sábado, 20 de marzo de 2010

20 de Marzo (20 de Març)

¿Os he dicho alguna vez que me maravilla España, desde Huelva a Gerona y desde Málaga a La Coruña? Pues ahí está. Me subyuga. Amo a España, y con ella a todos sus pueblos. Hoy 20 de Marzo, entra la Primavera y recordando 20 de Març (Serrat), me he puesto a buscarla como loco en mis archivos. La he oído y se me han caído unos lagrimones como goterones de lluvia.

Hoy es 20 de Marzo, y no encuentro mejor homenaje a la Primavera, que con una canción de Juan Manuel Serrat; una de las más bellas de su repertorio: 20 de Març. He aquí su letra en catalán y su traducción al castellano:




20 de Març

M'hauria agradat estar despert
aquell matí que amb un vestit verd
entre uns bladars
ell va arribar.
Venia xiulant, com un infant.
Tenia plenes d'ocells les mans
i cel amunt
els anava escampant.
El voltaven les abelles.
Duia un barret de roselles
i a la bandolera
em duia la primavera
el vint de Març.
M'hauria agradat estar despert
o haver deixat els balcons oberts
i en el meu son
intuir com...,
teules i branques s'omplen de nius
i el roc eixut torna a mullar-se al riu
i el crit agut
d'una perdiu.
I del conill la mirada
i olorar la matinada
que a la bandolera
ens va dur la primavera
el vint de Març.
M'hauria agradat estar despert.
Jeure damunt d'un roc com um lluert
de panxa al sol
i amb un flabiol,
i haver sortit a rebre'l com cal
i guarnir amb flors de paper els portals
com si fos temps
de carnaval.
Però aquell matí jo dormia
tranquil, perquè no sabia
que a la bandolera
em duia la primavera
el vint de Març.












20 de Marzo


Me habría gustado estar despierto
aquella mañana que, con un vestido verde
entre unos trigales,
él llegó.
Llegaba silbando, como un niño.
Tenía llenas de pájaros las manos
y cielo arriba
los iba esparciendo.
Le rodeaban las abejas.
Llevaba un sombrero de amapolas
y en la bandolera
me traía la primavera
el veinte de marzo.
Me habría gustado estar despierto
o haber dejado los balcones abiertos
y en mi sueño
intuir cómo...,
tejas y ramas se llenan de nidos
y la piedra seca vuelve a mojarse en el río
y el grito agudo
de una perdiz.
Y del conejo una mirada
y oler la madrugada
que en la bandolera
nos trajo la primavera
el veinte de marzo.
Me habría gustado estar despierto.
Yacer sobre una piedra como un lagarto
con la panza al sol
y con una flauta,
y haber salido a recibirle como se merece
y adornar con flores de papel los portales,
como si fuera tiempo
de carnaval.
Pero aquella mañana yo dormía
tranquilo, porque no sabía
que en la bandolera
me traía la primavera
el veinte de marzo.


Si mi gran amigo Javier Jurado me enseña cómo hacerlo, os regalaré el registro de la canción. Sólo si mi gran amigo Javier Jurado me enseña cómo hacerlo. Siempre es bueno tener amigos en la vida y dejarte enseñar por ellos. Aquí está, por tanto, el registro de la canción. Y esto es lo que me ha enseñado y como yo lo he aprendido.

ENSALADA DUMAS



Alejandro Dumas, escritor, entre otras, de novelas tan famosas como Los Tres Mosqueteros y El Conde de Montecristo. Hijo de un general francés y de una esclava negra de Santo Domingo, presumía de cocinero, y en uno de sus intentos para adelgazar –llegó a sobrepasar los 130 kilos-, se entusiasmó con las ensaladas. Esta es una de ellas:

Ingredientes: Una yema de huevo duro por persona, aceite de oliva virgen, perifollo, Atún en aceite o en escabeche, anchoas en aceite, pepinillos en vinagre, vinagre balsámico, sal, pimienta, pimentón picante.

Preparación: Dumas la cuenta así:

“Pongo en una ensaladera una yema de huevo duro por persona, la pico en aceite para convertirla en pasta. Añado perifollo, atún desmenuzado, anchoas picadas, pepinillos troceados, sal y pimienta. Lo alegro con un buen vinagre y –nótese el signo de distinción-, ordeno a un sirviente que le dé vueltas. Por último dejo caer desde lo alto un poco de pimentón picante”.




Acompáñese con una buena cerveza rubia, mejor que con vino blanco o rosado.

viernes, 19 de marzo de 2010

ES FÁCIL DAR A LA GENTE EN EL PALILLO DEL GUSTO

Verdaderamente la vida te ilustra sobre muchos aspectos de tu transcurrir diario. Sólo tienes que dejarla pasar y ella te va enseñando, página por página, lo que tienes que hacer. Así de sencillo; así de fácil.

Hoy he visto en la tele una película en DVD sobre una americana, Julia Child, en los años cuarenta, que por razones de trabajo vive, por un periodo de su vida, en Francia; concretamente en París, donde se titula en “Cordón Bleu”, la más afamada escuela de cocina del país Galo. Llega a escribir un libro del que lanzan varias decenas de ediciones, junto con sus colaboradoras Simone Beck y Louisette Bertholle. Acaba enseñando cocina en programas de televisión. Cincuenta años después, una americana, con circunstancias parecidas, y amante de la cocina, Julie Powel, crea un blog donde se propone escribir, en 365 días, todas las recetas que pueda hacer y degustar, del libro de cocina de Julia, La Cocina Francesa para americanos. Así, llega al final de su propuesta, habiendo escrito sus experiencias sobre 524 recetas.



Uno de sus días, escribe en el blog: “Hola ¿Estáis ahí? Contestadme. No me puedo creer que nadie siga mis experiencias…”. Yo tengo ganas, a veces, de preguntar lo mismo: “Hola ¿Estáis ahí? No os siento, ni os leo, ni sé de vuestra presencia ¿Alguien sigue lo que escribo?




El otro día mi educadora de informática, Nines, empezó a leer mi blog, e inmediatamente se hizo seguidora. Es la única que figura como lectora asidua de lo que escribo, quizás porque los que me siguen no sepan cómo hacerlo.  El otro que figura como seguidor, lo confieso, soy yo miso que, trasteando para contaros cómo se hace, me metí en el vericueto y ahora no sé como borrarme. En informática dicen que todo es fácil e intuitivo, pero el caso es que la cosa no va conmigo. A mí me dan un libro de Informática para tontos, y me lo tienen que simplificar de manera que yo lo entienda. La cosa no me da para más. Los informáticos, una vez que saben todo lo que hay que saber de bits, pixels y archivos, te dicen: “Pero si es muy fácil. Mira, lo que tienes que hacer es apretar esta tecla, aceptar con O.K. y ya está ¿No ves lo tirao que está?” Pues a mí me lo tienes que dar más sencillo todavía, desmigado, superfácil y, aún así, me tendré que hacer dependiente, durante un largo tiempo, del que intenta enseñarme. Y si yo soy así para la informática, no puedo creer que no haya en el mundo varios millones de personas como yo. Sin ánimo de ofender, os ofrezco, gratis, la forma de haceros seguidores de mi blog, por si alguno queréis caer en la tentación de hacerme feliz.





Es la mar de sencillo, verás: Lo único que hay que reparar es en  una lista de opciones que salen en una banda verde oscuro, que aparece en la parte superior del blog: Seguir, compartir, Informar sobre mal uso, Siguiente blog. Pincha en Seguir y sigue los pasos. Otro modo de hacerte seguidor de mi blog (en informática siempre hay dos o tres maneras de hacerte la vida imposible) es pinchar en el icono con el logo de Bloger y la palabra ‘Seguir’, que aparece debajo de mi foto y mi perfil, a la derecha de las entradas. E, igual que en el caso anterior, seguir los pasos que te indican. Ahora sí que no tienes pretexto para no hacerte seguidor de lo que escribo y proporcionarme una sobredosis de dicha y de placer. ¿Qué trabajo te cuesta? Si es muy sencillo: Sólo unos cuantos clic,  y ya está.

jueves, 18 de marzo de 2010

EL CAFÉ DEL PRADO







Entré en el café frotándome las manos. La temperatura fuera era muy fría y se agradecía el calor que desprendían la cafetera y los radiadores que habían dispuesto estratégicamente para que se calentaran los clientes.
- Buenos días –saludé- ¿Sería tan amable de ponerme, cuando pueda, un chocolate y unos churros? ¿Tienen chocolate, verdad? Hace tanto tiempo que no vengo por aquí que tendré que adaptarme a las costumbres imperantes.

- ¡Cómo no, caballero! –contestó el camarero queriendo adaptarse al hablar educado y comedido de aquel personaje tan peculiar- ¿Es usted de por aquí?
- Ciertamente no. Vengo de muy lejos para consolar a un pariente cercano en trance de dejar este mundo. Y mi misión es hacer que haga el tránsito lo más feliz posible. Cosas que le tocan a uno; marrones con los que tiñe la vida algunos acontecimientos que, quieras o no, nos tenemos que tragar. Así que, puestos a deglutir ‘marrones’, bueno será dar buena cuenta del chocolate calentito.
- Sí señor, y que lo diga. Hay ocasiones en la vida en las que no hay más remedio que engullir el sapo que nos salta al paso.
- ¿Y usted es de Madrid?
- Sí señor, nacido en esta tierra de contrastes y de actual relajo de costumbres. Al entrar usted y pedirme tan educadamente, a mí, pobre servidor, mísero camarero detrás de la barra de un café, que ya no me respetan ni los niños que vienen acompañados de sus padres. “¡Oye, tú –me espetó el otro día un mocoso que no levantaba tres palmos del suelo- O me traes mi colacao cagando leches, o te salpico una hostia!” No crea que los padres le reconvinieron ¡qué va!, se partieron de risa por la insurrección del pequeño monstruo que, no tardando mucho, acabará echando de casa a sus padres, para esnifar con cuatro colegas, para colgarse y no darse cuenta de la mierda que le llega al cuello. Pues, repito, me ha producido usted una sensación muy agradable, como si le conociera de toda la vida…

La barra se iba llenando poco a poco de gente que hacía un alto en su trabajo e iba al café del Prado a desayunar, unos, y almorzar los otros. Cuando sólo quedaba una banqueta libre, la cogió apresuradamente una ‘dieciocho’ pugnando para conseguirla con una señora anciana a la que la dedicó una mueca de victoria una vez conseguido su propósito. Me bajé de mi asiento y se lo ofrecí amablemente a la señora, que me dedicó un gesto de agradecimiento y una sonrisa.

Un grupo de estudiantes, la mayoría chicas, parlaban de sus asuntos. ¡Qué fuerte, tía! –decía una- Ese colega está colgao y le ha pedido rollo a La Cheposa. Y como es mazo bestia, la va a hacer una tripa y luego la va a dar puerta, el muy hijo puta. Me quedé anonadado. No entendía nada de aquella jerga y de los modales que empleaban para expresarse. El colmo para mí fue ver como se besaban en la boca una parejita encantadora, que no tendría más de diecisiete. Al poco rato, ella se apartó bruscamente del chico y le dijo: ¡Bestia, que me has hecho daño!, vas a morder a tu puta madre…

El camarero, que estaba en todo, se dio cuenta de mi extrañeza, y se buscó el tiempo, entre caña y caña, para seguir charlando.

- No se extrañe. Esto es la costumbre. Debe hacer mucho tiempo que no viene por aquí …
- Mucho tiempo. En mi sitio no pasa esto, y cuando yo frecuentaba este café, tampoco. Me dan mareos. No comprendo nada de lo que pasa. La juventud está desconocida, y lo que más me extraña es que la gente mayor que la rodea, se calla y asiente agachando la cabeza. No entiendo nada. Deseo acabar con mi cometido aquí y viajar de nuevo a mi lugar.
- Perdone. Antes no me ha contestado, o yo no lo he oído ¿De dónde viene, querido amigo?
- Del cielo, hijo. Del cielo.

martes, 16 de marzo de 2010

EL EFECTO PLACEBO





Hace tiempo que intento colarme de rondón en la ciencia oficial para explicar el efecto de la mente sobre la creación de nuestras enfermedades. Todos los argumentos que esgrimen las ciencias paralelas a la oficial, no tienen ningún refrendo por parte de las diferentes academias. Intentar explicar con visos de cientifismo el poder de la mente sobre las enfermedades y, por lo tanto, sobre su curación, es chocar, sistemáticamente con un muro de incomprensión, ridículo y oprobio, cuando no de ataque sistemático con todas las armas que tiene a su alcance la industria de la Farmacia.

Sin embargo hay un efecto aceptado por la ciencia oficial; incluso por la medicina, que podría entroncar en la otra parcela de la ciencia esotérica, oculta, paramédica o paralela. Se trata del efecto placebo, estudiadísimo por la medicina y por la farmacia, pero desechado como inútil e inservible en cuanto se demostró, fehacientemente, que, en un tanto por ciento muy elevado de pacientes, funcionaba mejor que la farmacopea al uso, porque carecía de efectos secundarios; esos efectos nocivos que toda sustancia farmacológica debe de aportar –axioma médico- para ser efectiva.





El efecto placebo es el fenómeno mediante el cual la sintomatología de un paciente mejora mediante el tratamiento con una sustancia placebo. Es decir, una sustancia inerte que no introduciría sustancias químicas, supuestamente curativas del padecimiento del individuo. La explicación fisiológica postulada para este fenómeno sería la estimulación, mediante la secreción de endorfinas,  del núcleo accumbens,  que significa "núcleo que yace sobre el septum", es un grupo de neuronas del encéfalo, localizadas en el lugar donde el núcleo caudado y la porción anterior del putamen confluyen lateralmente dispuestos con respecto al septum pellucidum. Se piensa que este núcleo tiene un papel importante en la recompensa, la risa y el placer,
que daría como resultado la mejoría del cuadro sintomático del paciente.



Todas las ‘intermedias’ de todas las plantas de medicina interna, de todos los hospitales de medio mundo, tienen, en algún cajón, un montón de botes de pastillas de placebo, fabricadas por las mismas farmacias de los centros, con almidón encerrado en una cápsula. Y, naturalmente, las emplean. Y, lógicamente, con éxito.
Y es el paciente, con su convencimiento sobre la bondad del medicamento y los efectos beneficiosos que van a obrarse sobre su padecimiento, el que hace que su cerebro segregue las endorfinas necesarias para su bienestar, y, en suma, para su curación.

domingo, 14 de marzo de 2010

LA INCONTINENCIA VERBAL

En uno de los muchos cursos sobre ciencia chamánica a los que he asistido, impartido por mi chamán de cabecera Agustín Delgado; uno de los primeros por otra parte; nos ‘obligaba’ a que hiciéramos ejercicios de no crítica, los lunes, miércoles y viernes. No autorreflexión los martes, jueves y sábado. El domingo nos dejaba que nos relajásemos de los esfuerzos producidos durante toda la semana.

Porque, cuando no criticas nada, ni a nadie; cuando no hablas de ti mismo ¿de qué puedes hablar? Te quedas sin argumentos. El coco no te da para más. O criticas a troche y moche y hablas de ti mismo, o te quedas mudo por una larga temporada, hasta que te acostumbras a hablar con la verdad, con la sabiduría y con la paz. Dejando a un lado estos dos aspecto de las conversaciones cotidianas, el resto transcurre entre contar desgracias, enfermedades propias o ajenas y arremeter contra el jefe de negociado y contra el gobierno.

Antes la gente culpaba a los curas de todas las desgracias, ahora han perdido poder y el vulgo ya no se mete con la Iglesia.



No critiques, no juzgues –que viene a ser la misma cosa-, no hables de ti, no cuentes desgracias, ni enfermedades, y no sabrás de qué hablar. Y en estos casos, si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, cállate. ¡Qué manía de tener que hablar de cualquier cosa, y siempre! Hay gente, que, como aquella pelma del cuento, no se calla ni debajo del agua. Y el caso es que la anécdota transcurre en un pueblo con un río caudaloso, en la época en la que las mozas iban allí a lavar la ropa frotándola en tablas de lavar de madera, de metal, o golpeando las prendas contra las piedras de la orilla. Una de aquellas aldeanas tenía la




manía, muy estudiada, de dar por el ojete a las demás con cualquier comentario que les pudiera fastidiar. Y, además era muy insistente, como las moscas de Septiembre de pesada. Los piojos era una plaga consabida, pero bastante vergonzante. El que padecía los pedículus cápitis peinaba su pelo con una lendrera, que era un peine cuadrado con púas en ambos lados, y tan juntas y espesas que no permitían escaparse a los huevos de los piojos, que se denominaban liendres y que luego morían aplastados entre las uñas de los dedos pulgares. La mosca –como llamaban cariñosamente a La Paquina-, cuando tenía la ocasión no soltaba ni con agua caliente, la muy puñetera, y se recreaba en el insulto o en el remedo hasta la extenuación. En aquellos días fue a una finca cercana La Gervasia, la hija de La Morrera. Y allí se la subieron encima un montón de piojos picajosos y asquerosos hasta la saciedad. La pobre ‘Gervi’ no hacía más que rascarse (en el pueblo arrascarse) con fruicción, pero ni por esas se le pasaban los ardores y el prurito que la proporcionaba la pediculosis. En cuanto la vio la ‘Paqui’, no la faltó ni un instante para empezar a meterse con ella llamándola piojosa, piojosa, piojosa. Y no paraba ni de noche ni de día. Allá donde la veía: piojosa, piojosa, piojosa. La pobre y paciente Gervi, tenía un límite, y un día en el río, harta hasta el último piojo de su cabeza de los insultos y las mofas de la ‘mosca’, la tiró al agua. Pero no sabía nadar, así que se hundió. Pero para no callar ni debajo del agua, extendió los dos brazos para sacar las manos, juntó las uñas de los dedos pulgares de ambas manos y empezó a hacer el gesto de aplastar las liendres.



¡Qué verborrea insistente e inmisericorde! Hay gente que, como decía mi ex cuñado “Tiene incontinencia verbal”. Y, al igual que hay gente a quien se le escapa la orina, a otros se les escapa la palabra o la frase hecha y manida.

“No juzgues, no compares y espera para entender un poco más tarde” (Astar Sheran).
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...