miércoles, 10 de marzo de 2010

BACALAO A LA SKORTHALIA (Receta griega)







Ingredientes:


Un buen bacalao salado o desalado.
Para la pasta orly: 190 gr. de harina, 1 cucharada de aceite de oliva, 166 ml. de agua caliente, 1 clara de huevo,
Para la Skorthalia: 4 rebanadas de pan blanco sin corteza,  3 dientes de ajo,  83 gr. de almendras molidas sin tostar,  166 ml. de aceite de oliva, el zumo de 1 limón.

Elaboración de la skorthalia:
Verter el pan en un robot de cocina y triturarlo bien fino. Agregar al pan 4 cucharadas de agua fría y dejar en remojo durante 5’. Añadir el ajo, la sal y la almendra molida y triturar todo bien fino. Con el robot en marcha, dejar caer el aceite de oliva en un chorrito continuo, hasta que la mezcla se espese y este bien fina, verter el zumo de limón de misma manera que el aceite. Reservar (la textura es parecida a una mayonesa).

Pasta orly:
En un bol poner la harina tamizada (opcional lo de tamizar), la sal y la pimienta negra molida, rociar con una cucharada de aceite de oliva y agregar el agua caliente. Mientras batir la clara a punto de nieve y mezclarlo con la harina. Reposar 30’(opcional lo de dejar reposar la masa, es para un rebozado no bizcocho).

Una vez hecha la pasta orly sumergir los trozos de bacalao y freírlos en la sartén, a fuego moderado, hasta que el bacalao esté hecho por dentro y crujiente por fuera.

Servir con la salsa skorthalia

LOS ADELANTOS DE LOS HUMANOS


Hace mucho tiempo que en la familia no discutimos, expresamos libremente nuestras opiniones, no como un sistema de confrontación dialéctica, sino como una exhibición de maneras de pensar en un foro de donde se extraerán las más fructíferas para todos.

A esto hemos llegado después de intentar morder la yugular o meter un palo por el ojete del que disintiera de tus propuestas. Pero esto no creo que sea mérito nuestro; ha llegado como por encanto, como traído en volandas, y no hemos tenido más remedio que integrarlo ¿qué otra solución cabe a la bajada de una llamita desde lo alto, que se deposita suavemente sobre nuestra cabeza?

No es fácil; es, por el contrario, bastante jodido cambiar de manera de pensar y de actuar. Entre otras cosas, te quedas sin argumentos. Ya no te cabreas con los políticos, ni con los ladrones, ni con los bancarios. Tienes que cambiar el discurso para ser coherente con tu nueva manera de pensar. Decir cosas de acuerdo con tus nuevos parámetros de conciencia. Pero de esto no tiene la culpa nadie. Nosotros hemos deprecado al Altísimo, insistentemente, para que nos concediera la gracia de comprender. Y Él nos ha concedido la llamita del comienzo de la conciencia.

En esas estamos cuando se suscita una bonita polémica al hilo del estado actual de las cosas y de las conciencias. Los tres decíamos no entender cómo durante siglos y siglos, la gente no ha avanzado nada en su evolución espiritual. No negábamos los adelantos tecnológicos, que dicen a las claras un avance estratosférico en conocimientos científicos y cómo aplicarlos para el bienestar de la humanidad. Pero, paralelamente, esos avances técnicos, han sumido a la humanidad en la esclavitud de la tecnología, de la prisa, del tener lo último, de poseerlo mejor que el vecino, de la codicia, de la avaricia. En suma, la humanidad conocida no ha adelantado nada. Siguen existiendo los mismos pecados capitales que en la época de los Lémures: Avaricia, gula, lujuria, pereza, ira, envidia y soberbia. Y todo el mundo contemporáneo está impregnado de todas estas lindezas. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y, naturalmente, nadie la lanzó porque los lapidarios comprendieron la existencia del pecado más atroz dentro en ellos. Y no tenemos sólo uno, que podíamos haber sanados los otros seis, no, tenemos varios. Y el que más y el que menos, todos.




Y hablo de la época de los Lémures, anterior a la Atlántida, o posiblemente, en algún momento, coetánea. Así que, ahí es nada la pomada. Entonces hubo guerreros que entraron en un estado de iluminación que les convirtió en avatares, pero el resto, tan escoria como ahora. Los mismos vicios, las mismas compulsiones, las mismas atrocidades, la misma avaricia por tener.

Hablando con mi querida hermana, hace escasos minutos, ha salido la conversación de que lo que necesita la humanidad, en vez de tanto quejarse, es rendirse. Y la rendición no quiere decir: Espera que te voy a poner la yugular para que la secciones de un tajo certero con tu gladius. No, se trata de hacer impecablemente la obligación de cada día, y lo demás dejarlo en manos del Gran Arquitecto. Estoy harto de decirlo, el caso no es aferrarse a lo que tengo, no lo vaya a perder. El asunto es dejar que la vida fluya, sin empeñarse en ponerla diques y levantar barreras. “Yo hago lo que sé y lo que puedo; lo demás está en manos de Dios”, que decía el conductor del Rhishka de Nueva Delhi. Si tengo, a por más; si no tengo, a intentar tenerlo a costa de lo que sea. Si no estoy arriba, a escalar peldaños aunque sea a costa de pisar cabezas; si estoy arriba, a pisar más cabezas para sostenerme. Abandónate, sé flexible como las ramas jóvenes, para que los malos vientos no te tronchen. Y vive la vida despreocupadamente.

Hay una lección del Un Curso de Milagros (Fondation for Inner Peace), que he repetido a mis alumnos hasta la saciedad. Su enunciado es Descanso en Dios. Es la lección 109 del Libro de Ejercicios,  y su contenido parcial es el siguiente:



“Descanso en Dios.” Este pensamiento te brindará el descanso y el sosiego, la paz y la quietud, así como la seguridad y felicidad que buscas. “Descanso en Dios.”Este pensamiento tiene el poder de despertar la verdad durmiente en ti que posees la visión que ve más allá de las apariencias hasta esa misma verdad en todo el mundo y en todo lo que existe. He aquí el fin del sufrimiento para el mundo entero y para todo aquel que jamás haya venido o haya de venir para estar aquí por algún tiempo. He aquí el pensamiento mediante el cual el hijo de Dios nace de nuevo para reconocerse a sí mismo.
Hoy descansas en la paz de Dios, tranquilo y sin miedo. Cada uno de tus hermanos viene a descansar y a ofrecerte a ti su descanso. Descansamos juntos aquí, pues así es como su descanso es total, y lo que hoy damos ya lo hemos recibido. El tiempo no es el guardián de lo que damos hoy. Damos a los que aún no han nacido y a los que ya partieron, a todo Pensamiento de Dios, y a la Mete en la que estos Pensamientos nacieron y en donde descansan. Y les recordamos su lugar de descanso cada vez que nos decimos a nosotros mismos: “Descanso en Dios”.

martes, 9 de marzo de 2010

OTRA SECUELA DE VIVIR EN LA PUÑETERA MENTE



El artículo precedente, El tonto útil, constituye una secuela de la enfermedad vivir a ciegas durante tanto tiempo. Luego, la tontería, deja achaques y ajes que tienes que soportar hasta el final. A no ser que seas consciente de lo que hay, y entonces desaparecen como por arte de magia. Yo me lo voy a permitir para no caer en el complejo de culpa, que también está relacionado con la vida anterior. Y, de todas formas, una enfermedad de varias decenas de años vividos en la penuria mental, da para mucho y para muy poco. Para mucho, reforzando las posturas, ideas y compulsiones de siempre. Y para muy poco, cuando te planteas vivir una vida nueva, despojado de las ideas antañonas y obsolescentes de haber vivido en el pensamiento.




El pensamiento me ha llevado a lo que actualmente soy, por dentro y por fuera, en el plano físico. Todas mis células han respondido a mis pensamientos; se han adaptado a ellos a lo largo de muchos años de existencia y de permanencia en mis ideas. Reconozco que he vivido en mis conceptos. Mi vida han sido mis pensamientos; he vivido en función de ellos. Ellos me han atemorizado, me han encadenado y me han sojuzgado. Yo no he sido, yo mismo, he sido mis pensamientos. He existido, he comido, he soñado, he amado y he sufrido en mis pensamientos. Ellos han sido mi ego durante demasiados años. Ahora está pugnando por recuperar su poder omnímodo; por escarnecerme nuevamente en su ecúleo de tormento. Soy consciente de ello y de lo poco fácil que es vivir en otra parte en vez de en el pensamiento. Vivir el momento, la circunstancia, el día a día, el instante santo. Sin ninguna otra consideración; sin ningún temor, sin futuro, sin pasado, sólo un presente continuo y eterno. Sólo eso: El presente espléndido vivido intensamente, con pasión, con ganas, a tope.




En los momentos de lucidez, de vivir en el eterno presente, me doy cuenta de las patrañas de la gente, de los dramas que organizan, de los juicios de valor absolutamente equivocados, de los odios que genera la envidia, el miedo a un futuro siempre incierto, comprometido, estremecedor. De las ideas, siempre erradas, sobre lo que piensan que va a venir; sobre lo que quieren que venga; sobre lo que no quieren que se vaya; sobre lo que piensan que es su cuerpo; sobre lo que piensan que es su cerebro, su cabeza, su intelecto, su vida y su muerte. Todo ficticio, irreal, nimio, vacuo, intranscendente. Nada.

¿Realmente alguien habrá vivido durante algún tiempo en el presente absoluto, único, tajante, completo? Aquellos que crearon doctrina, sentaron cátedra, nacieron y murieron cuando quisieron, e intentaron trasmitir su idea para mejor existencia del hombre en la tierra. Ellos vivieron el instante santo y lo dijeron, y lo proclamaron, e intentaron que todos vivieran con y como ellos. Ninguno les comprendió. Jesús lucho por que la gente de buena voluntad que le rodeaba, aprendiera algo de lo que el practicaba. Todos han tenido que volver a este plano durante cientos de encarnaciones, que no les han ayudado a aprender el secreto del momento santo. Ahora están todos aquí, encarnados en este plano por elección de cada cual y en conjunto, para intentar cerrar círculo, sanar situaciones y aprender la necesidad perentoria de vivir el momento santo con todo el alma y con todo el corazón. Sin pensar en el pasado, que ya pasó, no me puede afectar. Ni en el futuro, que no existe; lo hacemos momento a momento. Es portentoso que se tarde tanto tiempo en aprender una cosa, tan aparentemente sencilla, como es el vivir intensamente cada momento. Que el pensamiento, donde todos hemos vivido durante tantos siglos, no nos ha enseñado absolutamente nada. Y que aquel que atrapa al vuelo la clave de la existencia del hombre en este plano, para no volver, vive plenamente, sin miedo y es capaz de transmitir paz y sabiduría a los demás.


lunes, 8 de marzo de 2010

EL TONTO ÚTIL


España está jodida. No va a estarlo, está ya. Esto pasa por dejar que irresponsables asuman las competencias del poder. Y con el poder no se juega. Pero tengo que conceder a estos imprudentes,  la calidad de haber dado todos los pasos para convertir a España en un estercolero. Todavía me pregunto con qué fin. Y este extremo no lo tengo muy claro. Las cosas que hacemos siempre tienen su principio en una idea; y siempre la pretensión inicial se apoya en una mejora para mí o para los demás, o, en caso de manifiesto sadismo, en un daño para el prójimo. Hacer las cosas por hacer no existe; no tiene fundamento.






Eso lo haría el que asó la manteca, pero ninguno más. El que asó la manteca se murió, afortunadamente, sin descendencia. ¿Qué aviesas intenciones demuestra el presidente del gobierno (para mí no tiene categoría, ni presidente, ni gobierno, para escribirlo con mayúscula), para convertir a España en un reino de taifas, con la juventud inculta y podrida, con permiso para drogarse, copular, emborracharse, robar, matar, amancebarse con congéneres del mismo sexo, casarse con ellos/as, abortar por la jeta, zarandear a los padres en la mayor impunidad, tratar a los mayores con una falta de respeto atroz; para permitir delitos de sangre, terrorismo, asaltos, robos, tropelías, dolos políticos, fractura económica, malversación de fondos públicos, exhumación de cadáveres, retirada de símbolos religiosos, dictadura judicial…? ¡Me aburro de contar la cantidad de burradas que está cometiendo este presidente infecto; por no sacar a la luz la inmensa cobardía en su política exterior! Pero vuelvo a la pregunta ¿Qué pretende este analfabeto funcional? ¿Un bien para sí mismo? El mayor bien para uno mismo es la satisfacción de los que te rodean y la anuencia de la mayoría mayoritaria. Bien digo: Mayoría mayoritaria; para distinguir, entre un plebiscito al que acuden el 25% de la población censada, con capacidad para votar, y de este 25% se consigue más de un 50% para hacerse con el poder. Los números son tozudos en su demostración: En un país de 50 millones de habitantes, de los que el 60% pueden votar. Es decir 30 millones, votan el 25%, es decir 15 millones. Y de esos 15 millones de votantes, se decantan por uno de los partidos en liza, el 50%, es decir: 7 ½ millones. La cuenta de la vieja nos indica que se han inclinado por el partido que va a gobernar el 15% de la población. ¿Y el 15% de una población puede decidir quién debe de gobernar? Esta es la mayoría minoritaria. Yo llamo mayoría mayoritaria a que vote al partido que tiene que gobernar, una mayoría del global de los ciudadanos con capacidad para decidir en las urnas. Es decir, en una población de 44 millones de los que tienen capacidad de decidir, según la oficina del censo, 33.989.059, debían decidir los destinos de la patria, al menos 16.994.531.

Pero el caso es que yo todavía no sé qué pretende este tardo de ideas con sus manejos. A no ser que no pretenda nada, sólo que le bailen el agua. A no ser que pretenda acabar con la civilización occidental, con las cruzadas, con los Reyes Católicos, con la Cruzada de Liberación Nacional, con la democracia, con los Estados Unidos, con la evolución de las especies y con la Física Cuántica. Pero nunca se paran los acontecimientos. Unas veces estás arriba y otras abajo, y unas veces estás en positivo y otras en negativo.




En un viaje a Nueva Zelanda, le pregunté a un hombre santo de los Maoríes… ¿Es verdad, que en el año 1954, los Maoríes se comieron a un fotógrafo inglés? ¿Ustedes eran caníbales? Su respuesta sólo fue: “Estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado…”  A lo mejor el presidente se encuentra un día en el lugar equivocado, en el momento equivocado ¿Quién sabe? ¿Y qué se llevará en el féretro?



Antes de morir, Carlo Magno pidió: “Cuándo me lleven a enterrar, que caminen los sacerdotes delante para que todos sepan que ni Dios pudo salvarme de la muerte. Que vayan tirando monedas de oro y joyas, para que sepan que no me llevé mis riquezas. Que mis brazos cuelguen fuera del ataúd, para que todos vean que me voy con las manos vacías… ¿Qué me llevo entonces? Ni conquistas, ni gloria, ni riqueza, sólo mis historias…”

Es triste para una persona, largarse de este planeta con la mochila llena de esperpentos, atrocidades e historias. Pero tendrá que ser así.
Aquí cada cual ha venido para llevar a cabo una historia, y no todos cumplen rigurosamente con su papel. Hay quien se salta un párrafo, hay quien mete morcillas, y hay quien se olvida del guión y sale por peteneras. De lo que no estoy seguro, la verdad, es de si todo está escrito. Y entonces da igual, porque, te pongas como te pongas, la pieza encajará en el sitio más insospechado. Porque, ni un solo copo de nieve cae en un sitio que no le corresponda.

La única manera de sobrellevar este estado de cosas, es tomar distancia y observar la vida que nos ha tocado , con los ojos del que está de vuelta de todo; del que ha comprendido que, por mucho que te empeñes, las cosas van a seguir su curso.  Yo, como aquel porteador de Nueva Delhi, digo a grandes voces: “Yo hago las cosas como sé. Lo demás está en manos de Dios”. Da tu mejor versión a todo el que te rodea y no pienses…ni siquiera en Zapatero.


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