martes, 7 de febrero de 2017

CARTA AL SACYL

Transcribo literalmente la carta que me envía un enfermero al borde de un ataque de nervios, por culpa de los manejos abyectos de las autoridades autonómicas de sanidad.

Soy enfermero desde el año 2002. Durante estos 15 años que han transcurrido como si fueran un soplo, he tratado vanamente de estabilizar mi trabajo y conseguir un puesto fijo, una interinidad o algún curro, de alguna manera estable, que pudiera quitarme la zozobra de no poder casarme, ni alquilar una casa, ni siquiera independizarme porque el Sacyl no te proporciona más de 3 meses de contrato anuales, y estos, para más inri, cuajados de malos tratos, cabronadas, mandos intermedios estúpidos e inútiles y enchufad@s que no sabían hacer la 'o' con un canuto y que encima se vanagloriaban de ello. Me he esforzado haciendo cursos, sacando el dinero sirviendo copas los fines de semana o poniendo inyecciones a domicilio, para engordar los puntos de mi baremo en la bolsa de trabajo del Sacyl. Tengo cuarentaitantos créditos conseguidos haciendo cursos on-line, de organismos autorizados, durante el año 2005. Pero al meterlos en la bolsa me dicen que los cursos tienen 10 años de caducidad y que tendré que repetirlos, con los trastornos económicos y de tiempo perdido que esto supone.


No contentos con tener un sistema de salud de lo peor, de ser la empresa con más y peores contratos de todo el ámbito nacional, de querer a toda costa privatizar la sanidad, de tener varias bolsas de trabajo absolutamente opacas, de tener la tasa más alta de contratos por enchufe a gente joven y por tanto maleable y sumisa, de amañar las oposiciones, cuando no suspenderlas y luego no devolver las tasas pagadas por derechos de examen, de baremar los puntos como les da la real gana, de crear tontos útiles que hacen de mandos intermedios y más les valía aprender algo y enseñar algo; encima de todo esto, establecen unilateralmente –esto no pasa en el resto de las comunidades autónomas– un sistema de caducidad de los cursos efectuados. ¡Te cagas, colega! O sea, que voy a tener que repetir otra vez los cursos que hice desde el año 2006 para atrás. ¡Como si a los médicos, a los abogados, los arquitectos, los ingenieros, les obligaran a repetir la carrera porque su título ha caducado a los 10 años de obtenerlo! Pero, claro, a ellos qué les importa, si el 90% no tienen ni el graduado escolar. ¡Que paren la sanidad, que me apeo en marcha! Pero, al final, actúan con la mayor impunidad pisando cabezas, destrozando ilusiones y rompiendo voluntades. Si sé esto, en vez de hacer la carrera de enfermería, me hago político. ¡Lo juro! Pero, ahora que lo pienso, político no podría ser por muchas razones: Mi madre es una santa, la pobre, y yo no sé mentir; cada vez que lo he intentado me salían dos chapetas rojas, rojas en ambas mejillas. ¡Una pena!



domingo, 5 de febrero de 2017

VANOS INTENTOS

Vanos intentos del hombre por ser feliz. Digo que son vanos porque la mayoría de las veces no dan frutos, y no los dan porque no se ha roturado bien el terreno, porque no se ha sembrado debidamente y porque no se ha abonado; sobre todo porque, todo esto se ha hecho sin amor, y el amor es la materia con la que Dios construyó todo lo visible y lo invisible. ¿Qué es bueno y qué malo en este Mundo? ¿Con respecto a qué medida? ¿Con qué criterio? Dos extremos: frio y calor, son dos puntos del mismo concepto: temperatura. ¿Dónde termina el frío y empieza el calor? ¿Qué es bueno y malo de del mismo concepto?. Porque lo que para unos es bueno, para el resto será malo. ¿Qué es lo que hay que hacer por tanto? ¿Qué es lo conveniente en cada caso? Nos han educado en unos parámetros que, a dónde ha llegado la humanidad, dudo que hayan sido buenos ni convenientes. ¿Tenemos otros? Concluyente y categóricamente, sí. Pero al que intenta utilizarlos, inmediatamente le cortan las alas, la libertad y las ganas. Dije el otro día que somos esclavos velados del sistema político actual, que decide cómo, cuándo y por qué hay que hacer las cosas. Y el mismo sistema tiene resortes y esclavos que inmediatamente detectan cuando una persona es perjudicial para la calma necesaria para el buen funcionamiento del Mundo con respecto a los parámetros que esta gente utiliza para medrar constante e incesantemente.
Es público y notorio que todos los seres humanos no tenemos la misma capacidad cerebral. Unos procesamos la información con una parte de nuestro cerebro y otros, sin embargo, emplean para los mismos fines, otra parte diferente. Este descubrimiento ha aclarado, de momento, el porqué de la existencia de gente que cree en Dios y de gente que, por el contrario es atea convencida. Unos que tienen ideas políticas conservadoras y otros que son recalcitrantemente progresistas. Unos son de Cristiano Ronaldo y otros de Messi. Unos buenos y otros malos. Ambas facciones siempre irreconciliables. Pero, indefectiblemente, unos y otros, nos vemos impelidos a seguir moviendo las mismas ruedas, por mandato imperioso de los mismos que vienen fabricándolas desde hace una temporadita.
¿Se pueden hacer las cosas mejor para sumirnos, poco a poco y definitivamente, en otra forma de vida peor, más incómoda, más fría y menos gratificante? Ellos lo están logrando, pero no han contado nunca con el hecho de que podrán obligarnos, por imperativo legal, a trabajar más por menos, a no ver a la familia, a cambiar nuestro trabajo por tiempo, a comer bazofia, a tener que optar por un partido o por otro, a votar por unos o por otros, pero lo que nunca podrán cambiar es mi pensamiento, mi determinación y mis actitudes.

Y aquí empieza otra vez el debate ¿Qué es bueno y qué es malo? ¿Es malo estar mal? ¿Qué es estar mal? ‘Muy mal’ y ‘muy bien’ son dos puntos lejanos de un solo parámetro: Nuestro estado mental. Y soy yo el que piensa y por tanto puedo cambiar mis pensamientos. Yo vivo como pienso, independientemente del sueldo, de la incomodidad del trabajo, de los mandos intermedios, de los putos e inútiles enchufados de mierda y de la gente tóxica que me rodea. Todo eso, puedo transmutarlo, porque tengo la divina capacidad, dentro de mi cerebro, y hacer bueno lo que a los demás les parece malo. Y esto no es una teoría, es exacto y concreto. Y ante esto, los políticos no pueden más que adocenar a las gentes para que piensen que son una mierda infecta sin la ayuda de la política. Yo soy, yo, por encima de la política, de la religión, de los amos, de los buenos, de los malos, de la lluvia, del sol, de todo menos del amor. Eso que ellos no utilizan y temen que nosotros empleemos.



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