lunes, 5 de noviembre de 2012

SERVIR


 

 

La propuesta, el propósito, el reto es, servir. Es uno de los mandatos del espíritu para nuestro decurso en el planeta que nos ha tocado habitar, con arreglo a unos parámetros de enseñanza y posibilidades vitales.

Todo el mundo ‘sirve’, lo que varía es el propósito. Tú, aquel, yo trabajamos por dinero; prestamos nuestro tiempo y nuestra sabiduría en una ciencia, en un oficio, a cambio de una contraprestación económica que nos proporcione la habitación y el sustento necesarios para sobrevivir. Hasta aquí todo entendible, diáfano, cristalino, todo el mundo lo entiende y lo hace.

Pero esto no tiene gracia, no nos proporciona ningún crédito para nuestra enseñanza espiritual, es un trueque ejercido toda la vida para intercambiar artículos que a mí me sobran, por aquellos de los que carezco. En este caso cambiamos tiempo y trabajo por dinero. Se trata de otro trueque, con la única diferencia de que en el intercambio de tiempo por dinero, siempre hay uno de los dos que se favorece en demasía.

Pero esta no es la cuestión, el fondo está en la obligación espiritual de hacer algo por nada. Es lo mismo que el amor incondicional: dar todo a cambio de nada. Pero con la diferencia esencial de que el amor es una capacidad de la mente y del espíritu, y el trabajo es una capacidad del cuerpo.

Hay quien, a estas alturas de la representación, ha considerado que ya ha llegado el tiempo de servir: trabajar a cambio de la propia satisfacción en ayuda del prójimo. Y mucha gente se ha puesto a ello con ardor guerrero, con ansias y con entrega, pero se ha sumergido en su proyecto vital conservando aquello que lo va a emborronar todo: El Ego. Y a consecuencia de él, del extraño y manipulador personaje, nos va a hacer que desistamos del propósito de servir.

Al entrar por la puerta del ‘servicio’, a la derecha, hay un perchero que para mucha gente pasa desapercibido. Está puesto ahí premeditadamente, para que todo el mundo cuelgue en él su ego. Al entrar, te despojas de tan extraña y manipuladora vestidura y entras desprovisto de intenciones de mandar, exigir, organizar, cabrearte, criticar, confabular ni conspirar. Pero te vas a despojar de ella con cojones. Nada de ahora sí, ahora no; ahora me aguanto y luego chillo y figuro. Nada de nada de esas chorradas humanas.

En todas las organizaciones sin ánimo de lucro, en las que  puedes ingresar para servir, existe un organigrama, unos estatutos y unas normas. Nada de eso te interesa en lo más mínimo. Tú has entrado con el propósito de servir, no de figurar, ni de mandar, ni de exigir, ni de cabrearte, ni de criticar, ni de confabular, ni de conspirar. Tú a lo tuyo, a servir, a hacer impecablemente lo que te manden. Sólo si te piden tu opinión, la ofreces sinceramente, sin ambages y sin rodeos. Y te sometes a las críticas si has fallado en algo.

¿Sabes lo que va a pasar si entras en la organización con tu ego puesto? Que te toparás con personajes que te van a decir lo que tienes que hacer, o que no te lo van a decir, o que lo tendrán todo patas por hombro, o que serán demasiado puntillosos, o que no te gustarán, o que no te agradecerán suficientemente tu trabajo, o que…En todos los casos acabarás harto y abortarás el único propósito digno que has tenido en la vida: Servir sin recompensa ninguna.
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