viernes, 26 de marzo de 2010

TORRIJAS CONCHITA

Sigo con la técnica de haceros escuchar algo de música mientras leéis. Esta vez no es ninguna sorpresa, se trata de una pieza que a mí me hace saltar las lágrimas, igual que ‘Caricias’. Que os aproveche. Se trata del intermedio de 'Cavalleria Rusticana, de Mascagni.





Como os prometí, ahí va la receta de Torrijas para esta Semana Santa. Espero que las devoréis porque están ‘mazo’ buenas.

Ingredientes: Una barra de pan especial para torrijas o una barra normal del día anterior o, simplemente pan de molde, 1 litro de leche, miel, canela en rama. Canela molida. Azúcar. Huevos. Vino Moscatel y una vaina de vainilla (opcional).

Preparación: Se hierve la leche con el azúcar, la canela, la vainilla a la que previamente se ha cortado a lo largo y extraído de su interior las minúsculas semillas marrón oscuro, para añadirlas también a la leche. Cuando está tibia se añade un generoso chorreón de vino moscatel. En esta leche se remojan las rebanadas de pan. Una vez empapada y escurridas, se pasan por huevo batido y se fríen en abundante aceite muy caliente, dándolas la vuelta cuando estén doradas por una cara. Aparte, elaborar un almíbar oscuro con estos ingredientes: 8 cucharadas de azúcar, un vaso de agua, ¾ de leche, la cáscara de una naranja y una cucharada de granos de anís.

Ponemos el azúcar en un cazo al fuego para que se tueste, removiéndolo con una cuchara de palo. Cuando esté completamente tostado (sin llegar a ponerse negro para que no amargue), añadimos el agua para deshacer el almíbar.

A continuación añadimos la leche, la corteza de naranja y la cucharadita de granos de anís y dejamos cocer unos diez minutos, para que coja el sabor de todos los ingredientes.
Por último, añadimos ésta salsa a las torrijas para que se empapen bien en ella.

También podemos hacer un jarabe con agua y miel, de la consistencia que nos apetezca, y napar las torrijas con él.

MI HERMANA MARÍA ELENA

Poneros los cascos, pulsar play y escuchar mientras leeis.



MI HERMANA MARÍA ELENA

Hemos viajado hoy a Madrid para recoger a Cristina, y, de paso, conocer su casa y a su compañera y casera Silvia, una galleguiña encantadora, que la cuida y la mima. Ambas se llevan muy bien a pesar de la diferencia de edad: Una, acaba de cumplir la veintena, y la otra pasa de los 35. El novio de Silvia es un tipo agradable y muy comunicativo, que dejó su actividad como ATS en un hospital, para ir a cuidar viejitos a un asilo. Loable condición para la que hay que estar muy preparado en amor y dedicación, cosas que no están al alcance de cualquiera. Nuestra satisfacción ha sido plena, incluso contando con que nos ha llovido durante todo el viaje de ida y más de la mitad del de vuelta.





María Elena; mi hermana María Elena; mi querida hermana menor, la única que tengo. A la otra se la llevó Dios a Su Seno, cuando contaba con pocos meses de vida, llena de Dawn y de amor por parte de toda la familia. Posiblemente era su experiencia y la nuestra. María Elena es ‘mi querida hermana María Elena’, la de siempre, la que perpetuamente está ahí, pase lo que pase. Tiene dos hijos encantadores, dos perros enormes, un gato persa entrado en años, y una casa preciosa en Majadahonda, que abre, como hacía su madre –y naturalmente la mía- de par en par, a todo el mundo. Te besa, te abraza, te mima y desea que vuelvas lo antes posible, después de agasajarte con platos exquisitos.




Fumadora empedernida. Eso sí, es una fumadora empedernida. Pero, al parecer, es su único vicio, así que se lo puede permitir, y nosotros también. Siempre ha fumado tabaco mentolado. Antes Pall Mall, ahora Marlboro. Que es tan mentolado, que, sólo con olerlo, ya te pica la nariz con ese olor fino como un estilete que tiene el mentol. Pero –están dispuesto a cebarse con los fumadores- al parece van a retirar del mercado todos los cigarros aromatizados a base de menta, vainilla, canela o sándalo, porque, aducen –ya no se puede ser más ignorante-, que estos pitillos, que son carísimos para el bolsillo medio de un estudiante, son la causa de que la juventud se ‘enganche’ al vicio. Pues, tú que puedes, –la he dicho yo- antes de que te dejen sin mentolados, cómprate 500 cartones. Se parte la taba, pero estoy seguro de que ha considerado la posibilidad. Si no 500, al menos 499…

Me ha dado la receta de las torrijas que hacía nuestra madre. ¡Ay!, el gusto de las cosas de la madre es muy difícil de imitar. Estoy seguro de que las hay mejores, mejor elaboradas y esmeradamente presentadas, pero como el gusto, en la memoria, de las de mamá, jamás de los jamases. Pero la ilustración de la receta os la voy a dar. Hoy, no…Mañana.

miércoles, 24 de marzo de 2010

LA SUBLIME COMPRENSIÓN DEL ENTORNO

Hoy, al salir de la clase de Chi Kun de los martes, me han abordado dos antiguas compañeras de este maravilloso arte marcial, con la pretensión de que les brindara mi opinión sobre determinados aspectos médicos. Una de ellas me pondera mucho el libro y se lo ha dejado a su hermana, y lo han leído, con buena crítica, un montón de sus amigos. La otra me pregunta sobre la mejor manera de equilibrar la sideremia. La verdad, mi opinión es muy particular, poco compartida, y muy comprometida. No obstante, la he dado unos breves apuntes de mi pensamiento al respecto. Mi conclusión ha sido que su ‘anemia’, se debe a un proceso de desvalorización central. Y, efectivamente, tiene mucho que ver la situación que está viviendo con su hijita Irene que padece una parálisis muscular central, que la tiene como arrojada encima de la cama o de una silla, a merced de los cuidados constantes de los demás. Esto, para una madre convencional, es tan duro, que podría llorar amargamente si no fuera porque lo miro a través de los ojos del que hace tiempo que tomó perspectiva de las cosas de la vida y no se dejó atrapar por ellas.

‘Lo tuyo es una exageración, lo mío es insoportable’ La frase tiene toda la miga del mundo, y es un estereotipo acuñado desde hace generaciones. Yo más que tú, de lo que me propongas. Y si es de desgracias, mucho más. Mi desgracia es insoportable hasta el extremo de que la tuya se queda chiquitita, chiquitita, la pobre. Pero tomando distancia, los razonamientos no sirven; no sirven las palabras, y dejan de ser útiles los consejos, porque la situación ha que vivirla con toda la crudeza y desgarrándose el alma a cada paso, que es lo que toca.






Y el caso es que, curiosamente, la gente no se hace cargo de su participación en los asuntos luctuosos, amargos o desgraciados. Los culpables son los demás, y si nos hay ‘demás’, el culpable es Dios, que es el máximo victimario; el mayor; el más asesino de todos. Responsable de todas las desgracias, de todas las masacres y de todos los cataclismos habidos y por venir, causantes de cientos de víctimas mortales, por supuesto, inocentes todas.

Y el caso es que, a poco que reflexionemos, caeremos en la cuenta de que Dios está por encima de nuestras catástrofes. Que lo que nosotros medimos por kilómetros, Él lo mide por milímetros, y que, por lo menos yo –y aunque sea el único- le eximo de toda responsabilidad sobre las tropelías de los hombres, sobre las desgracias colectivas, sobre las guerras y sobre las enfermedades. Yo, y solamente yo, soy responsable de mi mundo, de mi entorno, de mi familia, de mi estado, de mí mismo, e, incluso de lo que puede pasarle a un tercero por mi intercesión. Yo he pactado, antes de aterrizar en este bello planeta llamado Tierra, todas mis circunstancias. Y he elegido a los integrantes de mi familia, de mi entorno, de mi municipio, de mi ciudad y del mundo. Interseco con todos ellos, influyendo en sus vidas, unas veces decisivamente, y otras de una manera muy importante.

Formamos parte de un coloide formado por átomos, que se mueven y actúan dentro y alrededor de otros conjuntos de átomos con diferente velocidad de vibración. Entre todos hay espacios vacios por donde penetran las vibraciones que cada uno emite, positivas o negativas, y que armonizarán o no las ondas de los átomos por donde transitan. Mi circulación, mis latidos cardiacos, mi aparato digestivo, mi cerebro, mis pulmones, mi palabra, emiten ondas vibratorias que, en su camino, inciden con todas las unidades atómicas que se cruzan con ellas. Y, aunque sea complicado de asimilar, la palabra es creativa, e influye de una manera palmaria en el resultado de muchos hechos y de muchas decisiones. Las vibraciones de nuestros pensamientos, llegan hasta el confín del Universo, y arramplan con todo lo que cruza en su camino. “En un principio fue el Verbo. Y El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” Ésta frase bíblica, expresa contundentemente que la creación se ha llevado a cabo por medio de la palabra; del verbo, y que nosotros creamos también con la nuestra, porque estamos hechos a imagen y semejanza de nuestro Creador.







Todo esto se refiere a la conveniencia de estar muy alerta y ser muy conscientes de lo que pensamos y de lo que decimos, porque el pensamiento es creativo, y cada día más. Todo esto se refiere a la conveniencia de estar muy alerta y ser muy conscientes de lo que decimos, porque el verbo es más creativo que el pensamiento. Y hacemos un flaco favor a estos seres desvalidos que necesitan de nuestro apoyo constante, si, en su presencia, pensamos de manera negativa, aunque no lo verbalicemos; si sentimos que se nos parte el alma, aunque queramos ocultarlo.

Y referente a la elección de las cosas malas y las desgracias, mucho me gustaría culpar a alguien de la consecución del crimen, pero no puedo; el crimen lo he cometido yo, y solamente yo. Yo elegí, antes de aterrizar, todas mis circunstancias para experimentar; incluso a mi hermana María José, síndrome de Dawn, Manuela y Carlos a sus dos hijos discapacitados e irremisiblemente encadenados a una silla de ruedas de por vida. Pedro, a su pobre Roberto con su parálisis cerebral. Pero la mayor responsabilidad es que, todos ellos, nos escogieron a nosotros, por alguna sublime razón, para caminar juntos esta etapa, en este mundo maravilloso.

Alinéate con la situación, no la juzgues, no la critiques y dedícate a vivir la experiencia. Y, no te quejes, gilipollas, porque podría ser mucho peor…




martes, 23 de marzo de 2010

ENSALADA CARMEN LUPE

Compro quesos y embutidos en El Árbol de la calle Mayor. Entre otros factores de comodidad, buen pan y cercanía a mi consulta, tiene una charcutera que es un encanto, siempre tiene una sonrisa en la boca, una voz dulce y un consejo gastronómico pronto a ilustrar al cliente sobre las excelencias de determinado artículo o la forma de prepararlo. El otro día me quedé mirando un embutido de pollo asado que ofrecía una pinta estupenda. Después de partirme 150 gr en lonchas muy finitas –casi todo el mundo coincide en la petición- y envolvérmelo con esmero de profesional, me advirtió que el producto que me vendía, quedaba un poco seco para comerlo solo o en bocadillo, y me aconsejó que lo regara con un chorrito de aceite de oliva virgen y le espolvoreara un poquito de pimentón picante o dulce, al gusto. Me quedé con el consejo, y aquella noche di buena cuenta de unas cuantas lonchas con aceite y pimentón picante. A fe mía que estaba excelente, así que, al día siguiente, me saqué de la manga para cenar una ensalada de pollo en embutido a la que nombré Ensalada Carmen Lupe, en honor a mi charcutera de cabecera.




Ingredientes: (para 4 personas) Una lechuga, tres patatas medianas, tres huevos, 200 gr de embutido de pollo asado, vinagre balsámico, pimienta negra recién molida, sal, pimentón picante, piña troceada en lata, aceite de oliva virgen extra, perejil picado.

Preparación: Lavar la lechuga y cortar en juliana, ponerla en una fuente como lecho. Cocer las patatas y los huevos. Una vez que estén hechos, cortarlos en rodajas finas. Disponer las rodajas de patata encima del lecho de lechuga; salpimentar y echar un chorrito de aceite. Encima de las patatas disponer las rodajas de huevo duro; salpimentar y espolvorear con perejil picado; regar con un chorrito de aceite. Encima del huevo ir poniendo trozos del embutido de pollo, hasta cubrir las rodajas de huevo. Regar con un chorro de vinagre balsámico y aceite al gusto. Espolvorear con pimentón picante y adornar con trocitos de piña. Como colofón, una ramita de perejil.




Ni qué decir tiene que resultó una auténtica gourmandise, y yo quedé como un auténtico cuisinier.  Gracias a Carmen y…¡Bon appétit!



HONESTIDAD Y HONRADEZ SÓLO SE PARECEN EN LA H.

(El Mundo. Domingo 21 Marzo de 2010) La santísima Trinidad. Rafael J. Álvarez /Olga R. Sanmartín/Madrid.


… ¿Cuál es el secreto de la ministra, según la oposición? Güemes opina que, en vez de ahondar en las diferencias –que las ha habido-, “ha buscado construir”. “Yo le decía una cosa y ella se la creía, y ella me decía una cosa y yo me la creía, y es que me daba igual de qué partido fuera. Es buena persona, honesta y leal”…

Honesto: adj. Honrado, recto, probo. Razonable, justo. Decente, decoroso, recatado, pudoroso.

Honestidad. 

El dardo en la palabra. Fernando Lázaro Carreter (Galaxia Gutemberg).


…entre las cualidades que se elogian en quienes administran, figura, muy en primer término, la honestidad.  …para ser ministro o presidente de un banco, por ejemplo, se prefiere a los castos…, que un entrenador de futbol ha dado pruebas de ser muy  honesto en todos los clubes que lo han contratado.




Ahora se califica de honestos, a quién antes se calificaba de honrados…Antes se tenía muy claro que la honradez habitaba en el norte y la honestidad al sur del ecuador corporal.

He aquí, con cuanta precisión definían los académicos dieciochescos el primer concepto, honradez: “Aquel género de pundonor que obliga al hombre de bien a obrar siempre conforme a sus obligaciones, y cumplir la palabra en todo”. Y el segundo, honestidad: “Moderación y pureza contraria al pecado de la lujuria”.

Se acabó la distinción, y la honradez ha sido prácticamente jubilada: la otra ha invadido casi por completo su territorio semántico, conquistado en un lento proceso de conflictos que requeriría larga explicación; tras ellos, tales vocablos llegaron al deslinde definido por el Diccionario de Autoridades, que ahora se desvanece con la omnímoda vigencia de la honestidad, los conflictos se refieren, claro es, al hecho de que lo honrado se ha sentido secularmente anejo a lo honesto de la mujer: no podía ser honrada si no aniquilaba hasta la más pequeña concupiscencia. Como decía Villegas, “los pasos, Cleobulina,/ de una mujer honrada,/ son, de su casa al templo, /son, del templo a su casa”. Sobre tales pasos fundaban su honra el marido y demás parientes varones. Los cuales, no precisaban de la castidad rigurosa para poseerla.

La honestidad era una virtud casi terminantemente femenina en toda Europa. Así, en Francia, donde, junto al significado de ‘probo o íntegro’, que posee honnêtte, igual para hombres que para mujeres, se desarrolló una acepción desde el siglo XV sólo aplicable a la castidad de estas últimas: “Una mujer honesta es un tesoro escondido”, sentencia una máxima de Rochefoucauld. Pero, aclara Le Robert, con la evolución de las costumbres sexuales la palabra tiende a envejecer, y se ha aplicado a mujeres que, teniendo relaciones extraconyugales, salvan las apariencias. Por antífrasis irónica, les honnêtes filles pueden ser las prostitutas.

El caso es que ni el francés ni el italiano establecieron tan enérgica diferencia entre honrado y honesto como nuestra lengua, quizá por el prurito de la honra que caracterizó a los españoles antiguos, tan quisquillosos e inciviles. De hecho, la situación en estos idiomas y en portugués viene siendo la misma, que ahora se impone entre nosotros: en honestidad confluyen las acepciones de ‘castidad’ e ‘integridad’, con claro predominio de ésta por la devaluación social de aquélla. Y como el inglés registra idéntico fenómeno, en el plenario influjo de éste hay que buscar la causa de la confusión ya triunfante entre conceptos que, hasta hace no mucho, se distinguían bien. De hecho, cuando yo oigo elogiar la honestidad de alguien, hombre o mujer, mi primer impulso me lleva a imaginar con cuánto recato procede en pensamiento, palabra y obra. Me cuesta caer en que, simplemente, no roba, no prevarica, no miente y otras cosas así.




He querido copiar literalmente el artículo, casi al completo, porque no tiene ni un solo reproche en su exposición ni en su literatura. Imposible y criminal mancillarlo.

Aclarada la neta distinción entre ambos vocablos, que, sin embrago, se ha refundido en uno indistinto para ambas acepciones, emito mi opinión al respecto. La cosa radica en la poca importancia que, premeditadamente, se le ha querido conceder a la castidad femenina, rara avis por otra parte. Y casi mal vista entre tanta revista, tanto escrita como televisada, referente a los devaneos de unas con los otros y de unos con los de más allá, que de todo hay en la viña del Señor. Hoy en día la castidad no es una virtud, ni se rasgaría nadie las vestiduras por su pérdida, ni por su tacha. Simplemente es un pequeño vicio de andar por casa, como puede ser morderse las uñas. Hasta el punto de que va a haber que barrer del diccionario las palabras cornudo y cabrón, por: “En todas partes cuecen habas, y en tu casa, a calderadas”.

lunes, 22 de marzo de 2010

EL QUE NO LLORA, NO MAMA



No os lo vais a creer, pero ya tengo tres seguidores. Ya os dije que cerniendo, me incluí en la lista y ahora no sé cómo borrarme. En realidad son dos... El caso es que no hay más que pedir para que alguien salga al paso de tus requerimientos en cualquier orden. Uno piensa que, si pide, jamás le van a conceder sus deseos, pero si no pides, nunca sabrás cómo acaba la película. Por vergüenza, por timidez o por orgullo, la gente no pide, juega al fallo. La mayoría de las personas, vinculadas o no a ti, por afecto, matrimonio o parentesco, piensan que uno ya debe saber los requerimientos del otro en cualquier sentido, y si no se ven complacidos, se cabrean muchísimo y, unas veces lo demuestran visiblemente, y otras ponen mohines, se callan o te ignoran para demostrarte que están muy enfadados por tu olvido u omisión. Y, digo yo ¿no sería mucho más fácil pedir lo que quieres, que esperar que el otro adivine tus pensamientos? Pues debe ser que no, porque, una vez planteado el capricho en la mente, esperamos que el contrario tenga el don de la clarividencia y vea, como en una pantalla a todo color, el objeto de nuestros deseos.








Todo en la vida tiene fases y gradientes. El: “Tú debías de saber lo que yo quiero…” se agudiza en dos ocasiones, hasta hacer saltar la armonía por los aíres. Una de ellas es la proximidad de una fecha señalada, como un cumpleaños o un aniversario. La otra, las apetencias sexuales en cada momento. En el primer caso, más vale que te acuerdes porque, de lo contrario, vas a tener bronca, y de las gordas. A lo mejor con una duración de un par de semanas o un mes, durante el que tratarás de complacer en todo y hacer méritos para que se olvide del olvido (valga la rebuznancia). En el segundo, siempre se da por entendido que, después de una larga temporada de convivencia, la parte complementaria debe estar enterada de nuestros gustos en materia de erotismo. Pero ¿Siempre igual? Yo me olvido de mis gustos y se me ocurren cosas nuevas y me surgen caprichos impensados que, si no expreso, se quedarán insatisfechos. ¿Voy a saber yo, pobre mortal, lo que en cada momento desea mi partenaire en materia sexual? ¿Y si hoy no le apetece por aquí, y, sin embrago lo desea por allá? Pero no lo piden; les parece que demostrar cierta iniciativa en la cama está mal visto o es de ‘guarrillas’ –como dice mi hija- Pues, muy bien, te vas a quedar sin lo que quieres, pero, además de sentirte muy mal, te vas a frustrar, y la frustración es el principio de todo conflicto de pareja.








Si pides sin miedo, puede que no te lo den, en cuyo caso no tienes que dejar que surja el enfado, porque, previamente, debes de haber formalizado tu esquema mental para no crearte expectativas. Y si te lo dan, pues mira que bien, eso que llevas por delante. Fundamentalmente, te apoyo a que pidas lo que quieres, pero sin crearte expectativas, repito. Si no pides, no esperes que adivinen tus pensamientos. No juegues al fallo, es una muy fea manera de jugar en la vida, esperando que el otro se deje los piños en el suelo después de una mala caída. Vive sin expectativas, pide lo que quieres y no te frustres si no lo consigues. Ya veis, yo pedí que la gente se inscribiera como seguidora de mi blog, y ya tengo dos. Este es el principio de una fortuna. Y, si no lo consigo, no me frustraré. Seguiré escribiendo con la seguridad de que, aunque la gente no se apunte como seguidora, me leen y lo que leen les complace. Un saludo muy fuerte a mis lectores.



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