miércoles, 20 de marzo de 2013

ACEPTACIÓN





La primera causa de sufrimiento del género humano, según la Ciencia Chamánica es: “Yo sufro porque la gente no se atiene a mi voluntad; no piensa, no dice, no hace lo que yo quiero y eso me perturba, a veces hasta la desesperación, la angustia y la no aceptación de la situación.

Es paradójico que mi felicidad sea la causa del dolor de otros; yo no lo quiero así, pero es la decisión de los demás que esto ocurra. Nunca renunciaré a mi felicidad y me dolerá que otros sufran por esta causa, pero lo consideraré injusto, sin ecuanimidad y desproporcionado.

La homosexualidad masculina y femenina es un hecho que hay que admitir, está en la calle, en nuestro bloque, en nuestro rellano, incluso en nuestra casa. Pero no sólo hay que aceptarlo de puertas para fuera, es imprescindible también hacerlo de puertas para dentro. Conozco familias ‘normales’ en cuyo seno existen individuos con tendencias homosexuales. Ellos intentan vivir  su tendencia sexual libremente, es su elección, se trata de una decisión a veces dolorosa, pero necesaria para su salud mental e imprescindible para su felicidad.

Pero si aceptan su homosexualidad, si la declaran públicamente, se van a encontrar con la oposición frontal de alguno o varios miembros de su familia. Saben que desde el día de la declaración, de la confesión, van a perder a su madre, a su padre, a algún hermano, a varios miembros o a todos. Sienten un gran dolor de perder a su madre, la aman tiernamente, no querrían ningún mal para ella, pero se la partiría el corazón en pedazos y estaría dispuesta a no acordarse más de su hija o de su hijo homosexual.

¿Por qué esta situación? ¿Qué induce a una madre o a un padre a no aceptar la tendencia sexual de sus hijos, o incluso la unión con una persona de otra raza, de otra religión o de otra tendencia política?

Es cuestión de educación unas veces, otras veces de vergüenza, otras de machismo, otras de estulticia y otras de frustración de sus mismas tendencias. En cualquier caso luchan contra sus propias convicciones e ideas que se contraponen con las de sus vástagos o que les hacen arrepentirse de no haber sido ellos, en su día los que confesaran sus tendencias.

La decisión es tuya. Tienes a tu hija ocultando sus tendencias por miedo a tu rechazo. Ella no es feliz, y, sin embargo tú has luchado toda tu vida para que tu hija sea dichosa y para que se sienta realizada, paradoja que no tiene explicación. Ahora tienes ocasión de demostrar tus ganas de que ella sea feliz, deja que viva su vida como ella ha decidido, igual que tú decidiste, hace años, vivir la tuya. ¿A qué esperas para abrazar las ideas de tu hijo a pesar de que no se adaptan a las tuyas? ¿Qué temes? ¿Al rechazo de la sociedad?

La sociedad es un ente sin alma. En cierta ocasión un compañero anestesiólogo, ya fallecido, emitió una frase que a mí se me quedó gravada a sangre y fuego, en cada uno de mis huesos: “Hacer algo por no contrariar a la sociedad es como querer lavar las fauces de un perro rabioso” ¿Qué importa lo que opine una sociedad que está alienada, confundida y acomodada a una serie de ideas, a una serie de normas y a una serie de tendencias, que la están llevando al caos?

Hace tiempo que me importa una higa lo que piense una sociedad estúpida, discriminatoria, machista, timorata, puritana, hipócrita y ciega. Mi felicidad no tiene que aceptarla nadie, sino yo mismo, y si para que yo sea feliz tengo que acatar, aceptar y alienarme con las normas, que les den mucho por el culo a las normas sociales.

Me gustaría que aceptaran mi tendencia sexual, mis decisiones o a mi pareja del mismo sexo, de otra raza,  otra religión o de otra edad no acorde con las ideas de esta sociedad de mierda. Pero al que no lo acepte, consideraré que tiene todos los derechos a hacerlo y desapareceré de su vida gris, monótona, triste y llena de frustraciones.
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