Lo que falla en España son los mandos intermedios. En
todos los sectores existen MI (Mandos intermedios) que se pliegan al que tienen
encima –habitualmente al “jefe”–, por unos euros al mes. Es decir, hacen el
trabajo sucio de los que no quieren mancharse las manos de mierda. Pero
naturalmente, esto conlleva los defectos de la falta de conocimientos por una
parte, y el miedo a perder los 200 € de mierda que les dan por hacer los
recortes y enfrentarse con sus subordinados por la otra. Esto ocurre en sanidad
muy descaradamente. Los supervisor@s, en su mayoría nunca han sudado la
camiseta, nunca han hecho unos gases, ni han cogido una vía, ni se han quedado
solos con 25 enfermos pendientes de su exclusiva responsabilidad, ni han hecho
3 noches seguidas, ni han hecho una mañana después de una tarde, ni nada de
nada. Entonces no pueden saber lo que da de sí una enfermera quemada y enferma.
No existe criterio en ningún sentido, y lo que es peor, no tienen ganas de
tenerlo. Hay much@s enfermer@s hartas de su profesión.
Es triste pero esto está pasando actualmente. Escasas
de sueldo, escasas de recursos, con muchísimo trabajo con el que malamente
pueden sin ninguna ayuda, con unos supervisores a los que no se les ocurre, ni
por asomo, echar una mano, con una falta absoluta de criterio para balancear el
número de enfermeras que debe de haber por las mañanas y por las tardes con
respecto a las necesidades reales de la planta. Con un desprecio absoluto por
las bolsas de trabajo a las que no acuden más que cuando tienen el agua al
cuello. Muy triste.
Siempre pongo el ejemplo de una gran orquesta. En ella
todos los ‘profesores’ ejercen un trabajo cooperativo; todos trabajan en bien
del grupo; todos cumplen con su cometido porque, si no, la cosa no ‘suena’. Y
naturalmente, tiene que existir un director que indique cuando tienen que
entrar cada uno de los miembros del grupo. Pero el director de orquesta no es
un mindundi como la mayoría de los jefes actuales –salvando a las honrosas excepciones
que cumplen impecablemente con su cometido hasta que los políticos se enteran
de su capacidad y le defenestran–, ha estudiado música, armonía, dirección,
composición y otras disciplinas más, al igual que cada uno de los profesores a
los que tiene el honor de dirigir. Así todo suena a música excelsa. En Sanidad
los directores de institución están puestos a dedo, sin criba, sin una
oposición, simplemente por afinidad política. Y del director para abajo, todos
son MI por complacencia, por sumisión, por dos perras gordas. Ni el director
sabe lo que hace, ni sabe lo que hacen los MI. Y cada uno de los MI no tiene
criterio para supervisar, ni dirigir, ni cooperar.
Desde el director hasta los celadores, pasando por
médicos, enfermeras y auxiliares, ninguno tiene criterio para organizar
racionalmente ningún servicio. Ni saben que el peso de un hospital lo llevan
las enfermeras con su dedicación, su vocación y su aguante. Las ningunean, las
cabrean, las zarandean, y a muchas las provocan una depresión que las aparta
del servicio activo por tiempo indeterminado, y, a otras muchas las hacen odiar
su maravillosa profesión.
No sé cuánto tiempo va a tardar en saltar por los
aires todo el estaribel. Lo que sí digo es que en cualquier momento va a
saltar.