viernes, 24 de septiembre de 2010

EL TRABAJO A PERROS

Cientos de páginas diluidas en el éter; cientos de horas de trabajo tiradas al vacío. Ingenio, desvelos, imaginación, investigación. Todo baldío; todo inútil. No han servido para nada. Se me ocurre buscar culpables; parece que esa compulsión de los humanos consuela en cierto modo la ira que acumula la injusticia monumental de apartar de ti toda labor de años de trabajo. Pero alguien tiene que pagar los trastos rotos; alguna persona se tendrá que hacer responsable del desaguisado.





Mi informático de cabecera emite un diagnóstico que no me deja satisfecho y un pronóstico todavía más negro. Uno de los discos duros internos de mi PC es el responsable. Al parecer también los discos duros tienen un final al cabo de unas horas determinadas de vuelo. Existe un cansancio de los materiales, un sobrecalentamiento de los circuitos impresos, que hacen que eviten ser reconocidos por el sistema. Algunos dejan que recuperes los datos que atesoran; otros no sueltan su fortuna y se va al vertedero dentro de su estructura electrónica. Me cuenta que, en todo caso, se podrían recuperar los archivos, pero que costaría una pequeña fortuna, desde luego fuera de mi alcance en estos momentos de mi vida.





¿Quién tiene la culpa de la movida? Es inútil buscar culpables. Lo que hay que hacer es aprender del hecho y no escribir nunca, nada más, sin hacer una copia de seguridad en un medio de almacenamiento externo. Pero los medios de almacenamiento externo también son perecederos. Existe un programa que indica lo que le falta al disco para cascarla definitivamente. Pero tampoco es seguro. A lo mejor confías en su predicciones y te llevas un chasco.

Yo comencé, como todo el mundo, llenando hojas y hojas de papel, cuadernos y cuadernos con lecciones, apuntes, libros, conferencias, estudios, trabajos, ensayos, archivos de pacientes, etc. Y a no ser que los papeles se quemaran en un incendio –cosa muy poco probable– allí estaban, llenos de polvo, pero ahí estaban. Quizás amarillentos por la oxidación de la celulosa, pero legibles y recuperables. Eran tangibles, los podías tocar, romper o coleccionar. ¿Perderse dentro de un amasijo de estructuras metálicas con circuitos impresos microscópicos y una capacidad de almacenamiento cada vez mayor, y cada vez –colijo– más insegura? Imposible. Tenían que contribuir catástrofes naturales, cataclismos, erupciones volcánicas, inundaciones, incendios…






Al parecer los pendrives (memorias USB ,Universal Serial Bus) son más duraderos y mucho más económicos, y para almacenar letras tienen una capacidad ilimitada. Las obras completas de Shakespeare ocuparían 5 MB. En el mercado existen pendrives de hasta 32 MG a un precio bastante asequible. Me recomiendo comprar uno y utilizarlo solamente durante un año, al cabo del cual lo cambiaré por otro nuevo.

Sed vigilantes y celosos con vuestro trabajo. Es doloroso perder ni una sola hora de labor por nada; por un error del sistema, como tantos…

jueves, 23 de septiembre de 2010

DESCANSA

La vida, el Universo, Dios, quién quiera que sea, me aparta de la actividad de escribir en mi blog. De momento se me escapa el motivo, luego quizá se me desvelará en un intricado laberinto de causa – efecto. Esta vez le ha tocado al ordenador que empleo para hacer los ‘post’ de mi ‘blog’ (las entregas de mi cuaderno cibernético), mis libros, mis ensayos, tener a mano el diccionario de la RAE, el de sinónimos y antónimos, revisar mis correos, tomar notas… ¿Para qué lo han apartado? Evidentemente para que descanse o para que me dedique a otros menesteres ¿Cuáles? Quizá escribir a mano, con lápiz, como empezamos a hacerlo todos los seres humanos de mi generación. No nos dejaban escribir con plumilla mojada en tinta, hasta que no nos graduábamos en el montón de cuadernos de escritura llenos de garabatos, que imitaban malamente la realidad de las letras del alfabeto. Había un agujero en cada pupitre para alojar un tintero de porcelana blanca. Cuando se agotaba su contenido lo limpiabas concienzudamente de restos de tinta seca, lo llenabas con agua del grifo hasta la mitad y diluías una pastillita de tinta. El líquido resultante era un horror, pero no había otra cosa. Tus padres no ganaban para plumillas; se despuntaban, se torcían y echaban chapones de tinta en el cuaderno cuando menos lo esperabas. Para arreglar el desaguisado recurríamos a un trozo de tiza blanca que quedaba de un azul intenso después de absorber la tinta del manchón.




A mí me sigue gustando de vez en cuando escribir a lápiz. Demuestra la personalidad del que escribe; el trazo es diferente, y la presión que ejerces sobre el papel, te permite hacer trazos elegantes; algunos acaban interminables y como desapareciendo en el papel. A veces los trazos se aguzan en su final como en la escritura china, y cambian bruscamente de dirección para acabar una palabra. Cada escritura es única, irrepetible, no sólo entre diferentes personas sino entre grupos de distintas naciones. Son como las palabras y las frases, empleas una entonación diferentes dependiendo del sentido que quieras darles. Ser artesano de las palabras es sublime, pero en cuanto intermedian instrumentos mecánicos, pierde su belleza. Poe eso, de vez en cuando, agradezco que me den la oportunidad de escribir a mano y con lápiz.

Ha venido mi informático de cabecera, ha trasteado y cernido en mi ordenanza y, en muy poco tiempo para lo que acostumbran a tardar las cosas de las bits, ha acabado y me lo ha dejado en orden. Cuando se va, entró con avidez en mis archivos y: ¡Oh, maravilla! Han desaparecido 500 documentos. Conclusión de esta parte, el Universo, Dios, la vida, no quieren que rescate los post que iba a poner estos días y que tenía archivados. Desean que descanse.






¿Qué haría la humanidad sin cibernética? ¿Qué haríamos los humanos sin petróleo? ¿Qué sería de nosotros sin electricidad? Veo la nueva serie de TV inspirada en el libro de Ken Follet, Los Pilares de la Tierra, que se desarrolla durante la Edad Media, en la que no había prácticamente nada de lo que ahora nos resulta imprescindible: agua corriente, electricidad, petróleo, vehículos automóviles, papel, libros, lápices, gafas correctoras. Y, sin embargo, vivían, y algunos lo hacían felizmente y se morían a una avanzada edad, solos, sin necesidad de que ningún físico les ayudase a prolongar, en los últimos momentos, sus postreros sufrimientos.




¡Con qué poco vivían, mecachis! Y ahora nos quejamos de todo y por todo. Me llama por teléfono mi hijo, que está haciendo un viaje por Europa y me comunica que tiene cabreo elegante porque se le ha estropeado el GPS (Global Positioning System), que es ese instrumento que te hace equivocarte con ayuda, que es una cosa que yo sé hacer magníficamente sin ayuda de nadie. Esta es la demostración de que no sabemos vivir sin la cooperación de mil chorradas que, en ocasiones, no sólo no te facilitan la vida, sino que te ponen de una mala leche manifiesta.

Hasta este momento -23:10 del día 23 de Septiembre del 2010–, no ha conseguido recuperar mis cientos de horas de trabajo invertidas en un montón de libros de los que, curiosamente, no tenía copia. Confio en todos los hados del Universo. Si no, voy a tener una crisis de ira que me va a durar, por lo menos, unos diez minutos...

domingo, 19 de septiembre de 2010

PRETENDEMOS LLEVAR A LA GENTE A LA SALVACIÓN ETENA

Dedicado a dos seres queridos.


Escoges tu modo de vida a partir de una etapa en la que, al parecer, te interesó más colocarte al margen de lo establecido, de las reglas, de la normalidad y de la ética con uno mismo. Hay veces que el individuo, incapaz de hacerse cargo de su vida; incapaz de sufrir, elige evadirse de los problemas o simplemente de una vida que no le gusta, mediante la inconsciencia, el estado alterado de conciencia, la euforia y la aparente y efímera tranquilidad que proporcionan las drogas. Al hacerlo fuiste perdiendo todo lo bueno que había en tu vida: tu trabajo, tu familia, a ti mismo.





Mucha gente, incapaz de soportar la incapacidad que produce no poder hacer nada efectivo para conseguir que salieras del infierno, se alejó de ti y, desde aquel día, lo vio todo como un eco que llegaba a veces a sus oídos procedente de comentarios o de quejas manifiestas de los que intentaban ayudar sin darse cuenta de lo baldío de sus intentos. Tu hermana asumió la responsabilidad de sacarte adelante; en un principio sola, luego desistió de su intento; la dolías más que nada en el mundo y eras una dura carga para ella. A fuerza de las bofetadas que la propinabas, de las mentiras con las que evadías tu responsabilidad y de su profundo dolor de alma, te dejó abandonado a tu suerte. Por poco tiempo. Unos familiares de los que tiran la piedra y esconden la mano, la culpabilizó, hasta tal punto que volvió a contribuir con ellos para apuntalarte, con su dinero que era lo único que podían aportar, para posponer tu triste final. Después, ella se quedó como única responsable; los demás se hartaron y retiraron sus favores pretextando patrañas y evasivas.

Ella continúa sosteniendo tus despojos a base del dinero que hurta a su tranquilidad y a su seguridad futura. Está actuando en el límite de sus posibilidades económicas, a pesar de que tú sigues empeñándote en despeñarte por el precipicio. Dios, el Universo, la vida te ha dotado de un gran aguante físico para soportar todo lo que últimamente se te viene encima. La medicina, incapaz de hacerse cargo de tu curación, contribuye, en cada ingreso, al entibamiento de tu estructura. Da igual. Todos te hacen un flaco favor dilatando tu agonía; la agonía que tú proyectaste para ti hace tiempo y que no te están dejando vivir.




¿Es lícito luchar contra los elementos, intentando llevar a un ser humano, por muy pariente y muy cercano que sea, a la salvación durante toda su vida, a pesar de que él no quiere? ¿Está bien asumir la responsabilidad de la vida de un ser humano, cuando ese ente lo que quiere es destruirse con todas sus fuerzas? ¿Hasta cuándo se puede soportar la carga? ¿Cuándo estallará la bomba en sus manos y te llevará a ti, por fin, por delante?

Esa persona, como otras muchas, ha elegido la vida que quiere vivir y se le debe dejar que haga su voluntad. Si interfiere está contaminando la situación, está retardando el proceso, pero no lo va a evitar. Tarde o temprano llegará el final y se quedará satisfecha porque, según un círculo amplio de persona, ha hecho lo que debía ¿Está bien hacer lo que se debe en contra de la voluntad de un ser humano?

No te están dejando completar tu final cómo lo proyectaste. Pero así es la situación. Por alguna extraña razón tu hermana te debía está actuación corrosiva y extenuante para ella, de la que no sacará ni siquiera la satisfacción del deber cumplido.





Te ayudo a salir de un atolladero específico, pero no me pidas que te salve constantemente durante toda tu vida; que te lleve en volandas a la salvación. Nadie crece sino ante los problemas y ante la adversidad. Pero si pagas las deudas del prójimo incesantemente, nunca se hará cargo de su vida, ni de su economía. Hacemos un mal favor al que ayudamos constantemente. Debemos dejar que cueza en su propia salsa por muy amarga que sea y que gestione sus propios desatinos, porque, si no, no le estamos ayudando a crecer sino a relajarse en todos los aspectos, y a recrearse en el ocio, la molicie, la irresponsabilidad y el profundo desprecio por la gente que vive en la decencia y en la impecabilidad.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...