miércoles, 24 de abril de 2013

LAS OFERTAS






Todavía tengo la compulsión de asistir a reuniones a las que me invita el organizador. Si puedo aportar algo estoy satisfecho, si no, me limito a hacer lo que me sugieren sin estorbar a los demás. No obstante oigo, observo  y me doy cuenta de lo perdida que está la peña y lo que necesita una dirección precisa.

Hoy día, con la cantidad de ofertas que existen, la gente se vuelve ‘to loca’. Yo no sabría, a mis años y con la cantidad de cursos, prácticas y lecturas que llevo encima, por dónde empezar, con qué quedarme. La verdad es que unas resuenan dentro del corazón más que otras, pero hay tal cantidad que resulta complicado quedarse con algo.

Otro problema es la capacidad didáctica del ‘maestr@’. Detrás de cada maestro existe un ego desmesurado y una propensión a creer que el alumno ya sabe lo que él supone que debe de saber. Y la realidad es que el alumno sabe algunas cosas, pero no todas. Y si le lías de mala manera nunca llegará a saber nada concreto.

La gente busca varitas mágicas con las que sentirse iluminado inmediatamente; a la voz de “¡¡Yaaa!!”. Nada más lejos de la realidad. No existen varitas mágicas, ni pases de manos, ni energías que no requieran una total colaboración por parte del alumno, paciente, que requiere la ayuda. Cada uno debe de trabajarse sus manías, compulsiones, vicios, malos quereres, mal carácter, por medio de técnicas que mejoren la relación consigo mismo y, por consiguiente con los seres que les rodean. No existen fórmulas mágicas, sólo existe la voluntad de cada uno para mejorar el ego y lo aprendido.

Repito hasta la saciedad lo mucho que he hecho, lo mucho que he trabajado, las muchas manos que han sentido mi cuerpo, las muchas fórmulas esotéricas que han empleado con mi humilde persona, los muchos duros (moneda preeuropea integrada por cinco pesetas) que he invertido para que algunos “maestros” pudieran pagarse casa y sustento, y otros, veraneo en Marbella.
Voy a ser muy concreto y muy duro. De las mil técnicas que he aprendido, de los mil trucos que he llevado a cabo, de los mil libros que he leído, sólo me he quedado con algunos (pocos) conceptos, y con tres prácticas; dos de las cuales ejecuto muy frecuentemente y la tercera sólo a ratos y cuando me acuerdo.

Ahí van los conceptos:

1.- Vive el momento. El pasado ya pasó, no me puede afectar. El futuro no existe.
2.- Yo sufro porque los demás no se atienen a mi voluntad: No hacen, dicen o piensan como yo quiero y eso me enferma.
3.- El origen de los males del sujeto son los apegos (deseos sin cuya compleción yo no puedo ser feliz). Eliminados los apegos, eliminado el sufrimiento.
4.- Diferencia esencial entre daño y ofensa. El daño es un hecho que me acaece sin mi participación: Voy por la calle y me arrolla un ciclista por detrás. En la ofensa yo participo en un cincuenta por ciento porque me doy por ofendido.
5.- Las cosas que nos pasan en este mundo, buenas y menos buenas, responden exactamente a una programación previa que nosotros hemos llevado a cabo antes de recalar en este planeta llamado Tierra. Dios no participa en nuestros males. Él no es culpable de nada de lo que nos pasa. Somos nosotros los que hemos escrito previamente la novela de nuestra vida con sus luces y sus sombras, sus desastres y sus éxitos.
6.- Dios no nos va a juzgar en el momento de nuestro tránsito. Nosotros lo vamos a hacer, y, a fe mía, más duramente que la misericordia Divina lo haría.
7.- El cien por cien de las enfermedades son de origen psicosomático. Todas corresponden; están provocadas, por conflictos emocionales. Si pensamos mal, vivimos mal. Si pensamos bien, vivimos bien.
8.- Puesto que todo corresponde a una programación muy precisa, dejemos que la vida actúe, que pase lo que tenga que pasar. Si tiene solución, no te preocupes; si no tiene solución, no te preocupes. En todo caso, no te preocupes, ocúpate.
9.- Sé impecable en todo lo que hagas. Cuida tu trabajo, cuida tus objetos, cuida el medio ambiente, cuida a la gente que te rodea.
10.- No te preocupes por las cosas indefectibles. Si llueve da gracias, ponte zapatos de lluvia y abre el paraguas. Haz lo mismo con las cosas que se apartan de tu poder.
11.- Cuida tu cuerpo, no lo maltrates. Come sano, bebe suficiente agua, haz ejercicio, limpia tus filtros: Pulmones, hígado, riñones, con baños de sal, tisanas drenantes y alimentación vegetariana un día por semana.
12.- Créeme: Todas las enfermedades son de origen psicosomático, ya te lo he dicho antes. Por tanto cuida tus conflictos emocionales causantes de tus enfermedades, y no te fíes excesivamente del criterio de la medicina actual. Mis queridos colegas hacen lo que pueden, pero eso no es suficiente. Actualmente me resulta más fiable la homeopatía que la medicina tradicional. Y, concluyentemente, la mejor medicina preventiva es no pensar mal y no crearse conflictos emocionales.

He aquí las prácticas:

1.- Meditación Transcendental. (MT) Te ayuda a no pensar mal. La técnica es permanecer 20 minutos recitando un mantra, y si el pensamiento te lleva a abandonarlo y pensar otra cosa, asume que lo que tienes que hacer es abandonar tus pensamientos y, fácilmente, volver al mantra. En la vida diaria, si piensas mal, tomas conciencia de ello y te sumerges en el pensamiento positivo, acostumbrado a hacerlo a diario durante la MT.
2.- Tai Chi.- Es una meditación en movimiento. Si no estás en lo que estás, no te sale la serie, de manera que te obliga a estar pensando en lo que haces y en nada más. Esto mejora la mente, la limpia y deja que el cerebro lleve a cabo sus procesos de reparación orgánica.
3.- Rebirthing.- Respiración conectada y consciente. Oxigena todas las células orgánicas, limpia la mente y sana el cuerpo.
Esto es un resumen breve de mi filosofía y de mis prácticas. Durante muchos años me han ayudado a mantener mi equilibrio y mi salud. Puede haber otros cócteles, pero este es el mío y me ha funcionado. Y, por supuesto sus efectos están garantizados, o te devuelvo el dinero!!!!!!.


lunes, 1 de abril de 2013

NIÑOS CON AMOR




-     


-         - ¿Abuelo, tú eres feliz?
-        -  Pues…a veces. Unas veces más y otras menos; unas veces sí y otras no. ¿Por qué lo preguntas?
-        -  Por nada. ¡Es que yo soy completamente feliz!

Esto es una conversación corta entre un niño de cinco años y su abuelo. Después, el abuelo llamó a su hija (madre del niño) para contarle la feliz nueva: Montse, te llamo para decirte que tu hijo es “completamente feliz”.

Fenomenal que un niño de tan corta edad, no sólo haga esa pregunta tan madura, sino que se juzgue como ‘Completamente feliz’. Razones tiene. Sus padres nunca le chillan, siempre razonan con él antes de obligarle. Nunca le previenen de los peligros cuando no los hay, nunca le insultan. Un niño, en los tiempos que corren, en los que lo primero que le ocurre al padre es decir lindezas como: “Aparta de ahí que te pego un bofetón”. O: “Cállate, estúpido ¡Qué sabrás tú de esto!”…

¿Qué hacemos con los niños? ¿Qué estamos haciendo con ellos? Trabajamos todo el día para darles de comer y para pagarles el colegio y luego les maltratamos con chillidos, exabruptos, malas palabras o bofetadas ¿Por qué? ¿Vertemos nuestras frustraciones en los pobres críos, que no saben por dónde les vienen los tiros? ¿Por qué no contamos hasta cien antes de soltar el sopapo?

¿Qué hacemos con los críos? ¿Les dejamos que chillen, digan palabrotas e insulten a los mayores, y les reímos las gracias? ¿Queremos que luego, al ser mayores dejen de hacer lo que gratuitamente les hemos estado permitiendo? Parece que ambos párrafos son un contrasentido, pero no lo son en modo alguno. Nunca se debe corregir con la violencia y con los gritos, pero sí con normas, barreras y límites. Un crío no puede cometer un desafuero a menos que lo pague con la privación de lo que más le gusta: TV, consola, play o similares. Y debe de estar enterado que cualquier salida de tono tiene como consecuencia un castigo. Pero hemos de hacerle notar que no le castigamos nosotros sino él, que sabe, de antemano, a qué atenerse.

¿Qué hacemos privándoles del amor al que tienen derecho? Las normas, los límites y las barreras pueden ser tan amorosas como un abrazo, un beso o una frase de adulación merecida. Reprenderles con frases como: ¿Cómo tú, siendo tan bueno y tan inteligente, has podido cometer el error de pegar a tu hermano menor? O: ¡Has suspendido cuatro asignaturas esta evaluación! Fíjate lo mucho que puedes mejorar. Si te esfuerzas sólo un poco, con tu inteligencia puedes aprobarlas todas. Yo te ayudaré, no lo dudes…, es acostumbrarles a la reflexión y al amor. Cuando sean mayores nos lo agradecerán con creces y nos amarán igual que les hemos amado. Y, es más, ellos harán lo mismo con sus hijos.


sábado, 30 de marzo de 2013

ESOS LOCOS BAJITOS


ESOS LOCOS BAJITOS

…“Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma…”
Hablo de los “locos bajitos” de Serrat. Los niños a quien “debemos domesticar por su bien…”. A mí intentaron domesticarme y les salió el tiro por la culata. Al día de hoy estoy ligeramente asilvestrado. Eso sí, educado primorosamente, pero asilvestrado.

Yo fui uno de los que sufrieron moquetes y capones si, comiendo en la mesa, se me caían los libros que me ponían, uno debajo de  cada axila. Así nos acostumbraron a no separar los brazos del tronco, bajo ningún concepto, al cortar la carne y al llevar la cuchara a la boca.

Anatema para aquel que cortaba el huevo con cuchillo, o que ‘sopaba’ en la yema, blandita, líquida y amarillo naranja. Maldición para aquel que se ensuciaba las manos comiendo, abría la boca al masticar o se dejaba restos de comida en la comisura de los labios. Ante todo las ‘maneras’. “Si sabes comer correctamente”, me decían, “podrás comer en la mesa de un mendigo, pero también en la del Rey en persona” Así se expresaban mis mayores, y yo crecí frustrado y con paranoias cada vez que me ensuciaba las manos de cualquier pringue untuosa y sucia.

Anoche cenamos algo delicioso: Baguette recién tostada, untada generosamente de mayonesa. Encima de la salsa, rodajas de tomate pelado y aliñado con sal, crema de Módena y aceite de oliva virgen. Encima trozos de lechuga. Después unas lonchas de jamón serrano cortado en trocitos para evitar que al morder el ‘bocata’ se valla detrás toda la loncha y, como guinda preciosa del pastel, dos huevos fritos con su yema blandita, anaranjada, untuosa y chorreante. Cortamos los huevos para que encajaran con la forma del pan y luego tapamos aquella maravilla con el otro trozo de pan, lo empujamos hacia abajo y nos aprestamos a echarle el primer bocado.

El huevo se rompe dejando salir su yema, que resbala hacia abajo manchando en su recorrido el bocata, la mano, el plato, los labios y las mejillas. ¡Qué placer, tú! ¡El colmo! A medida que ibas mordiendo, se iba aplastando el resto de la yema y te seguía pringando los dedos, la boca, los labios y los carrillos. Nos mirábamos y echábamos una carcajada, con lo que la yema, el tomate, la mayonesa abundante, el jamón y la saliva resbalaban por la barbilla y goteaban en el plato.
El bocata se destrozaba, nosotros seguíamos poniéndonos perdidos y no parábamos de reír y de comer. Al acabar, estábamos asquerosos pero satisfechos. ¡Qué buen ejercicio de catarsis y de despedida de las frustraciones!



Nos pusimos como Pepe, ‘el hijo puta’. No paramos de reír y nos quedamos satisfechos y felices. Esta pequeña licencia está al alcance de cualquiera. Yo os la recomiendo y la haré, no tardando mucho, con mis nietos. ¡Qué placer ponerse lleno de yema de huevo, de aceite, de tomate, de mayonesa, de jamón…

viernes, 29 de marzo de 2013

BENDITO EGOISMO






- ¿Por qué me quieres tanto? ¿Por qué te ocupas tanto de mí? ¿Por qué me proteges? ¿Por qué me ayudas? ¿Por qué estás siempre ahí cuando te necesito?

- Déjame que lo piense. Definitivamente creo que por egoísmo.

- ¿Cómo por egoísmo?

- Sí. Desde que tengo uso de razón hago aquello que me gusta, fundamentalmente por sentir la satisfacción del trabajo bien hecho, del amor dado sin condiciones, de la ayuda desinteresada…Eso me satisface tanto; me llena tanto, que asumo que es por egoísmo personal. No por tu satisfacción, que por supuesto hay una parte en ello, sino por la mía. Me gusta más dar que recibir. El hacer un regalo es una gran satisfacción para mí, mucho más que desenvolver el paquete el día de mi cumple. Soy egoísta como todo el mundo.

Si estudio, si hago cursos, si medito, si practico la MT (Meditación Transcendental), si hago Tai Chi asiduamente, es para tener algo que dar a los demás. Si yo no tengo nada, si no tengo riqueza personal acumulada con trabajo, con esfuerzo y con tesón, no podré dar nada a los demás, y eso me privará de mi propia satisfacción. Soy egoísta al pensar en mí ante todo. Bendito egoísmo. Quiero tener para poder dar. Y no hablo de bienes materiales, de cosas físicas, de réditos…Hablo de buenas palabras, ejemplos, ayuda espiritual, apoyo en tus necesidades mentales.

Estas cosas no se consiguen con dinero, no hay oro suficiente en el mundo para pagar la ayuda espiritual, para inculcar a un amigo la filosofía adecuada para que viva mejor, para que se sienta más completo, para quitarse el complejo de culpa, para espantar el miedo. No hay dinero en el planeta que pueda pagar estas cosas. La felicidad no se consigue con dinero, no está en las cosas materiales, no está ahí fuera; está dentro de nosotros y en ningún otro lugar. Y eso se consigue a base de una especial manera de ver la vida, de una puntual filosofía que te ayude a llegar a entrar dentro de ti y vivir el momento.

Y esa filosofía se consigue con la ayuda de alguien o de algo: Una charla, un libro, un ejemplo, una película, un hecho…Y lo fundamental en ese hecho que encierre el cambio de tu vida es el amor y la satisfacción del que lo lleva a cabo.

El milagro es un acto de amor entre dos seres que trasciende el tiempo y el espacio.

Teresa tenía 8 años cuando oyó a sus padres que hablaban de su hermanito Andrés. Todo lo que supo era que su hermanito estaba muy enfermo y que no tenían dinero para la operación que podía curarle.

Teresa oyó decir a su padre: "Sólo un milagro puede salvar a Andrés".

Teresa fue a su habitación y contó cuidadosamente las monedas que había ahorrado. Se fue a la farmacia y le dijo al farmacéutico: "Mi hermano está muy enfermo y quiero comprar un milagro. ¿Cuánto cuesta un milagro?"
"Lo siento, pero aquí no vendemos milagros. No puedo ayudarte", le contestó.

El hermano del farmacéutico que estaba allí en aquel momento se agachó y le preguntó a la niña: "¿Qué clase de milagro necesita tu hermanito?"
No lo sé. Mi madre dice que necesita una operación y quiero pagarla con mi dinero.
"¿Cuánto dinero tienes?" le preguntó.
Tengo un dólar y cinco centavos.
Estupendo, qué coincidencia, sonrió el hombre, eso es exactamente lo que cuesta un milagro para los hermanitos.

Cogió el dinero de la niña y le dijo: "Llévame a tu casa. Veamos si tengo la clase de milagro que necesitas".

Ese hombre, el hermano del farmacéutico, era el Doctor Carltom Armstrong, un cirujano. Y operó al niño gratis.
"Esa operación, susurraba la madre, ha sido un verdadero milagro. Me pregunto cuánto habrá costado."

Teresa sonreía, ella sí sabía lo que había costado, un dólar y cinco centavos, más la fe de una niña.

Pero el verdadero milagro es la satisfacción del cirujano, que con su acto de amor, trascendió el tiempo y el espacio.


miércoles, 27 de marzo de 2013

YO DECIDO







¿Es malo no estar bien? ¿Qué es estar bien? ¿Qué es estar mal? ¿Cuándo me levanto estoy bien, o decido estar bien? ¿El bienestar va en el mismo paquete que despertarme y bostezar, o son cosas independientes? ¿En qué tanto por ciento influye mi decisión para estar bien o no?

Me despierto, me desperezo, miro la hora, veo por la ventana, otro día de lluvia, los campesinos están de enhorabuena. Me levanto, permito que mis cartílagos articulares crujan y chasquen, sobre todo los de mis rodillas, me doy cuenta de que tengo espalda porque empieza a delatar su presencia con una ligera dosis de dolor muscular; el cuello también me cruje. Me alegro porque todos estos síntomas denotan, inequívocamente, que estoy vivo.

¿Me encuentro bien? No tengo ninguna razón que me permita encontrarme mal, y si la tengo decido para bien. Decido que no me importen mis síntomas corporales del paso del tiempo, decido que es un día de lluvia maravilloso, entre otras cosas porque yo no puedo decidir  en contra, por lo tanto saldré a pasear con zapatos de lluvia y paraguas. No hay por qué preocuparse.

Decido no pensar mal y dar gracias a Dios por la lluvia, porque me acoge una casa, porque no tengo frío, porque estoy vivo, porque estoy rodeado de gente que me quiere y a quien quiero, que se ocupan de mí y que yo me ocupo de ellos. Porque sé hacer muchas cosas y las hago con amor, porque siento placer con todo lo que hago, porque procuro vivir el momento santo sin pensar en nada más, porque no quiero causar dolor a la gente, al menos deliberadamente. Decido ser feliz ¿Qué es la felicidad? No lo sé, pero decido saberlo y actuar como si fuera feliz, como si estuviera dichoso con lo que tengo, con lo que amo, con lo que me aman.

Decido quitar de mi mente todo el lastre negativo para dejar que fluyan los pensamientos de paz, tranquilidad, bondad y amor. Decido sonreír para excitar la producción de endorfinas. Yo decido todo lo que se instala en mi mente, tanto lo bueno como lo malo, y decido dejar que se instale solamente lo bueno, lo amoroso, lo placentero, lo que me deje buen sabor, buen olor, buenas vibraciones, buen carácter, buenas palabras.

¿Qué es bueno y qué es malo? Lo que yo decida al respecto. Y puedo decidir que una cosa mala sea buena y viceversa, mi estado de ánimo, mis sensaciones y que lo que oigo, veo y siento, todas las sensaciones físicas, mentales y espirituales, sean positivas y placenteras.
Yo decido todo esto y mucho más. Incluso ante una situación negativa puedo decidir meterme de lleno en ella, no criticarla y no juzgarla, con lo que pierde el 90% de su carga negativa. Yo decido todo eso y tú también.  


martes, 26 de marzo de 2013

EL DRAMA POR EL DRAMA

 
 
 
 
 

Nací y me crié en el seno de una familia católica, practicante, posiblemente en la época más rabiosamente conservadora de la historia de nuestra España contemporánea. Las iglesias se llenaban los domingos durante todas las misas, y programaban muchas, una cada media hora; las gentes comulgaban en masa y los cestos se llenaban, durante el evangelio, con donaciones voluntarias.

Los seminarios estaban llenos de aspirantes y siempre había un cura en el confesionario de todas las iglesias del país. Yo he llegado a confesarme a las 23:00 horas, y sé de quien avisaba al cura y bajaba de su casa a confesar a un pecador sin importarle la hora ni las circunstancias.

El catolicismo era una norma y se apartaba a los personajes que osaban blasfemar en público o atentar verbalmente contra la iglesia, sus ritos, sus dogmas o sus santos.

Las épocas de conmemoración cristiana se celebraban con intensidad, las Navidades estaban llenas de belenes conmemorativos del nacimiento de Cristo, y la Semana Santa rebosaba de pasos portadores de iconos recordatorios de la Pasión y muerte de Jesús. Las calles del recorrido estaban atestadas de personas que esperaban horas el paso de la Virgen Macarena o del Cristo de los gitanos en Sevilla, o de la imagen de Jesús de Medinaceli en Madrid. Siempre se oía a lo lejos la estela de una saeta que alguien desgarraba en honor de María o de Jesús. Yo asistía con fervor, y a veces con lágrimas en los ojos, a estas celebraciones.

Los años curten, donan experiencia al que los cumple, e inyectan sabiduría en vena. El cambio de físico y de ideas es inevitable y los deseos son que este cambio sea a mejor, más placentero, más gratificante y más sabio.

Ahora no comprendo el sentido que tiene conmemorar el dolor. ¿Por qué recordar el drama del Calvario y no la Transfiguración? ¿Por qué reproducir el dolor de la Madre transida y con el corazón atravesado por siete dagas, en vez del placer de alumbrar a su divino hijo? ¿Por qué conmemorar la muerte y no el nacimiento a una nueva vida?

Ahora no me gusta el dolor, cuando puedo lo evito; el dolor es indeseable e inútil en cualquier circunstancia. Uno de los mandatos médicos es procurar evitar el dolor que es mantenido sólo como orientador del diagnóstico, pero nada más. Yo hago ejercicios constantes por no instalarme en el pasado, y para no pensar en el futuro, y si el pasado puede evocar un dolor, inmediatamente me meto en mi interior y vivo intensamente el momento presente.

La Semana Santa te retrotrae indefectiblemente al pasado y al dolor. No me gusta. Me gusta el momento de la Transustanciación, los coros Gospel y la alegría de la celebración de una Misa Luba. No me agrada la seriedad encorsetada, el rito trasnochado y la vaciedad del mensaje de la Misa actual. No me gusta la Semana Santa, me evoca el pasado lejano henchido de drama y de dolor. No ayuda a nada, ni a la conversión, ni a la penitencia, ni a la mejora mental ni espiritual. No me gusta el drama, prefiero la alegría. No me gustan los cofrades, ocultas sus caras con el rigor de los capirotes; no me gustan los costaleros, hartos de vino y desencajada la cara por el esfuerzo. No me gustan las bandas de música, con sus lamentos y tañidos fúnebres.

Definitivamente, he cambiado de manera de pensar. Llevo mi catolicismo dentro de mí mismo y no lo exhibo ni detrás de un disfraz con capirote. Me rio y me divierto sin pensar en el pasado, los dramas antiguos yacen muertos dentro de mi mente.



miércoles, 20 de marzo de 2013

ACEPTACIÓN





La primera causa de sufrimiento del género humano, según la Ciencia Chamánica es: “Yo sufro porque la gente no se atiene a mi voluntad; no piensa, no dice, no hace lo que yo quiero y eso me perturba, a veces hasta la desesperación, la angustia y la no aceptación de la situación.

Es paradójico que mi felicidad sea la causa del dolor de otros; yo no lo quiero así, pero es la decisión de los demás que esto ocurra. Nunca renunciaré a mi felicidad y me dolerá que otros sufran por esta causa, pero lo consideraré injusto, sin ecuanimidad y desproporcionado.

La homosexualidad masculina y femenina es un hecho que hay que admitir, está en la calle, en nuestro bloque, en nuestro rellano, incluso en nuestra casa. Pero no sólo hay que aceptarlo de puertas para fuera, es imprescindible también hacerlo de puertas para dentro. Conozco familias ‘normales’ en cuyo seno existen individuos con tendencias homosexuales. Ellos intentan vivir  su tendencia sexual libremente, es su elección, se trata de una decisión a veces dolorosa, pero necesaria para su salud mental e imprescindible para su felicidad.

Pero si aceptan su homosexualidad, si la declaran públicamente, se van a encontrar con la oposición frontal de alguno o varios miembros de su familia. Saben que desde el día de la declaración, de la confesión, van a perder a su madre, a su padre, a algún hermano, a varios miembros o a todos. Sienten un gran dolor de perder a su madre, la aman tiernamente, no querrían ningún mal para ella, pero se la partiría el corazón en pedazos y estaría dispuesta a no acordarse más de su hija o de su hijo homosexual.

¿Por qué esta situación? ¿Qué induce a una madre o a un padre a no aceptar la tendencia sexual de sus hijos, o incluso la unión con una persona de otra raza, de otra religión o de otra tendencia política?

Es cuestión de educación unas veces, otras veces de vergüenza, otras de machismo, otras de estulticia y otras de frustración de sus mismas tendencias. En cualquier caso luchan contra sus propias convicciones e ideas que se contraponen con las de sus vástagos o que les hacen arrepentirse de no haber sido ellos, en su día los que confesaran sus tendencias.

La decisión es tuya. Tienes a tu hija ocultando sus tendencias por miedo a tu rechazo. Ella no es feliz, y, sin embargo tú has luchado toda tu vida para que tu hija sea dichosa y para que se sienta realizada, paradoja que no tiene explicación. Ahora tienes ocasión de demostrar tus ganas de que ella sea feliz, deja que viva su vida como ella ha decidido, igual que tú decidiste, hace años, vivir la tuya. ¿A qué esperas para abrazar las ideas de tu hijo a pesar de que no se adaptan a las tuyas? ¿Qué temes? ¿Al rechazo de la sociedad?

La sociedad es un ente sin alma. En cierta ocasión un compañero anestesiólogo, ya fallecido, emitió una frase que a mí se me quedó gravada a sangre y fuego, en cada uno de mis huesos: “Hacer algo por no contrariar a la sociedad es como querer lavar las fauces de un perro rabioso” ¿Qué importa lo que opine una sociedad que está alienada, confundida y acomodada a una serie de ideas, a una serie de normas y a una serie de tendencias, que la están llevando al caos?

Hace tiempo que me importa una higa lo que piense una sociedad estúpida, discriminatoria, machista, timorata, puritana, hipócrita y ciega. Mi felicidad no tiene que aceptarla nadie, sino yo mismo, y si para que yo sea feliz tengo que acatar, aceptar y alienarme con las normas, que les den mucho por el culo a las normas sociales.

Me gustaría que aceptaran mi tendencia sexual, mis decisiones o a mi pareja del mismo sexo, de otra raza,  otra religión o de otra edad no acorde con las ideas de esta sociedad de mierda. Pero al que no lo acepte, consideraré que tiene todos los derechos a hacerlo y desapareceré de su vida gris, monótona, triste y llena de frustraciones.

martes, 5 de febrero de 2013

Medicina holística.


Esta es la base de argumentación esgrimida por una persona formada, inteligente y con un cientifismo fuera de toda duda. Se trata de la medicina holística que, sin despreciar cualquier otro método, ayuda al organismo a luchar en contra de la enfermedad. Ya sabéis: Un día a la semana de dieta vegetariana, un baño a la semana con dos kilos de sal marina y un par de infusiones diarias con Té verde, alcachofera y tomillo.




viernes, 18 de enero de 2013

PORQUE TUVE HAMBRE Y ME DISTÉIS DE COMER…





Ayer fue un día instrumentado por los de arriba. Quisimos ver al padre Abad del Monasterio de San Isidro de Dueñas, y acabamos hablando con el Hermano Andrés, enfermero de la Abadía, antiguo amigo y gran servidor. Empezamos preguntando por la disponibilidad de La Trapa para darnos algo de leche y yogures para nuestros usuarios del Comedor Social; también le consultamos por la posibilidad de ofrecernos una comida al mes.

Acabamos extasiados y boquiabiertos con su sabiduría. Hijo de una familia media de Palencia, encontró en La Trapa la única razón de vivir, el único pozo que verdaderamente sacia la sed de amar. Nos habló desde lo más profundo de su alma y sentimos la nuestra en íntimo contacto con la suya. Las palabras brotaban de su boca como inspiradas, hablaba como teledirigido por un Ser Superior que estuviera comunicándose con nosotros por boca de Andrés.

No hay nada ahí fuera, dijo señalando el ámbito que nos rodeaba, lleno de paz y rebosando espiritualidad, todo está aquí dentro del pecho, en el alma. Ahí es donde reside la felicidad del ser humano. El mundo está lleno de fuegos artificiales, de oropeles, de representación y escayola que nos deforman la intención y el ánimo; que nos hace seguir sumisos los dictados de la sociedad de consumo: Compra, goza, diviértete…No está ahí la felicidad.

Él  ha encontrado el consuelo espiritual y la felicidad plena en sus hermanos ancianos, que demandan su ayuda, su compañía y su consuelo, y los cuida como a sus hijos. “Veo en cada uno de ellos a Jesús y eso me llena el alma de alegría, como una madre cuando ayuda a sus hijos a levantarse después de caer, o a abrocharse los botones, o a anudarse los cordones de los zapatos” “Los amos y ellos me aman” Se trata del Servicio con mayúsculas.

Le ha costado mucho trabajo y muchos sudores nutrir su espíritu para llegar a esa vida de servicio al prójimo; a Jesús de Nazaret en persona…Dice: “El tiempo que pierdes en afilar la segur, lo ganas luego en la siega” Es necesario un trabajo constante para afilar el hacha, pero eso redunda en la tala. Ahora está pleno de felicidad, la felicidad que brota como un manantial desde lo más profundo del alma y que sacia todas las aspiraciones del ser humano.

Hay gente que sirve por egolatría, hay gente que sirve por una recompensa, hay gente que sirve mandando, exigiendo, pedanteando. No se puede servir así. Hay que servir con alegría. Servir es, eso, servir, y el servicio no entiende de egos, de recompensas, ni de pedanterías. En la cocina pela y parte cebollas sin preguntarte nada más, sólo pela las cebollas y pártelas como te indique el responsable de la cocina. No discutas, acata y cumple.

…Porque tuve hambre y me disteis de comer…(Mateo 25.35) Sin preguntar quién era, ni de dónde venía, ni a dónde iba. Sólo me tendiste un trozo de tu pan para que yo lo tomara y saciara mi hambre.
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