jueves, 30 de agosto de 2012

BUSCANDO A BUDA


 
 
 
A veces, volvía a preguntarme si el fundamento filosófico gestáltico no era demasiado egoísta. Parecía que la ideología daba tanta libertad, que alguien podía elegir cagarse en el resto del mundo y estaba bien. Alguien podía vivir mirándose el ombligo y no había problema. Parecía en fin, que los valores positivos de nuestra educación no eran valores para la Gestalt. Así que se lo pregunté al gordo.
 —Es verdad –me dijo—, a veces parece que fuera así.
 —¿Y no es así?
 —Sí. Es así... por eso parece que fuera así.
 —¡Qué gracioso!
 —No, en serio, es así. En todo caso, de la Gestalt no sé. Pero yo, yo sí creo que cada uno debe ser como es, aunque ese “como es” sea una mierda.
 —¿Tú prefieres vivir entre la mierda?
—No, pero imagínate qué pasaría si cada uno viviera como es. Exactamente fiel a como es...
 Yo creo que pasaría lo siguiente:
 Los que son una mierda, seguirían siéndolo y el cambio no aportaría nada. Pero los que actúan como mierda, sólo porque viven esforzándose por mejorar, esos, se volverían gentes muy agradables... y como si esto fuera poco, los bondadosos de corazón, dejarían de cuestionarse y tendrían mucho tiempo libre para hacer las cosas bien.
—Pero el final es lo mismo.
—No, no lo es. La educación en que vivimos cree que hay que educar la solidaridad, yo creo que hay que dejarla salir.
 —¿Qué tal educar para dejarla salir?
 —Quizás pudiera ser útil, pero sin forzar a nadie a ser solidario.
 Eso es empujar al río para que fluya... y no me cuadra.
 —Pero entonces existen mejores y peores personas, existen el egoísmo y la solidaridad, existen el bien y el mal.
 —Es probable, pero prefiero pensar que existen alturas de vuelo. Prefiero pensar que andamos por el mundo caminando y caminando. Que hay algunas pocas personas que vuelan, como los maestros; que hay algunas, menos aún, que vuelan muy alto, como los sabios, y que hay también ¡qué pena!, quienes se arrastran. Son los que ni siquiera tienen altura para levantar su cabeza del suelo; son los que tú y yo llamamos mala gente.
Incluso admitiendo que no todos tienen alas, yo creo que cada uno puede aceptar su camino; o tratar de crecer para ganar altura.
 Pero la locura existe y hay algunos que, en lugar de alzar vuelo, dedican su esfuerzo a trepar para parecer más altos; y quienes, aunque suene increíble, viven enterrándose más y más abajo buscando no sé qué respuestas.
 —En todo caso, me parece que todo depende de lo elevado del objetivo.
 —No sé, ¿te cuento un cuentecito?
 
Buda peregrinaba por el mundo para encontrarse con aquellos que se decían sus discípulos y hablarles acerca de la Verdad.
 A su paso, la gente que creía en sus doctrinas venía por cientos para escuchar su palabra, tocarlo o verlo, seguramente por única vez en sus vidas.
Cuatro monjes que se enteraron de que Buda estaría en la ciudad de Vaali, cargaron sus cosas en sus mulas y emprendieron el viaje que llevaría, si todo iba bien, varias semanas.
 Uno de ellos conocía menos la ruta a Vaali y seguía a los otros en el camino.
 Después de tres días de marcha, una gran tormenta los sorprendió. Los monjes apuraron el paso y llegaron al pueblo, donde buscaron refugio hasta que pasara la tormenta.
 Pero el último no llegó al poblado y debió pedir refugio en casa de un pastor, en las afueras. El pastor le dio abrigo, techo y comida para pasar la noche.
 A la mañana siguiente, cuando el monje estaba pronto para partir fue a despedirse del pastor. Al acercarse al corral vio que la tormenta había espantado las ovejas del pastor y que éste trataba de reunirlas.
El monje pensó que sus cofrades estarían dejando el pueblo y si no salía pronto, los demás se alejarían. Pero él no podía seguir su camino, dejando a su suerte al pastor que lo había cobijado. Por ello decidió quedarse con él hasta juntar el ganado.
Así pasaron tres días, tras los cuales se puso en camino a paso redoblado, para tratar de alcanzar a sus compañeros.
Siguiendo las huellas de los demás, paró en una granja a reponer su provisión de agua.
Una mujer le indicó dónde estaba el pozo y se disculpó por no ayudarlo, pero debía seguir con la cosecha... mientras el monje abrevaba sus mulas y cargaba sus odres con agua, la mujer le contó que tras la muerte de su marido, era difícil para ella y sus pequeños hijos llegar a recoger la cosecha antes de que se pudriera.
El hombre se dio cuenta de que la mujer nunca llegaría a recoger la cosecha a tiempo, pero también supo que si se quedaba, perdería el rastro y no podría estar en Vaali cuando Buda arribara a la ciudad.
Lo veré algunos días después, pensó, sabiendo que Buda se quedaría unas semanas en Vaali.
La cosecha llevó tres semanas y apenas terminó la tarea, el monje retomó su marcha...
 En el camino, se enteró de que Buda ya no estaba en Vaali. Buda había partido hacia otro pueblo más al norte.
El monje cambió su rumbo y se dirigió hacia el nuevo poblado.
Podría haber llegado aunque más no fuera para verlo, pero en el camino tuvo que salvar a una pareja de ancianos que eran arrastrados corriente abajo y no hubieran podido escapar de una muerte segura. Sólo cuando los ancianos estuvieron recuperados, se animó a continuar su marcha sabiendo que Buda seguía su camino...
...Veinte años pasaron con el monje siguiendo el camino de Buda... y cada vez que se acercaba, algo sucedía que retrasaba su andar. Siempre alguien que necesitaba de él evitaba, sin saberlo, que el monje llegara a tiempo. Finalmente se enteró de que Buda había decidido ir a morir a su ciudad natal.
 Esta vez, dijo para sí, es la última oportunidad. Si no quiero morirme sin haber visto a Buda, no puedo distraer mi camino. Nada es más importante ahora que ver a Buda antes de que muera. Ya habrá tiempo para ayudar a los demás, después.
Y con su última mula y sus pocas provisiones, retomó el camino.
 La noche antes de llegar al pueblo, casi tropezó con un ciervo herido en medio del camino. Lo auxilió, le dio de beber y cubrió sus heridas con barro fresco. El ciervo boqueaba tratando de tragar el aire, que cada vez le faltaba más.
 Alguien debería quedarse con él, pensó, para que yo pueda seguir mi camino.
 Pero no había nadie a la vista.
 Con mucha ternura acomodó al animal contra unas rocas para seguir su marcha, le dejó agua y comida al alcance del hocico y se levantó para irse.
 Sólo llegó a hacer dos pasos, inmediatamente se dio cuenta que no podría presentarse ante Buda, sabiendo en lo profundo de su corazón que había dejado solo a un indefenso moribundo...
 Así que descargó la mula y se quedó a cuidar al animalito. Durante toda la noche veló su sueño como si cuidara a un hijo. Le dio de beber en la boca y cambió paños sobre su frente.
 Hacia el amanecer, el ciervo se había recuperado.
 El monje se levantó, se sentó en un lugar apartado y lloró... Finalmente, había perdido también su última oportunidad.
—Ya nunca podré encontrarte –dijo en voz alta.
—No sigas buscándome –le dijo una voz que venía desde sus espaldas— porque ya me has encontrado.
El monje giró y vio cómo el ciervo se llenaba de luz y tomaba la redondeada forma de Buda.
—Me hubieras perdido si me dejabas morir esta noche para ir a mi encuentro en el pueblo... y respecto a mi muerte, no te inquietes, el Buda no puede morir mientras haya algunos como tú, que son capaces de seguir mi camino por años, sacrificando sus deseos por las necesidades de otros. Eso es el Buda, y Buda está en ti.
 —Creo que entiendo. Un objetivo supuestamente elevado puede ser un incentivo para levantar vuelo, pero puede también ser usado para justificar a algunos de los que se arrastran.
 —Eso es, Demi. Eso es.
   Del libro: Déjame que te cuente… (Jorge Bucay)
 LUVEU 4E.
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
         
 


martes, 28 de agosto de 2012

MENSAJES DEL CIELO


 
 
De vez en cuando la vida
nos besa en la boca
y a colores se despliega
como un atlas,
nos pasea por las calles
en volandas,

y nos sentimos en buenas manos;
se hace de nuestra medida,
toma nuestro paso
y saca un conejo de la vieja chistera
y uno es feliz como un niño
cuando sale de la escuela.

De vez en cuando la vida
toma conmigo café
y está tan bonita que
da gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita
a salir con ella a escena.

De vez en cuando la vida
se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño
tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas
por no romper el hechizo.

De vez en cuando la vida
afina con el pincel:
se nos eriza la piel
y faltan palabras
para nombrar lo que ofrece
a los que saben usarla.

De vez en cuando la vida
nos gasta una broma
y nos despertamos
sin saber qué pasa,
chupando un palo sentados
sobre una calabaza.
 
 
Imposible coleccionar los cientos de e-mails con presentaciones PP, comunicados, vídeos, cartas…con pensamientos positivos, máximas, frases, técnicas, advertencias, enseñanzas, que recibimos al cabo de la semana. Es abrumador el cúmulo de sentencias que tendríamos que retener en la memoria, acompañadas de fotografías de paisajes idílicos y músicas celestiales.
La verdad es que encierran una belleza y un poso de sabiduría inigualable. Todas y cada una de las epístolas con acompañamiento de imágenes y música, o sin ellos, merecían un estudio a fondo y la puesta en práctica de, al menos, uno solo de los asertos que contienen. Verdaderamente lo merecen.
Me pregunto: Los remitentes, aparte de estar de acuerdo con lo que mandan –imagino que por lo menos lo habrán leído– ¿Lo pondrán en práctica? ¿Harán lo que mandan? O, por el contrario actúan por pura rutina reenviando a sus contactos lo que a ellos les envían a cientos? Si los leen y se quedan con una décima parte de su contenido, existen en el mundo maestros a millones, porque, solamente con la lectura y la intención, cada cual debía de estar cambiando su estructura mental, sus costumbres y sus vicios.
Si todos nos adaptásemos a esas filosofías y las pusiéramos en práctica, se notaría la evidencia del cambio en el trato social, en la capacidad de los políticos, en las intenciones de los banqueros y en la falta de alma de las multinacionales. Pero mucho me temo que no es así. El gran público está muy metido en el: “Qué me vas a contar a mí, si ese chiste me lo enseñó la comadrona cuando estaba ayudándome, a duras penas, a salir del vientre de mi madre…” O: “Todo eso son paparruchas, bobadas y tonterías de iluminatis de los dioses. Aquí lo que verdaderamente importa, a costa de lo que sea, es forrarse la andorga con billetes de curso legal”
Es una lástima. ¡Tanta gente mandando consignas, enseñanzas, verdades como puños, con las que uno podría ser más feliz cada día, y los humanos cada vez más empecinados en su absurda mediocridad de mierda!
Próximamente voy a impartir un curso a un grupo de trabajadoras en venta por telecomunicación directa, y estoy recopilando en mi caletre, aquellas máximas, ideas y técnicas que las puedan ayudar a sobrellevar la marea alta en la que todos estamos metidos. Entre esas joyas que me han enviado a lo largo de los años, había una con la que estaba absolutamente de acuerdo, pero que de tan sabida caen en saco roto. Se trataba de un vídeo corto, en el que aparece una abuela charlando con su nieta y contándole la cantidad de cosas que se ha perdido por esperar a que ‘el mañana’ fuera mejor o más propicio. Y recomendándola que no espere al mañana para ser feliz, que lo sea, ya.
Me gustaría ponérselo a mis alumnas para ilustrar una de las ideas señeras de mi filosofía: “No esperes a dentro de un rato para ser feliz; selo, ya” Y que dicho así posiblemente no llegue tanto como en boca de dos actrices hablando de sus cosas, con una convicción y una garra de las se te meten hasta los epiplones. Quizá debía de haber tenido la precaución de guardarlo en una carpeta ad hoc, pero aquí entramos en otra parte de la misma filosofía de antes: “No llores por la leche derramada, porque ella, de por sí, ya lleva bastante agua”. LVU4E.
Me propongo coleccionar, a partir de este momento, un idea; solamente una, de cada uno de los e-mails que me manden con enseñanzas new age. Dentro de un año os diré el número exacto de ellas y cuántas he introducido en mi práctica diaria. A su vez, os conmino; os exhorto, a que hagáis lo mismo: Solamente una idea de cada comunicado largo, solamente una.

 
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