niños hacen los que les dejan hacer sus padres y sus educadores. Los adolescentes hacen lo que les dejan hacer sus padres, la sociedad y las normas. Los ladrones hacen lo que les dejan hacer los maderos. Los drogatas hacen lo que les dejan hacer los polizontes. Y los polizontes y los maderos se rigen por las órdenes del partido en el poder.

En este batiburrillo inconveniente, cada cual arrima el ascua a su sardina y roba lo que puede. Y se calla de los desmanes del vecino, no vaya a ser que le salpique a él la penuria y algo de mierda. De esta guisa, todos robamos a todos y todos roban a quien pueden. Ni son todos los que están, ni están todos los que son. Y los que están no son, y los que son, no están. ¿Qué podemos esperar de esta situación? Absolutamente nada. Porque, si el padre no tiene suficiente criterio y autoridad para no dejar la Choppers de acero inox. de 7 cm. al alcance de Pepito, la hemos cagao. Y como ningún tío carnal puede asumir la autoridad paterna, a no ser que el progenitor la palme, pues ‘apaga y vámonos’. En no habiendo recambio, como no venga un padrastro que ate al niño –que es un hijo puta porque le han dejado ser así- pues Pepito seguirá sin freno ni marcha atrás.






Y ahora podría decir: ‘Tenemos lo que nos merecemos’ Pero no lo voy a hacer, porque equivaldría a culpar a alguien de la situación. Y, en realidad, la situación está como está porque, hace mucho tiempo, los que han venido a este mundo para cumplir con la misión – muy bien por cierto- de joderlo todo con las patas de atrás, lo están haciendo a satisfacción. Y los que hemos venido para aguantar, también hace mucho tiempo, elegimos la situación y estamos cumpliendo con nuestro papel a pedir de boca.

Cada cual en su pequeña parcela, que haga lo que le inspire su corazón y a ver si, poco a poco, la cosa entra en otra situación más placentera para todo el mundo. Pero, tranquilos, todo se andará. He dicho en otra entrega, que la cosa va hacia la situación en la que cada hijo se vaya con su verdadero padre, y cada duro a su verdadero bolsillo. Y no tardando mucho. Dixi.

lunes, 26 de abril de 2010

ENTRA EN TU INTERIOR

Pulsa el play del cuadro de abajo y escucha mientras lees.




ENTRA EN TU INTERIOR

Mira, Raimunda, yo ya sé que te acucian los problemas, que sientes una imperiosa necesidad de amar y sentirte amada. Créeme, todo llegará. Eres joven y estás llena de vida, aunque tú no lo creas y estés intentando cambiar tu aspecto externo en vez de mirar tu interior. Ya, ya sé que, tú, la teoría te la sabes de memoria, que no hay cosa que ignores dentro del campo de la ayuda espiritual. Pero, quizás estés errando tu objetivo, que debía ser tu interior. Tienes por delante un duro trabajo de interiorización. Tu misión, a partir de ahora, es interiorizar y trabajar contigo misma, sin desfallecimientos, para alcanzar tus propósitos.

Siempre me he preguntado si la gente sabe lo que es interiorizar, trabajar en el interior. Raimunda definió el concepto como una suerte de recopilación de toda la vida, reviviendo las circunstancias dignas de sanación. Ella rechazaba esa idea como excesivamente dolorosa, ya que había tenido, en épocas anteriores, vivencias desgarradoras para el cuerpo y para el alma. No podía con la idea de rememorar aquello que tanto la hería la piel y el espíritu. Diciéndolo se emocionó y sus bellos ojos verdes y expresivos se humedecieron. Me compadecí profundamente de su mala interpretación y me apresté a aclararle el concepto.







El pasado ya paso, no me puede afectar. Verdaderamente estamos hechos de las vivencias del pasado; cada una nos ha proporcionado un surco, una mancha, una arruga en la piel, que nos proporciona nuestra personalidad. Pero aquello constituye el lejano ayer y no hablo de revolverlo de su tumba. Es el hoy en el que vivimos, nos instalamos, sufrimos y reímos. Y es ahora donde tenemos que reparar los yerros. ¿Sabemos realmente qué tenemos dentro, lo que verdaderamente somos y sentimos, lo que amamos y lo que odiamos? Lo dudo mucho. Y esa es precisamente la puerta de entrada del trabajo de interiorización. El Nosce te ipsum del templo de Delfos. Conócete a ti mismo, y la coletilla que aclara la propuesta al consejo: “…Y conocerás el mundo y a sus dioses”.





No quiero que nadie se entere de lo llevo realmente dentro. No me gustaría, nunca, que la gente me conociera de verdad. Lo que más temo es que los demás sepan que soy: Un canalla, un castrador, un asesino en potencia, un ladrón, un machista, un maltratador, un gran dictador, un miserable, un tacaño, un lujurioso, un guloso, un vago…etc. ¡Ese es el trabajo interior! No decir: “No, si yo a fulanito ya no le odio. Le miro y paso de él”. ¡Y una mierda!, cada vez que le ves se te revuelve el hígado y te falta poco para vomitarle encima. “Yo perdono, pero no olvido”. Pues eres un imbécil como la copa de un pino. Es cuestión de perdonar y olvidar.

Marlen Marlo, en su libro Las voces del desierto, cuenta sus experiencias junto a los ‘auténticos’, aborígenes australianos que rechazan la palabra como método de expresión de las ideas. La palabra sólo sirve –según ellos- para cantar, para sanar y para invocar. Para charlar y para expresar ideas utilizan la transmisión de pensamiento. Y este sistema funciona porque ellos están abiertos de corazón a que los demás les lean el pensamiento. Son íntegros, verdaderos y honestos, siempre. Y estas cualidades hacen que la transmisión y la lectura del pensamiento sean posibles. Vete tú a decirle a un ‘segoviano’ de pro, que se abra el corazón para que le leas la mente… Pero por ahí empieza el trabajo que nos puede sanar y hacernos libres, por conocernos a nosotros mismos y abrir nuestro corazón para que lo lean los demás.



Si he aclarado las dudas de Raimunda me alegro infinito. Y si, de rebote, alguno ha cogido la onda, mejor que mejor. Esto es la base del entendimiento, la relación y la felicidad.
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