jueves, 10 de diciembre de 2009

EN ESPAÑA SE DEMANDA MÁS ASISTENCIA SANITARIA QUE EN EUROPA

EN ESPAÑA HAY UN 40% MÁS DE DEMANDA ASISTENCIAL QUE EN LA COMUNIDAD ECONÓMICA EUROPEA.


El grado de satisfacción espiritual, social y material de una persona repercuten indefectiblemente en su estado orgánico. Ergo, el grado de satisfacción espiritual, social y material de un pueblo, repercuten indefectiblemente en el estado orgánico de sus miembros. Y esto no lo digo yo, lo dice la OMS (Organización Mundial de la Salud) y lo comparten todos los sanitarios del mundo que sepan de qué va esta movida de las enfermedades y de los médicos. A mayor confort, mayor salud. Pero esto no es un dogma, es la norma general. La mejor alimentación, la mejor higiene y el mayor confort económico, mejoran la salud. Pues naturalmente ¿Qué creemos, que Dios es el que manda las enfermedades como llovidas del cielo, en castigo por las malas acciones de la humanidad? ¿A estas alturas de la peli? ¡Amos anda!

Para los ateos –que creo que los hay; no por convicciones profundas, quizás más por esnobismo-, la cosa está resuelta: No existe Dios, no existe nadie que me mande enfermedades. Para los católicos es más complicado, y como no hay mandamientos al respecto, nos tenemos que conformar con la tradición, y la tradición indica que Dios es el máximo victimario de la creación. Frases como: “Dios te lo dio; Dios te lo quitó” o “Hágase la voluntad de Dios” o “Dios lo quiso”, refiriéndose a enfermedades o decesos, están a la orden del día, expresando claramente los sentimientos tradicionales de la gente con respecto a Dios. Pero la plebe se busca mediadores entre ella y los hombres. En principio los curas, pero como han caído en el ostracismo y la desgracia, y además ya no hacen guardias para confesar a la gente, ahora los médicos en general y los psicólogos en particular.

En el orden de la cadena de la morbilidad hispana:

Primero. Me levanto un día con dolor de estómago. Me alarmo mucho dejando volar mi imaginación y haciéndome pajas mentales: ¿Qué me pasará? ¿Será grave? ¿A ver si tengo una úlcera sangrante y me tienen que operar? ¡Pues si que estoy apañao! ¡Me ducho –bueno, los que se duchan- y me voy cagando leches al ambulata!.

Segundo. Los médicos que me atienden en el Centro de Salud (¡Toma sofisticación estúpida, salida de la mente calenturienta de un político, al que se le ocurrió que no estaba muy bien puesto el nombre de Ambulatorio y había que cambiarlo!), al no tener medios para establecer un diagnóstico de certeza, me remiten a la consulta del especialista de digestivo de la Residencia Sanitaria, con lo que, inmediatamente, se duplica el gasto y la plétora de enfermos.

Tercero. Los especialistas de digestivo me mandan una gastroscopia, unos análisis y una bacteriología para descartar la existencia de un Elicobacter pílori, posible responsable de un hipotético ulcus gástrico. Pero estas pruebas llevan su tiempo y hay una cola del “quince” Me dan hora para el mes que viene, y estamos a cuatro.

Cuarto. A la mañana siguiente ya me duele menos, y al otro día ya no me duele nada. Pero, claro, tendré que ir a hacerme lo que me han mandado.

Quinto. Después de mucho pensarlo y aunque me daba perezón, voy a hacerme las pruebas. Tengo que volver al día siguiente porque se les ha averiado el gastroscopio. Los análisis son normales y en la bacteriología no han detectado Elicobacter. El tubo que me meten por la boca me hace la puñeta durante la exploración, que lleva a cabo un pardillo bajo la atenta mirada del jefe (luego me entero que era su hijo que estaba haciendo prácticas. Si es un adjunto enseguida se va a ocupar de enseñarle). La exploración dicen que es normal. ¡Vete tú a saber si el criterio del pardillo era fiable!

Sexto. Al cabo del tiempo –indefinido- me dan el informe en el que dicen que no tengo nada. Se lo llevo al Especialista de familia y me dice que no me preocupe y que seguramente han sido los nervios.

Y toda esta parafernalia, todo este gasto, todas estas chorradas, para decirme que son los nervios. ¡Si yo lo sabía! ¡Si los disgustos no traen nada bueno! ¡Si es que la parienta me pone a cien! Y, claro, luego el dolor de estómago. ¡Que un día me sale una úlcera o se me perfora la tripa, o ¿qué sé yo?!.

Segundo factor de riesgo: El especialista está muy mal pagado; el peor pagado de la Comunidad Europea. Al especialista le ha bajado considerablemente el poder adquisitivo. Pero tiene que llevar a sus hijas a estudiar a Irlanda en Verano, y durante el curso tienen que ir a los mejores colegios. No en vano son hijas de un médico especialista del Sistema Comunitario de Salud. Pero la cosa no da para más. Pero si hacemos tapón en el hospital, conseguimos que la dirección haga “peonadas” para operar a la “lista de espera” (que no es una señora que se pasa de lista y que está en espera) por la tarde y cobrar un extra por ello. Y habrá que poner una consulta privada. Naturalmente no irán privados, pero con las compañías de seguro libre nos vamos apañando. Pero, claro, si hacemos tapón en el hospital, algún paciente se irá a mi consulta privada de pago, aunque luego le opere en el hospital concediéndole el privilegio de adelantarle la intervención, por aquello de que me está pagando mis honorarios en casa.

Tercer factor de riesgo: No sé cómo voy a acabar el mes. Hace dos meses que estoy en paro y el subsidio por desempleo no me llega para alimentar a toda la familia, y el único que curra en casa soy yo. ¡A ver!, los niños estudian y la María trabaja en casa y le limpia los mocos a los gemelos, que ya tiene bastante. “Me pongo enfermo con la situación”

…Y va este hijo puta y deja escaparse a los piratas después de haber pagado un rescate con mis impuesto, que a mí me permitiría vivir toda la vida a cuerpo de rey, que es lo que van a hacer con el dinero los mamones de los corsarios. ¡A mí me va a dar algo con esta situación de mierda!

La gente no hace ni una puta casa. Hace dos años que no me como una rosca. No hago ni un puto proyecto. No sé cómo voy a pagar a los dos arquitectos, a los dos aparejadores y a la secretaria. Les tendré que mandar a la puta calle. Y a ver qué comen. Y a ver qué como yo. ¡Esta situación me enferma! ¡Cualquier día me da un infarto y la palmo!

Me han bajado las ventas como un 40% con respecto al mismo mes del año pasado. Si esto sigue así me voy a ver obligado a hacer un ERE. Con lo que yo he sido para mis empleados. Con lo que yo les he cuidado. Con los desvelos que he tenido, y ahora los putos bancos, a pesar de que el gobierno les ha dado un pastón a fondo perdido, no te dan ni un puto duro, ni líneas de descuento ni pollas en vinagre. Como no tengas solvencia no te dan ni un duro. Y si tengo solvencia, ¿para qué quiero su puto dinero? Me estoy empezando a marear. Voy a tener que ir al médico.

¡Jay, no se vende na en el mercadillo! ¡No sé que van a comerse este mes los churumbeles! ¡Voy a tener que empezar a randar otra vez, con lo tranquilo que vivía siendo honrao, chacho! Como Undebel no lo arregle, me pego un tiro, o me muero de un torzón. ¡Hay, omaíta, como me duele el vacío! ¡Me voy a tener que ir al “dembulatorio”!.

Me contó un cirujano que ingresaron en el servicio a un paciente en Octubre con una oclusión intestinal grave. La laparotomía demostró la existencia de un tumor de colon con abundantes metástasis. Le hicieron un apaño y lo aparcaron en una habitación esperando su próximo deceso. Era un pobre parado. El 22 de Diciembre le tocó un zurrón de pasta en la lotería de Navidad. El 3 de Febrero le dieron de alta. La medicina oficial lo etiquetó de “curación espontánea”. Para mí que tuvo algo que ver la pastorra que le tocó.

Moraleja:

“Mejora la satisfacción ciudadana y disminuirás drásticamente la demanda sanitaria”. ¡Seguro, oiga! ¡Entonces! ¿Quién tiene la culpa de que en España haya más de un 40% de demanda sanitaria que en Europa?...

miércoles, 9 de diciembre de 2009

LAS ADICCIONES

A lo largo de muchos años de ejercicio de la medicina –casi cuarenta- he tenido ocasión de presenciar, en vivo, varios síndromes de abstinencia. Uno de ellos estuvo a punto de dar al traste con el físico de una enfermera. El hecho transcurrió en un antiguo hospital de Madrid, el Instituto de Ciencias Neurológicas, donde operaba mi maestro Fernando Olaizola. Había intervenido a un paciente, miembro de la alta sociedad de finanzas de España, de septoplastia, 48 horas antes. En aquellos tiempos se taponaba la nariz del paciente, con objeto de que no se produjesen hemorragias intempestivas, con una gasa continua que se introducía en la nariz, a presión, impregnada de una pomada antibiótica. De esta guisa, el paciente sólo podía respirar por la boca. Lo cierto es que la situación siempre era incómoda y muy molesta. Unas personas la soportaban mejor que otras, pero el hecho se sufría más que se soportaba.

Después de pasar una noche infame, el enfermo le rogó a una enfermera que le quitara aquel taponamiento que le estaba poniendo al límite de la tolerancia. Naturalmente la ATS se negó aduciendo que ya había llamado al médico que decidiría, en su caso, el procedimiento a seguir. La histeria del hacendado fue en aumento en poco tiempo y, llegado al colmo del paroxismo, se dirigió al armario, cogió un revolver y amenazó a la enfermera con pegarla un tiro si no le quitaba aquel taponamiento torturador inmediatamente. La pobre chica se desmayó del susto en el preciso momento en el que el Dr. Olaizola y yo llegabamos a la habitación. Entre ambos y otro enfermero logramos reducir al aquel hombre que lo que tenía era un síndrome de privación alcohólica. Con la oportuna medicación se quedó dormido y feliz.

El operado estaba fuera de sí y sus facciones eran diferentes al sereno semblante que mostraba en la consulta y antes de entrar en quirófano. La anécdota le valió a Fernando Olaizola un barco de 6 metros de eslora, que le regaló el ricachón en desagravio.

Otra deprivación, esta vez de tabaco, la viví en la persona de un compañero, adicto a la nicotina que, en una ciudad extraña donde fuimos a dar unas conferencias, estuvo dando vueltas por toda la ciudad hasta comprar un paquete de cigarrillos con el que saciar sus ansias de tabaco. Creía que le conocía, pero los hechos me demostraron lo contrario.

La tercera fue el “mono” de un paciente adicto al caballo, que ingresó en el departamento de Psiquiatría del hospital justo cuando yo llegaba. No puedo describir con palabras certeras el rostro de aquel muchacho que más parecían las facciones de una gárgola. La lividez de la muerte le salía por todos sus poros y permanecía sin pestañear lo más mínimo, con sus ojos desorbitados y la lengua fuera goteando como un animal.

Son hechos desgraciados para el que los sufre y para la conciencia del que los ve. Pero aquí he referido tres síndromes de abstinencia, uno alcohólica, otro tabáquica y el tercero de una droga de las llamadas “duras” como la heroína. No sólo existen estos “monos” referidos a alcohol, tabaco y drogas “duras”, a diario millones de ciudadanos sufren síndromes de abstinencia de salud total, de bienestar, de analgésicos, de antidepresivos, de euforizantes, de antihipertensivos, de anticolesterolémicos y de cualquier otro fármaco que se hayan acostumbrado a consumir, por prescripción facultativa o no. Está en nuestro entorno, lo vemos a diario desde que tenemos uso de razón. Todo el mundo está ansioso, angustiado, frustrado, colérico, asustado, y nadie sabe gestionar estos estados de ánimo. Todo el mundo, en la era contemporánea, se ha acostumbrado a tomar pastillas en vez de gestionar sus emociones, y como todo el mundo las toma, yo no tengo más remedio que tomarlas, ya que pertenezco a la manada de locos que me han enseñado a estar loco, sin comprender mi verdadera esencia y sin hacerme cargo de a qué se juega en este planeta. Nos han programado para vivir nuestras emociones sin gestionarlas en absoluto, porque todo el mundo las controla con un ansiolítico, con un relajante diacepóxido o con un antidepresivo, y nadie, en ninguna circunstancia, se hace cargo de sus emociones y las vive sin criticarlas y sin juzgarlas, dejando que pasen por consunción. Digo exactamente igual de los dolores, de los que la humanidad actual está llena. Todo el mundo toma pastillas analgésicas para los dolores de cualquier naturaleza. Y si duele mucho, el analgésico va creciendo de potencia, y la potencia del medicamento va increschendo junto con la dosis de acostumbramiento al fármaco que sufre el ciudadano. Todo el mundo, de una forma u otra sufre, a diario, y las más de las veces por prescripción médica, un síndrome de deprivación de uno u otro producto de farmacia.

Pero el ser humano tiene potencialidad para reparar sus problemas físicos que, definitivamente, se provoca él mismo. El ser humano es el mayor agente patogénico de sí mismo, pero no lo sabe. Se cree que por preocuparse, hacerse cábalas mentales, tener pánico de la situación y acudir inmediatamente al galeno la cosa se soluciona. No es así. El paciente se queda tranquilo de momento porque el médico lo ha atendido y le ha prescrito uno u otro fármaco que, si es efectivo, tiene necesariamente efectos secundarios. Y la verdad es que a quién Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. No vas a estar aquí ni un minuto más de lo que tienes asignado, y todo lo demás son puras especulaciones. ¡Qué suerte tuvo que estaba el médico allí mismo! ¡Si no es por esa circunstancia, se hubiera muerto, oye! Mentira. No había llegado su momento, y nada más.

Los seres humanos somos como aquel león a quien crió una oveja y se creyó oveja hasta que le cogió un león y le enseñó su verdadera figura en el agua tersa y cristalina de un lago. La imagen que tenemos de nosotros mismos, no procede de nuestra experiencia directa; sino de las opiniones de otros. Una personalidad impuesta desde fuera, reemplaza a nuestra verdadera personalidad que podía haber crecido desde nuestro interior. Simplemente nos convertimos en otra oveja del rebaño, incapaces de movernos libremente e inconscientes de nuestra propia y verdadera identidad. Haz lo que sea necesario para despertar tu león interior.

martes, 8 de diciembre de 2009

ISBN

Los libros, en general, pueden ser más o menos grandes, gordos, bonitos, feos, bien editados, mal, amenos, tostones, de arte, de historia, de literatura, científicos, de autoayuda, pero siempre tienen un dato que les une como un hilo conductor. Todos ellos, junto al depósito legal, exhiben, tímidamente, unas siglas seguidas de unos números separados por guiones: es el ISBN. En el idioma inglés, son las siglas de International Standard Book Number. Lo que traducido al castellano significa “Número estándar internacional del libro”.

Creo que nadie, nunca, bajo ninguna circunstancia, excepto aquellas personas que se dediquen a editar libros, lo habrán leído. La mayoría ni se habrán percatado de su existencia ni para qué sirve ni cuál es la razón de su discreta presencia, pero está relacionado con la base de datos de libros editados en España.

Esta base de datos contiene referencias bibliográficas de todos los libros editados en España desde 1972. Está gestionada por la Agencia Española del ISBN. Los datos los proporciona el propio editor al tramitar la solicitud de asignación de ISBN, obligatoria desde 1972. Contiene más de 900.000 referencias de ediciones en castellano, catalán, gallego y euskera, tanto disponibles como agotadas. Permite realizar búsquedas por ISBN, autor, título, materia, editorial, año, serie o colección, y lugar de publicación.

Me parece que la cosa está muy clara. Si no, les ruego que me formulen alguna pregunta al respecto. Hasta aquí todo normal, una ocasión de aprender algo nuevo, que no habíamos manejado hasta la fecha. La cosa se empieza a complicar cuando, una semana antes de enviar la maqueta de un libro a la imprenta, la secretaria del ejecutivo de arte que interviene en el diseño y maquetación de libro, portada, etc., le dice al autor, que si tiene el número ISBN, imprescindible para la edición y ulterior venta del libro en estabelecimientos del ramo. ¿ISBN? ¿Y qué puñeta es el ISBN? – pregunto – Pues un número que tiene que figurar en la edición de una manera obligatoria, pero no te preocupes que yo voy a intentar hablar con la responsable de estos extremos en la Junta, y te digo – me contesta la buena de Carmen -.

La cosa es que hay que solicitarlo en Madrid en la Agencia Estatal del ISBN que está sita en la calle Santiago Rusiñol 8, Los trámites duran aproximadamente una semana si se piden desde aquí. ¡Madre mía! ¡Nos pilla el toro! Cuarenta ejemplares del libro tienen que estar encima de la mesa de la responsable del Departamento de Cultura de la Diputación, antes de fin de año, para que se haga efectivo el pago de la subvención que me ha concedido la Exma. para editar el libro. ¿Pero por qué tendrán que ser las cosas tan difíciles para mí en casi todos los aspectos de mi vida? Si tiene solución, no te preocupes, y si no la tiene, no te preocupes. Así que vamos a ocuparnos del asunto.

Después de mucho indagar, consigo enterarme de que, si lo hago presencial, es decir, si voy personalmente a presentar la solicitud, me dan un número y a las 48 horas me facilitan el ISBN. ¿Pero cómo me voy a ir a Madrid sólo a presentar la solicitud? ¡Esto es de locos! Claro, que podría pedirle el favor a Cristina o a mi hermana. En todo caso follón grande y enorme. Atisbo la posibilidad de mandar la documentación por mensajería, con orden de retorno de respuesta. Al parecer es un servicio que deben de tener las agencias de transportes importantes, que consiste en que tienen personal que lleva presencialmete el sobre a la agencia correspondiente, y con el número que les asignan, vuelven a las 48 horas y le dan el ISBN (¡estoy harto de las dichosas siglas!).

Otro aspecto psicodélico de la trama es el formulario, en el que hay términos que desconocemos, yo, Carmen y el sunsum cordam. Me atrevo a llamar a la agencia de ISBN de Madrid, con la esperanza de que me coja el listo, amable y sublime de turno. Esto no es fácil, la mayoría de las veces el interlocutor, o te confunde o no sabe lo que le dices o le has pillado en el mal día rematado que todos tenemos de vez en cuando, y se reviste de pontifical para darte dos hostias por teléfono.

Buenos días, le habla Fulanito de la Concordía, ¿En qué puedo ayudarle? ¡Vaya! ¡La cosa parece que tiene buen comienzo! Respiro hondo, doy gracia a Dios y respondo: “Buenos días caballero. Le llamo desde Palencia. Quiero publicar un libro, tengo la solicitud delante y le rogaría que me pasase con alguien que me pudiera asesorar”. Yo mismo – contesta -, dígame que desea. ¡Huy, qué bien, me ha tocado el buen samaritano! ¡Vamos a aprovecharlo! “Pues mire – continúo -, quiero que me ayude a rellenar el formulario porque hay términos que yo desconozco…”

Con una bendita paciencia ante mi desconocimiento manifiesto, me ayuda con palabras sencillas y me conduce por todos los cajetines de la solicitud, desde el primero hasta el último. ¡No me lo puedo creer! Pero es así. Hoy me ha tocado la lotería. “Si es tan amable por último y agradeciéndole de corazón su gran ayuda, le pregunto: Pienso mandarles la solicitud por mensajería con orden de retorno ¿Es esto posible?” Naturalmente, caballero, lo hacemos a diario. Acuda a una agencia de transportes con servicio de mensajería y mándenos el sobre con orden de retorno. El mensajero nos trae el envío y le damos un número con el que tiene que volver a recoger el ISBN a las 48 horas. “Bueno, pues muchísimas gracias y que pase buen día” Igualmente le deseo caballero.

Al descender de los cielos, busco el teléfono de una agencia de transportes. Desde el número que marco me remiten a otro específico. Me contestan como “Servicio de mensajería de ---, dígame” Después de escuchar mis pretensiones y cuando me empezaba a cabrear, invoco la palabra mágica: ISBN, y todo se aclara. ¡Ah, bueno! Sí señor, tenemos un servicio específico para envíos a ISBN. Incluso una persona se encarga en concreto de estos trámites. El precio es nosecuantitos y todo muy rico, muy abundante y muy barato. Muchas gracias por su magnífica información. Bueno ya van dos samaritanos. El día es de los que a mí me la ponen.

Me hago una fotocopia del DNI, la meto junto con la solicitud en un sobre dirigido a la agencia del ISBN. Me dirijo a la despacho de transportes más próximo, de las mismas siglas que la que me han asegurado por teléfono la existencia de un servicio de mensajería con orden de retorno. La señorita que me atiende, vieja conocida por otra parte, me asegura no saber nada del asunto. Hace averiguaciones telefónicas e incluso pone en duda que yo haya llamado al sitio correcto. Según dice una paciente: “Ya llevo una semana bien, el maderazo tiene que estar al caer”. Les juro que yo no pienso así, pero hay veces que las circunstancias me hacen dudar de mis parámetros mentales. Al final no me asegura que mi carta tenga respuesta, y como es vital para mí tener el número ISBN antes del jueves, me voy a de allí para intentar dar una solución buena y rápida a mis pretensiones.

En la siguiente agencia de otra compañía de transportes, saben perfectamente lo que pido y me hacen los trámites oportunos en menos que canta un gallo. Me voy satisfechísimo con mi trámite. He quedado en llamar a la niña de la agencia el jueves para ver si ha podido conseguirme el ISBN.

Bonito e instructivo ¿No?

lunes, 7 de diciembre de 2009

IN GOD WE TRUST

IN GOD WE TRUST

7.12.09

“In God We Trust” es uno de los lemas nacionales de los Estados Unidos. Fue elegido por el Congreso en el año 1956, y oficialmente se sitúa a continuación de "E Pluribus Unum" ("De muchos, uno") de acuerdo al código de los Estados Unidos, Título 36, Sección 302. El Presidente Eisenhower firmó la resolución de dicha ley el 30 de julio 1956.

Ambas ideas me llenan el alma de fervor interior, de calor humano, de seguridad y de confianza. Un pueblo que invoca a Dios en su dinero, en su himno y en su corazón, al ponerse la mano diestra sobre él, aparte de otras consideraciones y argumentos que pueden –y lo hacen a diario- hacer los enemigos de Dios, de la moral y de Yanquilandia, me parece un pueblo lleno de confianza y de sentido, que tiene leyes para cumplirlas y una justicia totalmente independiente del Estado, libre y sensata. Que, por lo menos sobre el papel, tiene una moral, lejos del puritanismo que le atribuyen, que, a mi manera de entender, tampoco es pernicioso o dual, sino una manera de ver la vida. Quizá demasiado utópica, pero una manera al fin y al cabo.

Los Puritanos ofrecieron un punto de vista alternativo a los planteamientos indigenistas, con un “pensamiento del nuevo mundo”, en el que las correas de transmisión culturales, veían al nuevo ser humano, redimido por la obra de Cristo, animado por las teorías, creencias y doctrinas de la transcendencia del hombre y azuzado por la ética de “causa efecto”, con la obligación de crear una “Nueva Jerusalen”, “una ciudad brillando sobre un monte,” en tierras Americanas. De ahí que, el paradigma Puritano dirigiera sus energías a la creación de una Nación totalmente pactada con Dios.

Para el Puritano en América, todo, en el amplio sentido de la palabra total, se halla bajo la tutela y supervisión divinas. Por lo tanto, desde los asuntos más excelsos hasta los terrenales, todos eran vislumbrados como vigilados por la Providencia Divina. A partir de estas creencias y voluntades, existe una seguridad del retorno de Cristo a este mundo nuevo.

¿Qué se puede objetar a estas ideas que, necesariamente, tienen que nadar en el piélago de la moral, de la ética, de la bondad y de las buenas costumbres? Puede haber, como en todas partes, gentes que usan y abusan de su poder para intentar instaura un estado de cosas al margen de estos valores. Pero como base, a mí se me hace la boca agua, sólo imaginando un pueblo supervisado, a conciencia, por la Providencia Divina.

Cuando los gobernantes intentan, al margen de la democracia y de los valores éticos y morales, dar la vuelta a la tortilla, me da que tienen mucho que ocultar y muchas faltas que cometer, y su único refugio es la ausencia de moral que pueda impedir tropelías. Y como el lábaro de la moral es la figura de Cristo que, según el NT (Nuevo Testamento), dio la vida por todos nosotros, intentan eliminarlo porque cada vez que lo ven les remuerde la poca conciencia que les queda –todos son descendientes de gentes de bien, con moral y con éticas intachables- y ver un crucifijo, sea donde sea, es como para Drácula ver los ajos; se les arruga la cara, se pone la coló quebrá y se lo hacen en los calzoncillos.

Me parece una buena idea lo de colgar en cualquier parte, incluso en las aulas o en las clases de los colegios públicos, obras de arte. Me refiero al Cristo de Velázquez o La Sagrada Familia del cordero de Rafael. ¿Qué? ¡No son crucifijos! ¡Son obras de arte! ¡No se atreverá la Ministrilla de Culturilla, a retirar obras de arte de las paredes de las aulas o colegios, públicos o privados!
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