sábado, 1 de diciembre de 2012

FIEL


 

 Cada persona es un auténtico universo con sus galaxias, sus sistemas, sus nebulosas, su polvo cósmico, sus acúmulos de plasma y sus agujeros negros. Sus ideas son tan diversas como el Universo del que está formado, sus implicaciones distintas y su filosofía, o es fanática y excluyente o es sincretista y congregante. No se puede juzgar, por tanto a la gente, por lo que haga, por lo que diga o por lo que piense.

¿Qué piensa fulano de la fidelidad? Que es absolutamente vinculante, eterna y desencadenante del premio o el castigo eternos. Este fulano, cuando transgreda el precepto del sexto mandamiento, sufrirá complejo de culpa, arrepentimiento perpetuo y cosechará, en el otro mundo, un juicio adverso, oportuno a su labor creativa.

¿Qué piensa mengano de la fidelidad? Que hay que establecer unas normas de no agresión dentro de la pareja, para que cada cual ejerza su libertad, sin lesión para el contrario. Esto quiere decir que todo el mundo, con una libido a nivel estándar, tiene muchas veces ideas que se apartan de la fidelidad en el matrimonio, y se constriñe, a veces, por estas ideas. Pero hay que comprender que se viene a la Tierra para tener libertad, libre albedrio y para ser feliz, y el colmo de la felicidad física; el sumun de las delicias turcas, es una unión carnal completa, consentida y gratificante. Ejerce entonces tu libertad, cohabita con la persona que se ha puesto delante para que experimentes, y goza de ella mientras te sea posible. A tu pareja, ni pio de la cuestión, a no ser que ella piense y haga lo mismo ¿Por qué? Porque, por regla general, nunca se debe hablar a una mujer de otra mujer, ni a un hombre de otro hombre.

¿Qué piensa zutano de la fidelidad? Que es una idea agostada, caduca y obsoleta. Y unas veces tiene varias parejas, y otras ninguna, pero en completa complacencia de ambas partes. A su pareja oficial, o le comparte sus aventuras y las gozan a medias, o no le dice ni mú, porque ella prefiere no saberlo mientras él cumpla con el respeto, la dedicación, el cariño, debidos.

Cada uno de estos supuestos, están bien mientras no surjan contrasentidos. Si piensas así, piensas así, pero no hagas algo en contra de lo que piensas y no sientas algo en contra de tus sentimientos y de tus apetencias.

Mi maestro Adolfo Domínguez  Martínez, era una promiscuo de mucho fuste, pero predicaba la absoluta necesidad de no jugar con dos barajas, ni con triunfos en la manga. Venía a decir que si estás conviviendo, en cualquier régimen, con una pareja y te quieres unir con otra, debes de dejar a la primera para unirte a la segunda. En caso contrario estás ofendiendo gravemente, no respetando y jugando con un petardo que te puede estallar en las manos en cualquier momento. Sólo con absoluta libertad se puede gozar totalmente de una situación.

¿Qué pienso yo de la fidelidad? Que cada persona es de manera diferente y hay que respetarla. Que cada uno tiene una manera de pensar, una sensibilidad y una libido adaptada a unas actuaciones sexuales, y que hay que respetarlo, o no unirse para sufrir. Yo he pasado por varias etapas con respecto a esta idea y me he convencido de que tiene mucho que ver el amor incondicional: Yo te doy mi amor y tú haz con él lo que quieras. Si mi amor llega a tal extremo de poder con tus infidelidades confesadas, seguiré amándote. Si llega un extremo en el que no me respetas, e interfieres en mis tempos, te tendré que platear el mutuo abandono.

Ama mucho; hasta el dolor, hasta las heces, hasta el aburrimiento, y no te canses de pasar por encima de las infidelidades. Sexo es sólo sexo y está excesivamente magnificado, vituperado, vilipendiado y mal entendido. Sexo es sólo sexo, a pesar de que lo han utilizado, durante todas las eras, desde hace eones, como arma arrojadiza, y la secta de turno lo ha adaptado a sus necesidades. Sexo es sólo la culminación física del amor espiritual. Y a pesar de los estímulos, de la felicidad y de las feromonas que segrega; a pesar de todos los pesares, sexo es sólo eso, sexo.

martes, 27 de noviembre de 2012

LO QUE CREES, CREAS


 

 
¡Qué curiosas son las circunstancias de la vida, siempre cambiantes y opuestas, a poco que te hagas elástico y dejes moldearte por ellas! Lo que ni se te pasaba por la imaginación ayer, hoy te está elevando a cotas ligeramente más elevadas, para tu conocimiento y para tu enseñanza.

Ayer era muy celoso de mis propiedades, entre ellas mi pareja. Hoy comprendo que ella ha venido al mundo para hacer lo que ha venido a hacer, conmigo o sin mí, y que yo no puedo moldear su carácter, ni imponerla mi voluntad, ni siquiera sugerirla lo que tiene que pensar, hacer o decir, a no ser que ella me lo pida expresamente. Y, aun así, la tendré que preguntar si verdaderamente quiere que la ofrezca mi opinión y si verdaderamente está preparada para que la de ‘la caña de España’.

¿Qué puede ella hacer, decir o pensar, que a mí me perjudique? Nada. He llegado a la conclusión de que, por mucho que me empeñe, por mucho que trabaje y empuje en sentido contrario, si la pared se tiene que mover en contra de mi voluntad, lo va a hacer. Y que, por mucho que vigile, cele, otee o escudriñe, no voy a poder evitar que ella –él– actúe en contra de sus designios, sus mandatos, sus genes, su karma…

Muchacho –me dije un buen día–, no te empeñes en que las cosas sean diferentes de tus deseos. Las cosas son como son por encima de lo que tú piensas, de tus convicciones y de tus enseñanzas, así que relájate y vive cada segundo, de lo que te queda de vida, como si fuera el último o el más sublime. Si las cosas necesitan una solución urgente, no te aceleres, simplemente ocúpate de ellas como te ocuparías de tu aseo personal. Pero el agua y el jabón, el desodorante y la colonia, no van a hacer que seas más guapo, más atractivo o más sincero. Si las cosas tienen que llegar a buen fin, lo harán por sí mismas, si no tienen solución, por mucho que vistas a la mona de seda, mona se quedará para toda la era.

No busques, porque te vas a encontrar con cosas que no te gustan. No fiscalices, porque la fiscalía se te va a volver en contra en cualquier momento. Y ahora, más que nunca, tus pensamientos van a ser creativos, a tal extremo, que no te lo vas a poder creer. Cada uno de tus pensamientos, incluso los más sutiles, se va a plasmar en realidad; en tú realidad. Plasmar viene de plasma, que es la materia de la que están hechos los sueños y los objetos, desde un camión de gran tonelaje a un llavero de asta de ciervo. Y el plasma está llegando a nosotros un millón de veces más abundante que hace unos años. Y está previsto que cada vez llegue en mayor cantidad y de mejor calidad.

Qué conclusión se deduce de esto, que cuando fiscalizas es porque presumes, imaginas, crees, pero lo que presumes, imaginas o crees, lo vas a crear con la velocidad del vértigo. Si crees que tu pareja te está siendo infiel –palabra que a partir de ahora merece otro debate in extenso– estás aportando plasma suficiente para que, si no lo es todavía, lo sea en un futuro no muy lejano.

De verdad, hazme caso: no contribuyas al desastre de tu mundo con tus constantes pensamientos negativos. Relájate y goza del momento y de tu pareja ahora que la tienes. Cuando hayas contribuido con tus chorradas a que ella se pire, ya será tarde para gozar de La situación. Goza de las cosas, de las personas, mientras las tienes. Luego ya será tarde para arrepentirte de lo has hecho, o de lo que dejaste por hacer.

 

lunes, 26 de noviembre de 2012

JUGUETES ROTOS


 

¿Qué sientes? ¿Cómo lo sientes? ¿Estás seguro de la verdadera causa de tus sentimientos?

Nos movemos en un caldo formado por sentimientos, compulsiones, enseñanzas mal aprendidas, frustraciones, abandonos, interpretaciones erróneas de los sentimientos de los demás y de sus motivaciones. De manera que se nos hace difícil saborear individualmente uno de sus componentes. Una cosa es lo que tú crees y otra muy diferente es lo que creen los demás; una cosa es lo que tú sientes y otra muy distinta lo que sienten los demás. Una cosa es cómo te ves tú, y otra muy diversa es cómo te ven los demás.

Pero, claro, el sabor del puerro se junta y se solapa con el sabor de la cebolla y del ajo, y sientes que está bueno, pero no discriminas todos los matices. Lo que sentimos está igualmente contaminado con una serie de circunstancias, a veces ajenas al hecho en sí, pero que lo trufan de otros sentimientos ajenos al guiso en cuestión.  ¿Sabes la causa verdadera que te hace sentir lo que sientes?

De pequeño tenía una pistola detonadora que me había traído un tío mío de América –así se llamaba antes a los Estados Unidos– Para mí, en esos momentos era mi joya más preciada. La mimaba, la limpiaba, la acariciaba y me dormía mirándola de reojo. No la soltaba ni un momento y ni un momento la perdía de vista. Cuando salía a la calle la llevaba en el bolsillo y cuando volvía la aparcaba en mi cajón, donde dormían mis cachivaches y mis juguetes, todos en tropel, unos encima de los otros.

Un buen día, al salir a la calle, se me olvido echármela al bolsillo como era mi costumbre, y, hete aquí que mi hermano José María, cinco años más joven que yo, la buscó en el cajón de mis tesoros y se la llevó a jugar a la Plaza de Santa Ana. Luego se la dejó encima de un banco, el muy imbécil, y a pesar de nuestras pesquisas y de los reiterados anuncios que pusimos en el periódico, nunca más apareció. Suponeros que era mi joya más preciada, que estaba apegado a ella como una lapa a su roca, que dormía con ella, que me despertaba con ella y que no la dejaba ni a sol ni a sombra.

¡Qué gran pérdida! ¡Qué dolor! Hubiera pegado a mi hermano con el puño cerrado para hacerle entender algo de lo que yo sentía y para que nunca más se le volviera a ocurrir tocar mis pertenencias. El drama atroz; uno de las primeras pérdidas de mi vida, me había sumido en la desesperación infantil durante un largo día y una noche de llanto, retorcimiento de tripas, odio hacia mi hermano y hacia mis padres que no le castigaban lo severamente que yo hubiera deseado.

Me dolía la pérdida, pero también me dolía el desprecio que hacia mí sintió mi hermano al despojarme de lo más querido,  hacia mis padres, que tomaron el hecho como una pataleta más, y hacia el desgraciao que se encontró mi tesoro en un banco de piedra de la plaza de Santa Ana. ¿Qué fue lo más duro? No lo sé. Quizá el abandono con el que me quiso castigar la pistolita, harta de manoseos y de fala de libertad. Ella la escogió y decidió por ella misma. Estaba en su derecho de querer vivir su vida.

Treinta y seis horas, treinta y seis horas de mi vida. Dolor y desesperación vivos. Poca cosa duran las pérdidas, los abandonos,  los fracasos de un niño. Pero seguimos siendo niños hasta la hora de la muerte, seguimos jugando, seguimos usurpando la propiedad de las cosas, seguimos olvidando todo y jugando con los sentimientos de los demás, quizá porque, como en el cuento, duran treinta y seis horas. Poca cosas en el contexto de una vida.

A las treinta y seis horas aparece otro hecho, otro objeto, otra circunstancia, otra persona, que nos hace olvidar con creces la pistolita que nos trajo el tío José Luis de América. ¿Cuál fue la verdadera causa de nuestro sentimiento? Una sopa de sabores de la que  sería fantástico discriminar cada una de las emociones que nos produce.

 

domingo, 25 de noviembre de 2012

LIBERTAD CONDICIONAL.


 
 

-          «Las cosas no deberían de ser así. Le lleva más de 20 años…»

-          «Nadie sabe cómo deberían de ser las cosas…»

Impactante aserto que me ha hecho abordar este escrito con el corazón en las yemas de mis dedos y el alma en lo que escribo. ¿Quién sabe cómo deberían de ser las cosas? Vivimos en un mundo de escala de grises, blanco y negro; todo está aburrido y establecido con respecto a estos parámetros de color. Pero es que todo funciona de la misma manera, alguien dice cómo deben de ser las cosas; alguien dijo cómo deberían de ser las cosas, y todo el mundo lo aceptó sin darse cuenta de que existen mil colores que harían la vida más placentera y agradable.

Una de los conceptos preestablecidos es el de la privación de libertad. El hombre, cuando nace a este mundo, aterriza para hacer lo que tiene programado, y para hacerlo; para cumplir con su papel en la representación, necesita, imperiosamente ser libre como los pájaros, libre como el viento, libre como la naturaleza. Pero desde que llega se le priva de libertad. Se le somete a unos parámetros, a unas reglas, a unos conceptos, que la gente acepta tácitamente y que, a buen seguro, le hacen vivir en libertad condicional.

Todos sabéis de lo que hablo. El máximo exponente del ser racional, es su poder de relacionarse con el resto de sus congéneres. Pero lo hace constreñido por una serie de normas cívicas, sociales y morales que no le hacen feliz. El caso es que el ser humano es cambiante, o debía de serlo, como cambiante es el viento, el agua y la naturaleza, como cambiantes son las estaciones y las fases lunares. Nada es para siempre, y todo dura lo que dura la propia vida.

¿Quién dijo que las parejas deben de ser de una edad similar? ¿Quién dijo que la unión es para toda la vida? ¿Quién dijo que la edad condiciona de una manera decisiva las relaciones? ¿Quién dijo que la edad deteriora al individuo? ¿Quién dijo que los parámetros que utilizamos en el matrimonio, deben de ajustarse a unas normas de castración de la libertad y erradicación del deseo. ¿Por qué ambos miembros de la pareja cercenan su libertad y decapitan todo intento de establecer una relación profunda con otra persona dentro del matrimonio?

Todas estas preguntas tienen una estúpida respuesta: «Porque así debe de ser» Pero ¿Quién sabe cómo deben de ser las cosas? De hecho, para ser inmensamente feliz, hemos de apartarnos de las normas establecidas; del «Así debe de ser». Y no debemos de pensar en las durabilidad de las cosas de este mundo, que, por supuesto son ridículas con respecto a los millones de años que hemos vividos y los trillones que nos quedan por vivir. Ser feliz está frontalmente enfrentado con las normas, con el pasado y con el futuro. Ser feliz es vivir intensamente el momento sin considerar el pasado, ni el futuro. Pasado y futuro no existen en el momento presente; y el momento presente no entiende de reglas, ni de edades, ni de normas; sólo entiende la inmensa felicidad que estamos viviendo y del definitivo gozo que estamos produciendo en los demás.

Para pensar cómo deben de ser las cosas ahora y en un futuro, para imaginar la felicidad del ser humano, deberíamos de establecer una sola norma: Deja a la gente en libertad. Deja a tus amigos en libertad, deja a tu familia en libertad, deja a tu pareja ser libre. Y, sobre todo, que la gente sienta que es libre. No hablo de libertinaje, hablo del ejercicio de la propia libertad de amar a quien nos dé la gana. De una forma u otra, aunque nos priven de libertad momentáneamente, nos buscamos la manera de ser felices por encima de las normas, de las reglas y la libertad condicional que supone el matrimonio. Dixit.
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