lunes, 18 de junio de 2012

LAS MANOS





Vladimir Horowitz ((1 de octubre de 1903 - 5 de noviembre de 1989). El divino maestro Horowitz, que con sus manos de seda, casi acariciando las teclas, era capaz de sacar lo mejor del instrumento. La pulsación justa, el tempo preciso, casi milimétrico. Las manos, sus manos, son la muestra de lo que deben hacer y cómo deben de proceder, tanto en la caricia de amor, como en la educación. Las manos, los dedos, la caricia, la sensibilidad, la presión contenida.

Tenemos unas armas maravillosas en nuestro cuerpo. El ser humano está dotado de unas extremidades hábiles para hacer maravillas, para trabajar, para crear, para acariciar, para amar, para sanar, para transmitir confianza y energía. Pero, a veces, no sabemos el poder desmedido que encierran, y no comprendemos el poder infinito que  transmiten. En realidad no somos conscientes de lo que son capaces de hacer, de transmitir. Cuando era muy joven, allá por los años 50, tube mi primera novia; se llamaba María José y tenía mi misma edad. Ambos reíamos, nos divertíamos y nos amábamos. En aquellos tiempos la palabra amar tenía un significado absolutamente diferente. Había que despojarla de toda connotación sexual; no estaba permitido, no era lícito amarse hasta el final; tenías que limitarte a jugar con las manos, pero ¡qué juegos maravillosos! Nos sentábamos en una mesa, apoyábamos nuestras cabezas en ella, enlazábamos nuestras manos y dejábamos que ellas hablasen por nosotros.

En esa época yo no comprendía el poder infinito de mis manos. Luego, con el paso del tiempo, con la experiencia y con la sabiduría acumulada, me dí cuenta de su poder, de lo que eran capaces de hacer, transmitir, crear... Las manos de un hombre, para una mujer, pueden ser fuente de placer y de amor, o, por el contrario, origen de desagrado y de rechazo. En cada momento hay que utilizarlas de la forma adecuada, pero, en cualquier caso, poniendo todo el corazón y toda el alma en la punta de los dedos. Solo así pueden transmitir nuestros sentimientos; pueden hacerse sentir y escuchar, pueden amar y pueden reír; pueden, incluso, enseñar...

Ser conscientes del poder de las manos, nos puede introducir en un mundo nuevo y desconocido, en el que utilizaremos una nueva forma de relación, una nueva manera de llegar hasta el corazón de la gente. Las manos, nuestras manos, fuentes de placer y de comprensión u origen de repulsa y rechazo.
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