sábado, 5 de junio de 2010

LA PÁGINA WEB Y EL BLOG



Como habéis visto, le hemos dado un aire diferente a la página web, para adaptarla al diseño del blog. He recibido algunas indicaciones que voy a poner en práctica, como la de eliminar el ‘Dn’ después de ‘Dr’; otras de momento dormirán el sueño de los justos en tanto no venga la resurrección de la carne, es decir, nunca, jamás.



Parque del Sotillo. Palencia




He eliminado mucha morralla y he resaltado los libros, de los incluyo unas cuantas páginas en formato PDF al hacer clic sobre ellos. Si en un futuro queréis el PDF completo, voy a incluir un botón para que podáis pagar 2 euros por la recepción del texto completo del Glosario de Términos Culinarios (corregido y aumentado) y La Serpiente de Fuego.



Parque del Sotillo. Palencia



También he incluido una presentación en PP, que figura como ‘Presentación PPT’ para que no acuda a la mente ninguna connotación política. Es una delicia llamada “Cómo hacer un milagro”. Se trata de un opúsculo que recibí hace mucho tiempo, escrito a mano y con unas ilustraciones muy infantiles. Al final recomendaba que se divulgase, que era la intención que la había guiado a escribirlo (lo pongo en femenino porque una vez leído, se trasluce el género en cada párrafo). Como tengo por costumbre lo mejoré (a lo mejor no), e hice la presentación en PP. Durante mucho tiempo he pensado en la manera de poder divulgarlo gratis, como a mí me llegó. Aquí os lo ofrezco.

¿Qué postula?
Nada real puede ser amenazado.
Nada irreal existe.
En esto radica la paz de Dios.

Así comienza Un Curso de milagros, el cual establece una clara distinción entre lo real y lo irreal, entre el conocimiento y la percepción. El conocimiento es la verdad y está regida por una sola ley: la ley del amor, o Dios. La verdad es inalterable, eterna e inequívoca. Es posible no reconocerla, pero es imposible cambiarla. Esto es así con respecto a todo lo que Dios creó, y sólo lo que Él creó es real. La verdad está más allá del aprendizaje porque está más allá del tiempo y de todo proceso. No tiene opuestos, ni principio ni fin. Simplemente, es.



El Curso de Milagros


Me chocó mucho este postulado hasta que logré entenderlo y, una vez entendido, me aclara todas las dudas con respecto a la mente y el pensamiento. En realidad sólo hay una verdad inmutable y transcendente. Esa verdad es de la que dijo Jesús de Nazaret: “Conoced la verdad y ella os hará libres” Y ¿Cuál es esa verdad que nos va a hacer libres? La verdad es un concepto que sirve a toda la humanidad, en todo tiempo y en todo lugar. Y es:
El pensamiento es creativo. Se vive como se piensa.
Si se piensa bien, se vive bien. Si se piensa mal, se vive mal.



Explosión de Primavera en Palencia


Pretendo que os guste y que os sintáis bien nada más pinchar la página. Ya vamos por las 1.600 visitas, que me parece una cifra muy aceptable en dos meses. Gracias por seguir mis pensamientos. Si queréis que trate algún tema en especial sólo tenéis que sugerirlo. Un saludo a todo el mundo.

viernes, 4 de junio de 2010

MI RESPUESTA.



La verdad es que me siento identificado con esta nueva faceta de divulgar la naturaleza de mi nuevo mundo. Para mí es atractivo y altamente creador. Yo tengo en mi interior, de una manera potencial, todos los sentimientos: la paz, la guerra, la felicidad, la desgracia, la tristeza, la alegría de vivir, la salud y la enfermedad. Sólo saco de mi archivo mi sentimiento cuando un agente externo actúa sobre mi sistema de creencias, de valores o de prioridades. Entonces exhibo una de mis características hasta entonces ocultas. Puedo sacar la ira o puedo hacer aflorar la dicha de vivir. Son dos sentimientos; yo puedo controlarlos hasta el punto de ser consciente de cuál de ellos puedo sacar en un momento determinado. Todo consiste en hacerme cargo de la situación y no responder como se espera. Todo consiste en oír, pero no escuchar; en ver, pero no mirar; en sentir, pero no pone en marcha la emoción. Hacer lo que debo, sin dar la espalda a la situación, pero no involucrarme en ella. Ocuparme, pero no preocuparme. Sentir el momento de una manera definitiva y total, sin entregarme a los accesorios del pasado y del futuro. Esta la nueva conciencia y el nuevo mundo.



Primavera en Roble Garón. Palencia


Sé que tendré recaídas, achaques y ajes, soy consciente de mi naturaleza humana. Y, cuando durante tantos años se ha vivido en un mundo ajeno a la auténtica realidad; en un mundo negativo lleno de penurias y espanto, es muy complicado mantenerse ajeno a lo que no es real. Y lo que no es real es vivir constantemente en el pensamiento y no en el momento. Y lo irreal del pensamiento no existe, y lo real de vivir el momento no puede ser amenazado. Ahí estriba la paz de Dios.



Primavera en Roble Garón. Palencia


Me propongo, no obstante, mantenerme firme en este bastión que me he fabricado. Fortaleza inexpugnable que impide la entrada al mundo de los pensamientos, donde todos hemos permanecido el noventa por ciento de nuestras vidas. Y las secuelas de todo este tiempo no me las voy a callar; las sacaré de mí, incluso pensando que con ellas contaminaré a mucha gente. Esta es la palmaria demostración de la verdad de lo que digo. Lo advertiré para que no caigáis en la tentación de dejaros llevar por la corriente de mis quejas, de mis críticas y de mis pensamientos negativos. Las expresaré como para demostrarme a mí mismo que se puede combatir el pensamiento negativo y la crítica, siempre que se lea, pero no se integre.




Ocas en Isla Dos Aguas. Palencia




El enfermo siempre está en el mundo de las ideas. En el mundo real del momento no existe la enfermedad, ni el dolor, ni la ira, ni la muerte. Sólo la paz del ‘aquí y ahora eterno’, por muy duro que sea. Solo yo conmigo mismo y mi tarea. No mi pensamiento, sólo mi capacidad de actuar. Y eso forma parte del nivel de conocimientos y de aprendizaje. Entregarse a la actividad, totalmente en cuerpo y alma, quiere decir hacer las cosas exclusivamente pensando en lo que se hace, sin dejar vagar al pensamiento en otros vuelos diferentes, y hacer el cometido desapegado de la rutina. Una vez que hacemos lo mismo mil veces, es muy fácil caer en la costumbre. Hay gente que reza oraciones cristianas, o mantras, o salmos, o melopeas, y puede hacer otra cosa a la vez, e incluso pensar en otra cosa simultáneamente. No es lo oportuno, no sirve para nada. Las oraciones, mantras, salmos, sirven para no pensar. Pero para ello tienes que estar constantemente en la oración, en su significado, en su sentido. Mi madre tenía la costumbre de rezar el Santo Rosario todos los días, en familia. Nos reunía a todos en la cocina, al calor de la ‘bilbaína’ y conducía su plegaria a la que todos contestábamos. Pero, aparte de su práctica piadosa, estaba en todos los detalles que la rodeaban: En si yo me metía los dedos en la nariz, en el grado de cocción de las judías en la placa de la cocina económica, en que Chema le incordiaba a José Manuel o si María Elena contestaba a las letanías o no. Estaba en todo la mujer. Comprenderéis que de esa manera, la intención del rezo quedaba descafeinada. Su intención era buena –estoy seguro de que Dios así se lo consideraba- pero perdía la vivencia del momento, que es lo que constituye la bondad del rezo, que te hace vivir intensamente el momento durante 20 minutos, que, curiosamente, es lo que dura una meditación normal.

jueves, 3 de junio de 2010

UNO DE LOS VICIOS NACIONALES




De vez en cuando me topo en el camino con alguien que tiene la misma sintonía en la que yo sonaba hace un tiempo. Entonces conecto inmediatamente con ella y me dejo llevar. Y como me dé pie, me desmadro y suelto por mi boca sapos y culebras. Hasta me permito el lujo de quejarme, pero con visos de que no me quejo, ya sabéis. Primero la emprendo yo con alguno de mis rescoldos, todavía calientes: la enseñanza, la permisividad, incluso el apoyo clandestino a cometer desmanes y tropelías por parte del gobierno (los gobiernos) a la adolescencia, que parece que los incitasen constantemente a salir de la vía y descarrilar estrepitosamente. Luego, como me secunde y me haga coro, allá que voy con las minorías, que están gobernando España desde tiempo inmemorial. Con los nacionalismos, que sacan una loncha de jabugo cada vez que abren la boca. Con ETA, que campa por sus respetos y habla con los representantes del estado cuando les viene en gana, y se inventaron hace mucho, como el GRAPO, la forma de vivir en la opulencia sin hincarla. Con la corrupción, en la que unos se solapan en los otros, y todos a chupar del bote. Con las autonomías, que son una sangría constante para las arcas del Estado, y por tanto de la tuya y de la mía, y que debían desaparecer de un plumazo. Con la justicia, que es incapaz de un veredicto justo y ecuánime, plegándose constantemente a los requerimientos de la política. Con el sistema bancario, horondo y repleto como una matrona ahíta, que, a pesar de las inyecciones monetarias del gobierno declaran que cada vez van a dar menos créditos y más caros. Con la enseñanza, que no enseña, y en vez de formar, deforma. Con el 11-M del que me gustaría saber quién fue el muñidor, aunque me lo imagino, como todos los españoles, incluso los sandios.




El Cid Campeador



Mi interlocutor mete baza muy escasamente, porque yo hago como aquel padre de un amigo mío que fue interior del Real Madrid en los años sesenta, Félix Ruíz, de muy grato recuerdo para mí (Félix, no el padre al que conocí por sus anécdotas), que cuando hablaba con alguien y le daba la tos, con una mano se tapaba la boca y con la otra hacía ademan a su interlocutor de que esperase sin hablar que todavía no había terminado. Otro día estaba viendo pasar a la gente asomado a su balcón del primer piso de una casa de Pamplona muy próxima a la catedral. Un paisano acertó a pasar por allí justo cuando Dn. Félix expelía un ruidoso pedo. El viandante se volvió con intención de preguntarle algo y, él, sin esperar a la cuestión, le espetó: “¡Sí, he sido yo ¿qué pasa? Estoy en mi casa y me tiro un pedo cuando me da la gana…!”


La Tizona del Cid


Pero lo pasamos divinamente durante un rato intentando arreglar España. Cuando me doy cuenta de que he dejado llevar por antiguos tics, rectifico mis comentarios y me pongo en mi sintonía actual: Todo lo que pasa es necesario, no debemos entrar en el drama. Debemos seguir siendo impecables en nuestro trabajo, seguir pensando en el instante presente y lo demás vendrá dado por añadidura. No sufrir por lo que haga, diga o piense la gente y hacer ejercicio y meditación.


El escudo del Cid

Hay una frase que aprendí en mis cursos de Rebirthing con Adolfo Domínguez, y que reconforta mis momentos de crítica, hastío, drama, tedio y desesperanza: “Esto, también pasará”.

miércoles, 2 de junio de 2010

LOS VOLADORES Y EL CUERPO-DOLOR



La mente es una loca inquieta, ‘la loca de la casa’ como la llamaba coloquialmente Santa Teresa de Jesús, la de “… y muero porque no muero.”. Si la dejamos libertad, es como un adolescente del que nunca se alcanza a vislumbrar cómo la utilizará y hasta donde llegará con ella. Pero la experiencia nos dice que a ningún logro positivo. La mente está elaborando incesantemente nuevas formas de vida y nuevos objetos que, a veces son el inicio de una gran obra. La torre Eiffel en un principio sólo se trató de una idea en la mente de Gustav Eiffel, pero pasada por sus distintas fases devino en los 330 metros de hierro pudelado, que admira a quien la contempla. Y sólo se trató de una idea.Y si la mente es capaz de elaborar tan magnas obras, ¿qué no será capaz de alcanzar en el sentido negativo?






El chamanismo se pronuncia, sin embargo, en un sentido muy curioso acerca de la teoría de la mente. Dice que muchos pensamientos son propios del individuo, pero que otros son absolutamente ajenos. Es decir, son inducidos por entidades extrañas, llamadas ‘voladores’ que llegan de algún sitio ignoto y sobrevuelan nuestro cuerpo físico alimentándose de nuestros pensamientos negativos. Ellos, a su vez nos inducen esos pensamientos negativos, para que entremos en una espiral de mala conciencia, de la que ellos se nutren, estableciendo un mecanismo de retroalimentación constante en la que la respuesta en uno mismo se amplifica, y este aumento alimenta a los ‘voladores’, que refuerzan sus ataques.

Sólo existe una manera de combatir estos ataques, hacerse consciente de que existen. Y, desafortunadamente, la mayoría de las veces no pensamos en ello. Te encuentras mal y no piensas que ese malestar no es tuyo, sino inducido; te vas al médico para que investigue. Y si el galeno no ‘te acierta’, empiezas una absurda peregrinación, de ignorante en sandio, hasta que llegas a un ‘iluminatti’ que te diagnostica cualquier burrada, por supuesto muy grave, que te produce un shock salvaje que, a su vez te provoca una nueva enfermedad incurable.






Eckhart Tolle denomina a los ‘voladores’ del chamanismo, complejo cuerpo-dolor. Sustancialmente viene a ser lo mismo, con la diferencia de que él lo sitúa dentro de nuestro complejo cerebro-mente. Pero su solución es la misma: Observar tus sensaciones, siendo consciente de ellas, y llegar a esta conclusión:

El cuerpo-dolor no quiere que lo afrontes directamente y lo observes como es. Cuando lo mires, siente su influencia energética dentro de ti y lleva tu atención hacia ese hecho; entonces tu identificación con él se rompe porque ha entrado dentro de ti una dimensión de conciencia superior. La llamamos Presencia. Ahora te has convertido en el observador del cuerpo-dolor o en su testigo. Esto significa que ya no puede actuar simulando ser tú, y ya no puede alimentarse a través de ti. Has recuperado una inmensa fuente de fuerza interior. Has accedido al Poder del Ahora.





Jaime Delgado (Chamán)


El chamanismo aboga por hacerte consciente de que esos pensamientos, ese malestar, esos mareos, no son tuyos, porque no puede existir en ti tanta sandez. Y recomienda verbalizar el hecho: “Estos pensamientos no son míos, por lo tanto, fuera de mí”. E incluso hacer el ademán físico de sacudir con tus manos los ‘voladores’ que sobrevuelan tu cabeza.




Eckhart Tolle

Ambos sistemas funcionan, pero fundamentalmente hay que hacerse consciente de que los pensamientos negativos no son tuyos sino prestados, y que no los quieres en absoluto. Ambas terapias son efectivas y, tanto los ‘voladores’ como el cuerpo-dolor, se disipan y dan paso a una sensación de paz, equilibrio y seguridad. La clave, por otra parte, está en la fe. Y la fe es la seguridad, aseveración de que algo es cierto. Sin la fe, creedme, no se puede andar por la vida, porque está plagada de voladores y cuerpos-dolor que carecen de realidad y no son tangibles, y hay que tener una absoluta seguridad en que esto es así. Una vez que antepones la fe a los voladores, el éxito está garantizado.

martes, 1 de junio de 2010

EL MÉDICO GENERALISTA




Santiago Montero Díaz fue una de las mentes más lúcidas e ingeniosas de la posguerra; Franco, tan picajoso, lo desterró porque le incomodaba que aquel profesor casi bohemio le hiciera oposición desde el nazismo radical (fue determinante, se decía, que en una conferencia, lo llamara ‘rata vaticana’, por abandonar el barco de la verdadera revolución). Dejó honda huella en sus alumnos. Su talento deslumbraba; dejó escasas páginas escritas pero sí, y muchas, en cuantos lo frecuentaban.

Protagonizó anécdotas irónicas de valor incalculable. Y una de ellas ha inspirado mi comentario/entrega/entrada de hoy. Ocurre el hecho en la Universidad de Oviedo, que lo había invitado a pronunciar una conferencia. Presidía el acto el Rector, viejo cansado de aquellas ceremonias latosas, y, para dar la palabra, creyó conveniente decir algo sobre el conferenciante. Presento al auditorio, anunció, a un joven catedrático, historiador, según creo, y especialista… En este punto al presentador se le piró el santo al cielo, por lo cual preguntó al orador, que esperaba en pie en la tribuna: “¿En qué es usted especialista, señor…” (ojeada a una chuleta). “¿En qué es usted especialista, señor Montero?”. A lo que este respondió, con el máximo respeto y no menor modestia: “En la totalidad, señor Rector”.





En cuanto oigo apelar generalista a un médico, se me viene la anécdota a la cabeza. Un generalista ha de ser, necesariamente especialista en la generalidad, de igual manera que aquel maestro confesaba con irónica modestia serlo en la totalidad. Pero mis colegas generalistas no se designan así en broma, ni con modestia: su campo de acción es el índice completo de todos los tratados médicos de patología de todas las especialidades.

El nombre procede de extracción norteamericana. El ciudadano que en el año 1985, leyera en la prensa que “el médico de cabecera del presidente ruso Chernienko, un prestigioso especialista…” lo tomaría como un despiste. Porque llamamos médico de cabecera, precisamente al que no es especialista de nada, e igual ambos términos constituyen una contradicción.





Sin embargo, por aquel entonces, las condiciones de vida y de trabajo de los médicos, habían empezado a experimentar un gran cambio; desaparecía paulatinamente la estrecha relación entre el paciente y aquel atento y educado señor que acudía a su casa a visitarlo y le confortaba con su delicada e inapreciable presencia, le tomaba el pulso atento al reloj de pulsera, lo exhortaba a mejorar, le prescribía algún medicamento y le ordenaba permanecer en cama. Por los años setenta, la medicina hospitalaria, impulsada por el Estado, empezó a ofrecer mejores servicio clínicos, y a atenuar aquella relación médico–paciente, a pie de cama. El doctor Segovia de Arana decía en 1980 que los españoles habíamos pasado del médico de cabecera (término que figura en el Diccionario de Autoridades de 1780: ‘El que asiste especialmente al enfermo’) al hospital de cabecera. Ello obligaba al primero a perder su nombre, pero sus funciones esenciales no debían desaparecer por muchos motivos: debía de haber un médico con bata blanca que recibiera al paciente y era mano de obra barata. Por lo cual, en 1980, Rovira Tarazona, ministro de Sanidad, se propone reconstruir la comunicación directa, confiada y continuada entre el médico y el paciente, o, visto de otro modo, se quería restaurar, pero con otro nombre, la “asistencia primaria o de primer nivel”; para ello, decía el ministro, se estaba potenciando “la figura del médico de familia, que viene a ser el auténtico médico de cabecera, pero con los conocimientos más actuales de los avances médicos”. Se trataba del family phisician yanqui que, como el médico sustituido, debía conocer casi familiarmente al enfermo, y saber más que su predecesor.





La constante modificación de la estructura sanitaria determinó que el término médico de familia no cuajase demasiado, y el anglicismo generalista, fuera a instalarse en la terminología del oficio; no significaba lo mismo, pero casi.

Cuando a mediados del XIX, surgió la necesidad de conocimientos más profundos en espacios más reducidos del saber, el idioma inglés y el francés, forjaron el término especialist. La definición es bien conocida: llamamos especialista a quien sabe cada vez más de cada vez menos.





Frente a la medicina general proliferan las especialidades y estas cada vez se horquillan más, hasta tal punto que en algunos países, créanme, existen especialistas de riñón derecho y especialistas de riñón izquierdo, por las diferencias anatómicas y de relación con su entorno que existen entre ambos. Pero permanece impertérrito el término generalista y designa, en estos momentos a un médico que no sabe nada de nada.

¿Qué dirían ustedes de un abogado que se dedique a ejercer todas las ramas de la abogacía? Por lo menos que es un ignorante. Los hay laboralistas, matrimonialistas, etc. Pero sentiría escalofríos si tuviera que ponerme en manos de un abogado que supiera de todo. Lo mismo, reflexionen al respecto, pasa con los médicos generalistas; tienen que saber de todo. Y, les digo con toda sinceridad, yo hace cuarenta años que ejerzo mi especialidad, me reciclo, procuro estar al día, y no sé todo lo que hay que saber. Y en las especialidades quirúrgicas mucho más; en ellas el que hace muy bien un oído, es que no ha tenido tiempo de hacer muy bien las laringes, porque en esta vida, todo, no se puede hacer muy bien. Dejémoslo en discretamente. Cuanto más un médico generalista.




Estoy convencido, y lo declaro públicamente, que la gente hace lo que le dejan hacer y, en este caso, los generalistas hacen lo propio, lo que les dejan hacer. Pero es un flagrante error del sistema. Hoy en día los generalistas no tienen razón de ser; para eso están los especialistas, pero son mucho más caros de mantener. Y, además, todo está inventado: yo estuve ejerciendo de especialista de ambulatorio (lo que hoy son centros de atención primeria) durante algunos años, y eso despejaba de trabajo de rutina a los grandes centros de diagnóstico y tratamiento (hoy hospitales) que están colapsados por enfermo que podían ser vistos en los centros de atención primaria, pero por especialistas. Imaginación y lógica al poder. Y con respecto a la terminología, la Academia debiera definir el termino generalista, monterianamente: “Especialista en la totalidad”.
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