viernes, 18 de marzo de 2011

INVESTIGACIÓN CULINARIA. CEBOLLA CARAMELIZADA





Hoy voy a huir de platos elaborados para centrarme en un complemento, acompañamiento o guarnición para distintos tipo de carne, sencillo de elaborar y exquisito. Se trata de la cebolla caramelizada.


CEBOLLA CARAMELIZADA

Ingredientes:

Aceite de oliva virgen extra, 4 cebollas grandes, una pizca de sal, 4 cucharadas de azúcar blanquilla o morena, dos cucharadas soperas de vinagre de Módena o medio vaso de Pedro Ximenez.

Preparación:

Cortar las cebollas en juliana y pochar, a fuego medio, en una cazuela ancha. Poner un chorro de aceite de oliva virgen extra hasta cubrir todo el fondo. No dejar que se pegue reduciendo el fuego si fuera necesario. Añadir una pizca de sal. Una vez pochada, añadir el azúcar y seguir removiendo para que caramelice. Dejar unos 10 minutos y añadir el vinagre o el Pedro Ximenez. Dejar que reduzca y cuando ya no quede líquido apagar.

Dejar enfriar y embotar en tarros pequeños y en uno grande. Congelar los pequeños y utilizar el grande para el consumo diario. Debemos dejar algo de líquido, para poder dar un hervor antes de utilizar.


jueves, 17 de marzo de 2011

LA LEY DEL TALIÓN

Insisto con las cosas que me han movido los cimietos. Mañana de lunes. Salía de una meditación profunda que sólo puede proporcionar la respiración conectada y consciente. Al acabar se oye, como un eco lejano que se va a proximando poco a poco, el Panis Angélicus de Luciano Pavarotti. Las lagrimas afloran de mis ojos sin poder contenerlas.





Es complicado desnudarse de viejos conceptos, que ya resultan ajados y viejos de tanto sobarlos, para revestirse de nuevas ideas que te faciliten deambular por la senda de los tiempos que todavía nos tocan por vivir.

Una de las ideas obsoletas que martirizan mi mente y que me dejan insatisfecho es la ley de Talión. El término ley del talión (latín: lex talionis) se refiere a un principio jurídico de justicia retributiva en el que la norma imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido. De esta manera, no sólo se habla de una pena equivalente, sino de una pena idéntica. La expresión más famosa de la ley del talión es ojo por ojo, diente por diente aparecida en el Éxodo veterotestamentario (perteneciente al Antiguo Testamento).


Históricamente, constituye el primer intento por establecer una proporcionalidad entre daño producido en un crimen y daño recibido en el castigo, siendo así el primer límite a la venganza.


He escrito lo anterior en cursiva para diferenciar mi sabiduría de la de los demás, ya que este texto no corresponde a mi cacumen sino al ajeno. Esta ley ha imperado en la triste humanidad durante mucho tiempo. Y hoy, yo, como la ley, deseo fervientemente que cada malhechor purgue sus crímenes; que cada conspirador se pudra en la cárcel del olvido hasta el final de sus días; que los asesinos sufran y recapaciten para no volver a cometer tropelías y para no volver a abusar del candor y del trabajo honrado del prójimo, y de la ayuda de sus aliados, tan culpables como él mismo.

Pero estas burdas y vengativas consideraciones no me llevan a ninguna parte. ¡Si al menos mis pensamientos hicieran que a cada malvado le saliera una verruga en el culo…! Pero, no. A cada malvado le llegará su castigo. No por la mano de Dios –que firmó con la humanidad un pacto equitativo de no agresión– sino de la mano de ellos mismos, que se verán inmersos en su maldad, de igual manera que un espejo refleja fielmente su figura contrahecha al delincuente. Pero, ¡qué lenta se hace la espera!, y mientras tanto, ¡cómo hocican los malvados en el cieno!, sin ningún castigo; impunes de todo punto. Es triste ver cómo gozan zahiriendo al prójimo, maltratándole, despojándolo incluso de su dignidad humana para enriquecerse y para tener más hembras en su arén particular. Cada vez más. Sin tasa. Cada vez más. Sin pensar que el poder, igual que la vida, es efímero. No dura nada en comparación a los eones de tiempo que han transcurrido desde el momento de la creación hasta este instante. Y, además, no se van a llevar ni un ápice de poder al otro plano; ni un ápice. No se van a llevar, nada; sólo el desprecio y el odio de sus semejantes; aquellos que sufrieron en sus carnes el egoísmo desmedido de estos personajes infectos.

Si es cierta mi teoría de que todo el mundo pacta sus circunstancias antes de llegar a este planeta, en orden a unos parámetros de aprendizaje y elevación de la conciencia, los ‘malos’ están cumpliendo fielmente su papel. Tan fielmente, que uno diría que son malos de verdad de lo magníficamente que actúan.

Cumplamos cada uno nuestro rol, y dejemos que los demás cumplan el suyo, en el que, justamente, se asignaron también su castigo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

LA HISTORIA Y LOS CATACLISMOS




La historia de la humanidad es incierta y creada por meras deducciones especulativas en sus principios. Después, depende de las crónicas del bando vencedor y de la influencia que hubiera querido tener entre sus coetáneos. Hoy en día, muchos crímenes quedan impunes y algunos entre ellos son fundamentales para dilucidar las verdaderas causas de algunas actuaciones políticas. Es más, esos crímenes sin explicación, dudo mucho que se puedan esclarecer algún venturoso día. Las intrigas palaciegas, los pactos entre naciones, las verdaderas causas de las guerras me extraña mucho que sean las que la historia cuenta ¿Se sabrá algún día el cerebro o cerebros responsables del 11-M? No lo creo, debido a la cantidad de intereses políticos y económicos que están implicados, incluso entre naciones favorecidas directamente por los hechos.




Esto concerniente a la historia del pasado lejano y reciente. Pero el futuro no tiene nada que ver con pensamientos especulativos. Ni siquiera haciendo un enorme esfuerzo de imaginación nuestros ancestros podrían haber imaginado a cualquier ciudadano de cualquier ciudad del globo terráqueo, hablando solo por la calle con un manos libres. Hay cosas que se escapan a la imaginación. La coincidencia de las ideas de Julio Verne con algunas realidades posteriores es pura coincidencia, porque ningún ser humano tiene la capacidad de predecir lo que va a pasar mañana. Pero su imaginación es inagotable, y la verdad es que todas las obras humanas primero fueron una idea en la mente de un hombre. Sin embargo esta idea no tiene correlación con lo futurible; con que una persona agore las desdichas del futuro o sus venturas. Nadie puede predecir los cataclismos naturales. La tecnología actual no es capaz de ello. Quizá se pueden predecir los seísmos con un margen de error considerable, pero nadie puede alertar previamente a la población de una catástrofe natural para que la mayoría se puedan poner a salvo.

Y la humanidad tiene una triste experiencia de catástrofes naturales, seísmos, maremotos, explosiones volcánicas, e inundaciones que han cambiado la faz de la tierra. Y estas catástrofes son tan impredecibles como las actuaciones de un niño al que tienes que vigilar constantemente para que no se haga daño a para que no cause una desgracia. La Atlántida se vio súbitamente sumergida por una masiva crecida del nivel del mar y un gran terremoto posiblemente causado por la caída a la Tierra de un meteorito de enormes proporciones. Muchas otras catástrofes han dado al traste con civilizaciones poseedoras de tecnologías avanzadas. Pero esto no ocurre en vano. En las memorias celulares y en los genes del ser humano hay una especie de conformismo y una capacidad de olvido que le inmuniza contra pensamientos luctuosos que puedan sobrevenir en un futuro próximo. Pero hay seres humanos que, a pesar de estos mecanismos de defensa orgánicos, no dejan de pensar en desastres naturales, en catástrofes y en la posibilidad de verse afectados por ellas. Mala forma de vivir aspirados por el futuro.




Hay que encontrar una fórmula para seguir viviendo y no poner necesariamente nuestras barbas a remojar porque hemos visto rapar las del vecino. Incluso hay quién no tiene ni barbas que rapar… Es curioso pero el único sistema, la única técnica para olvidar el pasado es vivir el presente. Ayer elucubraba con mi hijo Álvaro respecto a su futuro inmediato y lo que podía llegar a ser en un futuro. Él, pesimista por naturaleza, lo veía todo lleno de sombras. Esto es nefasto para el hombre porque no le deja vivir ni un momento de tranquilidad en su presente. Me esforcé en hacerle comprender que nadie conocemos el futuro y por tanto no lo podemos predecir. ¡Quién sabe lo que va a pasar mañana! ¡Quién sabe si amanecerá! A lo mejor me tocan a mí los euromillones –¡105 millones de euros nada menos!– o ‘esto’ pega un pedo y nos vamos todos a hacer puñetas. Solución: Vivir el presente segundo a segundo; degustando las mieles que te ofrece la vida y aprendiendo y sacando conclusiones de las hieles. No hay otra solución. No existe otra manera de vivir que con la conciencia plena del presente. El pasado ya pasó, y en lo que a mí respecta, no me puede afectar. El futuro no lo conozco y, ni siquiera elucubrando puedo acercarme a kilómetros de la realidad que traerá implícita. Entonces el futuro lo hago yo segundo a segundo. Y eso quiere decir que si este segundo es bueno para mí y lo vivo con plenitud, paz y confianza, el siguiente será igual, y el siguiente lo mismo, y el otro, y el otro…

martes, 15 de marzo de 2011

¿A QUÉ ESPERAS PARA SER FELIZ?



Kiri Te Kanawa. O mio babbino caro.

¿A qué estamos esperando? ¿Por qué no nos ponemos en marcha? ¿Creemos que mañana será más luminoso y más cálido y entonces seremos felices? Estamos absolutamente equivocados. El mañana no nos va a traer nada que nosotros no nos fabriquemos. Esperamos tener un trabajo o cambiar el que tenemos por uno mejor. Esperamos que nuestra pareja piense a dónde vamos con esta situación y rectifique. Esperamos que se nos reconozcan nuestros méritos. Esperamos que nos toque la lotería. Esperamos, esperamos, esperamos. Y lo que esperamos nunca llega. La espera se hace dolorosa y nuestra insatisfacción llega a extremos de ira contra todo y contra nosotros mismos.

Y el caso es que el mañana no existe; es una quimera. Lo único que existe; lo único tangible, es este momento en el que vivo, respiro, me desenvuelvo, gozo o peno. Todo transcurre en este momento. No existe nada más. Y en este momento, o soy feliz o no lo soy, pero no puedo esperar al siguiente, imaginando que será mejor, porque el siguiente lo haremos nosotros con la misma técnica que el anterior: con la esperanza de que en ese otro siguiente momento se satisfagan nuestras peticiones, nuestros anhelos y nuestras carencias. Pero el mañana es inerte, no tiene capacidad de creación, y en el mañana no hay nada escrito, no hay dinero, ni amor, ni felicidad. Todo eso lo tenemos que fabricar nosotros en este momento.

Otro día más, otro fin de semana más de tedio y angustia, de insatisfacción y aburrimiento. Esperando que alguien venga y me saque del marasmo existencial en el que estoy metido. Mañana será mejor, esperaré sus regalos. Hoy no los tengo, sólo tengo la insatisfacción de mi mundo de deseos. Y me desespero cada vez que pasa un día más y no trae consigo nada que me satisfaga; nada que me haga vibrar; nada que me haga feliz. Si al menos viniera un pariente, un amigo. Si me llamaran por teléfono para proponerme alguna trastada…Pero el tiempo pasa y nadie llama, nadie viene a sacarme de casa…

Si estás esperando que todo eso se realice vas de culo, cuesta arriba y contra el viento. Mi experiencia me dice que nadie va a venir a hacerme morisquetas, ni a proponerme nada, ni a ofrecerme un viaje a Barcelona para ver el Parque Güel, ni siquiera para saber cómo estoy y cómo me lo monto. Como yo no me mueva no va a moverme nadie. Ponte en marcha. Sal a la calle. Mira escaparates. Camina por un parque. Mira a los árboles. Oye a Mozart. Ponte en el video qué bello es vivir y llora un rato. Las lágrimas son el rio de la vida. No te reprimas y llora un rato, ya verás qué a gusto te quedas.

Yo tengo la triste experiencia de sentir el olvido de los que yo creía mis amigos en dos momentos muy dolorosos de mi vida. En ambos no se cumplieron mis expectativas y sentí el dolor durante mucho tiempo. Ahora, con la lejanía del tiempo, sé que no es bueno crearte expectativas con respecto al prójimo, porque es muy doloroso que te defrauden. Y ahora comprendo que era yo el que debía de haber seguido llamando a ‘mis amigos’ y proponiéndoles aventuras, tertulias o excursiones. Yo y siempre yo soy el que llevo la batuta de mi vida, y en algunas ocasiones he dejado que dirijan los demás. Después me he quejado amargamente cuando el único responsable de los hechos he sido yo.

No esperes a mañana para llamar a tus amigos o a tu familia, para proponerles algo, para decirles que les quieres, para quedar con ellos y abrazarlos. Y si no lo haces por orgullo, por vanidad o por cualquier otra chorrada semejante, luego no te vengas quejando

lunes, 14 de marzo de 2011

A GUISA DE COMENTARIO

Pienso que puede ser que, tal vez, quizá, ¿quién sabe? la gente aprende de lo que lee, oye, ve. Estos son mis procedimientos de aprendizaje. Puede que haya otros, pero creo que estos son los fundamentales. Yo, al menos, he aprendido con estos procedimientos. He leído mucho, he visto mucho y he escuchado mucho. Y de todo lo que he visto, oído y leído, me he quedado con algunas piedras preciosas que atesoro, que me hacen vivir mejor, y que, frecuentemente, muestro a los demás con la sana intención de expandir esa sensación que yo siento de paz y felicidad cuando las saco de la caja de mis experiencias.

Mi sincretismo me ha proporcionado la satisfacción de recoger aquellas gemas más brillantes entre las que me han ido ofreciendo. Unas de aquí, otras de allá. Formando mi joyero particular que comparto con vosotros. Otra de las joyas que yo poseo y que quizá va en contra de mis intentos de enseñar, es: «Deja que la gente haga, piense o diga lo que quiera. Tú no eres su dueño, ni tienes porqué cambiar su manera de pensar, decir u obrar». No suelo ir por ahí aconsejando a la gente a no ser que se sienten en mis sillas de confidente, con lo que interpreto que vienen a mí para que intente mejorar su calidad de vida. Pero no encuentro mejor sistema para lograr el cielo en la tierra que sembrar semillas. Unas caerán en terreno pedregoso y se agostarán; otras caerán en el camino y se las comerán las aves; otras, por fin, caerán en terreno fértil y darán frutos. Y aunque quizá debería dejar que la gente llegue a ese recodo del camino desde el que se ve el paisaje de su vida por si mismas, intento que, por lo menos, sepan a dónde se encaminan, qué dificultades se encontrarán en la senda y la mejor forma de soslayarlas.




Y fiel a mi compulsión –prescindo de su utilidad– contesto a un artículo de Bárbara Alpuente que siempre me da pie para expresar mis pensamientos al respecto de lo que escribe en clave de pregunta.

Los actos de la vida, ya sean orales o físicos son, eso, actos. No son ni buenos ni malos. Con el nivel de conciencia que demostramos en un momento determinado, no podíamos hacer o decir más que aquello que se supone que está bien o mal. Todo depende de lo que pase después; si los resultados son buenos, miel sobre hojuelas; si los resultados son malos, aprendemos y, sobre todo y si es posible, rectificamos nuestra actuación reparando el entuerto y pidiendo perdón. Pero para hacer bien las cosas en esta vida, uno tiene que hacerlas con conciencia plena de lo que hace. No vale hacerlas por rutina o a sobaquillo; hay que hacer las cosas de la vida con conciencia y concentrados cien por cien en lo que hacemos. Esta es la ley. Cuando hacemos o decimos algo no podemos actuar por impulsos, a la ligera, o con la asquerosa rutina. Y, como dice mi chamán de cabecera: «Si no te gusta lo que haces, hazlo como si te gustara».

Con respecto a mis amigos, nunca me permito el lujo de aconsejarles si ellos no me lo piden. Me reservo mi opinión. E incluso, después de que me la piden, les pregunto si verdaderamente están preparados para recibirla. Nunca acepto las críticas de los demás como positivas ni negativas; solamente como vanidades estúpidas de aquellos que se creen superiores a los demás en algún aspecto. Sólo acepto de mis amigos la pregunta de por qué les he hecho daño. Y, por supuesto, les respondo con la verdad. La verdad es que no hago daño a nadie conscientemente. Es mi naturaleza. Igual que yo no aconsejo si no me lo piden, tampoco critico. Yo, más que nadie, sé cuándo hago las cosas bien. No tiene nadie que refregarme por la cara cuando las hago menos bien.

Una cosa es cómo te ves tú y otra muy diferente cómo te ven los demás. Pero yo no puedo gustarle a todo el mundo y con ese concepto tengo que vivir. Y como tengo un grave problema de autoridad, sólo admito órdenes del que yo considero que puede dármelas en orden a su sabiduría, perspicacia y autoridad demostradas. A los demás que les den por el culo.

Con respecto a la culpa, sólo te puedo decir que no existe. Así como lo oyes: La culpa no existe. Nadie es culpable de nada, ni aunque se declare confeso de los hechos delictivos que cometió, porque, con el nivel de conciencia de aquel momento y con su programación personal previa, lo que hizo era lo único que podía hacer. A lo hecho, pecho, que decía mi amigo Rogelio. Pero los hechos de la vida tienen indefectibles consecuencias y nuestra misión es reparar las consecuencias negativas que provocamos con nuestros actos. Eso es lo único que exige la ley. No te quedes con la culpa; simplemente repara el daño –si te es posible– y pide perdón.

La ‘culpa’, de hecho, no es tal. Aquí entronca con otro de tus conceptos: El error. No existen culpas, sólo existen errores de los que necesariamente estás obligado a aprender. El que comete un error, siempre debe sacar una conclusión. Primero, no ignorarlo; segundo, ser consciente de que había formas mejores de abordar el problema, y tercero, aprender sacando consecuencias prácticas.

Hace milenios que la humanidad está nadando contra corriente; metiéndose en todos los charcos del camino y tropezando siempre con las mismas piedras. Sólo algunos pocos privilegiados aprenden de las experiencias propias y ajenas y miran al pasado para no cometer los errores que sumieron a nuestros ancestros en la negrura de la noche. Eso es lo que intento con mis post, que la gente tome conciencia de que existen otras maneras de pensar, de vivir y de ver las cosas; y que el hombre se sentirá más libre cuando aprenda que la libertad no estriba en hacer cualquier cosa, sino en hacer cada vez menos cosas: vivir con menos, tener cada vez menos vicios, poseer cada vez menos, tener cada vez menos rabia, menos ira y mejor leche. Y por el contrario, gozar cada vez más de lo sencillo, de las pequeñas cosas que nos dejaron un tiempo de rosas, en un rincón, en un papel o en un cajón…y que nos hacen llorar cuando nadie nos ve.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...