sábado, 4 de diciembre de 2010

NEVADA EN PALENCIA

No me puedo sustraer de compartir con vosotros la nevada. Salí por la mañana, forrado de abrigo porque estábamos a 6 grados bajo cero, y me lié a hacer fotos y películas en la Huerta de Guadián y en el salón. Como, lo bueno, si breve, dos veces bueno, esta es una pequeña muestra. Un saludo.


jueves, 2 de diciembre de 2010

A GUISA DE EXCULPACIÓN

El álbum de los momentos sublimes es el título de un curso de chamanismo que, como casi todos, cursé con Agustín Delgado. En él postula el principio básico de toda filosofía: «Vive el momento». Pero le da una dimensión diferente, para compensar la pérdida de recuerdos, o la insensatez de traer del pasado escenas que nos laceraron el alma, para revivir aquellas emociones negativas.

No recomienda no pensar en el pasado; «El pasado ya pasó, no me puede afectar», sino que aconseja fabricar en un recóndito lugar de la mente, un álbum de aquellos momentos en los que nuestro espíritu estaba transido de una felicidad sublime. Durante los tres días que dura el curso, aparte de otras muchas actividades, nos dedicamos a evocar aquellos momentos especiales, que nos arrobaron el corazón, y para no perderlos en el desván del olvido, hacer con ellos un cuaderno; un álbum de los momentos sublimes. Él mismo recuerda una travesía en motora, durante la que tuvo la emoción de verse rodeado de ballenas que, como si se alegraran de ver a sus visitantes, batían sus colas contra el agua, resoplaban por sus tubos de ventilación lanzando el agua a veinte metros como si se tratase de un geiser magnífico lleno de vida, y rozaban su inmensa anatomía con las paredes de la exigua embarcación. Tan lleno estaba de la sensación divina que le embelesaba, que en ningún momento pensó en el potencial peligro que suponía estar al lado de un mamífero de cerca de sesenta toneladas, inconsciente, quizá de su propia fuerza. Aquellas escenas supusieron para él un punto de inflexión en su manera de pensar, de hablar y de actuar. Pasado un tiempo, cuando ideó el curso y lo tituló: «El álbum de los momentos sublimes», incluyó su anécdota con las ballenas para ilustrar el programa.




Esos momentos pueden sacarnos de problemas convirtiendo las situaciones indeseables en momentos felices. Una de mis formas de pasar un rato agradable, arrumbando en un rincón los pensamientos deleznables, es ojear mis álbumes de fotografías o ver las películas de mis aventuras, o de los cursos de chamanismo –¡Ojalá pudiera tenerlas todas!–, que veo con delectación y se me pasan las horas lánguidas. Si alguna persona de mi primer o segundo círculo me acompaña, entonces la tarde rezuma placer. Él pregunta y yo despliego toda mi memoria y todo mi poder narrativo para hacerle vivir mis momentos, mientras que yo los degusto a mi vez.

El viaje a México supuso para mí, como para Agustín su episodio con las ballenas, un anclaje fantástico para evocar en los momentos de penuria, indecisión o marasmo mental. Algo importante a nivel terapéutico. El pasado ya pasó, pero nos dejó su carga emocional, y es bueno, en los momentos de declive del ánimo, desempolvar esos recuerdos que nos hicieron vibrar de planta a cuero.

Este parlamente no suena a justificación. Es una justificación. Porque se podría pensar que con estas veleidades podría estar contradiciendo mi postulado vital: «Vive el momento» El pasado no existe, el futuro tampoco. Lo único que existe en la realidad es el presente. Pero si llenamos el presente de rosas, aunque sean del pasado, viviremos unos momentos entre flores.

VIAJE AL MÉXICO PROFUNDO

He aquí, por fin, el vídeo del viaje a México. Después de devanarme los sesos y molestar, por activa y por pasiva, a mi informático de cabecera, Daviz Gonzalez Viñas, y a mi querido amigo Rafael Martinez, experto en videos y del que he aprendido lo poco de sé de edición, creo que he conseguido poder ofreceroslo. Ya me comentaréis vuestra impresión. Un saludo para todos.



Viaje al México profundo. Secuencia 1 from Enrique de Soto on Vimeo.

Lo incluyo también en la barra derecha para que se pueda acceder a él sin buscar en los post.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

EL FACTOR HUMANO






El factor humano es aquello que favorece o se opone a determinada acción del hombre. El elemento o concausa que determina el resultado de una acción.

El humano; el hombre, es impreciso, inesperado, imprevisible, caprichoso y proclive a la melancolía y a dejarse afectar gravemente por causas externas a él. Hasta que no te encuentras en determinada circunstancia no sabes de qué manera vas a reaccionar, ni por dónde vas a salir, ni cuáles serán los resultados del hecho. Pero lo que depende del ser humano, yo lo pondría siempre en cuarentena, y no apostaría muy fuerte por si acaso. No estoy hablando en sentido peyorativo, sino en el más estricto papel de abogado defensor, para arrimar el ascua a la sardina de mi raza.

Cuando una persona se ve obligada a decidir, lo hace, pero con desgana, porque sufre la falta de seguridad que nos caracteriza a todos –a unos más que a otros–, pero a todos en general. Y esta inseguridad que está presente en el género al que pertenecemos, de una manera u otra, influye en la cuenta de resultados de la historia del hombre en la tierra.

¿Nos debemos culpar por ello? No. Solamente hagámonos conscientes de nuestra escasa infalibilidad y procuremos, en lo sucesivo, aprender de los errores y de la historia. Esto lo podemos aplicar a cualquier orden de la vida, pero me voy a remitir a la faceta deportiva, y por lo tanto la más humana de todas. En el deporte influyen, creo que más que en otros ámbitos, los factores externos, sobre todo psicológicos. Me viene a la memoria, para ilustrar el aserto, el bajón que sufrió Rafael Nadal en su juego a raíz de sus tristes circunstancias familiares, que le hicieron salirse de sí mismo y no coordinar sus movimientos para ganar partidos. Pues si esto pasa con una persona, qué no pasará en un deporte que depende de 22 jugadores, dos entrenadores y cientos de miles de humanos que rodean el evento. Cada uno tiene sus implicaciones morales, afectivas y familiares. No son máquinas engrasadas y afinadas para conseguir su óptimo rendimiento, están sujetos a múltiples variables que hacen cambiar decisivamente el resultado del experimento. Todos los jugadores del equipo, además de estar entrenados y conservar sus características y rendimiento físico al máximo, tienen que prepararse psicológicamente, estar con la mente limpia y relajada y mantener su poder de concentración, fundamental para cualquier actividad humana.

Cada uno de los veintidós jugadores que corren por el campo en la unidad de tiempo, están sometidos a su propia presión, a la presión de cada uno de los compañeros de equipo, a la presión de cada uno de los rivales, a las de los entrenadores y la del público en general. Demasiadas presiones para una sola persona. Y, claro, no se pueden aventurar pronósticos, porque sobre el papel debería de acabar de una determinada forma con arreglo a factores lo más ajustados posibles, pero cuando interviene el factor humano, puede dar al traste con la lógica y con el resto de parámetros manejados por los medios de comunicación, por las casas de apuestas y por el público en general.

Veintitantas variables son muchas para plantearse cualquier pronóstico. Yo añadiría el factor de incertidumbre que desempeña un factor decisivo en cualquier experimento en física cuántica. Es el que dice que cualquier experimento varía con arreglo al ojo del observador. ¿Sabes lo que son cientos de miles de mentes empujando, la mitad para un lado y la otra mitad para el otro? ¿Sabes lo que son las mentes de los protagonistas sometidas a presiones de todo tipo?

Cuando yo jugaba al futbito, era integrante de un equipo de amigos que jugábamos algún torneo de Palencia. Cuando el entrenador me sacaba al campo, mi estado de ánimo era caótico: los nervios me tenían absolutamente acelerado, y esa rapidez provocada por la secreción masiva de adrenalina, no me dejaba concentrarme, ni coordinar mis movimientos de la debida manera. Esto dificultaba en gran medida mi rendimiento que se veía más disminuido si cabe cuando alguien de la familia estaba viendo el partido. No me puedo imaginar lo que sentirán los jugadores de futbol, observados constantemente por cientos de miles de personas, con la presión del entrenador, de los compañeros y del sueldo, muchas veces injustificado con arreglo a los méritos.

Así se comprende que el Madrid perdiera ayer frente a un equipo más conjuntado, más concentrado y con más motivación. La presión y la concentración que se opone a ella, son decisivos para el rendimiento de los partidos. Desconozco si hay estudios de los parámetros físicos del jugador antes del partido, durante el partido y después de él, comparándolos con los acontecimientos durante el juego y cómo estos acontecimientos influyen en el rendimiento del jugador. ¿Cómo influye el índice intelectual del jugador y su manera de afrontar los hechos de la vida, es otro estudio interesante. Cuando convenza a Florentino de poner en marcha los estudios pertinentes, ya os transmitiré los resultados.



He aquí la primera parte del video del viaje chamánico a México del año 2005. Iré subiendo el resto a medida que vaya montándolo. Un saludo a mis amigos mexicanos y a todos mis seguidores.

martes, 30 de noviembre de 2010

¿QUÉ ES METER LA PATA?

Todos metemos la pata varias veces al día, y mucha gente lo anota, se duele y se castiga por ello. Los hijos de puta no, porque ya lo tienen asumido y procuran que sus meteduras de pata redunden en perjuicio de alguien, y, ellos, en vez de castigarse castigan al desgraciado tercero en discordia. Pero eso de ‘meter la pata’ es otro concepto equivocado. Quizá sea no ejercer la reflexión en un cien por cien, pero nadie es capaz de mantener la atención las veinticuatro horas del día. Con el nivel de conciencia que cada uno tiene en el momento en el que mete la pata, es lo único que podía hacer, es lo único que podía pensar, y es lo único que podía decir. Hay que hacerse consciente de ello, asumirlo y pasar página. Posiblemente sea la tercera o cuarta del día, pero ya vendrá el tiempo de pasar tres, luego dos, y por fin una, o ninguna.

Yo no he conocido a nadie que no haya metido la pata alguna vez, y mucha gente varias veces por minuto. Es su naturaleza. Están en un nivel de conciencia que les permite meter la pata. Pero eso no es malo, ni debe tener connotaciones negativas; hay que hacerse consciente de ello, no culpabilizarse y pasar página. Pero, escucha, yo estoy hablando de meter la pata, pata. De preguntar a una amiga, que hace algún tiempo que no ves, por su marido, y haberla palmado el mes pasado, o cosas por el estilo. Porque tirar cuatro copas a la vez de encima de una mesa con el vuelo del abrigo, y querer evitarlo cuando todo el mundo te mira, es para vivirlo y despelotarse de risa.


Parque del Sotillo. Palencia

Esas meteduras de pata de llamar al amigo Juan, cuando se llama Federico, no son meteduras de pata, son ‘despistes’. La verdadera verdad del Evangelio es que hay mucha gente despistada, que sufre deslices por inocencia pura. En ningún caso yo me culparía por meter la pata. Se saca y arreglado. Aunque lo más mejor, si hay terceros afectados, es pedir perdón humildemente y seguir metiendo la pata.

La ignorancia de ciertos conceptos tampoco es punible. Es como si yo hablase con un arquitecto de cuestiones técnicas que sólo saben ellos, o discutir de filosofía con mi frutero de cabecera. ¿Quién lo sabe todo? Pues, nadie. ¿Se puede uno culpabilizar por ello? Pues, no.

Dicho esto –que es una frase que da para mucho–, me he reído un montón con la novela corta, porque no tiene que ver nada el culo con el jubileo. Y el sentido del humor es una cualidad que todo el mundo debía detener a barullo y nos iría mejor a todos. Metamos la pata o no.


Chopos lombardos en La Carcavilla.

Otras meteduras de pata son demoledoras para el género humano mientras no aprenda a gestionar sus emociones de manera diferente a la que en este momento las administramos: Me acuesto con una amiga de mi mujer y se entera. Critico gravemente a un amigo en su ausencia y se lo dicen con pruebas, pelos y señales. Me descuido dando marcha atrás y me empotro en el coche que estaba detrás de mí. En fin, estas meteduras de pata podemos tenerlas bajo control para no incurrir en ellas, porque esas ya no son despistes, ni falta de información, son una putada que podía haber tenido solución a poco que hubiésemos reflexionado en las consecuencias.

Total. Procuremos hacer al prójimo lo que quisiéramos que hicieran con nosotros. Esto es buen sistema.

domingo, 28 de noviembre de 2010

LA EXPRESIÓN DE LA NEGATIVIDAD ES FABRICANTE DE DESDICHAS

«…Y estoy hasta los mismísimos epiplones de oír chorradas en la radio, en la TV, y de leer despropósitos en los periódicos, porque fulano es un incompetente. Pero, claro, el que tiene la culpa es el ignorante que lo mantiene en su puesto. Las ‘patadas al diccionario’ cada día son más frecuentes y las expresiones chabacanas y fuera de la ortodoxia y del bien escribir y el bien decir, se han instaurado en la sociedad. Parece que haya una confabulación para establecer un estado de mediocridad palmaria, para que no se noten los despropósitos de quienes debían de dar ejemplo. Es inadmisible el comentario que ha formulado ‘zutano’ con respecto a la recogida tardía de la amapola mediterránea. Lo que debía de hacer es aprender antes de hablar como un gárrulo hidrópico de inepcia».

No creáis que me ha costado trabajo sacarme de la manga estas críticas. Podía haber estado soltando sapos y culebras a través del teclado de mi ordenanza hasta mañana. Porque uno de mis mayores defectos, aquel en el que tengo que reparar constantemente, es el de la crítica inmisericorde, y por ende, de la negatividad que conlleva.


Parque del Salón de Isabel II. Palencia

En efecto, la negatividad ha tomado carta de naturaleza en la sociedad española actual, y, de verdad, se han tomado por buenos los conceptos de que el idioma lo hace el pueblo y de que ‘hay que legalizarlo porque está en la calle’. Estos dos despropósitos, que hacen que nos deslicemos por la pendiente sin saber muy bien a dónde vamos a parar, son los que aceptan como buenas toda clase de críticas y negatividades. Y tanto unas como otras son como una especie de bumerán, que vuelve al sitio desde donde se lanzó impactando en la cabeza del lanzador.

Hay una máxima muy sabia que reza: «Lo que crees, creas». Ésta toma como base la teoría del pensamiento creativo, que postula que el pensamiento es el fabricante de nuestras circunstancias. También se apoya en el hecho incontrovertible de que las células del cuerpo carecen de la capacidad de pensar. Actúan por mandatos genéticos, y estos son exclusivamente: cumple con los cometidos para los que has sido creada, crece, cumple con tus funciones químicas con arreglo a estos patrones que se te ofrecen y que son inamovibles, multiplícate con respecto a esas pautas, y muere cuando llegue tu hora. Pero estas células se constituyen en órganos con una función específica, y puesto que las células no se pueden escapar ni un adarme de su cometido, los órganos tampoco. Pero estos conjuntos organizados de células responden a ciertos impulsos cerebrales, siempre producidos por situaciones emocionales externas. De forma que te creas tus propias disfunciones orgánicas con tus pensamientos. De igual manera, el clima general de los órganos, va en función de lo que se hace, de lo que se dice y de lo que se piensa. El estómago de un optimista no funciona de la misma forma que el de un colérico compulsivo. Y sin llegar a estos extremos, el decir: «Me encuentro bien», y pensarlo, crea ese clima especial en nuestro cerebro, que se transmite a cada órgano de nuestra economía orgánica.





¿Qué conlleva la negatividad y el expresarla? Un efecto retroceso que se vuelve contra el pensador. Y como quiera que «En lo que te enfocas, se expande», llegará un momento en el que no cabrán dentro de tu cabeza todas las negatividades y las críticas que eres capaz de fabricar, y llegado a un punto estallará esparciendo tu masa encefálica por todo el contorno. Y ya nunca más podrás criticar, ni comparar, y tendrás paciencia para sobrellevar las bolsas de basura y las latas vacías dejadas indolentemente por algún ‘alma de Dios’, en la belleza de un parque romántico o del Monte El Viejo, o pasarás por alto la imprudencia de una conductora que hace lo que quiere en una rotonda.
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