viernes, 4 de marzo de 2011

FUMET



He aquí, en mi día culinario, una receta que no por sabida es menos ignorada. Se trata del Fumet de pescado, que se puede emplear para elaborar una sopita riquísima o para hacer un arroz fenomenal.

FUMET:

Caldo que se prepara con los restos del pescado blanco: espinas, cabezas; y cáscaras de mariscos, y se utiliza para cocer en él otros alimentos, como arroz o como base de sopas, etc.

Como veis todo esto es muy genérico en la definición y, como genérico, susceptible de mil variantes. Está bien entendido que puede hacerse con los despojos de cualquier pescado, pero aquí no se habla nada de las verduras que lo acompañan en la cocción. Y, entre ellas podemos añadir perejil, apio, cebolla, ajo, laurel, tomate, cebolleta, verde de puerro, nabo, eneldo, pimentón y sal, amén de pimienta en grano y otras especias…
Lo fundamental es echar 4 cucharadas de aceite de oliva en una cazuela y rehogar la cebolla y el resto de las verduras, menos el perejil. Y una vez pochadas añadimos el pescado y los mariscos (restos y cáscaras) y también los rehogamos. Después añadimos el agua y dejamos que hierva entre media hora y tres cuartos.

Otra técnica consiste en rehogar las verduras y después añadir el agua y luego los restos de pescado y cáscaras de mariscos desde frío.
En general existen dos tipos de cocinado:

COCINADO POR CONCENTRACIÓN: Cocinar los géneros desde caliente, para que los elementos nutritivos (jugos) de la pieza queden en el interior sin mezclarse, en lo posible, con el medio que se está utilizando.

COCINADO POR EXPANSIÓN: Cocinar los géneros desde frío, para que los elementos nutritivos (jugos) de la pieza, salgan al exterior y se mezclen, en lo posible, con el medio que se está utilizando.

Como nuestro deseo es que los jugos del pescado y las cáscaras enriquezcan el líquido de cocción, tendremos que utilizar el cocinado por expansión, que, como habéis leído, consiste en cocinar desde frío.
Una vez cocido, colamos, desmenuzamos aquellas partes de pescado que son aprovechables para añadírselas al caldo. Añadimos unos calamares, unas gambas, un poquito de rape o de mero, rectificamos, añadimos un chorrito de jerez seco y para acabarlo de bordar, una cucharada de mayonesa.
Como habremos hecho mucha cantidad, el caldo que sobre lo congelamos para futuras intervenciones. En la nevera dura un máximo de tres días sin estropearse.

jueves, 3 de marzo de 2011

Pablo Alboran - Solamente Tu

«SOLAMENTE TÚ»

Fiel a mi intención de ofreceros los restos de belleza que hay en este mundo, aquí tenéis un regalo. Es lo más parecido al amor que he oído ultimamente, y si yo fuera una mujer –que es evidente que no lo soy–, me encantaría que me cantaran esta canción al oído.


LA CRISIS

Ha ocurrido. Ya está aquí presente, y nadie lo puede evitar. No podemos buscar culpables –si los hay, no pueden hacer nada por remediar la situación–, ni las causas que han provocado el desastre (¿desastre?). El caso es que estamos viviendo inmersos en él, y lo que es peor, no ha hecho más que empezar. A partir de este momento ya no valen los lamentos, lo que puede paliar la situación de manera individual es cómo cada uno encajamos la nueva vida que nos espera y que no se parecerá en nada a la vivida hace tres años o cuatro.

El régimen de vida de la media de los españoles, era tener una casa en propiedad, con la hipoteca pagada o a medio pagar; poseer una segunda vivienda para el verano; un par de automóviles; llevar a los niños a un colegio privado, a clases de karate, música, idiomas y manualidades; tener una mujer de servicio que ayudase en las labores domésticas más duras: lavar, planchar, limpiar, cocinar…Salir a cenar con la pandilla de amigos por lo menos una vez por semana (Habitualmente los viernes), y otro día, u otro par de ellos acudir a un espectáculo o a ver una película. Una vez al mes comprar algún capricho; algún trapito, un bolso, unos zapatos, un nuevo libro para la biblioteca, un deuvede; cambiar de automóvil cada dos o tres años; un viaje al mes de fin de semana a un spa o a la montaña; los cumpleaños y aniversarios un buen regalo pagado con la VISA (que parece que no se gasta); y tener toda clase de aparatos electrónicos en la casa; una TV de pantalla plana en el salón y posiblemente otra en cada dormitorio; un ordenador por cada miembro de la familia y un equipo de música en el salón, en la cocina y en la salita de estar…




Olvidémonos de todo esto. Poco a poco, se irán deteriorando los aparatos y no tendremos dinero para comprar otros nuevos. Las industrias que viven a costa de los gastos de los españoles de clase media, irán aguantando a duras penas hasta que caigan por su peso; los supermercados cerrarán por falta de abastecimientos. Los huertanos no podrán vivir con los precios ínfimos que permiten el enriquecimiento de los intermediarios, e intentarán vender sus productos directamente en plazas y mercados. Los fabricantes de electrodomésticos cerrarán y mandarán a los obreros al paro. Aumentarán exponencialmente las necesidades vitales de la gente. Ya nadie pensará en veranear, ni en ir al cine, ni en comprar un capricho, ni en ir a cenar a un restaurante un día por semana…

Parece catastrofista, pero es lo que nos espera y para lo que tenemos que prepararnos mentalmente. La marcha de los acontecimientos es testaruda y sigue su camino hacia lo indefectible; hacia aquello que han querido negar, pero que es tan evidente que ya no se puede ocultar. Ya ningún régimen político podrá parar el desastre, ni el aumento de parados, ni la caída de la bolsa, ni el progresivo enriquecimiento de los bancos a costa del gobierno, que tiene mucho que ocultar con respecto a su financiación ilegal.

Pasarán muchos años antes de que la situación vuelva a ser, ni mucho menos como antes, pero sí mejor que ahora. Pasará mucho tiempo hasta que se restañen las heridas provocadas en el tejido económico de este país de sinvergüenzas. Lloverá mucho antes de que la gente se convenza de que la democracia en España es la peor forma de gobierno. Pero es lo que hay. Y ¿A qué viene todo este luctuoso y calamitoso preámbulo? Viene a cuento de que la gente va a tener que cambiar su manera de pensar, sus costumbres, sus comodidades y su deprecio a las cosas sencillas. Va a tener que perder el miedo a desengancharse de lo que hasta ahora era lo normal, y se va a tener que sumergir en el día a día. Hacerse cargo de sí mismo y de su interior. Vivir el momento puro y duro; gozar del amor y de la consideración de los amigos; hacer reuniones simplemente para charlar, oír música o transmitirse ideas en vez de ir de comilona a un restaurante, ahorrar los recursos que tenemos a nuestro alcance y que antes ni pensábamos en restringir: agua, luz, gas…




En mi época había artesanas que se dedicaban a volver los cuellos y los puños de las camisas desgastados por el roce del uso. Había sastres que arreglaban los abrigos de los mayores para que los pudieran utilizar los pequeños; la ropa del hermano mayor la usaban los que venían detrás; se echaban miles de medias suelas a los zapatos y se arreglaban las cacerolas y los paraguas… En fin, todo esto no hacía que la gente fuera infeliz, sino todo lo contrario. Antiguamente se oía cantar a las amas de casa por los patios de vecindad donde los vareadores oxigenaban la lana de los colchones de la vecindad. La alegría se fue cuando obligaron a la gente a hacerse propietaria de una vivienda y tener que pagar una hipoteca todos los meses, en detrimento de la seguridad y de la tranquilidad.

Os prevengo que todo esto no es malo. Si volviera, habría que encajarlo con agrado y no con ira. Es lo que hay, y todo lo que antes nos resultaba imprescindible, ahora nos daremos cuenta de que no nos hace falta; nos sobra. Seremos más felices que antes de la crisis y cada duro se irá a su verdadero bolsillo y cada hijo se irá con su verdadero padre. Y quizá no habrá tanto desahogado que viva a costa de los demás.

Primer mandamiento: Vivir la circunstancia sin criticarla, sin juzgarla y sumergiéndonos en ella sin reservas, para ver qué nos enseña.

Segundo mandamiento: Ahorrar recursos: Agua, luz, gas, gasolina, comida.

Empezar a enumerar las pequeñas cosas que nos gustan mucho, pero estaban ahogadas por otras de relumbrón.

No os preocupéis porque, al olor de la crisis, nacerán como las setas reparadores de todo. Desde las bombillas de bajo consumo, hasta los ordenatas, pasando por los circuitos impresos y demás maravillas que llenan los aparatos electrónicos que utilizamos constantemente.

miércoles, 2 de marzo de 2011

EL MIEDO SEGÚN LA FILOSOFÍA ZEN

"Si tienes miedo, tienes miedo ¿por qué hacer de ello un problema? Sabes que tienes miedo igual que sabes que tienes dos manos. ¿Por qué hacer de ello un problema? (...) El miedo está ahí: acéptalo, hazte consciente de él. ¿Qué ocurrirá? Súbitamente sentirás que ha desaparecido. Y eso es la alquimia interior: los problemas desaparecen cuando se los acepta, y se vuelven cada vez más complejos si se crea un conflicto respecto de ellos. Si el sufrimiento está ahí y súbitamente llega el miedo, acéptalo. Está ahí y nada se puede hacer al respecto, no creas que estoy hablándote de pesimismo. Cuando te digo que nada se puede hacer al respecto, te estoy dando la clave para resolverlo. El sufrimiento está ahí; es parte de la vida y parte del crecimiento; no tiene nada de malo. El sufrimiento se vuelve maligno sólo cuando uno sufre y no se saca nada del sufrimiento.




(...) Todos somos cobardes. Las personas que se llaman valientes sólo muestran una fachada. En lo profundo son tan cobardes como todos los demás; mejor dicho, más cobardes. Sólo que para ocultar su cobardía han creado una fachada de valentía que los rodea, y a veces actúan de modo que todos sepan que son valientes. Pero su valentía no es más que una pantalla. ¿Cómo podría ser valiente el hombre, si el hombre no es más que una hoja al viento?. ¿Cómo no va a temblar esa hoja? (...) Pero la sociedad ha creado problemas con todo y se lo ha transmitido a todos sus miembros.

Si un niño tiene miedo a la oscuridad le decimos: "No tengas miedo, no pasa nada, sé valiente". ¿Por qué? El niño es un inocente, es natural que le tema a la oscuridad. Pero con nuestra recomendación, se esfuerza en no tener miedo y se pone ansioso; todo su ser quiere temblar pero él trata de reprimirlo. Soporta la oscuridad, pero en tensión (...) Si hubiera atravesado la oscuridad temblando, llorando y gimiendo, sin ninguna de nuestras recomendaciones, se hubiese dado cuenta de que no había nada que temer. Cuando uno se reprime nunca experimenta las cosas en su totalidad, nunca gana nada con ellas." (Osho, Un pájaro al viento)




Tenemos miedo a la muerte, miedo a cualquier cambio, miedo a la pérdida, al dolor, a la enfermedad, al sufrimiento, miedo a la soledad, a la vejez, al deterioro, a nuestras limitaciones, a que no nos acepten los demás, a no ser suficientes, miedo al fracaso, a morirnos de hambre, a defraudar al compañero…Tenemos muchos miedos en el talego. Pero a mí me enseñaron que hay que vaciar el talego; que no hay nada qué temer. Al fin y al cabo, yo me he puesto las situaciones que necesito para crecer, incluso las que producen pavor. Sólo tengo que ser consciente de ello y tratar de aprender con una actitud positiva y una reacción coherente.

Somos divinos envuelto en un papel de humanos, y alguna vez debemos desenvolver a nuestro ser y dejarle libre. Él no tiene miedo; es el que nos protege de las acechanzas del humano. Si le pelamos una vez al día haciéndonos conscientes de que lo tenemos dentro, aprenderemos que hay que tener miedo sólo a una cosa: a tener miedo. (Miguel Ángel Labra (Reflexiones)).

lunes, 28 de febrero de 2011

LA MEDITADA REFLEXIÓN DE LAS COSAS DE CADA DÍA.

Yo pienso que la suerte no existe. Que como enuncio: «La suerte es la meditada reflexión de las cosas de cada día». Pero es para pensar que el que mueve los hilos la reparte al azar y le toca al menos indicado, al que menos se la merece, al tonto de la banda, o al baguete de turno.

No es lo que yo pienso, pero sería para pensarlo. Un claro ejemplo que te lleva a creer que tu vida está determinada por la suerte es una película dirigida por Boody Allen, estrenada en Mayo de 2005 en Cannes y cuya trama es la siguiente:




Chris Wilton (Jonathan Rhys-Meyers) es un joven tenista profesional retirado de origen irlandés, que encuentra trabajo como profesor de tenis en un club frecuentado por familias adineradas. Allí conoce a un tenista aficionado de similar edad, Tom Hewett (Matthew Goode), con quien traba amistad. Tom Hewett introduce a Chris en la vida de los millonarios de Londres, y así, el ambicioso Chris, conoce a Chloe Hewett (Emily Mortimer) la hermana de Tom. Igualmente conoce a Nola Rice (Scarlett Johansson) una actriz estadounidense que había estado saliendo con Tom. Chris logra ganar la confianza de la familia Hewett y se hace novio de Chloe, lo cual le permite integrarse por completo en el ambiente de riqueza y lujo que por mucho tiempo ha ansiado poseer. No obstante, Chris y Nola Rice (quien carece del dinero e influencias de Chloe Hewett) inician simultáneamente un furtivo romance. El azar, la ambición, el sexo y la pasión guiarán las acciones de Chris Wilton. Y hasta aquí puedo leer sin miedo a desvelar el final del suspense. El caso es que todo el argumento tiene un desenlace regido solamente porque una pelota de tenis que choca en la red, en vez de caer en campo contrario, cae en el propio dando al traste con todas las ilusiones de impunidad del personaje. Fijaros, solamente porque la pelota al chocar contra la red, en una muy incierta pirueta, quizás regida por la buena o la mala suerte dejada caer por el que mueve los hilos, cae en el campo propio.

Desde luego es para pensar que hay gente con estrella. Pero, no. En realidad lo que parece suerte o estrella es, ni más ni menos, que una programación previa elaborada por nosotros para que las cosas coincidan con nuestras necesidades de aprendizaje. De tal manera que la pelota de tenis, al chocar con la parte superior de la red, coincida con una leve ráfaga de aire que la haga caer en campo propio decantando la historia a favor del protagonista.




Las cosas son como tienen que ser, a pesar de que nosotros nos empeñemos en demostrar que no son así. Soy un vivo ejemplo de la mala suerte que la gente denomina a lo que a mí me pasa. Algunos me etiquetarán como gafe. La realidad es que he tenido mucha suerte de que me hayan dejado aprender con todo aquello que me he programado que, aunque para algunos sea mala chorra, para mí es una bendición.

«Pobre de aquel al que no le pasen cosas en esta vida, porque no tendrá ocasión de aprender» (Miguel Ángel Labra). La suerte no es la metida reflexión de las cosas de cada día. Muy al contrario es la muy elaborada programación que nos permitirá aprender.

Una última reflexión. Para aprender de las cosas negativas debemos ser conscientes de su origen y luego, una vez acaecidas, «lo importante no es el hecho que nos hemos programado, sino nuestra reacción ante él» (Miguel Ángel Labra. Filósofo).

LA DESCOCOCIDA EN EL TREN

A mi vuelta en tren de mi viaje a Madrid, me tocó al lado de una mujer joven que no paró de hablar por teléfono. Aparte del saludo inicial, ninguno de los dos nos transmitimos hasta la despedida final. Sólo saqué de dentro una cachondada que fue objetos de risas para ella. A la salida de Valladolid, se puso en marcha la megafonía y se oyó alto y claro:

- «Próxima parada: ¡Albacete!

Al que pillara dormido le daría el susto de su vida. ¡Madre mía! ¿Dónde estoy?. Pero yo, después de reírme unos segundos me dirigí a mi compañera de viaje y la dije:

- ¡Qué interesante! Compraremos una navaja…

La que no paraba de hablar por el móvil, me miró, sonrió y siguió hablando por el móvil.

Eso me hizo pensar en lo aislados que vivimos, sin pensar en la necesidad que tenemos de unirnos en familias, clanes, sistemas o pueblos. El no hablar con nadie que no nos haya sido presentado previamente, es un mecanismo de defensa que podía funcionar en siglos pasados, caminando de noche por un monte. Pero en un país, dentro de un tren, uno al lado del otro, siempre procurando que tu postura no sobrepase el límite del asiento, para no rozar al vecino…




Yo creo que en los tiempos que corremos, cualquier mujer adolescente es muy capaz de defenderse de una agresión verbal, con la palabra o pidiendo auxilio de los demás. Por último siempre hay personal de seguridad que puede intervenir.

Cuando hablo con alguna mujer de las timoratas que no hablan con los hombres, ni quieren salir con ellos a tomar un café, ni aceptan ni siquiera una lisonja, se pueden perder perlas sin precio. El sistema es saber claramente hasta dónde quieren llegar; hasta qué punto están dispuestas a aceptar un acercamiento, una caricia o un beso. Siempre se puede plantear francamente una parada en seco con el simple parlamento de:

- Gracias por tus intenciones, pero no me siento capaz, en este momento de seguir con tus pretensiones. Me agrada estar contigo, pero hasta aquí…

Si el hombre es inteligente, sabrá que una vez marcado el límite, es inútil insistir. Por lo menos ese día. Luego, más adelante, a lo mejor se puede ir progresando. Pero tienen razón los italianos: Piano, piano, va lontano. Despacio se llega lejos. Y yo añado: No por mucho tempranear amanece más madruga.




Mucha gente, hoy en día, actúa como si no hubiera tiempo para más. Tiene que ser todo rápido: Aquí te pillo, aquí te mato. Y las prisas no son buenas más que para los políticos a final de legislatura y para los malos toreros. Cubrir etapas y degustar cada plato, hace que el viaje y la comida sirva para algo más que para hacer ejercicio y para nutrirse. Hay cosas alrededor que son de una calidad inapreciable. Ir conociendo a una persona poco a poco va descubriendo todos los días un matiz diferente, una sonrisa distinta, un gesto que no conocíamos.

Hablar con un extraño puede ser enriquecedor. Hay muchas personas interesantes en este mundo. Y si las rechazamos de plano, nos podemos perder una joya en el camino.

La verdad es que, como el otro día, había sentido tantas cosas, que ya iré desgranando,  tenía una sobredosis y no era capaz de seguir aceptando maravillas. Otro día será.
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