lunes, 23 de julio de 2012

EL CULO Y LAS TÉMPORAS


Es inteligente, buena conversadora, dulce de carácter siempre que no la toquen la mandorla –como casi todo el mundo– buena profesional y no le hace ascos a un rato de jolgorio hormonal. Trabaja bien, es perfeccionista en grado sumo y vive sola. No tiene pareja estable, aunque lo pretende, pero tiene siempre dos o tres candidatos a  utilizar con ella lo que crece debajo de los pantalones. Se trata de gente previamente comprometida con otras parejas, incluso con hijos de por medio, pero siempre están en trámites de separación, o  pensando seriamente en disolver la sociedad de gananciales o de separación de bienes.

Antes, para conseguir nuestros propósitos sexuales,  los hombres recurríamos a promesas de amor eterno y de matrimonio, condición sin la cual no había ninguna mujer que relajara sus abductores. Ahora, con la consecución de ciertos pensamientos ‘New age’, la gente está por aquello de ‘vivir el momento’, y añaden: ‘puro y duro’. Y, consecuentemente, los hombres, casados o no, acuden al término filosófico para conseguir sus fines. Pero ignoran voluntaria o involuntariamente –confunden la velocidad con el tocino o el culo con las témporas– que cada acción lleva consigo, indefectiblemente, una reacción, y que, a no ser que despejemos nuestra mente de contenidos superfluos, los complejos de culpa, los amores, los enganches y los celos, se meterán en los afaires por cualquier rendija.

Hablo de caballeros de 40 a 50 años, queriéndose relacionar con mujeres de 25 a 40. Los de 20 a 30 funcionan de una forma diferente; le llaman al pan, pan, y al vino, vino, sin andarse con subterfugios, y son fieles hasta que aparece en escena el príncipe azul o la princesa del zapato de cristal, momento en el cual se ponen por montera los conceptos y se entregan al libertinaje más académico.

La unión sexual, con o sin amor, lleva ínsitas en su naturaleza, ciertas pegatinas que son harto complicadas de despegar: ‘Fidelidad’, ‘Amor eterno’, ‘Hasta que la muerte nos separe’, ‘Engaño’, ‘Traición’, ‘Mentira’, ‘Capricho’, ‘Encoñamiento’, ‘Dolor’, ‘Rencor’, ‘Odio’ Y establece unas ligaduras, imperceptibles con los ojos del cuerpo, pero notorias a la hora de intentar romperlas para que no sean una rémora en ulteriores relaciones. Llevar a cualquiera a la coyunda es bueno y provechoso para ambos miembros del negocio, pero siempre que sepan a dónde van, cómo van, y por qué van. Y esto no se arregla con un “Hay que vivir el momento”, es necesario aclarar posturas, confesar estados e intenciones, para que la cosa no tenga consecuencias desagradables.

No confundir el culo con las témporas –en latín sienes– es conveniente, y en el caso de ‘vivir el momento’, no quiere decir que se viva a lo loco, sin considerar las consecuencias. Se refiere a que se viva ‘bien’ y de manera conveniente. Y todo esto se traduce en hacer las cosas ‘En bien para todo el mundo’ y ‘A gusto de todas las partes’.


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