viernes, 18 de junio de 2010

LA AZUL




¿Cuál es la panacea para vivir la vida sano, impecable y espléndido? No me vengáis ahora diciendo que no lo sabéis. ¡Si os lo he dicho varias veces! Bueno, venga, lo repito. La panacea para vivir sano, impecable y espléndido, con todo lo que eso conlleva, y que iremos desgranando a lo largo de esta entrega, es: Vivir el momento. No desviar la atención, ni un solo instante de lo que nos ocupa en cada situación. Estar ahí, en lo que estamos, sin dejar volar el pensamiento. El principio del estrés es: Estoy trabajando aquí, pero estoy pensando allí. Y eso me enferma de una manera importante. No se puede trabajar y pensar en otra cosa.

Habitualmente, cuando tenemos muchas tareas que llevar a cabo, estando en la primera, se me va el pensamiento a la segunda o la última, y esto me hace distraerme de lo que estoy haciendo, no hacerlo bien y producirme un agotamiento muy por encima de lo normal. Si tengo varias tareas pendientes, mi propuesta es hacer la primera, de una manera impecable, y después pasar a la segunda sin pensar en la tercera. Esta técnica, que debía enseñarse en los cursillos de efectividad en el trabajo, nos proporciona unas armas insospechadas, más efectividad, más atención y menos cansancio. De otra forma, no las acabas todas y terminas agotado y mirando al reloj cada dos minutos.






No es, ni más ni menos, que la concentración. Fundamental para llevar a cabo cualquier tarea intelectual, material o deportiva. Es de lo que hablan todos los entrenadores: de la concentración. Y perderla, es cometer fallos, a lo largo de la competición, que nos meterán en problemas. Durante un partido individual o colectivo, además del entrenamiento físico y de las tácticas de ataque y defensa, es, por encima de todas la concentración, lo más importante. Perderla es irte del juego a cualquier otro lugar o circunstancia que nada tiene que ver con la intención del partido.

Una técnica muy conocida para desconcentrar al contrario es ponerle nervioso de cualquier manera, con faltas, gestos, insultos o comentarios, antes y durante el juego. Los animales hacen todo lo posible por parecer más grandes y más fuertes para intimidar al adversario, al que siempre hay que respetar. Por eso es fundamental la concentración. No me importa nada de lo que hagas o digas, yo estoy centrado en mi juego que es mi obligación. El boxeo es un deporte en el que las marrullerías son una técnica, como otra cualquiera, para sacar de quicio al oponente. Y, casi seguro, que si se logra este propósito, se tendrá una gran parte a favor.






Respeto por el contrario, autoestima y concentración, son tres cualidades que debe exhibir un deportista para salir triunfante en sus partidos. Qué duda cabe que el entrenamiento físico y la técnica son importantes, pero no valen nada sin la concentración y la autoestima.
La suficiencia de sí mismo, no tiene que ver nada con la autoestima. Mal asunto el bombardeo constante y la ducha de autosuficiencia con que se impregna a un equipo antes de los partidos. Y, muchas veces, descender al suelo es doloroso y conlleva el fracaso.

La ‘roja’ –que me pregunto yo ¿por qué no ‘la azul’?- tiene demasiada tontería. Son magníficos, pero con eso no se come. Les falta concentración, respeto y motivación. Y si un entrenador no sabe inculcar estas tres cualidades, no se merece entrenar al equipo nacional. Menos mal que ha sido en el debut. Muchachos: Respeto, motivación y concentración. Que muchos de los demás las tienen, por ejemplo, Suiza. ¡Qué bochorno!

jueves, 17 de junio de 2010

LA EDAD NO ES SINÓNIMO DE SABIDURÍA (y 2)



...guay, sacando pecho y fardando de chorradas. Y para ser ‘normal’ hay que dejarse de bobadas y ejercer de humano con un espolvoreo de parte divina.

Continuación:

Porque, os aviso, cada ser humano tiene su toque divino, como no podía ser de otra manera, aunque algunos lo lleven tan oculto que difícilmente los reconocemos como seres con su potencialidad divina. Pero tenerla, la tienen. Y con esa parte divina es con la que somos capaces de llevar a cabo las empresas más arriesgadas y peligrosas, y de hacer que la gente se sienta feliz en nuestra presencia. Sólo hay que seguir la norma de no hacer a los demás lo que no quisieras que te hicieran a ti nunca, jamás.



Álvaro Reja




Mi opinión es que “Dar es igual que recibir”. Y con esta norma, es lógico pensar, que si das patadas, te devolverán coces; y si das amor, también te devolverán coces. Es broma, hombre. Es difícil que, si das amor se resista alguien a corresponderte. Para esto tengo una técnica infalible de acoso y derribo. Es fácil que si tú alagas a una persona constantemente, la mimas, la cuidas, la ensalzas, la ayudas, te ocupas de ella, la llamas por la mañana, por la tarde y por la noche para interesarte por su bienestar, se acabe enamorándote de ti. Si no perdidamente, sí con alguna contundencia. Las cosas funcionan así, aunque la gente a veces lo ignora. Al final te adueñas de la voluntad de la gente y acaba queriéndote con el único argumento de que tú la quieres mucho. Por el contrario, todos huyen de ti si te muestras desagradable, osco u obsceno. Todo depende de la energía que trasmitas a los demás. Por eso insisto en que dar es igual que recibir.




Ramón Gaya




Es bonito que le gente te quiera, aunque no necesario. Está bien que la gente confíe en tus servicios, pero no imprescindible. Eso viene con el tiempo y los resultados. Lo que sí es imprescindible es la impecabilidad en el trato humano y profesional. Me contaba una paciente con cierto pesar (que yo traté de que desapareciera), que al salir de la consulta de cierto especialista de la plaza, como no conocía el lugar, se equivocó y quiso salir por una puerta equivocada. El médico, con cara y tono de perro de presa la espetó: “Señora: La salida está aquí. Ahora, si quiere la enseño la casa” ¡Qué desagradable es ese señor! –Se quejaba la buena mujer- Naturalmente la paciente cambió de médico. Y seguramente era muy competente en el plano profesional, pero no en su trato humano.

Una mezclita equivalente es conveniente y necesaria. Y todo el mundo a gusto y feliz. Acabo para no hacer esta perorata demasiado extensa: Yo soy impecable en mi trato y en el ejercicio de mi profesión, lo demás vendrá dado por añadidura.

martes, 15 de junio de 2010

AMOR, AMOR, AMOR



El hombre es bígamo por naturaleza. Lo lleva en sus genes. Ancestralmente, el número de guerreros, cazadores o defensores era fundamental. Así, un guerrero, cien mujeres, cien hijos. Cien guerreros, una mujer, un hijo cada nueve meses. La diferencia justifica la propensión del hombre a la promiscuidad. Lo malo es que a nadie le amarga un dulce, y, antes (hablo de la oprobiosa), las mujeres tenían un freno moral que les evitaba caer en la tentación. Pero ahora, cuando las niñas desde los trece años establecen vínculos sexuales con los guaperas de la clase (los otros se quedan a vérselas venir, como siempre), al alcanzan la madurez sexual están muy acostumbradas a poner el ‘gorro’, y, por costumbre, lo siguen haciendo. Me acuerdo del libro de Enrique Jardiel Poncela, ¿Pero hubo alguna vez once mil vírgenes? En memoria de la leyenda de Santa Úrsula y sus once mil vírgenes acompañantes, que sufrieron martirio en Colonia en el siglo XIII. Enrique duda (¿con razón?) de la sinceridad de la fidelidad femenina, y cuenta de un ‘Don Juan’ que, por avatares de la juventud, se ve forzado, estólidamente, a abusar de cuantas mujeres se cruzan en su azaroso camino.



Libarob




Desde siempre el problema ha sido del caballero. Las damas, eran las damas y no había nada que objetar, pero ahora ya no sé si es más puñetero Enero que Febrero. Las cosas se han acelerado y las ideas se han desbocado de tan rápida y extraña manera, que yo no pondría la mano en el fuego por ninguna adolescente (lo siento por las que todavía son vírgenes. A ellas no las aludo). Pero ¿qué digo? Si el problema ya no es tal, y ahora ya no importa, ni eso, ni nada peor. “Libertad, libertad. Sin ira, libertad…” Pero lo malo es que la represión continuada trae como consecuencia, cuando se laxa, un pendulazo al otro extremo. Y ahora estamos en esas, en el pendulazo, en el que los chicos se dejan ligar por las chicas. Bueno, que son ellas las que abusan, vejan y violan a los críos si se descuidan.

Siempre consideré al amor y al sexo íntimamente emparejados. El mayor placer, a mi corta manera de entender, es hacer el amor con la mujer amada, cuando el amor es verdadero amor, cuando el amor duele de lo profundo, cuando hay que hacer grandes esfuerzos para no llorar de felicidad entre los brazos de nuestra amada, cuando el amor se confunde con la entrega, con la espiritualidad y con la incondicionalidad. Si no habéis sentido nunca esto, nunca habéis estado verdaderamente enamorados.



Álvaro Reja




Lo repito por enésima vez: “El amor es incondicional o no es amor”. El truco de: “Yo te doy si tú me das” y “Estoy harta de dar, alguna vez me tendrás que dar tú” y “A ver cuándo cambias de postura”, son demostraciones palmarias de la existencia de una transacción comercial, conveniencia, costumbre, contrato, etc. Si existe amor, debe de ser incondicional o no es amor. Y cuando el amor existe en toda su pureza y en toda su grandeza, lo que genera es una libertad para la persona amada. “Te amo tanto; hasta tal extremo quiero tu felicidad, que te dejo libre” “Haz lo que quieras, tuya es tu experiencia”. Yo tengo la inevitable obligación de ser feliz independientemente de las cosas y las personas. Si no soy feliz por dentro, no puedo buscar mi felicidad en nadie, ni en nada. Una mujer, un hombre no puede hacerme feliz, ni un objeto, ni el dinero, nada.



Gustav Klimt




En este contexto, si yo siento verdadero amor por mi pareja, difícilmente podré herirla, abandonarla, serla infiel, o vituperarla. Pero si esto llega (no pondré la mano en el fuego por nadie, ni por mí mismo), lo oportuno es, según recomendaba mi maestro Adolfo Domínguez, dejar a tu pareja actual y plantearte una nueva aventura con la que ahora te gusta. “Lo malo” –decía- “es jugar con dos barajas. Eso es lo que hiere y lo que rompe el alma. Es más sincero y se lleva mejor, romper con una y emprender el camino con la otra”. Nunca juegues con dos mujeres; podrían sacarte los ojos entre ambas si llegan a enterarse.

lunes, 14 de junio de 2010

LA BREVE LEVEDAD DEL CUMPLEAÑOS



En la novela Las voces del desierto, Marlo Morgan, habla de “Los Auténticos”, aborígenes australianos que, como los indios americanos, tenían su propia cultura, sus costumbres, su especial relación con la naturaleza y con los seres de la tierra. Aparte de otras muchas peculiaridades, no comprenden por qué se celebra el día del cumpleaños, siendo una cosa que no define ningún hecho especial. Todo el mundo ha nacido, y, una vez al año llega el día en el que ocurrió. Nada especial. Todo el mundo, bueno o malo; listo o ignorante, hábil o manazas, lo cumple. Ellos no le dan importancia al hecho de que llegue el día del nacimiento, es decir, el cumpleaños. Para ellos es inútil; no sienten nada en su interior. Pero, sin embargo, hacen una fiesta y felicitan a un compañero o a un pariente, cuando ha logrado algo para él mismo o para la comunidad. Entonces se adornan con flores entretejidas, se pintan la cara y el cuerpo con colores llamativos, danzan, cantan y hacen una demostración de sus habilidades. No para competir, simplemente para entretener a los demás.



Ricardo Carpani



Si alguien ha logrado sobreponerse a un temor que le paraliza cuando ve a perros salvajes del desierto, lo celebran y le felicitan. Cuando alguien caza un canguro por primera vez y logra trasladarlo hasta el campamento, lo festejan y bailan para el cazador. Cuando un semejante logra romper un odio por algún semejante y consigue el olvido de lo que provocó aquel sentimiento, todos cantan alrededor del magnífico. En un cumpleaños, ignorancia. Yo creo que no saben ni el día que nacieron ¿Para qué? Cuando llegue el momento de la partida ya se enterarán y volverán a la madre tierra de donde salieron.

Hoy es el día de mi cumpleaños, pero si no me felicitáis no me importa, no me siento mal, ni considero que me desprecie nadie. Hubo un tiempo en el que, para no jugar al fallo, avisaba de mi fiesta con una semana de antelación, y si veía que llegaban las tres de la tarde y alguien no se había acordado, le llamaba por teléfono para que me felicitase. Así me evitaba la decepción o la tristeza. Pero ahora no. No considero que la gente tenga que celebrarlo bajo ningún concepto. Estoy de acuerdo con “Los Auténticos” ¿Qué mérito tiene el día de mi cumpleaños? Me apetecería más celebrar el día de mi “no cumpleaños” todos los días del año, menos el que corresponde.


Ricardo Carpani


No obstante, la familia te felicita – a veces-. Los amigos te felicitan –algunos-. El que no se olvida nunca de mi cumpleaños, curiosamente, es “El Corte Inglés” ¿Por qué será? Fijaros, El Corte Inglés sabe cuándo cumplo años y cuántos; y los “tal por cual” del Sacyl no sabían cuando me jubilaba. Y eso que uno se jubila una vez cada 65 años…La diferencia entre la empresa pública y la privada…

domingo, 13 de junio de 2010

LA EDAD NO ES SINÓNIMO DE SABIDURÍA



A mi paciente –profesional de la sanidad, joven, atractiva, carismática y sensible-, la molesta que la gente dude de su pericia apoyándose en su juventud. “¡Usted, con lo joven que es!… Como queriendo decir,…¡no estará muy al día!?” Cuando oye o intuye este sentimiento, se la revuelven las tripas y no vomita porque está muy educada. Esta sensación no sólo la siente ella, sino muchas personas que se advierten criticadas. Unas por su juventud, otras por su edad provecta, otras por su semblante y otras por su indumentaria.

Siempre he sabido que el hábito no hace al monje, pero ayuda a identificarlo. Naturalmente, la imagen que se ofrece al público es muy importante para moldear el primer criterio que establece la persona que nos ve, pero la edad difícilmente se puede disimular. En cualquier caso, el desagrado ante la crítica ajena, viene dado por la primera causa del sufrimiento de la gente según el chamanismo: Los seres humanos sufren, primero, porque la gente no se atiene a su voluntad. No hacen, no dicen, no piensan lo que ellos quieren, y esto genera desagrado, molestias mentales y sufrimiento.






Mi paciente sufre porque lo que ella querría es que la gente la considerase como una experta en su especialidad, sin detenerse en la edad o en otras circunstancias que nada tienen que ver con la sabiduría o la pericia. Y me temo que, como es muy joven, va a seguir sufriendo muchos años. Frente a esta agresión, el chamanismo te lleva a comprender que cada ser humano que habita en La Tierra, tiene una misión que cumplir y una serie de experiencias que llevar acabo, en la que nosotros tomaremos parte, o no, según nuestra relación con cada uno. Pero la gente, en general, tiene que ser libre para vivir su experiencia, y, a ser posible, a nadie nos gusta que interfieran en ella. Entonces hay que llegar a la conclusión –muy práctica por otra parte- de que cada cual puede hacer, decir, o pensar lo que le venga en gana, porque de lo suyo gasta. Y yo no soy quién para decidir nada al respecto. Mi familia, mis amigos, mis compañeros, mi pareja, pueden hacer lo que les dé la gana con mi absoluto consentimiento. Es más, yo le doy ‘la chapa’ a la gente que viene a mi consulta porque se supone que si se sientan en mi silla de confidente, es porque quieren que mejore su calidad de vida. Y entonces me explayo. Pero, si no, dejo que todo el mundo opte por su mejor solución. Si alguien de mis amigos o de mi familia me pide opinión, lo primero que le pregunto es: “¿De verdad quieres saber lo que pienso al respecto?” Y si me responde, sí, le sigo preguntando: “¿Estás preparado para que te dé caña?” La mayoría de las veces la gente se somete al rigor de mis comentarios, quizá porque saben que los hago con todo el amor del mundo.







Libertad para todos. Por favor. Esto no cuenta para los hijos menores de edad. Para ellos no hay que ejercer de libertario. Al contrario. Hay que ponerles barreras, imponerles normas y hacerles acatar leyes no negociables. Al resto de la gente, ’libertad, libertad, sin ira libertad’.
Otro aspecto del problema es la estúpida intención de que la gente nos acoja, nos acepte y nos ame. Pero yo no le puede gustar a todo el mundo, así que ejerceré de mí mismo sin aditamentos, conservantes, ni colorantes. Y al que no le guste, pues estupendo. Y al que le guste, pues fenomenal. Ejercer de uno mismo es estupefaciente. Ir de normal por la vida, es una de las cosas más alucinógenas que existen, cuando todo el mundo va de guay, sacando pecho y fardando de chorradas. Y para ser ‘normal’ hay que dejarse de bobadas y ejercer de humano con un espolvoreo de parte divina. (To be continued).

Sigo ilustrando mis 'entregas' con óleos de Álvaro Reja.
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