jueves, 16 de diciembre de 2010

VIAJE AL MÉXICO PROFUNDO. Secuencia 3.

Para una mejor comprensión de la secuencia 3 del viaje, aquí os reseño una breve ilustración de la zona arqueológica de Malinalco:

Malinalco se encuentra al sur del Estado de México a 70 km. de la ciudad de Toluca y a tan sólo dos horas y media de recorrido en automóvil desde la Ciudad de México. Goza durante todo el año de un clima cálido moderado y húmedo que ha atraído a varios residentes de la capital mexicana que han establecido sus casas de fin de semana en este lugar.


La zona arqueológica de Cuauhtinchan pertenece al periodo postclásico. En ella es notable el edificio llamado Cuauhcalli, que significa 'Casa del sol' o 'Casa de las águilas'. Es uno de los pocos edificios monolíticos en el mundo, es decir, tallado de una sola piedra, y único en América. En la época prehispánica, aquí estaba localizado el lugar más importante del centro ceremonial. En su cumbre se ordenaban los guerreros aztecas, después de subir 13 niveles y 354 escalones. En dicha cumbre hay un altar semicircular y diversas representaciones de águilas y jaguares, relacionados con los dos tipos de guerreros: los guerreros águila y los guerreros jaguar. Además hay representaciones de dioses, guerreros, serpientes y un huehuetl.

El huēhuētl es un instrumento musical de percusión prehispánico, usado por aztecas y otras culturas relacionadas. Consiste en una especie de tambor tubular construido con el tronco de un árbol ahuecado, colocado verticalmente y abierto en su fondo. Este instrumento puede ser percutido a mano o con baquetas de madera. Se sustenta en tres soportes tallados en la base donde posee ranuras. La parte superior estaba cubierta con una piel estirada, generalmente de ocelote. Al igual que el teponaxtle, estaba exteriormente grabado con figuras y leyendas alusivas a los ritos a que se destinaba, o bien con figuras humanas, zoomorfas o geométricas. Era de variadas dimensiones.

Este edificio data del año 1501, llamado 9 calli por los mexicas, fecha en la que el emperador Ahuízotl ordenó la construcción de los edificios ceremoniales que ahora conforman la zona arqueológica. La estructura está incompleta, pues su construcción fue interrumpida con la llegada de los conquistadores españoles.

En el resto de la zona arqueológica hay basamentos piramidales con reclinatorios y un patio para danzantes de forma semiesférica, en donde se encontró un mural con la representación de una procesión de sacerdotes.

Malinalco fue un lugar de entrenamiento y consagración de guerreros.


Viaje al México profundo. Secuencia 3. from Enrique de Soto on Vimeo.

ES MI HOMBRE

Está muy ofendida y humillada por su pareja, a la que ama profundamente, –¿verdaderamente le ama?–. La situación es que él tiene un corazón como una casa de huéspedes y reparte la baraja entre cuatro o cinco jugadoras. Quiero creer, por los indicios, que con conocimiento de todas. Vamos, uno de esos tipos que se lo comen todo, y si te gusta, bien, y si no te gusta, también. Ella lo sabe y él no lo niega. Ella traga y él tan pancho. El intríngulis de esta situación es que ella se pasa el día demandando un estatus diferente. Desearía ardientemente que él dejase a todas las demás para constituirse en la única y singular pareja de un putero por naturaleza. La auténtica pareja ejemplo para todo el mundo: Él en bata de andar por casa, ella haciendo punto. Él lee el periódico y de vez en cuando comenta alguna noticia. Ella asiente con la cabeza o ríe alborozada con alguna ocurrencia. Cenan, hacen el amor una vez por semana, siempre en la postura del misionero, y el día siguiente transcurre de la misma manera que los mil anteriores; ambos se quieren, comparten y no les pasa por la cabeza ningún tipo de infidelidad, ni siquiera de pensamiento.





Pero lo que es, es, y no puede ser de otra manera. Ni él va a cambiar, ni se va a transformar en el ser maravilloso, amoroso y honesto que ella desea, ni ella va a llegar a adoptar la solución de las antiguas heroínas de guión cinematográfico. Pero ella se empeña en ser infeliz y en desear constantemente que todo cambie a su favor.

No hay más que dos soluciones posibles: O se traga el sapo todos los días y hace que le guste la situación de compartir –que el fin y al cabo resulta bastante solidario–, o le manda a hacer puñetas y se dedica a vivir feliz sin la desdicha puesta como una camiseta de esas a las que no se puede renunciar aunque se caigan de raídas.

Me repetiré una vez más. La gente hace lo que le dejan hacer, los niños hacen lo que les dejan hacer sus padres, los ciudadanos hacen lo que les dejan hacer las autoridades competentes, y los maridos hacen lo que les dejan hacer sus esposas. Y no existen componendas en este razonamiento. Tu pareja te pone miserablemente la cornamenta porque tú le dejas que te la ponga. Ni más ni menos. Y no tienes derecho a quejarte. Mantener una situación ambigua es indeseable. Las cosas tienen que ser limpias y declaradas previamente.




- A mí me huelen los pies ¿aceptas esta pequeña servidumbre? ¿No?, pues me parece muy bien tu decisión. ¿Lo aceptas? Vale, pero luego no vengas dando la chapa con que me lave los pies que me huelen a Cabrales.

Es una cualidad de la mayoría de los humanos el quejarse por casi todo y en cualquier situación. Y la mayoría de las quejas son solucionables a poco que se quieran solucionar. Ahora, si lo que pretendes es tener algo que comentar, pues bien. Si lo que pretendes es rentabilizar tu pena, pues bien. Yo no voy a evitar el que acudas a mí siempre que lo necesites –es lo que yo he escogido–, pero no voy a cambiar mi discurso jamás. Siempre te diré que está en tu mano cambiar la situación, cambiar tu entorno, cambiar tu vida, dejar un vicio, comenzar a aprender inglés o a tomar clases de danza.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

OPINIÓN

Ya sabéis de mi periódica propensión a emitir juicios mundanos sobre los hechos que acaecen en el día a día de España y de nosotros, los españoles. Como premisa adopto siempre una postura ecléctica y pienso en las motivaciones sobrenaturales, y en que todo funciona con un orden perfecto dentro de este barullo, pero, de vez en cuando, exhibo mi opinión como para que no se me olvide que ando todavía a ras de suelo y por muchos intentos que hago no consigo elevarme y volar. Y hay días que me tocan tanto la fibra, que tengo que hacer una auténtica catarsis con alguien de mi cuerda y de mi absoluta confianza. Y ayer fue uno de esos días en los que sale a flor de piel toda la verdad reflexiva e inteligente, y que hay que proclamarla a los cuatro vientos para que los demás sepan que todavía hay gentes de buena fe que piensan en lo correcto sin esperar recompensas por mentir descaradamente.

La democracia es aquella forma de gobierno en la que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, y todos ellos tienen derecho a voto cuando cumplen la mayoría de edad. Dicho en pocas palabras, todos los hombres y mujeres tiene necesariamente que ser iguales, pero no sólo ante la ley y ante las urnas, sino en su capacidad intelectual, en su nivel humano y en su sabiduría. Al menos eso sería lo adecuado. De otra forma nunca pueden ser iguales. Igual que hombre y mujer, por mucho que se empeñen los políticos, no pueden ser ni remotamente iguales, ni física, ni mentalmente, ni en sus aspiraciones, ni en sus actos, ni en nada. Sólo ante una igualdad clónica de cerebros y mentalidades, puede haber una igualdad ante la ley y ante las urnas.






Esto es una premisa al comentario. Y este aserto no puede ser rebatido en absoluto, ni en su contenido, ni en su sentido, ni en su significado, porque está palmariamente claro, menos para aquel ciudadano que tenga algo que ganar diciendo lo contrario. Hace dos días oí en una tertulia de televisión a un personaje famoso para la gente de mi generación, menos para los modernos, refiriéndose a los medios de comunicación y las elecciones, decía que los gobiernos manipulan descaradamente los comentarios, las opiniones y los hechos para decantar a una parte importante del electorado en su favor; esa masa de gente que tiene un índice intelectual por debajo de la media y que piensan con el mondongo en vez de emplear la razón –cosa cada vez más frecuente en España gracias a la clase dominante–. Inmediatamente, alzó la voz otro contertulio que tendría algo que cosechar con su defensa numantina de la democracia, diciendo que eso era una afirmación antidemocrática, y que en esta forma excelsa de gobierno todo el mundo era igual, desde el premio extraordinario de doctorado, hasta el barrendero que ejerce muy dignamente su cometido. Hago inciso para comentar que no estamos hablando de la dignidad de los individuos mientras cumplan estrictamente con su deber, sino de su intelecto zarandeado por las opiniones vertidas en los medios por los que, como he dicho, tienen algo que ganar con sus opiniones. Enlazo otra vez con el comentario del susodicho apesebrado, que continúo vertiendo toda una serie de despropósitos acerca de las ideas fascistas, dictatoriales, etc., etc. Y habrá gentes que lo estuvieran escuchando que se habrán tragado todas las mendacidades que salieron por su boca y, o porque también tienen algo que rapiñar, o porque piensas con las tripas, le darán la razón en todos los puntos de su esperpento dialéctico.

Luego, comentamos durante la sobremesa el caso y no llegamos a ninguna conclusión, ni siquiera de orden práctico, sobre la mejor forma de gobierno. Los comentarios daban bandazos entre la dictadura o la monarquía extraparlamentaria, y la democracia como la menos mala de las otras formas de gobierno posibles. Desde luego descartamos absolutamente que, ésta en la que nos movemos, fuera una democracia, ya que uno de los pilares de una democracia auténtica es la independencia de los poderes, cosa que está demostrado que no existe–excepto para esa masa por debajo del índice intelectual medio– por cientos de resoluciones judiciales que favorecen al gobierno en un cien por cien.






¿Qué nos queda? Reformar la mentalidad de la gente adoptando las medidas conducentes a mejorar la calidad de la enseñanza por una parte, y por la otra conceder becas reales para los alumnos que, demostrando una capacidad suficiente para abordar con garantías una carrera universitaria, no tengan medios materiales para ello. Y si no empezamos por ahí todo seguirá igual por los siglos de los siglos. Y seguirán triunfando unos u otros pero con la misma mentalidad de vivir a costa de la política sin pensar en el bien común, ni en el futuro.

Y todo esto ocurrirá mientras la masa de la que hablamos; esa masa formada por individuos que piensan con las asaduras, y por la juventud deformada por las facilidades flagrantes que les han concedido para hacer lo que les da la gana, no se eduque de una manera contundente y meditada para crear ciudadanos inteligentes y con sentido común, que defenestren a la clase política actual. Mientras tanto, ajo y agua: A jorobarse y aguantarse.

martes, 14 de diciembre de 2010

CREO EN DIOS

El ser humano necesita soportes para sostenerse, tanto físicos como espirituales. Desde que el mundo es mundo y apareció el hombre en el globo terráqueo, nació la necesidad de confiar en algo, de tener una meta, un gurú, un sacerdote que nos pusiera en contacto con lo que quiera que hubiera creado el Universo y fuera el responsable de nuestras vidas. La indefectibilidad de la muerte de los seres humanos, ha sumido en el desconcierto a la gente, siempre. Las peguntas surgen del fondo del individuo como para adquirir cierta confianza en nuestras acciones con respecto a lo que pueda haber ‘más allá de la vida’. Y siempre ha habido alguien dispuesto a darle respuestas, que al mismo tiempo, resonaban en sí mismo produciendo una especie de lenitivo.




Lo cierto es que el ser humano siempre ha sido confiando en esas respuestas, porque no tenía más remedio. Si yo no sé la verdad, alguien la sabrá, y si ese alguien me comunica algo más o menos creíble, lo adoptaré como cierto en espera de alguna señal del infinito que me confirme o me desmienta el asunto. Y si no surgen señales espontáneas, ya se encargará alguien de asegurar que durante el sueño o en alguna otra circunstancia extraña se le ha comunicado la verdad, que correrá de boca en boca constituyéndose en doctrina.

A lo largo de los milenios, ha existido una religiosidad que impulsaba a la humanidad hacia un creador, supremo hacedor de la vida y de la muerte y, por lo tanto, responsable subsidiario de lo acontecido y por acontecer. Todo el mundo pagaba los servicios de un intermediario y este quemaba ofrendas animales y humanas para aplacar la ira de los dioses caprichosos y ávidos de justicia. Y cuando el hombre se apartaba de la línea de conducta que le acercaba al paraíso, había alguien dispuesto a volverlo al buen camino y a limpiar las faltas de lo ya recorrido.

Todo el mundo vivía de algún forma en la religiosidad y era un lábaro la idea de la concordancia entre las acciones y las reacciones; la ley, buena acción – premio, pecado – castigo.

Esto mantenía al hombre en un ten con ten espiritual que le impulsaba a ser consciente de sus buenas o malas acciones. Bien es verdad que siempre ha habido gente que con una mano se daba golpes de pecho y con la otra se dedicaba a apuñalar al prójimo. Pero la verdad es que siempre había sistemas de neutralización de las entidades que se apartaban del camino perjudicando gravemente a los demás en su físico o en sus intereses.





Me dirijo al hecho actual de la falta de religiosidad de los ciudadanos que, impulsados por las ideas sesgadas de los que debían de constituir ejemplo y guía, se acostumbran a hacer lo que les viene en gana sin pensar en las posibilidades de que las obras sean bumerang que se vuelvan contra el que las lanza. Aparte de esto existe una necesidad imperiosa de creerse todo lo que dicen o hacen los famosos. Hace poco he leído un artículo en el que se habla de una supuesta periodista, que en el ejercicio de sus funciones, sorprende a una super famosa arrojando un envase de cartón a una papelera. Suponiendo que aquello podía ser fuente de una noticia, rebusca ávidamente en la papelera y halla el envoltorio de una crema para el cutis. Acude a un amigo farmacéutico en busca de información del producto y, cuál no sería su sorpresa al enterarse de que era una crema barata y de uso no habitual. Ofrecida la noticia en prensa, a los pocos días se agotó la crema en la mayoría de las farmacias de Madrid.

¿Qué pasa? ¿Por qué la gente se lo cree todo a pies juntillas y sin embargo está de moda no creer en Dios? ¿Qué tiene una famosa que no tenga Dios? ¿Por qué la gente cree en los políticos y no en Dios? Quizá a los políticos, por mucho daño que me hagan, los puedo echar con mi voto y a Dios, por mucho que vote estará allá arriba mondándose de risa de lo estúpidos que son los humanos. ¿Qué nos queda a la gente de a pie? Una cosa que siempre ha existido, y puede que siempre exista, aunque, en estos momentos no está en la cresta de la ola. Hablo de la fe, esa virtud que nos impulsa a creer en lo que vemos y a confiar en Dios como mi guía y protector, que me otorgó el ‘libre albedrio’ para que yo fuera feliz, pero que lo he prostituido dando el poder al materialismo y al dinero como fuente de sexo y poder.

domingo, 12 de diciembre de 2010

UNA VUELTA DE TUERCA

Es evocador para mí ver los vídeos del viaje a México del 2005. Me hace revivir algunos momentos sublimes –la verdad es que muchos–, de los que viví, y me acuerdo de multitud de enseñanzas chamánicas que aprendí.





Estando en Malinalco –último vídeo–, muy cerquita del DF, instalados en el chalet de un amigo de Jaime, nos proporcionó un taller delicioso de ritmo y coordinación, impartido por Luis (si alguna vez supe su apellido o su alias, lo olvidé), maestro en este arte. Allí nos llevó un ‘tambor’ para cada uno. Y digo tambor porque no estoy muy ducho en las clases de instrumentos de percusión de parche que nos llevó para que los tocáramos. El caso es que había para todos. Al iniciar el taller nos previno de la actitud que debíamos de mantener en todo momento si queríamos establecer una buena relación con los demás. La clave del asunto, como de cualquier actividad que vayamos a emprender, es estar al cien por cien; estar ahí con cuerpo y alma. En una de las fases, una ayudante empezó a tocar un djembé con maestría, y nos recomendó que dejásemos que las vibraciones nos penetraran y que, poco a poco, fuéramos sacando de dentro el ritmo que nos sugerían. Así, poco a poco, fue creándose un clima de percusión aceptable para gente que no está avezada a este tipo de actividad. En otra fase del taller nos explicó la naturaleza mágica del tambor y su poder curativo. No en vano emite vibraciones muy poderosas que pueden armonizar las de nuestros átomos. En realidad somos átomos en una determinada vibración que puede ser modificada por vibraciones externas sutiles o por otras más penetrantes. Nos aconsejó que tocáramos el tambor con asiduidad como método de meditación, creación de armonía y curación.





Fue una hora y media durante la que estuve en el rollo al cien por cien, entre otras cosas porque te llevaba l ritmo y no tenías más remedio que adaptarte a la circunstancia. En el último video, que colgaré esta semana, veréis unos trocitos de aquel inolvidable taller de percusión.

Al finalizar, Jaime agradeció la sabiduría de Luis, su entrega y los consejos que nos había regalado, e hizo votos para que algún día se repitiera o tuviéramos la fortuna de verlo en España. Ante nuestra subida esa noche a la zona arqueológica para practicar una ceremonia muy interesante. Nos dijo que al igual que habíamos estado al cien por cien en el taller, único sistema para sacar algo en limpio de él, debíamos mantener la misma aptitud allá arriba, en la zona de poder.

Siempre lo mismo. No hay profesor, religioso, chamán, sabio, anciano, que no tenga dentro la enseñanza ancestral de ‘vivir el momento con intensidad’; al cien por cien; con cuerpo y alma. Buen papel hubiéramos hecho si durante el taller de percusión, cuando teníamos que coordinar las vibraciones que emitíamos con los tambores, hubiéramos estado pensando en las musarañas.

A mí me va bien el sistema. Procuro estar en mí el mayor número de momentos posibles del día. Y cuando me salgo de mí mismo, procuro retomarme con la mayor celeridad, porque, de lo contrario, no sé a dónde me llevarán mis pensamientos.
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