lunes, 20 de agosto de 2012

VOLVER EN SEPTIEMBRE





«El cielo está raso y luminoso. De pronto comienza a aparecer gris por momentos; de gris pasa a pardo oscuro. De cuando en cuando aparece un relámpago seguido del enorme estruendo del trueno, que repite el eco en la distancia. Llueve intensamente. Me refugio hasta que escampa. Pasan las nubes y el cielo vuelve a estar claro. Ni las nubes, ni los truenos tienen la culpa de los sentimientos que han provocado. Ellos se limitan a existir y a cumplir con su papel en la historia. Pero allá, por encima de las nubes, el sol siempre está presente, deseando salir para iluminar tus días» (Tlatoani).

Después de una temporada en la que he tenido un obligado descanso mental, por mis circunstancias personales de trabajo y de reflexión sobre determinados aspectos de mi existencia,  vuelvo con renovados bríos a ponerme en contacto con vosotros, para transmitiros mis inquietudes.
En este periodo he hecho el vago, he sufrido, me he retomado, he decidido, he trabajado, me he cansado, he meditado, he practicado Chi Kung y Tai Chi, me he enfrentado con mis miedos, con mis fantasmas, y, una nueva vez, he comprobado que la solución para todos los problemas está en  el clásico, manido y rotundo “Vivir el momento”. Gracias a él y a que lo cogí en marcha cuando pasaba veloz a mi lado, puedo ahora ponerme a escribir y a contaros lo complicada que es la vida cuando la juzgamos y cuando la criticamos a través del pasado, o poniendo toda nuestra intención en el futuro. Si adoptamos la primera postura, lo vemos todo polarizado por lo que dijimos, por lo que sentimos, por lo que hicimos y por lo que juzgamos que debimos de hacer. Si pensamos en el futuro no comprendemos cómo vamos a poder soportar el dolor que nos producen los acontecimientos.

Durante una meditación me llegó, fresco y lozano, el concepto que todos debemos de conocer ante una situación demasiado difícil para ser vivida sin enfermar: “Esto lo programaste tú para vivir la experiencia y equilibrar la balanza del pasado”. Todos en nuestras vidas, actuamos de una u otra manera; aquí y ahora hablamos de estas cosas como actuar bien o mal. Y  en realidad, no hay nada ni bueno ni malo. Los actos tienen unas consecuencias; incluso aquellos que nos parecen buenos las tienen. Todos nuestros actos repercuten en nuestro entorno, a veces positivamente, a veces de una manera muy negativa.
Todo depende de los sentimientos. Lo que hagamos sentir y lo que yo sienta. Eso es lo único que me voy a llevar de este plano: lo que me hicieron sentir y lo que yo hice sentir a los demás. Y en consecuencia, los malos sentimientos los tendré que reparar y los buenos los volveré a gozar. Nada queda ocioso o cae en baldío, todo vuelve a vivirse para gozar de nuevo la situación o para reparar lo fallido. El abandono, el desamor, la traición, la ruina, no son malos, sólo producen una maraña de sentimientos que tenemos que desenredar antes de seguir viviendo. Y los personajes que los provocan, a veces son ajenos a la intención de causarlos. Sólo se les puede achacar un egoísmo muy humano, que podríamos haber tenido cualquiera y que no nos es ajeno.

Para completar el proceso y dulcificar las consecuencias, siempre debemos cerrar círculo, perdonar y olvidar lo malo y coleccionar lo bueno en el “álbum de los momentos sublimes”, para recordarlo de tiempo en tiempo y no olvidar lo agradecidos que estamos por haber podido vivir situaciones semejantes. ¡Qué bueno fue, cómo me hizo vibrar de emoción! ¡Cómo respondía el estómago a las situaciones llenándose de mariposas! ¡Cómo el amor, el respeto, el agradecimiento y el sentimiento de libertad se agolpaban en la salida, pugnando por ser los primeros en aflorar por la boca convertidos en frases de amor puro e intenso!
A veces es malo aferrarse a una idea y luchar por ella cuando los demás no la comparten. Es bueno aunar las fuerzas para agrandar las posibilidades, pero, ciertamente, las cosas no siempre pueden resultar favorables a nuestros deseos. No se consiguió pero siempre existirá el proyecto para repetirlo en otras circunstancias, cuando escampe y cuando los personajes sean más dúctiles a una idea, a una pretensión en común, sin trabas, sin justificaciones, con el alma por delante como loriga de defensa.

Si tiene solución, no te preocupes. Si no tiene solución, no te preocupes. Vive intensamente el momento y cuando llegue el día, en vez de odiar, ama con más fuerza y agradece a la persona todos aquellos sentimientos, que si no hubiera sido por ella jamás hubieras tenido. ¡Te amo, bellísima circunstancia! ¡Nunca te dejaré de agradecer los sentimientos que he guardado en mi álbum, para sacarlos en cualquier momento de agotamiento, de tedio o de bajón! LVU4E.




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