jueves, 18 de noviembre de 2010

NUESTRO TRATO

No nos damos cuenta de lo que hacemos a los demás, ni lo que nos hacemos a nosotros mismos. No medimos el alcance de nuestras acciones porque no estamos acostumbrados a hacerlo; nadie nos enseñó. Nuestros padres nos demostraron sus maneras y su carácter; las maneras y el carácter que aprendieron de sus padres. No sabían hacer otra cosa. Aprendieron muchas cosas por imitación. Y nosotros reproducimos gestos, patrones y actitudes, sin reparar en el efecto que tienen. Y a veces ese efecto es positivo, pero otras las consecuencias son devastadoras para la gente que nos rodea. Y no vale que intentemos reprender a la gente que nos hiere o nos ofende con sus maneras. Por mucho que lo hagamos van a persistir en sus tics y en sus manías.

El género humano está muy poco acostumbrado a reconocer sus propios defectos; aquellos que pueden ofender, molestar o herir a los demás. Y lo más que hacemos es reconocerlos, pero inmediatamente entramos en justificaciones y disculpas: «Así soy yo» «Así somos los Martínez…» «No lo puedo evitar»… Sin un propósito de la enmienda, sin ganas de cambiar las cosas. Y mientras tanto, seguimos martirizando al prójimo con nuestras salidas de ‘pata de banco’.



Puentecillas. Palencia

Pero cada cual es responsable de sus actos, de sus palabras, e, incluso de sus pensamientos. Y sólo uno mismo puede reparar los propios yerros. Con conciencia, con percepción, con sabiduría, con amor. El principio de la sanación es ser conscientes de nuestras propias salvajadas. Es un buen comienzo. Después de conocer nuestra metedura de pata, la hemos de reconocer. Son dos términos parecidos, pero muy diferentes. Conocer es «Averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas». Y nos quedamos ahí. Reconocer, sin embargo, en una de sus acepciones, que me viene al pelo es «Confesarse culpable de un error, falta, etc.» Es decir, no sólo conocer el defecto, sino confesarse culpable de él. En este caso ambos términos son exactos con la intención que quiero hacer comprender. 1º Conocer mi ‘delito’. 2º Reconocer mi ‘culpabilidad’. 3º Enmendarlo, si quiero repararlo. Y lo primero que hay que hacer después del tercer paso es ‘pedir perdón’. Eso que cuesta tanto trabajo. Tanto, que parece que fuéramos a perecer en el intento. ¡Qué trabajo cuesta pedir perdón! Y qué efectos tan sanadores conlleva. Tanto para el ofensor como para el ofendido. Cuando te piden humildemente perdón, te quedas sin ira de un golpe. No sabes qué contestar, porque después de escuchar el perdón humilde, ya no queda nada que contestar. Ni siquiera es conveniente recomendar: «Que sea la última vez».

Por último, para cerrar el círculo de fuego, es imprescindible el ‘propósito de la enmienda’. Esto es lo más complicado del proceso, siendo el resto muy complicado. Pero el sincero propósito de la enmienda es muy difícil. E incluso teniendo la firme intención, la mayoría de las veces no se logra. Es aquel propósito que tiene mucha gente de empezar a aprender inglés a partir del 1 de Enero del año próximo. El no poder cumplir, a pesar de intentarlo y proponérselo, no es demérito, es consustancial al hombre. Pero hay que intentarlo en beneficio de nuestra gente y de nosotros mismos.



Otoño en el Sotillo de los canónigos. Palencia

Conocer, reconocer y enmendar. Estos son los tres pilares que pueden dulcificar nuestro trato. Pero, además, existe una manera que a veces da los resultados apetecidos, el ejemplo. Es raro que cuando das buenas maneras te devuelvan exabruptos. No siempre funciona, pero el intento no es en baldío, porque, por lo menos, ejercemos, una vez más, las buenas formas y la educación.

FRESH BANKING

Cuando llegué a Palencia me instalé en la antigua Residencia Lorenzo Ramírez. El día primero de cada mes acudían a ella unos agentes del banco Español de Crédito, protegidos por un pistolón del ‘nueve largo’ por barba, que llevando unas sacas de lona y unos archivadores de madera, se instalaban en un despacho de la planta baja. Uno a uno íbamos entrando en aquel recinto. Al exhibir el nombre y mostrar tu carnet de identidad, buscaban el sobre de tu paga en aquellos archivadores y te lo ofrecían después de estampar tu firma en una nómina. Contabas la pasta delante de los agentes, dabas las gracias y salías de allí cagando virutas para meter la guita en tu caja de caudales particular.

Corría el año 1978. En los billetes de mil pesetas aparecía la efigie de San Isidoro, Arzobispo de Sevilla. Al frente del gobierno de España estaba instalado Adolfo Suarez, paladín de la transición democrática, y ETA ya estaba en su labor carnicera desde el atentado de Carrero Blanco el 20 de Diciembre del 1973. Sin embargo, la economía todavía no había dado los primeros síntomas de su grave enfermedad, alentada por sinvergüenzas de todo pelaje que hicieron de España su cortijo, y de sus habitantes sus peones. La banca todavía no estrujaba los bolsillos de los impositores, a pesar de sus fabulosos negocios monetarios, que, ya en aquel entonces, empezaban a ser sospechosos con anuencia de los sucesivos gobiernos que se lucraban de préstamos que, a cambio de prebendas políticas, acababan condonándose.




El tejo de las mil bayas. Parque del Salón. Palencia


Los jóvenes no teníamos ningún trato directo con las entidades bancarias y no se estilaba domiciliar la nómina. El dinero de la paga te lo levabas a casa y lo guardabas debajo del ladrillo que todo el mundo tenía habilitado como caja de caudales. El primer trato que yo mantuve con una entidad bancaria fue al acabar de pagar nuestro primer piso, en la calle Corazón de María, que fue un regalo de mi primer suegro a su hija, pero que cuando mermó su fortuna me tocó liquidar a mí. Aparte de eso, poco más.

Pero algo más tarde, si querías pagar todos los recibos de los servicios domésticos, clubs, tarjetas de crédito, etc., necesariamente tenías que apoyarte en los servicios bancarios. Desde aquella época, sin duda mejor y de imposible retorno, no he tenido buena experiencia con ninguno de los bancos en los que he domiciliado mis nóminas, y con los que he mantenido mis hipotecas inmobiliarias.




Tengo un criterio muy firme sobre lo que son los bancos, elaborado con la experiencia de los años, de las anécdotas, de los artículos y de los mentideros. Si bien se observa, todas las sucursales bancarias, de cualquier entidad, luchan por captar clientes con la imagen de las oficinas y con la engañosa propaganda en todos los medios de comunicación. A mi manera de entender los costes de las reformas, con mármoles, mobiliario de diseño, etc., quiero creer que están financiadas por todos los incautos que metemos nuestro dinero en las entidades de recaudación engañosa; naturalmente no se van a gastar la pasta en barbecho…La segunda reflexión que se me ocurre es que cuando vas a meter dinero, o domiciliar la nómina o los recibos, todos son parabienes. En cuanto pides ni un solo duro prestado empiezan los problemas, que se acentúan exponencialmente en cuanto tienes tu cuenta en números rojos.

La tercera reflexión viene dada por antiguos directores de banco que optaron por dar un giro a sus vidas y caminaron por otros senderos, quizá más honestos. Estos queridos amigos, confidencialmente, te cuentan y no acaban. Uno de ellos, nombrado director de una sucursal de una importante caja de ahorros, le forzaban a vender productos financieros a sus clientes y amigos, a sabiendas de que eran ruinosos. Otro nos contaba que le enseñaban a ‘robar’, bajando los tipos de interés a los impositores durante algunos días, y luego volviéndolos a regular a su tipo pactado. Si el cliente protesta –casi nunca ocurre– se le devuelven los dineros, naturalmente discretos, que le han ‘robado’ y aquí no ha pasado nada. La disculpa de siempre se apoya en errores informáticos ajenos a la voluntad de las personas. La misma maniobra la hacen con los deudores a quienes suben un poquito el interés durante unos días y luego lo vuelven a dejar en lo pactado. Si se dan cuenta, rectifican inmediatamente y le echan la culpa a la infomática. Otro sistema de estafa es vender productos sin la firma y consentimiento del cliente, como pólizas de seguros que cubren el crédito concedido, que según ellos son obligatorios. O la venta de tarjetas de crédito que a algunas personas les meten sí o sí.




Estas pequeñas cantidades de dinero sustraídas fraudulentamente por las entidades bancarias, no tiene delito, pero multiplicadas por miles de clientes, hacen un monto de un zurrón de pasta. Otra modalidad de estafa es el retraso de la regulación de tipos de interés en las hipotecas, de la que se llevan otro saco de duros, etc, etc.

Total, son personas dolosas , que no sólo juegan con tu dinero cuando se lo confías, sino que te roban todo lo que pueden en la mayor impunidad, aprovechándose vilmente de que la gente no se ocupa día a día de sus transacciones, o que son ancianos a los que engañan vilmente, o que, en un momento determinado, por no discutir te la meten doblada.

Y eso teniendo una persona delante a quien mirar a los ojos. ¡Como para confiar tus escasos ahorros a una empresa con sede en Holanda, a quien no puedes ver, y que, encima, hace ‘Fresh Banking’ que, como poco, suena a cachondeo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

¡SOCORRO!

He recibido un SMS, anónimo, con este texto: «Estoy perdida. Nada me satisface. No sé lo que busco, ni lo que quiero. Ando en pos de un ideal que me llene la vida. Ayúdame».

Es inquietante, cuanto más cuando no sabes de quién procede, ni su edad, ni sus implicaciones, ni sus circunstancias. Pero me voy a atrever a generalizar, intentando que sirva para todas las edades y para todas las circunstancias.

Posiblemente la respuesta está en hacerse consciente de que no puedes estar perdida, ni estás buscando nada, ni quieres un ideal. Simplemente date cuenta de lo que tienes que hacer para hacer una tortilla a la francesa. Necesitas, para tal menester, unos huevos, unas varillas, sal y una cucharada de aceite. No pretendas echar los huevos con cáscara a la sartén, ni echar el aceite en el plato, ni batir los huevos en la encimera. Tienes todos los ingredientes, pero no sabes en qué orden utilizarlos, ni en qué cantidad, ni en qué sitio. Esto produce una gran sensación de frustración. Lo tienes todo, pero no sabes cómo emplearlo.





Dentro de ti tienes todos los ingredientes para ser feliz, pero no sabes cómo utilizarlos. Lo quieres mezclar todo y no en las proporciones adecuadas, y así no vas a conseguir nada coherente. Sólo te vas a desesperar y acabarás pidiendo ayuda escribiendo un SMS a una persona de tu confianza.

Relájate, y por una vez, no te culpes por nada de lo que pasa a tu alrededor. Cada cual tiene su historia, en la que implican a la gente que tiene a su lado. Unas veces mucho, y otras veces lo justo para someterles a presión. Evita involucrarte en sus asuntos, sólo ocúpate de ellos, y sólo si te lo piden, si no, nunca te involucres, ni quieras aconsejar cuando no te lo piden. Entre otras cosas, no tienes derecho a meterte en la vida de nadie. Vive la tuya, que ya es bastante. No te critiques. Basta de lanzar dicterios sobre tu conciencia. No existe la culpa; es una elaboración del ego para tenerte atrapada e hipotecar tus sentimientos sometiéndote a chantaje emocional. Piensa que a este plano has llegado sola, y te irás de él también sola. Y entre medias te relacionarás con gente. Procura hacerlo bien para no tener que arrepentirte después.




Relájate, y por una vez, no pienses en el pasado, ni en el futuro. Ambos carecen de entidad propia. Viven gracias a tus pensamientos. Céntrate en el presente, y de éste escoge el momento actual. Ni un minuto antes, ni uno después, en el actual; que ya pasó, por cierto. El pasado te culpabilizará y te traerá penas, el futuro te producirá desasosiego e inseguridad. Cálmate y vive el momento con la completa seguridad de que tu única misión es vivirlo con pasión y en bien para todo el mundo. ¡Qué sencillo! Resulta hasta un poco infantil: «Vive el momento apasionadamente y en bien para todo el mundo» Pero ¿te das cuenta de lo que encierra? Entonces ya no te va a parecer tan pueril.

Relájate, y por una vez, no quieras controlar tu vida, ni la vida del prójimo. Suéltate y piensa que lo que tenga que pasar, va a pasar por encima de tu voluntad. Mientras tanto, lo que importa es cómo reaccionas ante los hechos de la vida. Porque esas reacciones son las que determinan tus resultados, y las que te hacen crecer.

Comes el doble de lo que debes. Tienes mucho más de lo que necesitas, y no conoces tu potencial interior. Quieres que la vida te dé cosas: amor, dinero, seguridad. Pero todo eso ya está dentro de ti. Lo único que tienes que hacer es ser consciente de que ya lo posees y utilizarlo. Hazme caso, lo importante no es sentirte amado; eso carece de importancia y de enjundia. Será necesario para el buen desarrollo del niño hasta los siete años, luego ya no le hace falta sentirse amado, si no es porque le han chantajeado emocionalmente y han utilizado el amor como moneda de cambio. Ya no necesitas sentirte amada, sólo necesitas amar con todas tus fuerzas. Ama, por tanto, y no pidas nada a cambio. Todo va a cambiar en tu vida si eres consciente de estas pocas cosas que se me ha ocurrido escribirte.

lunes, 15 de noviembre de 2010

NO SÉ LO QUE QUIERO

Es curioso, pero la gente tiene hambre, y la mayoría de las veces no tienen muy definido qué querrían comer. O les gustan muchas cosas, o les gustan muy pocas. Pero, entre esas, tampoco saben qué. En general no sabemos muy bien qué queremos; qué nos gusta y qué no nos gusta; qué queremos de la vida y qué no. Para viajar lo primero que tenemos que pensar es ‘a dónde’, luego ‘cómo’, y al fin acudir a una agencia recabando ayuda u organizar nuestro propio recorrido.





Si no sé dónde me gustaría ir, debo de aclarar este primer aspecto para dar un paso más en mis pretensiones. Si no lo sé, mal asunto. Y hay mucha gente sin definir. Por una causa o por mil –no viene al caso–, no saben lo que quieren. Y lo que es peor, no saben cómo salir de la situación de bloqueo; de no saber qué hacer. ‘Habría que hacer algo, pero no sé qué’, es la cuestión, que en su máximo grado de conflicto, puede descontrolar la secreción de las hormonas de la glándula tiroides. Tengo hambre, pero no sé qué me comería ahora. No sé si tengo hambre de conocimientos, de paz, de sexo. No sé nada. Y lo peor es que, a veces, no quiero saberlo.

Como medida fundamental recomiendo averiguar qué nos gusta, qué no nos gusta, qué queremos y qué no queremos. Para empezar pido confianza y un poco de tiempo. Eliminar factores de interrupción –como para cualquier práctica seria con mi interior–, sacralizar la escena, quizá encendiendo una vela y un incienso suave. Una mesa cómoda, unas cuantas cuartillas en blanco y un bolígrafo. También sirve un lápiz. Otro día cantaré para vosotros las excelencias de escribir con lápiz de grafito. Una vez instalado cómodamente en mí lugar de trabajo, en el primer folio escribiré, como encabezamiento: «Esto es lo que me gusta» Y a continuación vas enumerando lo que te gusta: Me gustan los amaneceres en el mar. Me gusta la paella de mariscos. Me gusta la colonia cítrica. Me gusta el chocolate negro. Me gusta el nº2, para piano de Rachmaninoff. Me gusta la flauta de pan. Me gusta el sexo oral. Me gusta Delibes. Me gusta Juan Manuel Serrat. Me gustan Los Beatles… Y así hasta mañana. Recomendé esté proceder a una paciente, y al día siguiente apareció en la consulta con un folio en el que había escrito unas veinte cosas que le gustaban!!. Mujer, eso no es compromiso, ni ganas, ni imaginación, ni nada de nada. Con esos planteamientos más vale que no abordéis ninguna tarea, ni comencéis ningún viaje, ni ninguna obra medianamente seria.




Una vez que se os canse la mano y os duela la muñeca, de la cantidad ingente de folios que habéis escrito con las cosas que os gustan, podéis pasar al segundo grupo de folios, que encabezaréis: «Esto es lo que no me gusta». Y, dale que te pego a las cosas que no os gustan. El tercer grupo: «Esto es lo que quiero de la vida». Y el cuarto grupo: «Esto es lo que no quiero de la vida». Creo que al acabar, aparte de la molestia en la mano y muñeca,  tendréis una idea muy aproximada de lo que os gusta y de lo queréis. Porque, curiosamente, os saldrán cosas en las que nunca habíais pensado, y que en ese momento saltan a vuestra mente con una fuerza inusitada, demostrando su lugar de preferencia en vuestra indecisa vida. Teniendo claras vuestras preferencias, quizá sería interesante que las pusierais en orden de prelación. Y una vez colocadas, podéis decidir cuál va a ser vuestro próximo movimiento.

Quiero que quede claro que en esta vida «El que no llora, no mama», y que nadie sabe, en un momento dado, qué es lo que yo estoy pidiendo por dentro. Hay que pedir en cualquier situación y en cualquier lugar. Los demás no saben lo que queremos, ni nuestros gustos, ni nuestros más íntimos caprichos. Y nos perderemos muchas cosas buenas si esperamos la iniciativa de los demás, o nos fiamos de su imaginación, o nos creamos expectativas. El: «Tú ya debías saber lo que me gusta», es un error de libro. Él nunca sabe lo que te gusta. Tenlo en cuenta para ulteriores escaramuzas en cualquier campo. Especialmente en el sexo. Él nunca sabe lo que te gusta y lo que no te gusta en un momento dado, porque ni tú misma lo sabes hasta que no te encuentras inmersa en la situación. Así que, hay que pedir. El, no, lo tenemos de antemano, pero si sale, sí, me voy a chupar los dedos.

EL CIEGO, EL MAPA, Y EL MANUAL DE SUPERVIVENCIA

Hace algún tiempo que elaboré la teoría del mapa del territorio y el manual de supervivencia. Decía, más o menos, que nos dejan en este territorio sin manual de supervivencia, ni libro de instrucciones. Conocemos el mapa, pero ignoramos cómo movernos en él. Nadie sabe cómo moverse en el peligroso territorio comanche que hemos elegido para tener experiencias. Entonces, todo el mundo aprende lo que le dicen sus mayores, que están tan in albis como los demás. Cada individuo se rige, más o menos, por los mandamientos de su religión, por la tradición y por las costumbres. Últimamente impera otro concepto que es ‘la moda’; ‘lo que se estila’, ‘lo progre’. Los humanos nos guiamos por estos conceptos, que emanan de estas fuentes de conocimiento ancestral. Pero esto no quiere decir que no estén equivocadas. De hecho, cada vez los conceptos que salen a la luz son más mentirosos, más tendenciosos y más interesados. Pero se rigen por el principio político de «Una mentira repetida hasta la saciedad, se convierte en verdad» Tócate la mandorla. Y es así. Tal como os lo digo. Entonces, ¿A quién hacemos caso? ¿Por qué parámetros nos guiamos?





Existe, sin embargo, ínsita en cada ser humano, una ley incontrovertible, que es la Ley natural. De ella emana una forma de vida, que ejercida, evita los problemas en nuestro camino en el territorio. Adaptándose a ella no hace falta mucho más. Lo que pasa es que esta ley está absolutamente contaminada por ideas religiosas y políticas, elaboradas para lucro, no de los hombres corrientes, sino de los religiosos y los políticos. Esta ley natural actúa cuando el individuo se enfrenta a cualquier problema, a cualquier disyuntiva. Y uno de sus principios básicos es: «No hagas a los demás lo que no quieras que hagan contigo» o «Actúa siempre en bien para todo el mundo» Si alguien sale perjudicado en el asunto, incluso tú te verías apartado, vejado o humillado con el proceder que vas a llevar a cabo, no lo lleves a efecto.

Pero este proceder, con arreglo a la ley natural que cada uno de nosotros llevamos dentro, no es interesante para los intereses de los magnates –mangantes– modernos que sólo miran su medro y su conveniencia. Si todos nos atenemos a esta ley, la consecuencia sería el equilibrio social y económico. Pero la mesura y la moderación es lo último que pretenden los políticos, los banqueros y las multinacionales. Hay un afán desmedido de ejercer la avaricia, que, según la definición de la RAE, es el afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Esto está muy bien para ser el más poderoso del cementerio, para acumular poder y tener acceso a todos los lujos y todo el sexo del mundo, pero es peligroso para un futuro. Posiblemente, si nos atenemos a la ley del karma, en las próximas vidas deberán elegir vivir en la pobreza y someterse a los mismos atropellos que ellos provocaron en la vida que vivieron.




He rescatado un libro, lo he desempolvado y me he puesto a releerlo. Se llama La Puerta de Todo y su autora Ruby Nelson. Respecto a la ceguera, dice, con mucha clarividencia:

«La joya oculta de la glándula pineal, el místico ojo espiritual, se dará a conocer a medida que vaya sanando su ceguera, recobrando todas sus facultades. Este precioso centro espiritual, hasta entonces abandonado en algún rincón de la mente sumergida, es la mirada que todo lo ve, el omnisciente Ojo del Alma…»

Estamos ciegos hasta que nuestra fe nos haga ver. De manera que, además de la ley natural, existe otra norma que es abandonarse en el viaje, sin miedo, con plena confianza, seguro del final feliz.




Es muy extraordinario, pero lo que os voy a escribir no tiene desperdicio. Estamos viviendo en un mundo de apariencias, en el que nada es lo que parece. Y, por tanto, no debemos juzgar por lo que vemos, porque posiblemente estemos errados. Todo en la creación es la perfecta obra del Gran Creador. Sólo nosotros los humanos creemos que no es así, que somos imperfectos, perecederos y sometidos a juicio, no sólo de Dios, sino de nosotros mismos. Creemos que distamos mucho de la perfección y que, puesto que no nos sentimos capaces de llegar a ella, andamos dando tumbos, de vida en vida, hasta que despierte la glándula pineal y veamos lo que realmente somos. Y lo que somos es la perfecta creación del perfecto Creador. Sin enfermedades, sin deterioros, sin final.
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