sábado, 12 de junio de 2010

PARA LUISITO MAÑANES



Jamás le oí una palabra malsonante, ni un enfado, ni un grito, nada. Cuando yo llegué a la Residencia Lorenzo Ramírez, él era un experimentado cirujano, muy hábil y meticuloso. A nadie oí nunca hablar mal de él o comentar que había hecho algo punible, ni siquiera regular. Siempre te recibía con una sonrisa en la boca y con alguna frase de agrado. Nunca serio, nunca preocupado. Hacía su trabajo y jamás daba importancia a lo que hacía.

Tenía un aspecto joven y jovial. Desde luego nunca ha aparentado la edad que tenía. Incluso al final, nadie hubiera dicho que había cumplido setenta y siete años. Vino a verme a la consulta a raíz de un accidente de automóvil, por mediación de una compañía de seguros de estas raras que siguen existiendo por el mundo. Su sintomatología era molesta pero no tenía gran patología que lo justificara. Me alegré de verlo, a él y Eloina, a la que no veía desde hacía años. Siempre es grato volver a ver a personas amables que lo único que han hecho en esta vida es dar amor y buenas palabras a sus semejantes. Es lo único que me queda de él, su amabilidad, su sonrisa y lo correcto de sus maneras: siempre comedido, siempre educado.







Esta mañana, pasando por la iglesia de San Lázaro, he visto a un montón de médicos en la puerta. ¿A quién le habrá tocado la vez? –he pensado- No me ha extrañado que nadie me haya llamado para comunicarme su partida, aunque las cosas luctuosas corren como un gamo. Poco después, me lo ha contado un compañero en la calle Mayor. Se ha marchado como vivió, sin ruido y sin molestias para nadie, ni siquiera para sus compañeros, a los que ha evitado el desagradable trance. Se ha marchado sentado en su automóvil.

Nada que añadir a la elegía. Descansó de esta época de miserables, chupones y sinvergüenzas. Nunca aparentó nada, ni quiso distinguirse por nada, ni le dio importancia nunca a nada de lo que hizo. Descansa en paz, amigo. Descansa en paz Luisito.

viernes, 11 de junio de 2010

OTROS TIEMPOS, ERAN OTROS TIEMPOS



Estaba deseando volver a casa. Era uno de esos días que echas enormemente de menos a la familia, a mi madre, a mi padre, a mis hermanos, a ‘Hasta’, la perra Fox Terrier de pelo duro, con quien los hermanos nos revolcamos y nos mordemos las orejas. ¡Pendeja! No se cansa, es inagotable. Puede estar horas corriendo, saltando, mordiendo y ladrando ¡Qué bestia parda! No sé lo que haría sin ella. Bueno y sin los demás, incluidas Norberta (‘La Norber’ para nosotros) y su hermana Serafina (‘La Sera’), más pequeña que ella y con quien paga sus enfados. Cuando mamá la riñe por meter la pata, va y dice: “Pues ahora voy y pego a mi hermana” Y si no la detenemos, va y la zumba la badana, la muy mazorral. Pero tiene un corazón de oro para otras cosas. Cuando va a la compra, siempre sisa diez céntimos y me compra un pirulí de caramelo, que luego comparto con ella. Es muy maja ‘La Norber’. Ambas son hijas de un pastor de Tortoles de Esgueva, y las circunstancias las obliga a buscarse la vida como pueden. Estudios no las pueden dar, pues a servir muy dignamente en una casa de confianza en Madrid.

El hermano Bernabé me había pescado charlando y, aparte del capón –que eso estaba garantizado- me echó un rapapolvo por no saberme la lección. ¡A ver si voy a suspender la Lengua en la quincena y me van a crecer los enanos!. Por lo pronto me quedo en casa incordiando a mi madre, que es el único aliciente que le queda a uno si no le dejan salir a jugar a la plaza de Santa Ana con los chicos del barrio. ¡Qué barrio! Para mí es mi barrio. En pleno centro de Madrid, con barquillero, dos quioscos de golosinas y uno de tebeos y revistas. Y, para colmo, un escalón de doble alto que utilizamos para que allí se instale el ‘burro’ para jugar a pídola. Una maravilla. A veces nos atrevemos a bajar hasta la iglesia de los Jerónimos para reventar a las parejas que se arrullan al amparo de la penumbra. Más de una vez hemos tenido que salir corriendo perseguidos por un novio frustrado. Luego a pegarse patadas en el culo para volver a casa para cenar.




Siempre cogía a mamá trabajando: cocinando, haciendo punto o bordando sábanas o manteles. Siempre haciendo algo, que la casa es muy grande y a pesar de la ayuda de las dos ‘tortolicas’ hay que arrimar el hombro. Allí está, perenne como la hoja del pino. Siempre la encuentras en casa para que enjugue tus lágrimas de cocodrilo, y para que conteste a tus preguntas, que para ella son muy tontas, pero para mí son fundamentales. ¿Quién me va a contestar mejor que ella, por qué los perros se quedan pegados por el culo cuando hacen el amor? Pues nadie. ¿Quién me va poner cataplasmas de mostaza en el pecho cuando tengo catarro, y quién me va a gritar cuando está de mí hasta el gorro? Nadie, sólo ella. Nadie más. Pero luego me mira con deleite, como si fuera el amor de su vida, y cuando recuesto mi cabeza encima de sus grandes pechos, que han alimentado a cinco hijos, me encuentro en la gloria; como si estuviera en el cielo con los ángeles. Ella sigue dándole a las agujas de punto, y el movimiento de sus brazos me adormece.

Allí está para nosotros a todas las horas del día. A veces la acompaño al mercado de Antón Martín a hacer la compra. Es un placer ver como la quiere la gente y cómo habla a los comerciantes ¡Con qué educación y con qué respeto! Siempre con una frase de agrado y una sonrisa en la boca. Ella acabó la carrera de Intendente Mercantil, pero cuando se casó con papá, consideró que su misión era cuidarnos hasta que pudiera. Y opinaba que las mujeres que trabajan tienen que dejar a los hijos en manos ajenas, y eso nunca es bueno. Además ella opina que no teniendo que pagar nada más que el alquiler de la casa, que es asumible, la comida del mes, los colegios, la ropa y a las muchachas, bien podemos vivir con el sueldo de empleado del Ayuntamiento de Madrid que cobra papá. Por la tarde también me lo encuentro en casa a la salida del cole y charlamos de cómo nos ha ido el día, cómo se me han dado las matemáticas o si necesito que me explique algo. A veces nos da el sueldo para ir a veranear a Chipiona quince días. Nos alojamos en casa del telegrafista: una casona enorme con un patio andaluz donde tiene corral de gallinas, buganvillas, enredaderas, geranios y algunos camaleones que son la delicia de nuestros ratos de tranquilidad. Siempre me han apasionado los ojos de los camaleones. Son autónomos, cada uno va a su pedo. Un día van a acabar peleándose.




Siempre tenemos alguien en casa los fines de semana, mis tíos por parte de padre, algunos amigos y avenidos de la casa o de Chipiona en sus viajes a la villa y corte. Mi madre se pasa los fines de semana haciendo tortillas de patata, huevos rellenos, pastelitos y demás lindezas, que hacen las delicias de la concurrencia.

Como veis no nos aburrimos. Siempre hay algo que hacer en casa. Siempre encuentro a mi madre para llorar en su regazo y a mi padre para que me ayude en los estudios. La casa no es nuestra, ni falta que hace. Y nunca he oído una discusión por culpa del dinero.




Todos estudiamos. Nos criamos arropados por nuestra madre, y, como todos, volamos del nido cuando aprendimos a utilizar las alas. Mi madre siempre estuvo al quite de todo. Y nadie nos conoció, nunca, mejor que ella. Nunca trabajó fuera de casa. Ella escogió a la familia. Y yo se lo agradezco con el alma y rezo porque nos volvamos a ver algún día allá arriba. Mi padre cumplió escrupulosamente con su obligación de subvenir a las necesidades de todos y nunca se quejó de la elección de mi madre. Alguna vez les oí comentar que cuando empezara a entrar la mujer de lleno en el mercado laboral, no iba a haber trabajo para todos, o iba a haber mucho paro. Eran adivinos. Y, como muchos, diréis: “Eran otros tiempos”. Pero yo soy de los que opinan que la añoranza te pone triste y no soluciona nada. Sólo que, alguna vez, alguien podría recordar y tomar ejemplo.

(Los tres cuadros con los que ilustro esta entrega son de mi querido amigo Álvaro Reja.)

jueves, 10 de junio de 2010

PREGUNTAS Y RESPUESTAS



Plantearse preguntas ante las situaciones de la vida, ante lo que se lee, o ante lo que se escucha es, cuanto menos, inteligente. Llega un momento en la vida del ser humano en el que se pasa del, sí porque sí, al ¿por qué? En toda ocasión y en todo lugar sentimos cosas que no podemos etiquetar, incluso no sabemos si son buenas o perjudiciales. Y si no tenemos a mano un diccionario, un tratado o Wikipedia, nos quedamos en blanco, incapaces de dar una respuesta coherente a nuestras propias cuestiones. Es importante, por tanto, poseer puntos de referencia adecuados y fiables, o, en todo caso, saber buscarlos. La juventud actual carece de explicaciones y de respuestas a sus preguntas, y más que grandes conocimientos y una memoria privilegiada lo que hace falta son cursillos acelerados de técnica de búsqueda. Pero, para más confusión, hay preguntas –montones de ellas- sin respuesta y sin una persona que te pueda ofrecer la verdad de determinado aspecto de la vida, como es la muerte ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Por qué hay tantos millones de planetas en el Universo y nosotros somos los únicos seres vivos racionales que existen? ¿Por qué a la humanidad se le olvida frecuentemente que cuando muera no se va a llevar nada allá a donde va? Para todo esto se necesita algo más que conocimientos. Por muy sabio que sea el sabio, nunca nos podrá asegurar un más allá fulgurante y esplendoroso. Todo son lucubraciones.



Margarita de Grassa



No temáis. La falta de seguridad para responder a ciertas preguntas se suple con una gran dosis de experiencia, humildad, intuición y amor. Y afortunadamente lo que los ‘videntes’, ‘intuitivos’ y ‘espiritualistas’ afirman, poco después tiene una clara demostración científica, a pesar de los agnósticos. Pero, fundamentalmente, para afrontar la respuesta de los ‘iluminados’, hay que estar abierto a la posibilidad de otras realidades diferentes y una gran dosis de humildad y calidad humana, por no decir claramente, una gran cantidad de fe. Y fe, como sabéis, es creer firmemente lo que no se ve. Y para creer lo que no se ve, hay que tener una preparación que sólo se consigue a fuerza de experiencia, reveses y bofetadas. Pero, ¡que no cunda el pánico! Nada tiene que ver con la edad de la persona. Hay quien espabila y madura a los veintiuno, y hay quien llega a los setenta estúpido e ignaro como cuando cumplió los siete. También depende de las flores y de las espinas que encuentre en el camino, y de cómo afronte ambas.



Purificación Gazol



Ante todo, paciencia e impecabilidad. Y, de momento, suerte para tropezarte con rosas en la vía. Pero nunca olvidéis que las rosas, indefectiblemente, poseen espinas.

miércoles, 9 de junio de 2010

OÍR ALGO POR PRIMERA VEZ



Tengo algunos amigos lectores (hembras y varones) a quienes no entra en la cabeza un concepto, que yo exhibo con mucha tranquilidad y me es muy fácil de expresar, pero se conoce que no es tan sencillo de escuchar. Oír ya es otra cosa, y la gente oye pero no escucha, que son conceptos diferentes. El asunto es la base de toda la patología general, que, entre otras cosas, se diluye en causas genéticas, de agentes externos, de radiaciones ionizantes, de temperaturas extremas, de enfriamientos, de contagios y del azar. Todo menos concederle alguna chance al pensamiento humano. Y el caso es que, cuando ponemos a un médico contra las cuerdas inquiriéndole la causa de la enfermedad que padecemos, después de mucho elucubrar, acaba acusando al estrés del crimen orgánico. También meten al estrés entre el paquete de recomendaciones al salir de una enfermedad súbita y grave; siempre aconsejan un cambio de vida y una diferente manera de afrontar los problemas. Pero ¡Me cachis en la mar! Nunca dicen claramente –entre otras cosas porque no lo saben?- que la causa de la enfermedad reside en cada sistema de pensamiento de cada ser humano.



Alvaro Reja



Una de ellas me llama para comunicarme que un neurólogo ha apuntado el estrés como la causa de la pérdida de vista de determinada amiga. Y me pregunta ¿cómo es posible que la mente humana llegue a esos extremos? Ella ya lo sabe; yo se lo he dicho mil veces, pero ¡Contra! Necesita un repaso diario para convencerse del asunto. Padece determinada patología, muy molesta, con todo tipo de pruebas clínicas y radiológicas negativas, pero todavía no llega al fondo de su mente como la causante de su mogollón.

De vez en cuando releo algún libro, y en alguno de sus capítulos descubro una afirmación o un comentario absolutamente inédito para mí. He leído el libro varias veces, y ahí está, el concepto que andaba buscando y que me ha pasado desapercibido anteriormente. Alecciono a un amigo sobre determinado aspecto de la vida, con unos ejemplos ad hoc, que en principio no le llegan. Un buen día me llama para decirme que un gurú le ha dicho una cosa que le ha abierto la mente a determinado aspecto de su personalidad. El concepto es el mismo que le llevo diciendo desde hace años. Pero ha llegado el momento para él. Antes no estaba preparado para recibir ningún impacto de ninguna naturaleza.



Alvaro Reja


No pasa nada. Cada cual tiene su tempo para todo. Unos de una forma y otros de otra. Pero a todos les llega el momento. Sólo hay que tener paciencia y dejar que los acontecimientos laman suavemente nuestra piel. Pero, si queréis saber mi opinión, ya desgastada de tanto aireada, ‘casi’ todas las enfermedades son de origen psicosomático; empiezan en el coco, y, por tanto pueden acabar también en el coco. Explico el ‘casi’: Existen enfermedades claramente causadas por exceso de alcohol, drogas, deficiente alimentación, causas externas muy agresivas, frío, calor, radiaciones solares, rayos de diferente naturaleza, etc. El resto, todas nacen en la mente. Y naturalmente, si el paciente sabe e integra este concepto, él mismo puede contribuir poderosamente a su curación.

¿Y los cánceres también nacen en la mente? También ¿Y la úlcera de estómago? También ¿Y la artrosis? También. ¿Y cuál es el detonante que hace estallar la enfermedad en la mente? Un conflicto emocional agudo y no compartido. Y si permanece activo y no hacemos lo posible por sanarlo, seguirá actuando negativamente.

Yo sé –ya lo he dicho- que esto es bastante poco fácil de escuchar. Y, sobre todo, de creer. Pero es así. Yo no quiero tener razón. Mi pretensión es ser feliz, por tanto admito que la gente no lo crea, pero yo no voy a discutir. Ahora bien, si queréis que aclare algún concepto, estoy absolutamente abierto a ello. Un saludo.

martes, 8 de junio de 2010

REFLEXIONES SOBRE EL PENSAMIENTO CREATIVO






Libarob

Haz lo que debes con todo tu corazón. Sé impecable en tu trabajo, pero cumple con tus obligaciones humanas. alinéate con aquello del evangelio: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” Equilibra tu parte humana con tu faceta divina, porque no puedes estar en los dos estados simultáneamente, todavía. No puedes estar constantemente meditando y entregado a tus prácticas espirituales, ni haciendo de humano, gastando, comiendo, bebiendo y cabreándote constantemente. Un equilibrio ponderado de las dos es lo que, por ahora, te va a mantener en tu estado de gracia en la tierra. No dejes ninguna de las dos facetas, ambas son imprescindibles. Se avecinan acontecimientos difíciles de imaginar y si no estamos preparados para ellos, lo vamos a pasar regular. ¿Qué cómo? Vive el momento con toda la intensidad de que seas capaz. Ama apasionadamente. Deja que la gente haga, piense o diga lo que quiera porque está viviendo su experiencia en la que no debes interferir. La teoría de El Secreto, es muy interesante y muy sabia, pero si tienes un pleito humano intenta poner los medios a tu alcance para solucionarlo. Aunque pienses intensamente que ya se ha solucionado, tiene que mediar el abogado, el juez y el fiscal. Y eso sólo es posible si pones manos a la obra.

lunes, 7 de junio de 2010

MENTIRAS ALEVOSAS



A alguien le ha interesado, desde siempre, mantener la intriga. Y verdaderamente la ha mantenido. No se puede mentir más, durante más tiempo, a tantas personas de una vez. Porque, hay que ver cómo nos han engañado desde que hemos nacido ¡Cómo a chinos!

Ya venimos a este mundo con resabios de vidas anteriores, pero en ésta, han rizado el rizo del equívoco, la quimera y la culpabilidad. Mantener el poder ha sido el propósito de todos los que se han aupado a la cima de una manera u otra, por herencia, por la fuerza de las armas o por los votos del pueblo, que no sé qué será peor. Y para mantener el poder hay que sembrar el pánico a cualquier cosa: a la pérdida, a la indigencia, a la enfermedad, al abandono, al hambre, a la miseria. Y a cualquier precio. Y para mantener estas amenazas hay tipos curiosos y lameculos profesionales que están dispuestos a decir que el rey viste magníficas galas cuando en realidad va en auténtica pelota viva. Y todo por un puñado de monedas. Lo malo es que ahora no se trata de un puñado de monedas, sino de millones de monedas, cuyo valor intrínseco es prácticamente nulo, pero respalda un patrón que nadie sabe si existe, si es tangible y para qué sirve.






Desde que entré en el uso de razón, que antaño comenzaba a los siete años, y que marcaba indeleble la fecha en la que el ser humano podía cometer pecado mortal,…Al hilo, recuerdo aquel par de hermanos, ocho y seis años que suben a la troj para jugar. Allí se revuelcan en el grano, corretean y se duermen la siesta. Pero aquel día aparecen colgados en el techo cuatro jamones y un sinfín de ristras de chorizos. El pequeño, que ya apunta maneras, le sugiere al mayor, que ha crecido más, la posibilidad de adueñarse de un par de piezas para festejar con los amigos. Julito, el mayor, le quita la idea exhibiendo claramente su rechazo a cometer un pecado de hurto. Entonces, el pequeño, que como ya he dicho había crecido en malas ideas más que el mayor en estatura, le dice elevando la voz imperativamente: “Pues aúpame a mí que todavía no tengo uso de razón”. Pues bien, desde que crucé la barrera de la impunidad a la falta mortal de necesidad, me están martilleando la mente con cosas que no se pueden hacer. La mayoría sin ningún fundamento, ni práctico, ni científico. Subliminalmente van entrando en tu cacumen ideas y maneras de ver la vida y sus circunstancias. Siempre limitadoras, nunca positivas.






Mi madre me decía cosas que ella había oído seguramente de la suya, como que salir a la calle con la cabeza mojada era funesto por la pulmonía que podías pescar, que no anduviese con los pies descalzos porque me podía jugar un catarro, que no bebiera agua cuando estuviera sudando porque podía morir en el intento, que no me masturbase porque me podía quedar ciego…Y una sarta de mentiras sin fundamento, que se quedaron impresas en mis sesos y capaces de detonar el mecanismo oculto que provocaba la pulmonía, el catarro, la ceguera o la muerte súbita y mortal de necesidad.


Y ella lo hacía con la mejor voluntad del mundo, naturalmente. Así han transcurrido los acontecimientos desde que el mundo es mundo. Y los hombres nos hemos ido imaginando soluciones para los arcanos y las cosas sin explicación, que han ido pasando de padres a hijos, sembrando la discordia, el pánico y la penuria. Las decisiones que hemos tomado en ese sentido son absolutamente metafísicas e, indefectiblemente equivocadas. Tenemos la referencia de las gente que nos precede y de ellos tomamos las principales manías mentales. Unas cuantas son: Que la edad deteriora, con todas sus colaterales. Que cuando llegas a cierta edad, empiezan a aparecer las goteras y los ajes. Que hay ciertas cosas que a medida que pasan los años ya no son adecuadas. Que yo, individuo de la manada que es la familia, me tengo que adaptar a ella, a sus gustos y a sus enfermedades para ser acogido. En ese aspecto, si mis antecesores inmediatos padecieron de riñón, yo, para considerarme integrado, y sobre todo, para que los demás me integren, tengo que padecer de riñón. Que si mis padres fallecieron a los noventa años, yo seré longevo de igual manera. Y si mi padre falleció a los cincuenta, al cumplir cuarenta y nueve, estaré con la idea fija en mi cabeza, posiblemente hasta que la haga efectiva y verdadera.







El cuerpo humano (the human body), lo creáis o no, está fabricado para durar más del doble de lo que dura actualmente, en salud y con todas las facultades al cien por cien. Las limitaciones están en nuestro programa mental, elaborado por nosotros en un 80%, y que nos indica en cada ocasión, cómo debemos reaccionar, cómo debemos de comportarnos, cuándo debemos enfermar y hasta cuándo debemos morir. El human body (es que quiero aprender inglés y a ver si así se me pega algo), es como un ordenador, tiene su parte física (hardware), y su parte mental o de programación (software), que es la que hace que el sistema funcione con coherencia. El programa mental es fundamental para que todo funcione correctamente. Si éste es malo, incorrecto o equivocado, todo el sistema responde a estas limitaciones. Y es lo que hay. Estoy harto de decir que todo el Universo se rige por leyes matemáticas y que, por ende, el cuerpo humano (the human body), también. Y que las vísceras y los aparatos del organismo tienen unas leyes matemáticas que hacen que las células que los componen nazcan, cumplan con su función y mueran. Estos órganos y aparatos no tienen capacidad de decisión, no pueden enfermar por propia iniciativa, sólo responden a las órdenes emanadas de nuestro cerebro, el que, a su vez, responde al programa mental que nosotros le introducimos en cada momento, con nuestras enseñanzas erróneas, nuestras limitaciones y nuestras manías.

Definitivamente, el dolor del hombre, en cualquiera de sus acepciones y en todas sus formas, es una fuente de pingües ingresos para los avispados que han hecho del padecimiento su medio de vida. Hay multinacionales que facturan billones a costa de los enfermos y, naturalmente, para no perder el momio, fomentan las penas haciendo campañas periódicas que alertan a los ciudadanos y les conminan a acudir a vacunarse en masa (de enfermedades inexistentes), a comprar antihistamínicos estacionales para combatir corizas y estornudos, a examinarse las tetas, y a practicarse chequeos costosísimos para los gobiernos, pero harto beneficiosos para los listos.






Toda son flagrantes falacias, conscientes e inconscientes, que se transmiten de generación en generación desde hace miles de años. Pues, si siempre que salimos del garaje, nos rozamos con la columna de la derecha, tendremos que hacer lo posible por permanecer atentos al hecho y hacer cosas diferentes para evitarlo. Todo menos ir al médico y fiarnos de las multinacionales de la farmacia.
Demostración Chi Kung. Isla Dos Aguas. Junio 2010.



REGALOS ESPIRITUALES



Que pase algo sólo una vez al año, es digno de mención. Todo el trabajo de doce meses, que se exhibe en una fecha determinada, en la que los seguidores, aficionados o practicantes de alguna actividad se dan cita para verse, abrazarse y aplaudirse. Todo el año nos dedicamos a aprender y a practicar, y al final nos reunimos para mostrar a la gente lo que hemos logrado. No se trata de una competición, la gente que participa va allí para enseñar a los demás sus habilidades sin afán de rivalizar. Y ahí está, sin trampa ni cartón, el trabajo, el esfuerzo y la constancia.

Dentro del Chi Kung hay tantas modalidades como escuelas y como objetos se utilizan para su práctica. Dentro de este arte se engloba el Tai Chi, que difiere del Chi Kung, no sólo por la forma externa de los ejercicios sino en la manera en que orienta la movilización del Chi. Y dentro de éste, se practica con abanico, con espada y con otras armas de defensa. El abanico también era un arma en la época en la que se prohibió el uso de elementos de ataque con punta o con filo. Entonces se escondían cuchillas en los bordes de los abanicos para combatir a los enemigos.



Tenemos la fortuna de contar en Palencia con un maestro de Chi Kung, al que admiro por su amplitud de conocimientos y por su dominio de múltiples técnicas, Juanjo Mendoza. Me gustaría aprender espada, abanico y todas las técnicas que él sabe, pero me temo que para eso hace falta tiempo. Quizá algún día pueda tener la oportunidad de tocarlas todas. De momento me conformo con el Chi Kung y la forma de Tai Chi. Sin embargo, ahí estamos, unos y otros, intentando perfeccionar lo poco que podemos aprender en tan escaso tiempo.




Y la verdad es que cualquier técnica requiere una dedicación por encima de lo habitual. Un deportista de elite, según los investigadores, ha tenido que practicar su disciplina un mínimo de diez mil horas que equivale a trabajar, sin descanso, 416 días con sus noches. Y diez mil horas de entrenamiento, sudando la camiseta, son muchas horas. Esta mañana hablaba con un experto, le comentaba que practicaba un mínimo de cinco horas a la semana las técnicas de Chi Kung. “Es poco tiempo de entrenamiento” –me ha contestado- Y eso es así. Hay que dedicar muchas horas para llegar a la excelencia en cualquier actividad de la vida. Pero, bueno, cada uno con sus capacidades y sus posibilidades hace lo que puede, pero: “Tended a la perfección en cualquier faceta".


Lo he pasado muy bien. El día invitaba a gozar de la hierba, de los árboles y de los amigos. Hay veces que el motivo de la reunión es lo de menos, lo que importa es la gente que te da calor, que te habla, que te mira a los ojos, y que comparte contigo cualquier cosa. La calva se me ha puesto roja como un tomate, me escuece la piel, pero estoy satisfecho y gratificado. Al final, Paz, me ha obsequiado una gorra de visera con un dragón azul y la leyenda “Dragón”, bordada encima con letras rojas. En la visera una letras chinas, que ni idea de lo que significan (¿Dragón, quizá?), en seda azul más fuerte que la del dragón. Es muy chula (la gorra, no Paz). Me ha hecho mucha ilusión.



Pero lo que de verdad me ha ensanchado el alma y me ha emocionado, es que un monitor de León, Juan Pan (Juancho), con el que coincido en algún curso, y por supuestos en los encuentros de Palencia, me ha recomendado que siga escribiendo, porque es seguidor de este blog. Y eso no se paga con dinero. Es un regalo espiritual de los que te dejan cicatriz. Va por ti, Juancho.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...