viernes, 7 de enero de 2011

ARROZ CALDOSO CON SETAS

Hace mucho tiempo que no posteo recetas de cocina, y la verdad es que me dejé guiar por una amiga que huye compulsivamente de toda publicación que tenga olor a guiso en su contenido. Sin embargo a mí siempre me ha parecido que es práctico contar de vez en cuando con una idea que te ayude a elaborar una receta para el día de hoy o para mañana. Y el caso es que en todos los hogares del mundo es necesario que haya una persona encargada de alimentar al resto de los miembros que conviven en la casa. Y como hay millones de hogares, tendrá que haber, consecuentemente, millones de amas de casa, o de amos de casa o de cocineras o de cocineros que confeccionen el menú del día, condición sine qua non para que la gente pueda tener la energía suficiente para trabajar durante toda la jornada. Incluso esa amiga a la que le violentan las recetas también tiene necesidad de comer a diario. En su honor y en el de tantas am@s de casa de España, ahí va la reanudación de la buena costumbre de mostraros alguna receta de mi preferencia y que, naturalmente, haya elaborado yo.

He escogido una receta que es muy completa y de elaboración relativamente sencilla.

ARROZ CALDOSO CON SETAS

Ingredientes: 400 gr de arroz arborio o bomba. 300 gr de setas. 1 vaso de vino blanco seco. 1 cebolla normal o morada. 4 dientes de ajo. 1 litro de caldo de pollo, de carne o de jamón. 1 cucharada de orégano. 2 cucharadas de perejil. 50 gr de queso parmesano, grana padano o emmental. Pimienta negra molida. Aceite de oliva y sal.

Elaboración: Poner el arroz en una cazuela con agua. Cuando rompa a hervir, colar, lavar y reservar. Picar la cebolla y los dientes de ajo. Limpiar y trocear las setas y poner el caldo a calentar en la misma cazuela que hemos empleado para dar un hervor al arroz.





Poner al fuego una cazuela con tres cucharadas de aceite. Cuando esté caliente incorporar la cebolla y los ajos. Sofreír un minuto a fuego medio-alto y agregar las setas. Salpimentar al gusto. Sofreír el conjunto sin que se dore demasiado e incorporar el arroz sin dejar de remover desde este momento hasta la finalización de la cocción. Cuando haya transcurrido un par de minutos, agregar el vino y seguir removiendo hasta que lo absorba el arroz. Espolvorear el orégano y reducir el fuego para ir incorporando el caldo caliente vaso a vaso.

Regar el arroz con el primer vaso y remover hasta que el grano lo absorba, entonces ir añadiendo vasos de caldo y removiendo a medida que el arroz los vaya absorbiendo, hasta acabar el litro de caldo. Estará listo en unos 20 minutos. Antes de retirar del fuego, rallar el queso sobre la cazuela y espolvorear el perejil muy picado. Mezclar bien, y listo. Se puede dejar reposar un par de minutos con la cazuela tapada.

jueves, 6 de enero de 2011

…O no…

Desde que nací me dieron por ciertas las verdades que también dieron por ciertas mis padres provenientes de mis abuelos. Eran verdades axiomáticas, por tanto no necesitaban demostración alguna. Era lo que atesoraban y para ellos tomaron, en cierto momento de sus vidas, carta de naturaleza. Las preguntas que posteriormente iba formulando siempre tuvieron una contestación empírica, en todo caso perteneciente a la experiencia, pero en ningún momento reproducible experimentalmente. No hacía falta. Aquello que se tomaba por cierto, era verdad y había que aceptarlo como tal a no ser que quisieras convertirte prematuramente en disidente del sistema, cosa que acarreaba funestas consecuencias de índole práctica.

La primera demostración a una pregunta que me satisfizo fue experimentar, por mí mismo, que el cuerpo humano estaba construido tal y como estaba descrito en el Leo Testut. Lo vi disecando un cadáver en mi primera lección de anatomía práctica. El corazón estaba donde debía y cada músculo del organismo daba fe de su emplazamiento anatómico. Aquello me llenó de gozo y acalló mi espíritu contestatario.



Casi nunca –y no digo nunca porque no me quiero extremar– después de aquel momento, pude constatar con experimentos los conceptos empíricos que se me fueron revelando a lo largo de la carrera. No supe nunca por qué entraban los virus para producir infecciones en unos individuos y en otros no; ni por qué en una epidemia había personas que no contraían la infección; ni cómo actuaba un antiviral; ni por qué se moría la gente, si había miles de personas trabajando para evitarlo; ni por qué había que administrar determinado medicamento a un paciente enfermo y no otro. Todo era empírico. A mi maestro le enseñaron la técnica que él me legó a mí, y me contó con qué medicamente debía combatir las enfermedades de la garganta, la nariz y los oídos. Desde entonces, unas veces funcionaron sus métodos –las más–, y otras veces, no –afortunadamente, las menos–.

Los representantes de los laboratorios nos visitaban con la frecuencia que les obligaban a emplear sus jefes, para ponernos sobre la mesa las últimas investigaciones en materia farmacéutica. Nos daban pelos y señales sobre el genérico del medicamento, su galénica, su posología, sus efectos y sus contraindicaciones, y, discretamente nos mostraban las prebendas que podríamos alcanzar, en orden práctico, si recetábamos con cierta frecuencia su producto y no el de la competencia. Unos medicamentos funcionaban –los más–, y otros, no –afortunadamente, los menos–. Pero te quedabas sin saber los porqués y los entresijos.



Esto me ha venido pasando en muchos otros apartados del saber humano, en materias social, política, económica y religiosa. Y en todos ellos me han explicado las cosas empíricamente y la mayoría de las veces con un «Porque sí» bastante práctico para el que manda, pero que a mí me ha dejado confuso siempre. Porque, por qué funcionan tan mal las cosas si todo el mundo me ha explicado que las cosas son y tienen que ser así. Que los políticos tienen que acceder al poder sin ningún merecimiento, experiencia, currículum, ni nada parecido. Que los bancos tienen que ejercer la usura sin ningún control. Que las minorías tienen que decidir en contra de las mayorías. Que la democracia es la mejor forma de gobierno. Todo esto que me dicen, con una cara dura fenomenal, puede ser verdad, o no. Porque, que todo el mundo se lo crea no es una demostración definitiva de su veracidad.

Yo no sé quién promovió el inicio de las verdades estúpidas que todo el mundo acata como si de ellas dependiera la supervivencia. Porque las cosas se pueden hacer de muy diferentes maneras y muchas de ellas funcionan a las mil maravillas. Pero, no, aquí hay que adaptarse a unas normas que nos han llevado al abismo, y seguir utilizándolas a ultranza. Es como aquel imbécil que bajaba por una pendiente nevada siempre por el mismo sitio, que le llevaba indefectiblemente al mismo pino, contra el que chocaba aparatosamente. Pero él, erre que erre, seguía empecinado en bajar siempre por las mismas rodadas.

Las cosas establecidas, lo que nos han dicho siempre, lo que se hace por tradición, puede ser bueno, o no. Puede ser verdad, o no. Yo siempre las pongo en cuarentena, y si puedo, acudo a una fuente fiable que me aclare el concepto o el porqué de las cosas, porque, repito, lo que está establecido puede ser verdad, o no; puede ser práctico, o no.

miércoles, 5 de enero de 2011

LA ORQUESTA DE LA NACIÓN

Había una orquesta en una ciudad, cuyo director falleció dejando vacante su plaza. Al cabo de pocos días se presentaron al puesto varios candidatos engolosinados por el salario, por los viajes y por la promoción que eso suponía en su carrera. Uno de ellos, que además de ser director de orquesta era muy avispado, empezó a hacer campaña entre los músicos. Se asesoró de quienes eran los más conflictivos, o de quiénes tenían algún borrón en su cuaderno, y, uno por uno, les fue hablando y prometiendo prebendas de todo tipo como pago de su apoyo.




La batalla fue dura y los candidatos lucharon hasta la extenuación queriendo demostrar sus habilidades y sabiduría musical. Zaspatahiev era el nombre del avispado candidato que había comprado voluntades a cambio de favores posteriores. No era el mejor pero sí el más mentiroso de todos. Y vio recompensada su felonía con el triunfo final. Había conseguido la plaza después de una dura oposición apoyada por los miembros de la orquesta, que poseían un voto de calidad en la elección.

En su presentación no hizo, por supuesto, alusión a los miembros de la orquesta que le brindaron su apoyo, pero sí agradeció el de todos los músicos que la componían con elogios desmedidos que dejaban al descubierto alguna de sus habilidades dialécticas. En el primer ensayo todos se afanaron por aportar su pericia en cada uno de los instrumentos y todo sonó perfectamente. La sinfonía para piano nº 2 de Rachmaninoff enterneció a los visitantes que asistían asiduamente a los ensayos de la orquesta. Parecía que la cosa iba sobre patines hasta que ocurrió un hecho que empezó a complicar la buena marcha de los acontecimientos. El primer violín, una mujer atractiva, que además era concertino de la orquesta (De forma más general, el concertino es el instrumento o grupo de instrumentos solistas, por contraposición con el ripieno, que es el conjunto de instrumentos que sirven de acompañamiento y base para el concierto), a cambio de su apoyo, le plateó una reivindicación consistente en el cambio de puesto en el organigrama del conjunto. Hasta entonces se sentaba al lado de una rumana que disputaba con ella su puesto de concertino, a la que odiaba como sólo puede aborrecer una mujer a otra en su lucha por un hombre, un puesto de trabajo o los favores de un superior. El director accedió obligadamente a cambiar de silla a la concertino. Todo perfecto hasta entonces. Pero las cosas ruedan como quieren y no como nosotros deseamos, y las parejas de ambas –contrabajo y fagot respectivamente– también le exigieron el cambio de sitio en pago a su apoyo. Esto empezó a crear malestar entre los profesores que siempre habían estado al lado de los que, de una manera sorprendente y poco usual habían cambiado de sitio, creyendo que la cosa les concernía. Otro fagot, homoxesual vergonzante, enamorado de su compañero en silencio, interpretó la maniobra de este como un rechazo, languideció y se vio obligado a dejar su puesto por razones físicas.


Rachel Barton Pine

El percusionista, pieza fundamental de la orquesta, viendo la facilidad con que la gente conseguía prebendas que no habían logrado desde hacía tiempo, obligó al director a que le concediera un permiso de fin de semana para ir a ver a su novio a París. Como quiera que ese preciso fin de semana tenían contratos para tocar fuera de su ciudad, hubo que fichar urgentemente a un percusionista sin experiencia que metió la pata. En medio de la 6ª Sinfonía de Tchaikovsky, Patética, entró con un platillazo antes de tiempo y de una obra que tenían estudiada, hizo un esperpento criticado al día siguiente en todos los medios de comunicación.

Tres profesores, un violín, un contrabajo y un chelo, consiguieron, sabiendo que era incompatible, que se les permitiera formar una orquestina de cámara para dar sesiones esporádicas. Esto ocasionó un cisma interno porque todo el mundo quiso agruparse en orquestinas para aumentar su salario.

Como las cosas empiezan, pero no se sabe nunca cuándo acabarán, un grupo de músicos bajo la tutela de uno de los demandantes de pago por los servicios prestados, plantearon al director una subida de salarios, una reducción del número de los ensayos y dietas por las salidas fuera de la provincia. Ante la amenaza de huelga, el director felón no tuvo más remedio que ceder. Y desde entonces, la música ya no era la de antaño, la seguridad no era similar y la sonoridad dejaba mucho que desear. Los contratos ya no aparecían tan frecuentemente como antes y tuvieron una llamada de advertencia por parte del organismo oficial que gestionaba la sinfónica.

Las cosas llegaron a tal extremo, que ya no se exigía la excelencia para cubrir las plazas y las ocupaba cualquiera que tuviera la carrera con cualquier calificación y sin currículum. Y durante los exámenes se permitían fallos tremendos por imperativo de los profesores que aprovecharon este vacío legal para introducir en la orquesta, de rondón, a sus parientes y amigos.

Los asiduos oyentes de aquella sinfónica dejaron de acudir a los conciertos programados, y cuando dejaron de llegar peticiones de intervenciones fuera de la ciudad, el organismo que gestionaba la agrupación, tuvo que cancelarla.

Las orquestas tienen que tener una disciplina férrea, unos estatutos cerrados, unos métodos estrictos para cubrir plazas y no pueden consentir la disidencia de las minorías ni las reivindicaciones individuales. Todos los miembros saben y reconocen que estas medidas son fundamentales para que todos vivan ejerciendo su profesión dignamente. Para que una orquesta suene bien no tiene que haber minorías reivindicativas, ni disidentes, ni prebendas. Todos tienen que aportar el cien por cien de su capacidad para que todo sea perfecto. Solamente así puede el espectador llorar con la Patética o exaltarse con la 1812. De lo contrario, todo suena a lata.

martes, 4 de enero de 2011

CUOTA

Para ir abriendo boca en el año nuevo, creo conveniente sentar algunos conceptos fundamentales para no dejarse timar por ningún trilero. Y como he leído en una revista que una mujer de buena apariencia física, se encuentra satisfecha de ser una gerente de ‘cuota’, lo primero que se me ocurre es decir lo que pienso al respecto. No pretendo hacer proselitismo, pero, si sólo uno de mis lectores comprende la añagaza yo me mostraré satisfecho.

A lo largo de los años han ido saliendo individuos formados en las escuelas de psicología, que para justificar sus estudios se han embarcado en todo tipo de viajes exóticos a través del cerebro de los seres humanos. Es atractivo a este respecto, e interesante para algunos y algunas, estudiar las diferencias entre el hombre y la mujer. Físicamente las diferencias son obvias y apreciables a simple vista, aunque hay especímenes que quieren ocultar a toda costa sus características, pero mental y psicológicamente hay caracteres que nos diferencian, y otros comunes.



Cristina


Es natural que en función de los roles que ancestralmente han correspondido al hombre y a la mujer –y esto no es un capricho de Dios ni de la madre naturaleza– ambos, hombre y mujer, tengan características diferentes. El hombre, con una estructura más fuerte y con mentalidad de lucha y defensa, se ha encargado de proteger a la prole y cazar para su sustento. La mujer, más tranquila, organizativa y amorosa, aceptó el papel de criar a los hijos y educarlos en el lugar familiar. Hasta aquí todo correcto y tan evidente que no necesita profundizar en los conceptos. La cosa se complica un tanto cuando recientemente todo el mundo ha entrado en el concepto de ‘igualdad’ como si fuera el paradigma, que un extraño y andrógino demiurgo, se ha sacado de la manga con algún desconocido motivo. Y, a partir de ese momento y al toque de generala, incluso los hombres más viriles y sesudos se han lanzado a la batalla de la paridad de sexos en escuelas, fábricas, organismos oficiales y gobierno.

Siempre que en una liza alguien se eleva como vencedor, otro u otros se han dado por vencidos y han perdido la vida en defensa de unos ideales que consideraban justos. La justicia, en este caso especial, juega un papel capital. ¿Es justo que se tengan que incluir en una lista de responsables el mismo número de hombres que de mujeres, aunque éstas no sepan hacer la ‘o’ con un canuto? Las diferencias de sexo en el plano físico ya hemos dicho que son evidentes, pero las desigualdades de mentalidad, capacidad y tesón también son evidentes en el curso de la vida. Unos promocionan a base de su esfuerzo personal y otros no destancan porque no gozan de los talentos de los otros. Pero ahora esto se quiere malear, y en vez de escoger a los mejores, hay que escoger a las de ‘cuota’. Y las de ‘cuota’ no son, ni más ni menos, que las mujeres que hay que introducir en una lista para que se igualen con el número de hombres. Vamos, una parida –que no paridad– como la copa de un pino. Y así crece el trigo.


Calle Mayor


En todas las agrupaciones humanas, que necesitan una puesta en escena en común, en la que cada uno de los miembros aporta su trabajo, exigen un examen previo –a veces durísimo– para acceder al puesto. Pongo por caso las cientos de orquestas de música sinfónica que bajo la tutela de autonomías, ciudades, ayuntamientos, agrupaciones, dan sus conciertos para alimento espiritual del oyente. He oído de selecciones tan duras, que solamente ha decantado la balanza entre uno u otro miembro, la sensibilidad humana exhibida mediante un test de cien páginas. Apañadas estarían estas agrupaciones musicales si tuvieran que contratar el mismo número de hombre que de mujeres, porque se verían obligados a meter, de rondón, a alguna inútil para cubrir la ‘cuota’. Y decirla, naturalmente: «Tú, haz que tocas, pero no toques, inútil».

Todo esto viene a cuento de una encantadora mujer, que ordena y manda sobre tres mil y pico empleados y se declara muy satisfecha de ser ‘de cuota’. ¡La muy sandia!. ¿No sabrá que ser de ‘cuota’ es lo más indigno que darse pueda y que está quitando el pan de la boca a un hombre que está más preparado que ella? Pero «Ande yo caliente y ríase la gente».

A ver si el nuevo año empieza con la mentalización de la gente en general en estos conceptos que son políticamente incorrectos, pero que yo me cisco en lo político, ya sea correcto o incorrecto. Llega un momento en la experiencia de un ser humano en el que se gana el derecho de decir lo que le da la gana y en este caso opino que la paridad, la cuota y la igualdad entre sexos es la mayor aberración que ha nacido de una mente torturada de un político ignorante ¿De quién si no?

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IGUALDAD. 17/01/10 y 19/01/10

SOBRE FACHAS E IGUALDAD DE SEXO. 14/01/10

domingo, 2 de enero de 2011

CONTINUACIÓN DE LAS PROPUESTAS PARA UN NUEVO AÑO.

¿Por qué me enfado con la gente porque no opinan igual que yo, porque no me dicen lo que yo quiero oír, o porque no me consideran como yo me creo que merezco? Es un vicio muy humano pretender que la gente diga, haga o piense lo que yo quiero. Lo contrario me hace sufrir y me duele. Es la primera causa del dolor en el mundo, según la ciencia chamánica.

En mis propuestas para el año nuevo declaraba la necesidad de arreglar las diferencias con todo el que tengamos algún pleito. Decía que bastaba con pensarlo, ya que dirigirte a la persona interesada puede ser incluso una gran sorpresa para ella, porque la mayoría de la gente es tan inconsciente que no piensa que hiere al prójimo con su proceder. Habitualmente lo que queremos es que nos escuche, que se convenza de que son culpables, que nos ha amargado la vida y que rectifiquen su conducta, y, a poder ser que sufran las consecuencias. Esto no es viable. Cada cual es de su padre y de su madre y las diferencias de criterio son tan absurdas que muchas veces sólo se justifican por la manía de tener razón y por el estúpido instinto de posesión. Por eso no es práctica la confrontación con otra persona si no es con unas bases previas de relación. 1.- Ahora voy a hablar yo. Te ruego que no me contestes. Búscate, si quieres, otro día para responderme una vez que hayas sedimentado y dormido suficientemente mi parlamento. 2.- Te ruego que no me interrumpas. Este espacio debes considerarlo como exclusivamente mío. En correspondencia, cuando tú me respondas, otro día, yo permaneceré a la escucha con mis cinco sentidos. 3.- Una vez que me hayas escuchado, ya no tienes la obligación de responderme. Y con tu actitud darás muestras de tu decisión.




Esta propuesta funciona a las mil maravillas, pero está muy bloqueada por el orgullo de cada uno y sus ansias de defenderse de lo que todo el mundo supone un ataque. Porque, normalmente, cuando alguien nos recrimina nuestra conducta, dejamos de escuchar para maquinar una respuesta que desarme los argumentos del contrario y nos justifique, para salir airosos del trance. Siempre lo mismo: «…Pues, anda que tú…», «…Y tú, más…». El caso es responder al supuesto ataque con una defensa a ultranza y una estúpida justificación absolutamente pueril e innecesaria.

La base de toda la argumentación es la pretensión de ser el caudillo en cada uno de los círculos que utilizamos para vivir. Estar seguros de nuestra verdad e intentar convencer a los demás de ella. En una palabra, buscar aliados, cómplices y prosélitos, en vez de amigos incondicionales.

Una vez que comprendo que los demás pueden hacer, decir o pensar lo que quieran, y que yo no tengo derecho a exigirles un comportamiento acorde con mis deseos y mi manera de vivir, todo se calma, se sedimenta y ya no juzgamos al prójimo porque piense, diga o haga algo que va en contra de nuestras convicciones.




En lo más íntimo de nuestro ser nos proponemos olvidar rencillas y aquellos actos que nos han herido alguna vez, y considerar que todo el mundo está asustado y elabora mecanismos de defensa ante unas actitudes que la mayoría de las veces no son de ataque, sino de intimidación y marcaje del territorio. No en vano seguimos siendo animales.

PROPUESTAS PARA UN NUEVO AÑO

¡Vaya! Ya pasó el fin de año, desapareció para siempre 2010 y ha entrado tímidamente 2011, Se acallaron los pitos, las zambombas, los matasuegras, y ya se digirieron las uvas de la suerte. Como todos, yo me empiezo a hacer propuestas para éste. Son retos personales que me propongo cumplir a priori y que luego se frustran por una u otra cuestión y no acaban de cuajar. Yo creo que el motivo fundamental es la falta de resolución. Porque ¿qué puede impedirme que cumpla mis propuestas si tengo una voluntad firme de llevarlas a cabo? ¿En realidad es eso lo que quiero o simplemente es una manía reiterativa anual de tener que hacer mentalmente algo que tengo pendiente? Porque, igual no necesito para nada aprender inglés. En ese momento de mi vida las perspectivas de viajar a un país de habla inglesa son escasas, pero a lo mejor se me atraviesa en el camino un americano a quien tengo que aleccionar en determinado aspecto de las costumbres culinarias de esta ciudad. O me empeño en escribir una novela en inglés, me abro al mercado de habla inglesa y me forro. Esto se me acaba de ocurrir ahora mismo, pero me parece una idea feliz. Claro, que si me parece difícil hablar inglés, cuánto más lo será escribirlo con el nivel necesario para plantearte editar una novela… Quiero decir que las propuestas, aunque no parezcan prácticas analizándolas en profundidad, puede que sean el principio de nuestra fortuna material o espiritual. El caso es realizarlas y hacerte con la llave material para conseguir tus propuestas.




En una ocasión leí un ritual de año nuevo, en el que se aconsejaba que nos hiciéramos con unas cuantas llaves viejas y que escribiéramos en cada una de ellas, con un rotulador de tinta indeleble, una idea que querríamos conseguir en el año nuevo: Amor, fortuna, salud, trabajo, amigos, pareja. Conservando el llavero en un lugar de nuestro atuendo personal o en una ubicación idónea de la casa, tomaríamos la llave adecuada y acariciándola, diríamos: «Quiero el amor de… y tengo la llave para conseguirlo».

De esta manera, además de hacernos la propuesta, tendríamos el apoyo mental para alcanzarla. «Quiero aprender inglés y tengo la llave para conseguirlo». En este caso escribiríamos en una llave la unión de dos palabras: Sabiduría y voluntad.

Otra propuesta que me hago es la reconciliación con todas aquellas personas con las que creo tener diferencias. En este caso no es fundamental –aunque sería un apoyo tremendo–, hablar con el interesado. Pero esto depende en gran medida del carácter del oponente. Y, a lo mejor yo quiero, pero él no. Y en este caso sería peor el remedio que la enfermedad. Así que bastaría con sentir, en lo más hondo de nuestro corazón, que ya no hay nada que reprocharle a fulano y que no siento ningún rencor hacia él. La cuestión no es perdonarlo, sino sentirme bien pensando en él.




La tercera propuesta es no criticar a nadie, ni a mí mismo. Y en este apartado entra de lleno no juzgar a nadie, ni a mí mismo. Es una intención difícil de cumplir. Durante un curso, el ponente sugería tratar de implantarla en nuestra manera de pensar poco a poco: lunes, miércoles y viernes, no hablar de los demás; martes jueves y sábados no hacer auto reflexión, ni hablar de sí mismo; y domingos descansar poniendo a parir a todo el mundo , y a mí, más. Así pretendía conseguir eliminar la crítica y el juicio de la mente de sus alumnos. Pero uno de aquellos le preguntó: «Y si no hablo de los demás, y tampoco de mí mismo ¿de qué voy a hablar?». Y es verdad. Nos pasamos el día hablando de los demás o de nosotros mismos, sin darnos cuenta de que hay otros muchos temas de conversación que los de ‘cortar trajes a medida’. Pero, bueno, me lo propongo para ver si este año lo consigo.

No cargo mucho las tintas porque luego tengo menos cosas por las que arrepentirme. Basta con estas tres para ir haciendo boca desde el día 2 de Enero de 2011.

Mañana abundaré en las razones que nos mueven a intentar culpabilizar al resto del mundo porque no piensa como nosotros…

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CARTA ABIERTA A SUS MAJESTADES LOS REYES MAGOS DE ORIENTE. 05/01/10
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