viernes, 10 de diciembre de 2010

CITIUS ALTIUS FORTIUS




Citius altius fortius es una locución latina que significa "más rápido, más alto, más fuerte". Este es el lema de los Juegos Olímpicos, que junto con los cinco aros de diferentes colores entrelazados, que representan a cada uno de los continentes, y con la antorcha, simbolizan el espíritu olímpico. La frase fue pronunciada por el barón Pierre de Coubertin en la inauguración de los primeros Juegos de la Edad Moderna, en 1896 (Atenas).

El lema fue ideado por el dominico fray Henri Didon para el frontispicio de su Colegio Alberto Magno de París. Didon era amigo de Coubertin.

Desde ese momento todos los atletas del mundo se esfuerzan para hacer cumplido honor a la frase Citius, altius, fortius. Y a fe mía que lo hacen y muchos lo logran batiendo cada día un record diferente. Es extraordinario contemplar los adelantos físicos de la gente. Cada cuatro años se pulverizan las marcas de los juego anteriores, y cada cuatro años, suben al pódium los más selectos de cada disciplina; lo más florido del mundo del deporte.

Decía Punset que cualquier atleta que llega a la élite del deporte, ha debido de entrenar un mínimo de diez mil horas. Pero además, ha tenido que someterse a largos ejercicios de musculación específicos para su especialidad en los gimnasios, y además se han tenido que privar de muchos alimentos, de excelente paladar, para no añadir grasa a su economía, y además han tenido que dosificar sus salidas nocturnas y sus horas de sueño, y además han tenido que renunciar a muchos de los placeres del dolce far niente…

Todos. Fijarse bien. Todos los humanos, azuzados por los medios de comunicación, y por la necesidad de vender los productos de investigación farmacéutica, intentan mejorar su calidad de vida mediante el consumo de pastillas para calmar los nervios, para sobreexcitar el sistema nervioso, para dormir, para espabilar, para no dormir y para volver a hacerlo, para calmar el más mínimo dolor, y para sobrellevar una emoción negativa o una positiva. Todo el mundo se droga. El Valium es uno de los productos relajantes del sistema muscular más vendidos en el mundo, y mucha gente busca las vueltas a los médicos de cabecera para que les receten ansiolíticos y antidepresivos.

Casi todos los concertistas y casi todos los músicos consumen estimulantes y bradicardizantes del funcionamiento cardiaco para enfrentarse al público en un recital. Casi todos los comunicadores utilizan técnicas para evitar el pánico escénico que se desencadena cuando se tienen que enfrentar a un auditorio. Y el consumo de estupefacientes, de euforizantes y de drogas sintéticas y naturales está a punto de venderse en los supermercados.

Dentro de cualquier disciplina deportiva, se recurre a métodos físicos y químicos para aumentar el rendimiento. Alguna de estas sustancias están permitidas y otras no ¿Por qué?. En el fondo no hay dos atletas iguales, de la misma manera que cada ser humano es único e irrepetible. Y, o a todos les dan leche, o a todos café con leche, pero a unos sí y otros no, no es juicioso. Los atletas que practican la halterofilia y los que participan en los concursos de musculación, se hinchan a tomar esteroides, que es lo que les permite aumentar su masa muscular. Y ¿por qué a estos sí y a otros no?.

Es notorio que la igualdad de oportunidades no iguala a la gente. Unos consiguen sus metas y otros no. Pero en esto influyen una serie indefinida de mecanismos que facilitan o se oponen a la obtención de las metas. El ser humano está influido por mil parámetros físicos, psíquicos y ambientales que le están zarandeando constantemente y variando su línea de conducta. No se puede hablar de la generalidad porque –repito– cada persona es única e irrepetible. Y a unos les sienta bien la EPO (Eritropoyetina, hormona de síntesis que aumenta la cantidad de glóbulos rojos y mejora el rendimiento muscular) y otros les sienta como una patada en el lomo.

¿En defensa de quién se prohíben las maniobras de drogar o dopaje? ¿Del deportista? De una forma u otra, se dope o no, su rendimiento se verá afectado por otra serie de factores, no únicamente por las drogas de síntesis. Soy partidario de que cada cual escoja su camino, dentro o fuera de la legalidad. Si es dentro magnífico; si fuera los organismos competentes se encargarán de neutralizarlo.

¿Quién, dentro del deporte, no ha recurrido al dopaje en algún momento? ¿Por qué tanto humo con el dopaje? ¡Qué casualidad que salgan estos casos, como el de Alberto Contador, Marta Domínguez –que por su relevancia van a ser un bum– en los momentos precisos para que la gente piense en esto y no en la pésima gestión de unos organismos que se quieren perpetuar en el poder a pesar de su inepcia.

La estrategia del ‘cuerpo único’ que adoptan los bancos de peces para despistar a sus depredadores, es útil para ellos, pero no para mí. Yo no soy un pez y pretendo moverme por mis propias ideas, no por las ideas que algunos personajes quieren que yo tenga. ¡Qué curioso que para una cosa tan difícil como esta, rápidamente movilicen a la Guardia Civil y les den toda serie de facilidades, hasta dilucidar la verdad, y en el 11-M, todo el mundo sea imbécil!

Marta Domínguez es una víctima propiciatoria que van a inmolar, sin importarle a nadie ni un pimiento, para desviar la atención de los problemas que verdaderamente deberían de ocupar a la gente. Yo, de una forma o de otra, siempre estaré con ella.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

VIAJE AL MÉXICO PROFUNDO. SECUENCIA 2.

Aquí tenéis la segunda entrega del viaje chamánico. La dejaré en el día algunas fechas y luego la colgaré en la columna de la derecha. Buen provecho.


Viaje al México profundo. Secuencia 2 from Enrique de Soto on Vimeo.

LOS DÍAS ACIAGOS

Últimamente sólo se me ocurren, de pasada, cosas negativas. Me pasa de tarde en tarde, pero cuando me pasa tengo que poner en marcha toda mi sabiduría para controlar el influjo nefasto que producen en mí. Empiezo por criticar a todo bicho viviente. Para mí hay demasiadas cosas criticables que yo habitualmente no pongo en tela de juicio por la inutilidad de la maniobra, que siempre redunda en mi perjuicio. Pero cuando tengo el día me fijo hasta en los mínimos detalles y me pregunto qué pensarán los que están por encima de esos locutores que le meten coces al diccionario en la mayor impunidad, o esos redactores que escriben cosas inverosímiles, o esos presentadores de TV que están mostrando unos comportamientos que, indefectiblemente van a influir en la gente.



Tanta era mi crítica en una época determinada de mi vida, y tanto era el daño que me hacía, que no tuve más remedio que elaborar una técnica para andar por casa, que me apartara de la crítica. Cuando era consciente de que estaba criticando y que esa crítica me estaba elevando el nivel de adrenalina, ponía en práctica la técnica 180 grados. Consiste en darte la vuelta hasta 180 grados de tu punto de vista y empezar a definir mentalmente lo que ves en ese momento. Supongamos que estoy en casa con la mirada puesta en la pantalla del televisor. No estoy viendo nada en particular y eso me deja tiempo para pensar, entonces soy consciente de que estoy pensando pestes de fulano. Me levanto, giro 180 grados y defino lo que está delante de mi vista. ¡Hombre, el cuadro de Murias! Lo compré en una exposición que celebró hace treinta años en la casa de cultura que había enfrente de lo que hoy es La ‘Chapó’. Me costó muy barato comparado con los precios del arte hoy en día. Me acuerdo de que Carlos Grau, que me acompañaba, se compró otro. Pero el más bonito era el mío. Y, chau, chau, se me ha olvidado completamente lo que estaba criticando.

¡Qué más me da que un entrevistado en radio o TV responda a una pregunta del entrevistador: ¡Para nada! Sabiendo yo que es un vulgarismo que a algún/a estúpid@ se le ocurrió para hacerse notar y le salió también que ya nadie, excepto yo y dos más, contestan: No, o en absoluto, que es lo que hay que contestar! ¡Qué me va o qué me viene que en las tertulias de radio o de TV no se puedan ni siquiera escuchar los comentarios, porque hablan todos a la vez, elevando la voz y atacándose unos a otros como si les fuera la vida en su propia razón! A mí me da igual, pero el caso es tener razón. Pero con la razón no se vive, ni se come, ni se crece, ni se goza, ni se ama. La razón es siempre fuente de polémicas y de desastres.



Cuando atravieso el Rubicón de estos días aciagos. Por cierto y por si no sabéis que significa pasar el Rubicón. Ahí va una pequeña explicación, porque el saber no ocupa lugar.

El río Rubicón (en italiano, Rubicone; en latín Rubico) es un corto río de régimen torrencial del nordeste de Italia, que discurre por la provincia de Forlì-Cesena y desemboca en el mar Adriático. Parece que el nombre deriva del color del agua, ya que discurre por una región arcillosa, que tiñe el agua de un color rubí.

Nace en algún lugar poco determinado y encuentra la Vía Emilia a la altura de Savignano sul Rubicone. Se suele identificar con el Pisciatello en sus inicios y como el Fiumicino hasta el mar.

En época de los romanos, señaló por un período (época tardorrepublicana, entre 202 a. C. y 27 a. C.) la frontera entre Italia, considerada parte integrante del territorio de Roma, y la provincia de la Galia Cisalpina y, por tanto, estaba prohibido que los generales lo cruzasen en armas.

El río entró en la historia por ser su cruce el detonante o casus belli de la Segunda Guerra Civil de la República de Roma. Marcaba el límite del poder del gobernador de las Galias y éste no podía –legalmente– adentrarse en Italia con sus tropas. La noche del 11 al 12 de enero de 49 a.C. Julio César se detuvo un instante ante el Rubicón atormentado por las dudas: Cruzarlo significaba cometer una ilegalidad, convertirse en enemigo de la República e iniciar la guerra civil.

Julio César dio la orden a sus tropas de cruzar el río, pronunciando en Latín la frase «Alea iacta est» (la suerte está echada) según Suetonio. De acuerdo con Plutarco (en sus “Vidas Paralelas”) Julio César citó en griego la frase del dramaturgo ateniense Menandro, uno de sus autores preferidos: «ἀνερρίφθω κύβος / anerriphthô kubos» que significa «¡Que empiece el juego!»).

De este evento proviene la expresión «cruzar el Rubicón» que expresa el hecho de lanzarse irrevocablemente a una empresa de arriesgadas consecuencias.

Política y retóricamente, las dos orillas del Rubicón, separadas por un estrecho caudal muy fácil de cruzar, representan la seguridad de la pertenencia a la tiranía y la peligrosa libertad.

Pues bien, cuando atravieso el Rubicón de estos días aciagos en los que no se me ocurre nada más que criticar lo que veo, o lo que oigo, lo primero que hago es ser consciente del hecho: ¡Vaya, ya llegó el día de la crítica bumerán! Y entonces despliego todas mis técnicas. Junto con la del 180, me suele dar buen resultado rezar mantras como el muy famoso «Om Nama Sivaya» o como el facilón: «Om Tare Tutare Turi Soha». Todo menos dejarse llevar por la absoluta inutilidad de la crítica aviesa y sibilina que no conduce más que a aumentar la secreción de adrenalina.

domingo, 5 de diciembre de 2010

RITUALES

Siempre he estado a favor de los rituales, no en lo que tienen de esotéricos, sino en su sentido humano. Todo aquello que eleve ligeramente el espíritu y nos haga soñar, es bueno. Y en este sentido, los rituales son buenos porque nos hacen soñar. Y si los llevamos a cabo creyendo firmemente en sus resultados positivos, éstos se realizarán sin ninguna duda. Congregados alrededor del altar, con las velas encendidas y todo el fervor del que seamos capaces, todos los miembros de la familia, amigos y allegados, recordarán este momento durante mucho tiempo. «Lo que crees, creas».

EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD

El espíritu de la Navidad es una tradición perteneciente a los países nórdicos y que, desde hace varios años, ha sido adoptada en toda Europa como parte de las costumbres propias de esta época navideña. Según cuenta la leyenda, el espíritu llegó al planeta proveniente de una galaxia lejana y se instaló en la región Norte, en lo que hoy se conoce como la península escandinava. Este espíritu es descrito como una energía que viene desde del centro de nuestra galaxia y que llega año tras año para repartir: paz, amor, armonía y alegría.




Tradicionalmente el Espíritu de la Navidad se recibe con un ritual efectuado el 21 de diciembre, exactamente entre las 10:00 y las 12:00 de la noche. el Espíritu de la Navidad desciende para acompañarnos en estas fiestas navideñas.

El ritual se lleva a cabo el día 21 de diciembre, entre las 10 y las 12 de la noche. Entre estas horas es cuando desciende sobre la Tierra El Espíritu de la Navidad. Y depende de nosotros y de nuestro fervor, el que se convierta en algo vivo –si creemos–, o en algo inútil –si no creemos.

Para el ritual necesitamos los siguientes elementos:

1.- 1 vela azul, 1 vela amarilla, 1 vela roja.

2.- 1 cono o varilla de incienso de benjuí o mirra.

3.- Esencia de azahar (flor blanca del naranjo).

4.- Cerillas.

5.- Cuartillas.

6.- Algo para escribir.

7.- Tijeras.





Simbología:

Vela azul: paz.

Vela amarilla: alegría y felicidad.

Vela roja: amor.

Incienso de Mirra: paz y prosperidad.

Esencia de azahar (flor blanca del naranjo): amor, suerte, dinero, energía física, alegría y salud.





Forma de realizar el ritual

1.- Cuando tenemos todos los elementos colocamos las velas en triangulo, el incienso y la esencia sobre un altar que hemos preparado para la ocasión.

2.- Encendemos las velas en el sentido de las agujas del reloj, prendemos el incienso y esparcimos unas gotas de esencia por el ambiente.

3.- Abrimos todas las puertas y ventanas de la casa para darle la bienvenida al Espíritu de la Navidad.

4.- Nos concentramos en silencio durante unos minutos percibiendo esa energía buena y positiva que nos trae el Espíritu de la Navidad, empapándonos de ese bienestar colectivo tan anhelado; de los deseos universales de paz, amor y prosperidad para todos. Visualizamos la Tierra llena de luz, paz y armonía donde todos los seres son felices. Pensamos también en nuestros objetivos particulares, visualizamos nuestros sueños cumplidos.

5.- Escribimos en el papel nuestros deseos por orden de prioridad (se recomienda pedir primero por la paz, en segundo lugar por el propio país, en tercer lugar por familiares y amigos y en cuarto lugar por nosotros mismos). Es conveniente escribir la lista de deseos en renglones independientes y sólo por una cara del folio. Una vez finalizado el ritual debemos conservar este papel hasta el año siguiente.

6.- Si el año anterior hemos realizado este mismo ritual sacamos el papel con nuestros deseos expresados entonces. Recortamos en tiras los que se han cumplido y los quemamos en la llama de las velas dando gracias mentalmente por esta realización.

7.- Dejamos que las velas se consuman totalmente.

En esta noche, la más larga del año, demos la bienvenida al Espíritu de la Navidad. Cojamos su mano y dejemos que su energía nos envuelva. Olvidemos los aspectos superfluos y triviales de la celebración navideña y centrémonos en lo esencial: ser mejores con nosotros mismos y con los demás. Y de esta forma alcanzaremos la luz.
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