viernes, 30 de julio de 2010

DECORO

Ayer por la noche, después de cumplir con mis obligaciones, y dando buena cuenta de una frugal cena de régimen (Alimentación blanda y líquida), saltaba, cual celífero, de cadena en cadena sin deleitarme en ninguna, cuando fui a caer en un concurso de verano (por tanto huero) que pretende, bajo la tutela y supervisión de profesores “anónimos”, enseñar a doce jóvenes –seis varones y seis hembras- entre veinte y veintitrés años de edad, a comportarse acorde con la educación y buenas maneras, que les permitan, ya no comportarse, sino no hacer el ridículo fuera de su círculo, habitualmente restringido y del mismo nivel educacional que los concursantes. Luego, mediante el sistema de eliminación (imagino mixta jurado – público) quedará triunfante el menos malo de todos, o el que haya tenido más perseverancia y retentiva en los múltiples conceptos, tics y maneras que hacen que una persona sea, simplemente, educada.






El locutor/presentador, en presencia del jurado, entrevista a todos y cada uno de ellos. Llegando a uno, muy mono él, con el pelo a la moda, él, y con atuendo indefinido, él; en vista de que uno de los profesores le había recomendado “decoro” en las posturas, y el concursante lo había confundido con la “decoración”, insistió en el asunto, y el concursante volvió a insistir en la ciencia de colocar los objetos y adornos en lugares adecuados para que resulten atractivos a la vista. Sin desvelar el misterio de la palabra -por otra parte muy corriente en la época del que escribe- le preguntó a una compañera del susodicho, que definió “decoro” como el conjunto de abalorios y adornos que, habitualmente, lleva la mujer.

Yo creo que ni siquiera el presentador hubiera sabido definir la normal y muy corriente palabra “decoro”. Y cuando existe tanta dificultad para definir una palabra, es que nadie ejerce su significado, o la sociedad actual está por encima de esas pamemas de la afectación excesiva de las formas; concretando, de la educación. Porque, según el diccionario de la RAE de la lengua, “decoro” es (copio y pego):

decoro. (Del lat. decōrum).

1. m. Honor, respeto, reverencia que se debe a una persona por su nacimiento o dignidad. 2. m. Circunspección, gravedad. 3. m. Pureza, honestidad, recato. 4. m. Honra, pundonor, estimación. 5. m. Nivel mínimo de calidad de vida para que la dignidad de alguien no sufra menoscabo. Su sueldo le permite vivir con decoro. 6. m. Arq. Parte de la arquitectura que enseña a dar a los edificios el aspecto y propiedad que les corresponde según sus destinos respectivos. 7. m. Ret. En literatura, conformidad entre el comportamiento de los personajes y sus respectivas condiciones sociales. 8. m. Ret. Adecuación del lenguaje de una obra literaria al género, al tema y a la condición de los personajes.

guardar el decoro.

1. loc. verb. Comportarse con arreglo a la propia condición social.






En fin, que la sociedad actual no sabe lo que es la circunspección, la gravedad, la pureza, la honestidad y el recato. ¿Será porque no se lo han enseñado? Voy a tener razón yo. Será que no se lo ha enseñado. Como tantas otras cosas que definen la calidad moral, ética y social del individuo. Como tantas cosas que los gobernantes quieren que la juventud ignore para hacerla burda, dúctil y maleable. Han hecho a la juventud actual –salvo honrosísimas excepciones- huera, chirle y hebén. Con la que no se puede profundizar en aspectos fundamentales para el hombre como los antes mencionados de pureza, honestidad e impecabilidad. Pero, todo eso no se enseña en un concurso televisivo; se aprende desde niño imitando las actitudes de tus mayores, su educación, costumbres y buenas maneras. Todo eso se aprende a base de collejas en el colodrillo y no dejando que el niño, con cuatro años, se deje un mechón de pelo en el occipucio, que hay que ver lo mono que queda.

La juventud no sabrá el significado de la palabra “decoro”, pero saben perfectamente lo que significa: peta, maría, porro, chino, polvo, botellón, colgarse, estar hasta el culo, flipar con, meter, pasar de todo, pringao, lo tengo todo controlado, etc.

jueves, 29 de julio de 2010

MEDITAR PARA MEJORAR

De vez en cuando hay que ofrecer alguna técnica que nos ayude a practicar: “vivir el momento”. Para vivir el momento hay que ejercer, constantemente, el bonito juego de no pensar. Hay quién, como yo, tiene que estar ‘retomándose’ constantemente, para no dejar que el pensamiento vuele a dónde no debe de volar. Remedándome a mí mismo: “Nadie dijo que esto fuera fácil”. Muy al contrario, es muy difícil. Pero también lo es jugar con tres mazas o con tres manzanas haciendo juegos malabares, y ahí están los ‘listos’ que lo consiguen.






Tengo un grave contencioso conmigo mismo desde la primera vez que vi a una enfermera, de triste recuerdo (falleció en accidente), en el Hospital Provincial, , que, mientras escribía, hacía pausas para pensar, durante las que manejaba el boli haciéndolo girar alrededor del dedo gordo, ayudándose con el índice que, en cada vuelta, lo retomaba y le daba el impulso suficiente para dar otro giro. Aquello me pareció de una habilidad suprema. Cuando llegué a casa ensayé inútilmente el invento que tanto me subyugaba. No fui capaz de darle ni una sola vuelta. Cada vez que lo intentaba, el bolígrafo salía zumbando y se caía sobre la mesa acompañado por mis juramentos. Estaba seguro de poder hacerlo; me encontraba con sobrada habilidad para lograrlo, pero necesitaba tiempo que no estaba dispuesto a perder en aquello, porque tenía otras cosas en las que emplearlo. Estoy seguro de haberlo conseguido, pero con esfuerzo. Nada se consigue sin esfuerzo.

Lograr algo a la primera, es la suerte del novato. Pero no suele repetirse a la segunda, ni a la tercera. En el juego del mus, a este fenómeno se le llama, ‘fatimera’, en alusión al milagro de Fátima. Lo tienen casi todos los que juegan las primeras veces, con un desconocimiento palmario de las reglas del juego.





No pensar es igual de difícil que jugar a dar vueltas a un bolígrafo alrededor del dedo gordo, impulsándolo a cada vuelta con el índice. Hace falta tiempo para ensayar la técnica. Pero acaba saliendo. Para no pensar es interesante acostumbrarse a ello; y para acostumbrarse, a mí me vino muy bien la “Meditación Transcendental”, que pretende acallar la mente durante veinte minutos, dos veces al día. Aparte de acostumbrar al ser humano a no pensar, con lo que el cerebro puede llevar a cabo sus procesos de reparación orgánica, es muy positivo para la tensión arterial, para el funcionamiento de los órganos y para la calma psíquica y espiritual.

La técnica es muy sencilla y no requiere ningún despliegue de medios. Os voy a referir cómo lo hago yo:

Preparación: Acostumbrarse a practicar a primera hora de la mañana, en el silencio, o a última hora de la tarde. Evitar factores de interrupción: Teléfonos, timbres, irrupciones súbitas en la habitación, etc. Disponer de un asiento que mantenga la espalda recta. Colocarse sentado en una silla o en posición de loto. En el primer caso, se pueden poner las manos, con las palmas hacia el techo, encima de las rodillas. En el segundo, mano derecha, con la palma hacia arriba, descansando sobre la palma de la izquierda. Ambos pulgares se tocan entre sí. Encender una vela. Del incienso he prescindido hace mucho tiempo porque irrita la garganta y, a veces, dificulta la respiración. Colocar un reloj a la vista.






Técnica: Una vez sentado cerrar los ojos y dejar vagar la imaginación durante unos momentos, transcurridos los cuales me fijo en mi respiración y mantengo la atención en ella durante unos minutos. Después hay dos vías, o sigo manteniéndome atento a la respiración durante todo el tiempo, o empiezo recitar un mantra sencillo como: “om”, “Karma”, “Karam”…Este mantra lo mantengo durante todo el tiempo que dura la meditación (aproximadamente veinte minutos). Indefectiblemente, en un momento, el pensamiento se va a otros pagos. Entonces, consciente de que esto ha ocurrido, razono sobre mi intención de meditar y vuelvo, sin lucha, al mantra. Y esto lo hago tantas cuantas veces se me vaya el pensamiento por otros derroteros. Cuando mi reloj interno me indica que ya ha pasado el tiempo programado, abro un ojo y miro el reloj. Si ya han pasado los veinte minutos, dejo de recitar el mantra, pero permanezco con mis ojos cerrados durante dos o tres minutos más. Si no ha pasado, vuelvo a recitar el mantra hasta que pase el tiempo señalado.


A esta práctica hay que prestarle tiempo y atención. Recomiendo no abandonar a las primeras de cambio. Perseverar en el intento es la única forma de conseguir los beneficios de la técnica. Hay que hacerlo todos los días, sin faltar uno solo. Lo mejor, dos veces al día; deseable, por lo menos una.






Aparte de los beneficios físicos que aporta la técnica, te acostumbra a no pensar. Cuando se te va el pensamiento a zonas de peligro, te ayuda a hacerte consciente y volver a tu tarea, que en todo caso puede ser tu ocupación o tu mantra. Cuando apartas tu mente de tu trabajo para pensar en algo que te perjudica: 1.- Hazte consciente del hecho. “Estoy pensando en algo que me perjudica, luego debo retomar mi trabajo o mi mantra”. 2.- Sumérgete de nuevo en tu tarea y hazla impecablemente.

miércoles, 28 de julio de 2010

CONFLICTO DE DESARRAIGO

Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, “desarraigar” en su acepción 3, significa: Separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos. Por extensión podría asimilarse a la separación involuntaria, no sólo del sitio donde uno se ha criado, sino donde ha trabajado, progresado y aprendido. Por ejemplo, un despido o un forzamiento a despedirse “de propia intención”.




Según la “Medicina biológica” –en la que creo firmemente, y en la que confío hasta que algún listo me demuestre su equivocación- dice que los problemas de riñón, pueden deberse a conflictos de ‘desarraigo’: Me han desahuciado de mi vivienda, me han exiliado de mi patria, me han despedido de mi trabajo.

Yo estoy pasando por un agudo y doloroso conflicto de desarraigo, porque me obligan, la sociedad y sus instituciones, sin control y sin criterio, a dejar de ejercer la profesión que he desempeñado desde el año 1.975; mi muy amada practica de la medicina, que tantas satisfacciones me ha dado y tantas lagrimas me ha hecho derramar, por causas ajenas a su práctica y a los pacientes. Nunca, nadie podrá acusarme de mal praxis, ni de cumplimiento sesgado de mi deber. En ninguna ocasión he hecho dejación de mis obligaciones, ni mantenido en espera a un paciente, si no se debió a una causa mayor.

Siempre he procurado cumplir impecablemente con mi trabajo y jamás he faltado a la obligación de dar al paciente pelos y señales de su padecimiento, sanación y pronóstico. Sin embargo, la sociedad me arrincona contra las cuerdas y me priva de mi derecho a seguir ejerciendo dignísimamente mi cometido. Un cúmulo de despropósitos, injusticias y casualidades, me obligan a dejar las compañías de seguro médico, porque, unilateralmente, la que me proporcionaba el 60% de los pacientes, decidió, sin ninguna explicación, prescindir de mis servicios. Con el 40% restante no podía cubrir los cuantiosos gastos de la infraestructura imprescindible, fundamental para tener abierta una consulta médica al público, y esto me impele a salvar los pocos trastos que me quedan. Esto es una auténtica situación de conflicto de desarraigo, que puede afectar al riñón.






Pues ya está. Conflicto de desarraigo, un poco de descuido por mi parte y, cólico nefrítico que te crió. A las 11:00, poco después de comunicar con un amigo, me empezó a doler la fosa renal derecha con irradiación, a través de todo el trayecto del uréter, hasta el testículo derecho. Clásico cólico nefrítico, de los que recuerdo más de veinte en mi vida, todos provocados por conflictos de desarraigo. Inútil intentar controlar un dolor, que según dicen, sólo es comparable a los dolores de parto. Pero, además, mis cólicos cursan con unos vómitos incoercibles que no me permiten tomar medicación por boca. A las dos horas de agudo sufrimiento, durante las que no sabía cómo ponerme, ni qué postura adoptar, ni qué hacer para intentar mitigar el intenso dolor, rogué a Milagros que llamara a 112. Después de varios intentos infructuosos, dio con mi médico de cabecera, Dr. Vela, que acudió solícito, en un tiempo brevísimo y provisto de todo un arsenal terapéutico para calmarme los lancinantes dolores. Nunca agradeces lo suficiente un rasgo de estas características, y jamás tiene el olvido suficiente potencia para borrarlo de tu memoria. Me recomendó acudir a urgencia si: 1.-no podía orinar o 2.- Si no desaparecía el dolor en dos horas, o si, habiendo desaparecido, volvía al cabo del tiempo.






Me quedé dormido en cuanto desapareció el dolor. Me desperté a las dos horas con un dolor tremendo en la misma ubicación. Sin esperar más, pedía a mi mujer y a mi hijo que me llevaran al Hospital. Tanto ‘respeto’ me produce ese lugar, y tanta inquina me inspirar algunos de los médicos que allí ejercen que, con tal de no llegar, me desapareció el dolor. Vanos fueron mis ruegos para que volviéramos a casa. Con buen criterio Mila y Daniel me convencieron de que lo más conveniente era enterarme de qué podía hacer y el punto de gravedad del asunto.


Entré temblando y con taquicardia, pero a medida que iban apareciendo caras conocidas me fui calmando y recobré mi habitual estado tranquilo de ánimo. El administrativo que me cogió la filiación, las médicas que me atendieron en el box, los celadores, el auxiliar de radiología y la ecografista, fueron próximos conmigo e impecables en su trabajo. Poco a poco me iba dando cuenta de qué tenía que aprender de aquella situación. Siempre he criticado mucho a los médicos, sobre todo a los generales, pero he aprendido que ellos también tienen un papel importante que cumplir, y que lo cumplen escrupulosamente. Nadie tiene la culpa de la existencia de ignorantes, prepotentes y estúpidos que hacen que se critique, por su causa, a toda una clase médica, entre la que se encuentran personas excepcionales.




Dos enseñanzas que se desprenden de mi dolorosísima crisis: 1.- Saber encajar las situaciones como enseñanzas vivas, y 2.- No Criticar, no juzgar y esperar para comprender un poco más tarde.
Hoy estoy dolorido por la tensión y los espasmos de las arcadas, pero muy contento por las cosas inapreciables que he aprendido. Gracias a todos.

martes, 27 de julio de 2010

CANALIZACIONES CIENTÍFICAS

Gasparetto. Pinta canalizando a los maestros del impresionismo


Hace muchos años, cuando empecé a tener contacto con el mundo de la ‘espiritualidad’ y del ‘esoterismo’, conocí a Begoña, una esteticista, masajista, manicura, que en sus ratos libres, canalizaba a una entidad de luz de otra dimensión, llamado Ashtar Sheran. Supuestamente era, a la sazón, comandante de una flota intergaláctica encargada de velar por la seguridad de los seres de luz que la pueblan. Es un tipo simpático, próximo, agradable y muy sabio, cuya máxima, exhibida en casi todas sus apariciones, es “Comprensión, compasión y paciencia”. Al principio, humano que soy en alto grado, me cuestionaba, qué tanto por ciento del discurso era atribuible a Ashtar. Imposible de evaluar. De lo que sí estaba seguro era de que gran parte de las alocuciones eran ‘paquetes de datos’ que se nos ofrecían a través de la canalizadora. A veces presencié comunicaciones que sólo podía entender a quien iban dirigidas. Y otras impregnadas de una clarividencia difícil de explicar en boca de una persona sencilla y amable.

Mis dudas desaparecieron con un simple razonamiento: “Me da igual que sea verdad o falso, el caso es que a mí me sirva, me llegue, y me haga progresar en mi conocimiento”. No imaginaba en aquella época que la ciencia, investigando, pudiera llegar a asegurar el cientifismo de las canalizaciones. Ha llegado a mí, de la mano de mi querida amiga Amalia, un video en el que Rafael López Guerrero, científico puro, que dirige un equipo multidisciplinar, asegura haber demostrado la transferencia de esos paquetes de información que llegan a nosotros de algún lugar del Universo, regido por una inteligencia superior. Y que, al contrario de lo que dicen muchos ignorantes, Dios existe y ellos pueden demostrarlo. En el Universo no reina el ‘caos’; todo tiene una razón de ser, un motivo y una dirección.








Ninguna obra se lleva a efecto sin una idea previa. Y esa idea forma parte de un paquete de información dirigida a nosotros desde ‘ese’ lugar del Universo donde Dios mora en toda su magnificencia. Y aquí juega un papel importante nuestro ‘libre albedrio’. Esos paquetes de información podemos aceptarlos o devolverlos al remitente, y será nuestra decisión en ejercicio de nuestro libre albedrio.

A este mundo llegamos para aprender a ser felices, y estamos constantemente tutelados por seres de luz que nos ayudan en nuestras penas y nos acompañan en nuestras alegrías. El grado de felicidad que alcancemos, vendrá dado por nuestra capacidad de innovación. De lo que estemos dispuestos a arrostrar al cambiar de vía, progresiva o bruscamente. ¿Quién dijo que las cosas sólo se pueden llevar a cabo de la manera que todo el mundo acepta? ¿Quién dijo que la vida es una secuencia lineal de acontecimientos programados, iguales para todo el mundo y en toda circunstancia?: Estudiar primaria, secundaria, bachillerato, carrera universitaria, conseguir un puesto de trabajo, casarte, tener hijos, separarte, casarte de nuevo, tener más hijos, enfermar y morir, son cosas con una ausencia total de originalidad y de creatividad, que te van haciendo feliz a medida, inconsciente, de que tú transmitas tu alegría a los demás, para que el mecanismo de transferencia, te nutra positivamente y te haga feliz. En los intermedios –más abundantes de lo que fuera de desear - tedio, amargura, soledad, negatividad.

Y, de una buena vez por todas, se ha demostrado que el pensamiento es creativo: que vives como piensas, y eso es lo que te nutre y lo que te hace avanzar y ser cada vez más dichoso, y sentirte más realizado. Me maravillo de los comentarios de algunos personajes famosos a preguntas del locutor ignorante de turno. Uno de ellos, a punto de alzarse con el máximo galardón de una de las carreras ciclistas más importantes del mundo, pero estando a escasos segundos de diferencia del segundo, contesta a la pregunta: “¿Y no tienes miedo de alguna contingencia que te haga fracasar?”. “Bueno, -contesta el campeón- claro que lo pienso y todo puede suceder: una caída, una avería, incluso un baja súbita de forma…” O sea, prácticamente todo lo que puede pasar para dar al traste con su triunfo. Ya se ha programado para dejar la puerta abierta al fracaso. Su cerebro ya trabaja en ese sentido y ya está dando órdenes a todos los órganos de su sistema para que ayuden al pacto de descalabro.






O aceptamos el paquete de información que nos manda constantemente, sin pensar en sí nuestra intuición puede ser cierta o falsa, o lo rechazamos de plano que es lo que habitualmente se hace.

Ya, en muchas fábricas y oficinas tecnológicas del mundo, se está trabajando en ideas que no tengan nada que ver con el programa habitual. Suponiendo que puede haber otra vía de trabajo que facilite las cosas y las haga más fáciles y más rentables. ¿Las cosas tienen que ser siempre como las he enumerado más arriba? Uno puede adaptarse a la sociedad y alinearse con ella haciendo lo mismo que todo el mundo, o se puede apartar de la línea y hacer una cosa totalmente diferente. No todo consiste en poseer. A lo mejor la felicidad no es comprarse un automóvil último modelo y tener una finca de muchos miles de metros. Puede que haya otras formas de felicidad, ya experimentada por mucha gente, que se aparte totalmente del programa.

lunes, 26 de julio de 2010

HOMO SAPIENS CONTRADICTORIUS

He leído recientemente, en algún artículo de alguna revista de fin de semana, una puntualización de la frase de Ortega: “El hombre es el hombre y su circunstancia”, por otra que al autor de la ‘entrega’ le gusta más: “El hombre es el hombre y sus contradicciones”. Yo rizo el rizo con una tercera: “El hombre es el hombre y sus circunstancias. Y si el hombre no pasa por encima de sus circunstancias, las circunstancias pasan por encima de él” ¿A qué es bonita? Naturalmente.




El hombre es contradictorio por definición, porque no sabe lo que quiere, porque no discrimina ni atina a predecir cuál de las opciones es la oportuna, sin darse cuenta de que, con su nivel de conciencia, inteligencia, experiencia y otras circunstancias metafísicas todas, en el momento de la decisión no podía haber adoptado por ninguna más correcta. Una vez que optes por una decisión, olvida las demás y actúa en consecuencia con la elegida. Y, sobre todo, nunca te arrepientas, ni te preguntes qué hubiera pasado si hubieras asumido otra de las mil opciones que siempre se brindan en cada disyuntiva.

Yo, que practico el sincretismo en todos los ámbitos de mi conciencia, tengo la ventaja de poder optar por soluciones muy diferentes, de muy distintos orígenes. Y nunca me niego a una solución por muy descabellada que pueda parecer al resto de la gente, que se balancea en la tela de una araña, simplemente porque le han llamado al ver que los demás no se caen. Pero, desde luego, no es la opción a la que yo me cogería como a un clavo ardiendo. Sin embargo, ni esa opción descarto porque, evidentemente, la gente no se cae. No es una opción que los ‘listos’ escogerían, pero ¿quién sabe?.




Hay una cuarta opción: “El hombre es el hombre y su miedo”. Esta sí que es redonda. No hay un hombre sin una sobredosis de miedo en su organismo. Miedo a vivir, miedo a perder, miedo al abandono, miedo al fracaso, miedo al porvenir, miedo a la penuria, miedo a la enfermedad, miedo al dolor, miedo a la soledad, miedo a morir. Miedo en cualquier circunstancia; miedo que atenaza, que te deja helado hasta la relajación de esfínteres. Un miedo irracional la mayoría de las veces, porque no estamos precisamente en la época y en las circunstancias de luchar para sobrevivir físicamente. Sin embargo nos inunda el miedo de pies a cabeza, e, incluso sobrevivimos en medio del pánico. Recuerdo aquel paciente que acudió a la consulta del psiquiatra metido en mierda hasta la barbilla, y le rogó que le dijera a la gente que le rodeaba que no hiciera olas. No quería que le sacaran de la mierda, sólo que no hicieran olas para no arrostrar el peligro de ahogarse en las heces. En el fondo aceptaba el mal menor. “¡Virgencita: Que me quede como estoy…”

El miedo, como las circunstancias, como la mierda que te llega al cuello, hay que abandonarlo. Las tres cosas – o las mil cosas que acucian al ser humano- son ilusiones creadas en nuestra mente enfermiza. La realidad es que todos estamos aquí –en este mundo, en este plano de existencia-, para aprender y para interrelacionarnos con los demás, en su apoyo y en su favor, que generará, por el principio de reciprocidad, nuestra dicha y fortuna personales. Una vez que pierdes el miedo, empiezas a degustar los placeres de vivir con lo que tienes, con poca cosa, prácticamente sin nada; con lo que, en cada momento te ofrece la madre naturaleza. Y consideras a este planeta como una enorme aula, donde te van a impartir sabiduría todos los gurús que tú, antes de llegar, has contratado para tu enseñanza. Pero puedes acudir a clase o hacer novillos; puedes estudiar o dedicarte a ver pasar el tiempo o fumar porros de alucinógenos, en ejercicio de tu ‘libre albedrio’, que es el que, entre otras cosas, te sume en la más negra desesperación o te eleva hasta los cielos del placer. Todo lo decides tú, querido amigo. Todo lo decides tú.





Y la dualidad, el par de opuestos, la contradicción, es una de las cosas que has venido a destruir a este mundo junto con el ego, que es el mayor hacedor de fantasmas. No quiero acabar, como siempre, sin dar una solución. Me encontraría incompleto. Ya sé que, también, como de costumbre, de puro fácil nadie se lo cree. La gente acepta ejercicios que produzcan sangre, sudor y lágrimas. Todo el mundo desconfía de soluciones fáciles y, aparentemente, pequeñitas, nimias, intranscendentes. Pero, ahí va. Aprestaros a recibir la bomba que va a caer en medio de vosotros causando estragos de conciencia. Vivid el momento, desechad todo lo negativo y amad incondicionalmente.
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